– En la misma que has estado siempre. En la de mi amigo. En la del amigo de Fanny. En la de la persona que mas nos importa en el mundo.

– Asi que todo vuelve a empezar otra vez.

– Si tu quieres, si. Siempre que puedas soportarlo, es como si nada hubiese cambiado.

Repentinamente, yo estaba al borde de las lagrimas.

– No lo estropees -dije-. Es lo unico que te digo. No lo estropees. Cuidala bien. Tienes que prometermelo. Si no mantienes tu palabra, creo que te matare. Te buscare y te estrangulare con mis propias manos.

Me quede mirando mi plato, luchando por dominarme. Cuando finalmente levante la vista, vi que Sachs me estaba mirando. Tenia la mirada sombria, en la cara una expresion de dolor. Antes de que pudiera levantarme de la mesa para marcharme, el alargo su mano derecha y la sostuvo en el aire, resistiendose a bajarla hasta que yo la tome en la mia.

– Te lo prometo -dijo, estrechandome la mano con fuerza, aumentando la presion cada vez mas-. Te doy mi palabra.

Despues de ese almuerzo, yo ya no sabia que creer. Fanny me habia dicho una cosa, Sachs me habia dicho otra, y en cuanto aceptase una historia, tendria que rechazar la otra. No habia ninguna alternativa. Me habian presentado dos versiones de la verdad, dos realidades separadas y distintas, y por mucho que empujara, nunca podria juntarlas. Me daba cuenta de eso y, sin embargo, al mismo tiempo comprendia que ambas historias me habian convencido. En la cienaga de pesar y confusion en la que estuve hundido durante los meses siguientes, vacilaba entre una y otra. No creo que fuese una cuestion de lealtades divididas (aunque puede que eso formase parte del asunto), sino mas bien una certeza de que tanto Fanny como Ben me habian dicho la verdad. La verdad tal y como ellos la veian quiza, pero, no obstante, la verdad. Ninguno de los dos se habia propuesto enganarme; ninguno de los dos habia mentido intencionadamente. En otras palabras, no habia una verdad universal. Ni para ellos ni para nadie. No habia nadie a quien culpar o defender, y la unica respuesta justificable era la compasion. Les habia admirado a los dos durante demasiados anos y era inevitable que me sintiera decepcionado por lo que habia descubierto, pero ellos no eran los unicos que me habian decepcionado. Estaba decepcionado conmigo mismo, estaba decepcionado con el mundo. Incluso los mas fuertes son debiles, me dije; incluso a los mas valientes les falta valor; incluso los mas sabios son ignorantes.

Me resultaba imposible seguir rechazando a Sachs. Habia sido tan franco durante nuestra conversacion en aquel almuerzo, tan claro al manifestar su deseo de que nuestra amistad continuara, que yo no era capaz de volverle la espalda. Pero el se habia equivocado al suponer que nada cambiaria entre nosotros. Todo habia cambiado entre nosotros y, nos gustara o no, nuestra amistad habia perdido su inocencia. A causa de Fanny, habiamos penetrado en la vida del otro, habiamos dejado una huella en la historia interna del otro, y lo que antes habia sido puro y simple entre nosotros era ahora infinitamente turbio y complejo. Poco a poco, empezamos a adaptarnos a estas nuevas condiciones, pero con Fanny era otra historia. Me mantuve alejado de ella, siempre veia a Sachs a solas. Siempre me disculpaba cuando me invitaba a su casa. Aceptaba el hecho de que ella pertenecia a Ben, pero eso no queria decir que estuviese dispuesto a verla. Ella comprendio mi renuencia, creo, y aunque continuo mandandome recuerdos a traves de Sachs, nunca me insistio para que hiciera nada que yo no quisiera. Finalmente me llamo en noviembre, al cabo de seis o siete meses. Fue entonces cuando me invito a la cena de Accion de Gracias en casa de la madre de Ben en Connecticut. En ese medio ano, me habia persuadido de que nunca habia existido ninguna esperanza para nosotros, de que aun cuando ella hubiese dejado a Ben para vivir conmigo, la cosa no habria salido bien. Eso era un embuste, por supuesto, y no tengo ninguna forma de saber que habria sucedido, no tengo ninguna forma de saber nada. Pero me ayudo a soportar aquellos meses sin perder la razon, y cuando repentinamente ni la voz de Fanny en el telefono, pense que habia llegado el momento de ponerme a prueba en una situacion real. Asi que David y yo nos fuimos en el coche a Connecticut y pase un dia entero en su compania. No fue el dia mas feliz de mi vida, pero consegui sobrevivir. Las viejas heridas se abrieron, sangre un poco, pero cuando regrese a casa aquella noche con David dormido en mis brazos, descubri que seguia estando mas o menos entero.

No quiero sugerir que lograra esta cura yo solo. Una vez que Maria regreso a Nueva York, desempeno un papel importante en la conservacion de mi integridad y me sumergi en nuestras escapadas particulares con la misma pasion que antes. Tampoco era la unica. Cuando Maria no estaba disponible, encontraba a otras que me distrajeran de mis penas de amor. Una bailarina que se llamaba Dawn, una escritora que se llamaba Laura, una estudiante de medicina que se llamaba Dorothy. En un momento u otro, cada una de ellas ocupo un lugar singular en mis afectos. Siempre que me paraba a examinar mi comportamiento, llegaba a la conclusion de que yo no estaba hecho para el matrimonio, que mis suenos de echar raices con Fanny habian estado equivocados desde el principio. Yo no soy monogamo, me decia. Me sentia demasiado atraido por el misterio de los primeros encuentros. Demasiado fascinado por el escenario de la seduccion, demasiado hambriento de la excitacion de los cuerpos nuevos, y no se podia contar conmigo a largo plazo. Esa era la logica que me aplicaba, en cualquier caso, y funcionaba como una eficaz cortina de humo entre mi cabeza y mi corazon, entre mi entrepierna y mi inteligencia. Porque la verdad era que no tenia ni idea de lo que hacia. Habia perdido el control y follaba por la misma razon por la que otros hombres beben: para ahogar mis penas, para embotar mis sentidos, para olvidarme de mi mismo. Me converti en homo erectus, un falo libertino enloquecido. Al poco tiempo estaba enredado en varias relaciones a la vez, haciendo juegos malabares con las novias como un prestidigitador demente, entrando y saliendo de diferentes camas tan a menudo como la luna cambia de forma. En la medida en que este frenesi me mantenia ocupado, supongo que fue una medicina eficaz. Pero era una vida de loco y probablemente me hubiese matado si hubiese durado mucho mas tiempo.

Sin embargo, habia algo mas que el sexo. Trabajaba bien y mi libro finalmente se acercaba a su fin. A pesar de los muchos desastres que me creaba, conseguia continuar escribiendo, avanzar sin reducir el paso. Mi mesa se habia convertido en un santuario, y mientras siguiera sentandome alli y luchando por encontrar la palabra siguiente, nadie podria alcanzarme: ni Fanny, ni Sachs, ni siquiera yo mismo. Por primera vez en todos los anos que llevaba escribiendo me sentia como si estuviera ardiendo. No sabia si el libro era bueno o malo, pero eso ya no me parecia importante. Habia dejado de cuestionarme. Estaba haciendo lo que tenia que hacer y lo estaba haciendo de la unica manera que me era posible. Todo lo demas derivaba de eso. No era tanto que empezase a creer en mi mismo como que estaba habitado por una sublime indiferencia. Me habia vuelto intercambiable con mi trabajo, y aceptaba ese trabajo en sus propios terminos, comprendiendo que nada podria liberarme del deseo de hacerlo. Esto era la solida epifania, la luz en la cual la duda se disolvia gradualmente. Aunque mi vida se cayera en pedazos, seguiria habiendo algo por lo que vivir.

Acabe Luna a mediados de abril, dos meses despues de mi conversacion con Sachs en el restaurante. Mantuve mi palabra y le di el manuscrito; cuatro dias mas tarde me llamo para decirme que lo habia terminado. Para ser mas exactos, empezo a gritar por telefono, abrumandome con tan extravagantes elogios que note que me ruborizaba. No me habia atrevido a sonar con una reaccion semejante. Levanto tanto mi animo que pude quitar importancia a las decepciones que siguieron, y ni siquiera cuando el libro hizo la ronda de las editoriales neoyorquinas cosechando un rechazo tras otro, permiti que eso interfiriera con mi trabajo. Sachs me alentaba asegurandome que no tenia de que preocuparme, que todo saldria bien al final, y a pesar de la evidencia continue creyendole. Empece a escribir una segunda novela. Cuando Luna finalmente fue aceptada (siete meses y dieciseis rechazos despues), yo ya estaba bien metido en mi nuevo proyecto. Eso sucedio a finales de noviembre, justo dos dias antes de que Fanny me invitase a la cena de Accion de Gracias en Connecticut. Sin duda eso contribuyo a que tomase la decision de ir. Le dije que si porque acababa de recibir la noticia acerca de mi libro. El exito me hacia sentir invulnerable y sabia que nunca habria mejor momento para enfrentarme a ella.

Luego vino mi encuentro con Iris, y la locura de aquellos dos anos termino bruscamente. Eso ocurrio el 23 de febrero de 1981: tres meses despues del dia de Accion de Gracias, un ano despues de que Fanny y yo rompiesemos nuestra relacion amorosa, seis anos despues de que empezase mi amistad con Sachs. Me parece a la vez extrano y adecuado que Maria Turner fuese la persona que hizo posible ese encuentro. Una vez mas, no fue nada intencionado, no tuvo nada que ver con un deseo consciente de que sucediera algo. Pero sucedio, y de no ser por el hecho de que el 23 de febrero fue la noche en que se inauguraba la segunda exposicion de Maria en una pequena galeria de Wooster Street, estoy seguro de que Iris y yo nunca nos habriamos conocido. Habrian pasado decadas antes de que nos encontrasemos de nuevo en la misma habitacion, y para entonces la oportunidad se habria perdido. No es que Maria nos reuniese, pero nuestro encuentro tuvo lugar bajo su influencia, por asi decirlo, y me siento en deuda con ella por eso. No con Maria como mujer de carne y hueso, quiza, pero si con Maria como espiritu

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