ser temerario en aquella escalera de incendios, llegue a arriesgar mi vida. ?Para que? Por un diminuto achuchon en la oscuridad, por nada en absoluto. Rememorando esa escena en mi cama del hospital, finalmente comprendi que todo era diferente de como yo lo habia imaginado. Lo habia entendido al reves. El proposito de mis locas payasadas no era conseguir que Maria Turner me abrazase, era arriesgar mi vida. Ella fue solo un pretexto, un instrumento para subirme a la barandilla, una mano que me guio hasta el borde del desastre. La cuestion era esta: ?Por que lo hice? ?Por que estaba tan deseoso de cortejar el riesgo? Debi de hacerme esta pregunta seiscientas veces al dia, y cada vez que me lo preguntaba, un tremendo abismo se abria dentro de mi e inmediatamente despues caia, caia de cabeza en la oscuridad. No quiero parecer excesivamente dramatico; pero esos dias en el hospital han sido los peores de mi vida. Me di cuenta de que me habia puesto en situacion de caer, y que lo habia hecho a proposito. Ese fue mi descubrimiento, la irreductible conclusion que se elevaba de mi silencio. Comprendi que no queria vivir. Por razones que aun me parecen inextricables, me subi a la barandilla aquella noche con el fin de matarme.

– Estabas borracho -dije-. No sabias lo que hacias.

– Estaba borracho, y sabia exactamente lo que hacia. Lo que pasa es que no sabia que lo sabia.

– Esos son terminos enganosos. Puro sofisma.

– No sabia que lo sabia, y las copas me dieron el valor necesario para actuar. Me ayudaron a hacer aquello que no sabia que deseaba hacer.

– Primero me cuentas que te caiste porque tenias demasiado miedo de tocar la pierna de Maria. Ahora cambias la historia y me dices que te caiste a proposito. No puedo creerme las dos cosas. Tiene que ser la una o la otra.

– Son las dos, una cosa llevo a la otra, y no pueden separarse. No digo que lo entienda, solo te digo como fue, lo que se que es la verdad. Esa noche estaba dispuesto a acabar conmigo mismo. Todavia lo noto en las entranas, y me asusta muchisimo ir por ahi con esa sensacion.

– En todos nosotros hay una parte que desea morir -dije-, una pequena caldera de autodestruccion que esta siempre hirviendo bajo la superficie. Por alguna razon, se atizo demasiado el fuego para ti esa noche, y sucedio algo disparatado. Pero el que sucediera una vez no quiere decir que vaya a volver a ocurrir.

– Puede que no. Pero eso no borra el hecho de que sucedio, y sucedio por alguna razon. Si me pudo pillar de sorpresa de ese modo, eso debe significar que hay algo que funciona esencialmente mal en mi interior. Debe significar que ya no creo en mi vida.

– Si no creyeses en ella, no hubieras vuelto a hablar. Debiste de tomar alguna decision. Desde el momento en que volviste a hablar, ya debias de haber resuelto las cosas dentro de ti.

– En realidad no. Entraste en la habitacion con David y el se acerco a mi cama y me sonrio. De repente me encontre saludandole. Fue asi de sencillo. Tenia tan buen aspecto… Tan moreno y saludable despues de sus semanas en el campamento, un nino de nueve anos perfecto. Cuando se acerco a mi cama y me sonrio, me parecio imposible no hablarle.

– Tenias lagrimas en los ojos. Pense que eso significaba que habias resuelto algo, que estabas en el camino de vuelta.

– Significaba que sabia que habia tocado fondo. Significaba que comprendia que tenia que cambiar mi vida.

– Cambiar tu vida no es lo mismo que querer ponerle fin.

– Quiero ponerle fin a la vida que he vivido hasta ahora. Quiero que todo cambie. Si no lo consigo, voy a tener graves problemas. Toda mi vida ha sido un desperdicio, una estupida bromita, una lamentable cadena de pequenos fracasos. La semana que viene cumplo cuarenta y un anos y si no me hago dueno de la situacion ahora, voy a ahogarme. Me hundire como una piedra hasta el fondo del mundo.

– Lo que necesitas es volver a trabajar. En cuanto comiences a escribir, recordaras quien eres.

– La idea de escribir me asquea. Ya no significa nada para mi.

– No es la primera vez que hablas asi.

– Puede que no. Pero esta vez hablo en serio. No quiero pasarme el resto de mi vida metiendo una hoja en blanco en una maquina de escribir. Quiero levantarme de mi mesa de trabajo y hacer algo. Los dias de ser una sombra se han acabado. Ahora tengo que entrar en el mundo real y hacer algo.

– ?Como que?

– ?Quien cono lo sabe? -dijo Sachs.

Sus palabras flotaron en el aire durante unos segundos y luego, sin previo aviso, sonrio. Era la primera sonrisa que le veia desde hacia semanas y, durante un momento, casi volvio a ser el.

– Cuando lo averigue -dijo-, te escribire una carta.

Sali del piso de Sachs pensando que superaria la crisis. Tal vez no inmediatamente, pero me resultaba dificil imaginar que con el tiempo las cosas no volverian a la normalidad para el. Tenia demasiada versatilidad, me dije, demasiada inteligencia y vigor para dejar que el accidente le aplastase. Es posible que yo subestimara hasta que punto su confianza se habia tambaleado, pero tiendo a creer que no. Vi lo atormentado que estaba, vi la angustia de sus dudas y sus recriminaciones, pero a pesar de las cosas detestables que dijo de si mismo aquella tarde, tambien me habia dedicado una fugaz sonrisa, y yo interprete ese estallido fugitivo de ironia como una senal de esperanza, una prueba de que Sachs era capaz de recuperarse por completo.

Pasaron semanas, sin embargo, y meses, y la situacion continuo exactamente igual. Es verdad que recobro buena parte de su sociabilidad y a medida que pasaba el tiempo su sufrimiento se hizo menos evidente (ya no meditaba amargamente en compania, ya no parecia tan ausente), pero eso era unicamente porque hablaba menos de si mismo. No era el mismo silencio que el del hospital, pero su efecto era similar. Ahora hablaba, abria la boca y usaba palabras en los momentos apropiados, pero nunca decia nada sobre lo que realmente le importaba, nada sobre el accidente o sus consecuencias, y poco a poco intui que habia metido su sufrimiento bajo tierra, que lo habia enterrado en un sitio donde nadie pudiera verlo. Si todo lo demas hubiese sido igual, tal vez esto no me habria preocupado tanto. Hubiese podido aprender a convivir con aquel Sachs mas callado y alicaido, pero los signos externos eran demasiado descorazonadores, y yo no podia librarme de la sensacion de que eran sintomas de una congoja mayor. Rechazaba los encargos de las revistas, no hacia ningun esfuerzo por renovar sus contactos profesionales, parecia haber perdido todo interes por sentarse delante de su maquina de escribir. Me lo habia dicho cuando habia vuelto a casa del hospital, pero yo no le crei. Cuando vi que cumplia su palabra, empece a asustarme. La vida de Sachs giraba en torno a su trabajo, y verle de repente sin ese trabajo hacia que pareciese un hombre que no tenia vida. Iba a la deriva, flotando en un mar de dias indiferenciados, y, que yo supiera, le daba exactamente igual volver a tierra o no.

En algun momento entre Navidad y Ano Nuevo, Sachs se afeito la barba y se corto el pelo, dejandoselo a la medida normal. Fue un cambio drastico y le hacia parecer una persona completamente distinta. Parecia haberse encogido, haberse vuelto mas joven y mas viejo al mismo tiempo, y me costo mas de un mes empezar a acostumbrarme a ello, dejar de sobresaltarme cada vez que entraba en una habitacion. No es que tuviese preferencia por una forma u otra, pero lamentaba el simple hecho del cambio, cualquier cambio en si mismo. Cuando le pregunte por que lo habia hecho, su primera respuesta fue un encogimiento de hombros evasivo. Luego, despues de una breve pausa, dandose cuenta de que yo esperaba una respuesta mas completa, murmuro algo acerca de no querer cuidarse tanto. Mantenimiento minimo, dijo, nada de complicaciones en la higiene personal; ademas queria aportar su granito de arena al capitalismo. Afeitandose tres o cuatro veces a la semana ayudaria a la compania de hojas de afeitar, lo cual significaba que estaba contribuyendo al bien de la economia americana, a la salud y la prosperidad de todos.

Este era un argumento muy pobre, pero despues de esa primera mencion, el tema no volvio a surgir. Claramente, Sachs no queria extenderse sobre el asunto, y yo no le pedi mas explicaciones. Eso no significa que no fuese importante para el. Un hombre es libre de elegir su aspecto, pero en el caso de Sachs yo senti que era un acto especialmente violento y agresivo, casi una forma de automutilacion. El lado izquierdo de su cara y cuero cabelludo habian recibido cortes profundos en la caida y los medicos le habian dado puntos en varias zonas alrededor de la sien y en la parte inferior de la barbilla. Con barba y pelo largo, las cicatrices de esas heridas habian quedado ocultas. Desaparecido el pelo, las cicatrices se habian vuelto visibles, las senales y las hendiduras quedaban expuestas para que todo el mundo las viera. A menos que yo le hubiera malinterpretado gravemente, creo que esa es la razon de que Sachs hubiese cambiado su aspecto, queria exhibir sus heridas, anunciarle al mundo que aquellas cicatrices eran lo que entonces le definia, mirarse todos los dias al espejo y recordar lo que le habia sucedido. Las cicatrices eran un amuleto contra el olvido, una senal de que nada de ello se perderia

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