decidieron tomar tostadas con mermelada de fresa. Mientras el pan estaba en el tostador, Sachs desenterro del fondo del congelador una lata de zumo de naranja cubierta de una costra de escarcha, lo mezclo en una jarra de plastico (que primero tuvo que fregar) y lo sirvio con el desayuno. No habia cafe de verdad, pero despues de registrar sistematicamente los armarios, finalmente descubrio un frasco de cafe instantaneo descafeinado. Mientras bebia el amargo brebaje hizo muecas y se agarro la garganta. Maria se rio de su actuacion, lo cual le impulso a tambalearse por la cocina y a emitir una serie de espantosos ruidos como nauseas.

– Veneno -murmuro, mientras se dejaba caer al suelo-, los bribones me han envenenado.

Esto la hizo reir aun mas, pero una vez que el termino su numerito y se sento de nuevo en la silla, su diversion desaparecio rapidamente y el noto una expresion preocupada en sus ojos.

– Solo estaba fingiendo -dijo.

– Ya lo se -dijo ella-. Es que no me gusta que la gente se muera.

El comprendio su equivocacion, pero era demasiado tarde para deshacer el dano.

– No voy a morirme -dijo.

– Si, te moriras. Todo el mundo tiene que morirse.

– Quiero decir hoy. Ni manana tampoco. Voy a estar por aqui mucho tiempo.

– ?Por eso has dormido en el sofa? ?Porque te vas a quedar a vivir con nosotras?

– No creo. Pero estoy aqui para ser tu amigo. Y el amigo de tu madre tambien.

– ?Eres el nuevo novio de mama?

– No, solo soy su amigo. Si ella me deja, voy a ayudarla.

– Eso esta bien. Ella necesita a alguien que la ayude. Hoy entierran a papa y esta muy triste.

– ?Es eso lo que te ha dicho?

– No, pero la vi llorando. Por eso se que esta triste.

– ?Es eso lo que vas a hacer hoy? ?Ir a ver como entierran a tu papa?

– No, no nos dejan ir. El abuelo y la abuela dijeron que no podiamos ir.

– ?Y donde viven tu abuelo y tu abuela? ?Aqui en California?

– Creo que no. Es en un sitio muy lejos. Hay que ir alli en avion.

– En el Este, quiza.

– Se llama Maplewood. No se donde esta.

– ?Maplewood, New Jersey?

– No lo se. Esta muy lejos. Siempre que papa hablaba de ese sitio decia que estaba en el fin del mundo.

– Te pones triste cuando piensas en tu padre, ?verdad?

– No puedo remediarlo. Mama dice que el ya no nos queria, pero me da igual, me gustaria que volviese.

– Estoy seguro de que el queria volver.

– Eso creo yo. Lo que pasa es que no pudo. Tuvo un accidente y, en lugar de volver con nosotras, tuvo que irse al cielo.

Sachs penso que era muy pequena y sin embargo se comportaba con una tranquilidad casi aterradora, sus fieros ojitos taladrandole mientras hablaba, impavida, sin el menor temblor de confusion. Le asombraba que pudiera imitar la actitud de los adultos tan bien, que pudiera parecer tan duena de si misma, cuando en realidad no sabia nada, no sabia absolutamente nada. La compadecio por su valor, por el fingido heroismo de su cara luminosa y seria, y deseo poder retirar todo lo que habia dicho y convertirla de nuevo en una chiquilla, en algo distinto de aquel patetico adulto en miniatura con huecos entre los dientes y una cinta amarilla colgada del pelo rizado.

Mientras terminaba los ultimos fragmentos de sus tostadas, Sachs vio en el reloj de la cocina que eran solo las siete y media pasadas. Le pregunto a Maria cuanto tiempo pensaba que su madre seguiria durmiendo, y cuando ella le dijo que podian ser dos o tres horas mas, de pronto se le ocurrio una idea. Vamos a prepararle una sorpresa, dijo, si nos ponemos a ello ahora, tal vez podamos limpiar toda la planta baja antes de que se despierte. ?No estaria bien? Bajara aqui y se encontrara todo ordenado y reluciente. Seguro que eso le hara sentirse mejor, ?no crees? La nina dijo que si. Mas que eso, parecio entusiasmada con la idea, como si estuviera aliviada de que al fin hubiera aparecido alguien que se hiciera cargo de la situacion. Pero debemos hacerlo en silencio, dijo Sachs, llevandose un dedo a los labios, tan silenciosos como duendes.

Asi que los dos se pusieron a trabajar, moviendose por la cocina en rapida y silenciosa armonia mientras recogian la mesa, barrian la vajilla rota del suelo y llenaban el fregadero de agua caliente jabonosa. Para reducir el ruido al minimo, vaciaron los platos con los dedos, manchandose las manos con la basura al echar los restos de comida y colillas en una bolsa de papel. Era un trabajo sucio, y mostraron su asco sacando la lengua y fingiendo vomitar. Sin embargo, Maria hizo mas de lo que le correspondia, y una vez que la cocina quedo en un estado pasable, marcho al cuarto de estar con un entusiasmo que no habia disminuido, deseosa de pasar a la siguiente tarea. Eran ya cerca de las nueve y el sol entraba por las ventanas, iluminando delgados rastros de polvo en el aire. Mientras contemplaban el desastre que tenian delante, y comentaban por donde seria mejor que empezaran a atacar, una expresion de recelo cruzo la cara de Maria. Sin decir una palabra, levanto un brazo y senalo una de las ventanas. Sachs se volvio y un instante despues lo vio. Un hombre de pie en el jardincillo mirando la casa. Llevaba una corbata a cuadros y una chaqueta de pana marron; era un hombre bastante joven que se estaba quedando prematuramente calvo y que parecia estar debatiendo consigo mismo si subir los escalones y tocar el timbre o no. Sachs le dio una palmadita a Maria en la cabeza y le dijo que se fuera a la cocina y se sirviera otro vaso de zumo. Parecia que ella iba a negarse, pero luego, no queriendo decepcionarle, asintio y obedecio de mala gana. Entonces Sachs cruzo el cuarto de estar sorteando obstaculos y fue a la puerta principal, la abrio lo mas suavemente que pudo y salio fuera.

– ?Puedo ayudarle en algo?

– Soy Tom Mueller -dijo el hombre-, del San Francisco Chronicle. Me pregunto si podria hablar un momento con Mrs. Dimaggio.

– Lo siento. No concede entrevistas.

– Yo no quiero una entrevista, solo quiero hablar con ella. A mi periodico le interesa conocer su version de la historia. Estamos dispuestos a pagar por un articulo en exclusiva.

– Lo siento, no hay nada que hacer. Mrs. Dimaggio no habla con nadie.

– ?No cree usted que la senora deberia tener la oportunidad de rechazarme personalmente?

– No, no lo creo.

– ?Y quien es usted, el agente de prensa de Mrs. Dimaggio?

– Un amigo de la familia.

– Ya. Y es el que habla en su nombre.

– Eso es. Estoy aqui para protegerla de tipos como usted. Ahora que hemos aclarado esa cuestion, creo que es hora de que se vaya.

– ?Y como sugiere usted que me ponga en contacto con ella?

– Podria escribirle una carta. Eso es lo que se hace generalmente.

– Buena idea. Yo le escribo una carta y usted puede tirarla antes de que ella la lea.

– La vida esta llena de decepciones, Mr. Mueller. Y ahora, si no le importa, creo que es hora de que se vaya. Estoy seguro de que no desea usted que llame a la policia. Pero esta usted en la propiedad de Mrs. Dimaggio, ?sabe?

– Si, lo se. Muchas gracias, hombre. Me ha ayudado usted muchisimo.

– No se preocupe tanto. Esto tambien pasara. Dentro de una semana, no habra nadie en San Francisco que se acuerde de esta historia. Si alguien les menciona a Dimaggio, la unica persona que les vendra a la cabeza sera Joe.

Eso puso fin a la conversacion, pero incluso despues de que Mueller se hubiese marchado del jardincillo, Sachs continuo de pie delante de la puerta, decidido a no moverse hasta que hubiese visto que el hombre se alejaba en su coche. El periodista cruzo la calle, se metio en el coche y arranco. Como gesto de despedida levanto el dedo corazon de la mano derecha al pasar por delante de la casa, pero Sachs se encogio de hombros ante la obscenidad, comprendiendo que no tenia importancia, que unicamente era una prueba de lo bien que habia manejado el enfrentamiento. Cuando se dio la vuelta para entrar, no pudo reprimir una sonrisa al recordar la rabia del hombre. Mas que como un agente de prensa, se sentia como un alguacil y, en resumidas cuentas, no era una sensacion enteramente desagradable.

En cuanto entro en la casa, levanto la cabeza y vio a Lillian de pie en lo alto de la escalera. Llevaba un albornoz blanco, tenia los ojos hinchados y el pelo revuelto y luchaba por espabilarse.

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