perder el control de la situacion. Habia sido iniciativa suya, despues de todo, y ahora estaba alli con ella, inexplicablemente vacilante y mudo, sin tener idea de como empezar. Ella bebio un sorbo de su vaso y le miro desde el otro lado de la habitacion.
– Maria dice que no entiende que esta usted haciendo aqui -repitio.
Su voz era ronca e inexpresiva, y sin embargo esa misma inexpresividad transmitia desden, un desden que rayaba en el desprecio.
– No -dijo Sachs-, supongo que no.
– Si tiene usted algo que decirme, mas vale que me lo diga ya. Y luego quiero que se vaya. ?Comprende? Quiero que salga de aqui.
– No voy a causarle ningun problema.
– No hay nada que me impida llamar a la policia, ?sabe? Lo unico que tengo que hacer es coger el telefono y su vida se ira a la mierda. Quiero decir, ?en que maldito planeta ha nacido usted? ?Le pega un tiro a mi marido y luego viene aqui y espera que sea amable con usted?
– Yo no le pegue un tiro. En mi vida he tenido una pistola en la mano.
– Me da igual lo que hiciera. No tiene nada que ver conmigo.
– Por supuesto que si. Tiene mucho que ver con usted. Tiene mucho que ver con nosotros dos.
– Quiere que le perdone, ?no es cierto? Por eso ha venido. Para caer de rodillas y suplicar mi perdon. Pues no me interesa. No es cosa mia perdonar a la gente. Ese no es mi trabajo.
– ?El padre de su nina ha muerto y esta usted diciendo que no le importa?
– Le estoy diciendo que no es asunto suyo.
– ?No ha mencionado Maria el dinero?
– ?El dinero?
– Se lo ha dicho,?no?
– No se de que me esta hablando.
– Tengo dinero para usted. Por eso estoy aqui. Para darle el dinero.
– No quiero su dinero. No quiero nada de usted. Solo quiero que se vaya.
– Me esta rechazando antes de haber oido lo que tengo que decir.
– Porque no me fio de usted. Usted busca algo y no se lo que es. Nadie regala dinero por nada.
– Usted no me conoce, Lillian. No tiene la menor idea de como soy.
– He aprendido lo suficiente. He aprendido lo suficiente como para saber que no me gusta.
– Yo no he venido aqui para gustarle, he venido para ayudarla, eso es todo, y lo que piense de mi no tiene importancia.
– Esta usted loco, ?lo sabe? Habla como un loco.
– La unica locura seria que usted negara lo sucedido. Le he quitado algo, y ahora estoy aqui para devolverselo. Es asi de sencillo. Yo no la elegi. Las circunstancias me la dieron, y ahora tengo que cumplir mi parte del trato.
– Esta usted empezando a hablar como Reed. Un hijo de puta charlatan, hinchado con sus estupidos argumentos y teorias. Pero no cuela, profesor. No hay trato. Son todo imaginaciones suyas y yo no le debo nada.
– Exactamente. Usted no me debe nada. Soy yo quien le debe algo.
– Tonterias.
– Si mis razones no le interesan, no piense en ellas. Pero acepte el dinero. Si no lo acepta por usted, hagalo al menos por su hija. No le estoy pidiendo nada, solo quiero que lo coja.
– Y luego, ?que?
– Luego nada.
– Estare en deuda con usted, ?no? Eso es lo que usted quiere que piense. Una vez que acepte el dinero, usted creera que le pertenezco.
– ?Que me pertenece? -dijo Sachs, cediendo repentinamente a su exasperacion-. ?Que me pertenece? Ni siquiera me
En ese momento, sin el menor indicio de lo que iba a venir, Lillian empezo a sonreir. Fue una interrupcion espontanea, una reaccion absolutamente involuntaria a la guerra de nervios que se habia producido entre ellos. Aunque no duro mas de un segundo o dos, Sachs se animo. Se habia establecido una leve comunicacion, penso, una pequena conexion, y aunque no sabia lo que la habia provocado, intuyo que el estado de animo habia cambiado.
Despues de eso no perdio el tiempo. Aprovechando la oportunidad que acababa de presentarse, le dijo que se quedara donde estaba, la dejo alli y salio de la casa para recoger el dinero del coche. No tenia sentido tratar de explicarle nada. Habia llegado el momento de ofrecer alguna prueba, de eliminar las abstracciones y dejar que el dinero hablara por si mismo. Era la unica manera de que ella le creyese: dejar que lo tocara, dejar que lo viera con sus propios ojos.
Pero ya nada era sencillo. Ahora que habia abierto el maletero del coche y volvia a mirar la bolsa, dudo de seguir su impulso. Desde el principio se habia visto dandole el dinero de golpe: entrando en la casa, dejandole la bolsa y marchandose.
Tenia que haber sido un gesto rapido, como en un sueno, una accion que no durase nada. Descenderia como un angel de misericordia y la colmaria de riqueza, y antes de que ella se diese cuenta de que estaba alli, el se habria desvanecido. Ahora que habia hablado con ella, sin embargo, ahora que habia estado frente a frente con ella en la cocina, veia lo absurdo que habia sido ese cuento de hadas. Su animosidad le habia asustado y desmoralizado. Y no tenia forma de prever que sucederia a continuacion. Si le daba todo el dinero inmediatamente, perderia la pequena ventaja que aun tenia sobre ella. Entonces seria posible cualquier cosa, podria seguirse de ese error cualquier grotesca inversion. Ella podria humillarle negandose a aceptarlo o, peor aun, podria coger el dinero y luego dar media vuelta y llamar a la policia. Ya habia amenazado con hacerlo y, dada la profundidad de su colera y sus suspicacias, el no la consideraba incapaz de traicionarle.
En lugar de llevar la bolsa a la casa, conto cincuenta billetes de cien dolares, se metio el dinero en los dos bolsillos de la chaqueta y luego cerro la cremallera de la bolsa y el maletero. Ya no tenia ni idea de lo que estaba haciendo. Era un acto de pura improvisacion, un salto a ciegas hacia lo desconocido. Cuando se volvio hacia la casa de nuevo, vio a Lillian de pie en la puerta, una pequena figura iluminada con las manos en las caderas, observandole atentamente mientras el se ocupaba de sus asuntos en la tranquila calle. Cruzo el jardincillo sabiendo que los ojos de ella estaban fijos en el, repentinamente alborozado por su propia incertidumbre, por la locura de ese algo terrible que estaba a punto de suceder.
Cuando llego a lo alto de los escalones, ella se hizo a un lado para dejarle pasar y cerro la puerta tras el. Esta vez el no espero una invitacion. Entrando en la cocina antes que ella, se acerco a la mesa, aparto una de las desvencijadas sillas de madera y se sento. Un momento despues, Lillian se sento frente a el. No hubo mas sonrisas, no hubo mas destellos de curiosidad en sus ojos. Habia convertido su cara en una mascara, y mientras el la miraba buscando una senal, buscando alguna pista que le ayudara a empezar, se sintio como si estuviera examinando una pared. No habia forma de comunicarse con ella, no habia forma de adivinar lo que estaba pensando. Ninguno de los dos hablo. Cada uno esperaba a que el otro diera el primer paso, y cuanto mas se prolongaba el silencio, mas obstinadamente parecia ella resistir. En un momento dado, comprendiendo que estaba a punto de ahogarse, que en sus pulmones estaba empezando a formarse un grito, Sachs levanto el brazo derecho y barrio tranquilamente todo lo que habia delante de el y lo tiro al suelo. Vasos sucios, tazas de cafe, ceniceros y cubiertos cayeron con un estrepito atroz, rompiendose y resbalando sobre el linoleo verde. La miro directamente a los ojos, pero ella se nego a reaccionar, continuo sentada alli como si nada hubiese ocurrido. Un momento sublime, penso el, un momento memorable y, mientras seguian mirandose, casi empezo a temblar de felicidad, una felicidad salvaje que brotaba de su miedo. Luego, sin que su corazon dejara de latir fuertemente, saco los dos fajos de billetes de sus bolsillos, los dejo sobre la mesa con un golpe y los empujo hacia ella.
– Esto es para usted -dijo-. Es suyo si lo quiere.
Ella echo una mirada al dinero durante una fraccion de segundo, pero no hizo ningun movimiento para tocarlo.
– Billetes de cien -dijo-. ?O solo lo son los de arriba?
– Son de cien de arriba abajo. Cinco mil dolares en total.
– Cinco mil dolares no es poca cosa. Ni siquiera los ricos le harian ascos a cinco mil dolares. Pero no es