oidos. Exceptuando a Fanny, es posible que yo fuera la persona mas cercana a Sachs, pero eso no significa que sea un experto en los detalles de su vida. El tenia casi treinta anos cuando le conoci y ninguno de los dos nos explayabamos mucho hablando del pasado. Su infancia es en gran medida un misterio para mi y, mas alla de unos cuantos comentarios casuales que hizo acerca de sus padres y sus hermanas a lo largo de los anos, no se practicamente nada acerca de su familia. Si las circunstancias fueran diferentes, intentaria hablar con algunas de estas personas ahora, haria un esfuerzo por llenar tantas lagunas como pudiera. Pero no estoy en situacion de empezar a buscar a sus maestros de la escuela y a sus amigos del instituto, de concertar entrevistas con sus primos y companeros de universidad y con los hombres con los que estuvo en prision. No hay tiempo suficiente para eso, y puesto que me veo obligado a trabajar rapidamente, no tengo en que apoyarme salvo mis propios recuerdos. No digo que se deba dudar de estos recuerdos, que haya nada falso o deformado en las cosas que se acerca de Sachs, pero no quiero presentar este libro como algo que no es. No hay nada definitivo en el. No es una biografia ni un retrato psicologico exhaustivo, y aunque Sachs me confio muchas cosas durante los anos de nuestra amistad, creo que solo estoy en posesion de una comprension parcial de su persona. Quiero decir la verdad acerca de el, contar estos recuerdos con la mayor sinceridad de que sea capaz, pero no puedo descartar la posibilidad de equivocarme, de que la verdad sea muy diferente de lo que yo imagino.
Nacio el 6 de agosto de 1945. Recuerdo la fecha porque siempre la mencionaba, refiriendose a si mismo en varias conversaciones como “el primer nino de Hiroshima nacido en Estados Unidos”, “el verdadero nino de la bomba”, “el primer hombre blanco que respiro en la era nuclear”. Solia afirmar que el medico le habia traido al mundo en el preciso momento en que el Hombre Gordo salia de las entranas del Enola Gay, pero siempre me parecio que esto era una exageracion. La unica vez que hable con la madre de Sachs, ella no recordaba a que hora habia tenido lugar el nacimiento (habia tenido cuatro hijos, decia, y todos los partos se mezclaban en su mente), pero por lo menos confirmo la fecha, anadiendo que se acordaba claramente de que le habian contado lo de Hiroshima despues de que su hijo naciera. Si Sachs se invento el resto no era mas que una pequena mitificacion inocente por su parte. Se le daba muy bien convertir los hechos en metaforas, y puesto que siempre tenia gran abundancia de hechos a su disposicion, podia bombardearte con un interminable surtido de extranas conexiones historicas, emparejando a las personas y los acontecimientos mas remotos. Una vez, por ejemplo, me conto que durante la primera visita de Peter Kropotkin a los Estados Unidos en la decada de 1890, Mrs. Jefferson Davis, la viuda del presidente confederado, solicito una entrevista con el famoso principe anarquista. Eso ya era de por si extrano, decia Sachs, pero entonces, solo unos minutos despues de que Kropotkin llegase a casa de Mrs. Davis, se presento por sorpresa nada mas y nada menos que Booker T. Washington. Washington anuncio que buscaba al hombre que habia acompanado a Kropotkin (un amigo comun), y cuando Mrs. Davis se entero de que estaba esperando en el vestibulo, ordeno que le hicieran pasar a reunirse con ellos. Asi que durante la hora siguiente este improbable trio estuvo sentado alrededor de una mesa tomando el te y conversando cortesmente: el noble ruso que pretendia derribar a todo gobierno organizado, el antiguo esclavo convertido en escritor y educador y la esposa del hombre que llevo a America a su guerra mas sangrienta en defensa de la institucion de la esclavitud. Solo Sachs podia saber algo semejante. Solo Sachs podia informarle a uno de que cuando la actriz de cine Louise Brooks crecia en una pequena ciudad de Kansas a principios de siglo, su vecina y companera de juegos era Vivian Vance, la misma mujer que mas tarde actuo en el programa de television Te quiero, Lucy. Le divertia haber descubierto esto: que los dos extremos de la feminidad americana, la vampiresa y la maruja, la diablesa libidinosa y el ama de casa desalinada, hubiesen empezado en el mismo lugar, en la misma calle polvorienta de Estados Unidos. A Sachs le encantaban estas ironias, las inmensas locuras y contradicciones de la historia, el modo en que los hechos se ponian constantemente cabeza abajo. Empapandose de estos hechos, podia leer el mundo como si fuera una obra de la imaginacion, convirtiendo los sucesos documentados en simbolos literarios, tropos que senalaban una oscura y compleja configuracion incrustada en lo real. Nunca pude estar muy seguro de hasta que punto se tomaba en serio este juego, pero lo jugaba con frecuencia, y a veces era casi como si no pudiese contenerse. El asunto de su nacimiento formaba parte de esta misma compulsion. Por una parte, era una forma de humor negro, pero tambien era un intento de definirse, una forma de implicarse en los horrores de su tiempo. Sachs hablaba a menudo de la bomba. Era un hecho fundamental del mundo para el, una ultima demarcacion del espiritu, y en su opinion nos separaba de todas las demas generaciones de la historia. Una vez adquirida la capacidad de destruirnos a nosotros mismos, la nocion misma de vida humana habia quedado alterada; incluso el aire que respirabamos estaba contaminado por el hedor de la muerte. Sachs no era, ciertamente, la primera persona a quien se le habia ocurrido esta idea, pero teniendo en cuenta lo que le sucedio hace nueve dias, hay algo pavoroso en esa obsesion, como si fuese una especie de tropo mortal, una palabra equivocada que echo raices dentro de el y se extendio hasta escapar a su control.
Su padre era un judio de la Europa Oriental, su madre una irlandesa catolica. Como a la mayoria de las familias norteamericanas, un desastre les habia traido aqui (la hambruna de la patata de la decada de 1840, los pogromos de la decada de 1880), pero mas alla de estos pocos detalles, no tenia ninguna informacion acerca de los antepasados de Sachs. Le gustaba decir que un poeta era el responsable de la venida de su madre a Boston, pero eso era unicamente una referencia a Sir Walter Raleigh, el hombre que introdujo la patata en Irlanda y por lo tanto fue el causante de la plaga surgida trescientos anos despues. En cuanto a la familia de su padre, me dijo una vez que habian venido a Nueva York a causa de la muerte de Dios. Esto no era mas que otra de las enigmaticas alusiones de Sachs, y hasta que penetrabas la logica de rima infantil que se ocultaba tras ella, parecia carente de sentido. Lo que queria decir era que los pogromos habian empezado despues del asesinato del zar Alejandro II; que Alejandro habia sido asesinado por los nihilistas rusos; que estos eran nihilistas porque creian que Dios no existia. Era una sencilla ecuacion, en ultima instancia, pero incomprensible hasta que resolvias los terminos intermedios de la secuencia. El comentario de Sachs era como si alguien te dijese que el reino se habia perdido por falta de un clavo. Si conocias el poema, lo entendias. Si no lo conocias, no.
Cuando y donde se conocieron sus padres, como fue su infancia, como reaccionaron las respectivas familias ante la perspectiva de un matrimonio mixto, en que epoca se trasladaron a Connecticut, todo esto queda fuera del campo de lo que puedo explicar. Que yo sepa, Sachs tuvo una educacion laica. Era a la vez judio y catolico, lo cual significa que no era ni lo uno ni lo otro. No recuerdo que hablase nunca de haber asistido a una escuela religiosa y, hasta donde yo se, tampoco tuvo confirmacion ni bar mitzvah. [1] El hecho de que estuviese circuncidado no era mas que un detalle medico. En varias ocasiones, sin embargo, aludio a una crisis religiosa que sufrio hacia la mitad de su adolescencia, pero evidentemente se consumio con bastante rapidez. Siempre me impresiono su familiaridad con la Biblia (tanto con el Viejo como con el Nuevo Testamento) y tal vez comenzo a leerla entonces, durante aquel primer periodo de lucha interior. A Sachs le interesaban mas la politica y la historia que las cuestiones espirituales, pero sus opiniones politicas estaban no obstante tenidas de algo que yo llamaria una cualidad religiosa, como si el compromiso politico no fuese solo una forma de enfrentarse a los problemas del aqui y ahora, sino tambien un medio de salvacion personal. Creo que este es un detalle importante. Las ideas politicas de Sachs nunca encajaban en categorias convencionales. Desconfiaba de los sistemas y las ideologias, y aunque podia hablar sobre ellos con considerable comprension y profundidad, la accion politica se reducia para el a un asunto de conciencia. Eso fue lo que le hizo decidir ir a la carcel en 1968. No era porque pensase que podia conseguir nada con ello, sino porque sabia que no podria vivir consigo mismo si no lo hacia. Si tuviese que resumir su actitud hacia sus propias creencias, empezaria por mencionar a los transcendentalistas del siglo xix. Thoreau fue su modelo, y sin el ejemplo de La desobediencia civil dudo que Sachs hubiese llegado a lo que era. No me refiero ahora solamente a la carcel, sino a todo un planteamiento de vida, una actitud de implacable vigilancia interior. Una vez, cuando Walden surgio en la conversacion, Sachs me confeso que llevaba barba “porque Henry David tambien la llevaba”, lo cual me permitio vislumbrar de repente cuan profunda era su admiracion. Mientras escribo estas palabras, se me ocurre que ambos vivieron el mismo numero de anos. Thoreau murio a los cuarenta y cuatro y Sachs no le hubiese pasado hasta el mes proximo. Supongo que esta coincidencia no significa nada, pero es una de esas cosas que siempre le gustaron a Sachs, un pequeno detalle para anotarlo en el registro.
Su padre trabajaba como administrador en un hospital de Norwalk y, por lo que he podido deducir, la familia no tenia una posicion elevada pero tampoco particularmente apurada. Primero tuvieron dos hijas, luego vino Ben y despues una tercera hija, todos en el espacio de seis o siete anos. Al parecer Sachs estaba mas unido a su madre que a su padre (ella vive todavia, el no), pero nunca tuve la sensacion de que hubiese grandes conflictos entre el padre y el hijo. Como ejemplo de su estupidez cuando era nino, Sachs me menciono una vez lo mucho que se disgusto al enterarse de que su padre no habia combatido en la Segunda Guerra Mundial. A la luz de la postura