doble sentido. Halcon: ave entrenada para cazar y matar. Bulldog: un perro de pelo corto, mandibulas cuadradas, musculatura pesada y fuertes garras.
– ?Que os parece si almorzamos? -propuso Henry-. Nos espera una larga tarde de trabajo.
Mientras comian un emparedado, Ted explico su encuentro con Elizabeth.
– Asi que puedes olvidar la sugerencia de ayer -le dijo a Henry-. Es como pensaba. Si admito la posibilidad de que regrese al apartamento de Leila, cuando Elizabeth termine con su testimonio estare camino a Atica.
De hecho fue una tarde larga. Ted escucho la teoria sobre locura temporal que explico Henry Bartlett.
– Leila te rechazo en publico y, ademas, habia abandonado la obra donde invertiste cuatro millones de dolares. Al dia siguiente, trataste de convencerla para que os reconciliarais, pero ella siguio insultandote.
– Podia permitirme esa perdida de dinero -lo interrumpio Ted.
– Tu lo sabes. Yo lo se. Pero el tipo del jurado que esta atrasado en los pagos del coche no lo creera.
– Me niego a aceptar que pude haber matado a Leila. Ni siquiera lo considerare.
El rostro de Bartlett comenzaba a encenderse.
– Ted, es mejor que entiendas que estoy tratando de ayudarte. No podemos admitir que pudiste haber regresado al apartamento de Leila. Si no admitimos un bloqueo total de tu parte, tenemos que destruir el testimonio de Elizabeth Lange o el de la testigo. Pero ambos, no. Ya te lo dije antes.
– Hay una posibilidad que me gustaria examinar -sugirio Craig-. Tenemos informacion psiquiatrica acerca de esa testigo. Yo le habia sugerido al primer abogado de Ted que pusiera un detective para que la siguiera y tener asi un panorama mas completo sobre ella. Sigo pensando que es una buena idea.
– Lo es. -Los ojos de Bartlett desaparecieron bajo el entrecejo fruncido-. Quisiera que se hubiese hecho hace mucho tiempo.
«Estan hablando de mi -penso Ted-. Estan discutiendo lo que puede o no hacerse para ganar mi eventual libertad como si yo no estuviera aqui.» Sintio una furia que ya le era familiar y deseos de darles una patada. ?Darles una patada? ?Al abogado que supuestamente ganaria su caso? ?Al amigo que habia sido sus ojos, sus oidos y su voz durante esos ultimos meses? «Pero no quiero que me saquen la vida de las manos -penso Ted y sintio un gusto amargo en la boca-. No puedo culparlos, pero tampoco puedo confiar en ellos. No importa como, pero sera lo que he sabido desde siempre: tendre que cuidarme solo.»
Bartlett seguia hablando con Craig.
– ?Tienes alguna agencia en mente?
– Dos o tres. Las usamos cuando tuvimos un problema interno y no quisimos que trascendiera. -Le nombro las agencias de investigacion.
Bartlett asintio.
– Todas son buenas. Averigua cual puede ocuparse de inmediato del caso. Quiero saber si Sally Ross bebe; si tiene amigos en los que confia; si ha discutido el caso con ellos; si alguien estuvo con ella la noche en que murio Leila LaSalle. No olvides que todos creen que estaba en su piso mirando hacia la terraza de Leila en el preciso momento en que la empujaron.
Miro a Ted.
«Con la ayuda de Teddy o sin ella», penso.
Cuando por fin Craig y Henry lo dejaron, a las cinco y cuarto, Ted se sentia exhausto. Encendio el televisor pero lo apago al instante. Por cierto que no aclararia sus ideas mirando melodramas. Un paseo le haria bien, un largo paseo a fin de poder respirar el aire salado del mar y pasar quiza por la casa de sus abuelos, donde habian transcurrido tantos momentos felices de su ninez.
Sin embargo, prefirio darse una ducha. Fue hasta el bano y se quedo mirando su imagen en el espejo. Tenia algunas canas en las sienes, marcas de cansancio alrededor de los ojos y tirantez alrededor de la boca. «La tension se manifiesta tanto mental como fisicamente.» Habia oido decir esa frase a un psicologo en un programa de noticias matutino. «No miente», penso.
Craig le habia sugerido que compartieran un bungalow con dos dormitorios, pero no obtuvo respuesta y capto el mensaje.
?No seria agradable que todos entendieran, sin tener que decirlo, que necesitaba un poco de espacio? Se desvistio y arrojo la ropa sucia al cesto. Con una sonrisa a medias recordo como Kathy, su primera esposa, le habia quitado la costumbre de ir arrojando la ropa por doquier a medida que se desvestia. «No me importa lo rica que sea tu familia -le gritaba-. Creo que es desagradable esperar que otro ser humano vaya recogiendo lo que dejas tirado por ahi.»
– Pero es ropa distinguida.
Su rostro en el cabello de ella. Su perfume de veinte dolares.
«Ahorra tu dinero. No puedo usar perfumes caros. Me trastornan.»
La ducha helada lo alivio del fuerte dolor de cabeza. Sintiendose un poco mejor, Ted se envolvio en la bata y llamo a la camarera para que le llevara un poco de te helado. Hubiera sido agradable disfrutarlo fuera, pero era demasiado riesgo. No queria entablar conversacion con nadie. Cheryl. Seria tipico de ella pasar «por casualidad» por alli. ?Nunca se repondria de esa relacion pasajera que habian tenido? Era hermosa, habia sido divertida y tenia una cierta habilidad para lograr lo que queria pero, aun cuando no estuviera pendiente el juicio, no volveria a salir con ella.
Se acomodo en el sofa desde donde podia observar las gaviotas sobrevolando la espuma del mar, alejadas de la amenaza de las mareas y del poder de las olas que podian estrellarlas contra las rocas.
Sintio que empezaba a sudar al pensar en el juicio. Impaciente, se puso de pie y abrio la puerta que daba a uno de los lados. Los ultimos dias de agosto solian tener ese aire fresco. Se apoyo contra la barandilla.
?Cuando habia empezado a darse cuenta de que, despues de todo, el y Leila no lo lograrian? La desconfianza en los hombres tan arraigada en su mente se habia tornado insoportable. ?Era esa la razon por la que sin escuchar el consejo de Craig, habia invertido todo ese dinero en su obra? ?Inconscientemente habia deseado que ella alcanzara un exito tan grande que le hiciera olvidar los requerimientos sociales de su vida o su deseo de formar una familia? Leila era actriz, en primer y ultimo lugar, siempre lo habia sido. Hablaba de querer tener un hijo, pero no era verdad. Habia satisfecho sus instintos maternales al criar a Elizabeth.
Comenzaba a caer el sol sobre el Pacifico. Un rumor de grillos y saltamontes llenaba el aire. Noche. Cena. Ya podia imaginar la expresion de los rostros alrededor de la mesa. Min y Helmut, sonrisas tontas, miradas preocupadas. Craig tratando de leerle la mente. Syd, con un cierto nerviosismo desafiante. ?Cuanto les debia Syd a las personas que equivocadamente habian invertido dinero en sus obras? ?Cuanto le pediria prestado? ?Cuanto valia su testimonio? Cheryl, toda seduccion. Alvirah Meehan, jugando con ese maldito broche en forma de sol, y mirandolo todo con curiosidad. Henry, mirando a Elizabeth a traves de los cristales que dividian el comedor. Y finalmente, Elizabeth, con el rostro frio y lleno de desprecio, estudiandolos a todos.
Ted bajo la mirada. El bungalow habia sido construido sobre una loma y desde alli podia observar los arbustos con sus flores rojas. Ciertas imagenes acudieron a su mente y se apresuro a entrar.
Todavia temblaba cuando la camarera le llevo el te helado. Sin prestarle atencion a la delicada colcha de saten, se arrojo sobre la cama. Deseo que la noche, con todo lo que acarreaba, hubiera terminado.
Sus labios se curvaron en un debil intento por sonreir. ?Por que queria que finalizara el dia? ?Que tipo de comidas sirven en la prision?
Tendria mucho tiempo para descubrirlo.
6
Dora llego a las dos y media de la tarde, dejo la maleta en su habitacion y se dirigio directamente a su escritorio en la recepcion.
Min le habia permitido guardar la correspondencia sin contestar de los admiradores de Leila en el cuarto de archivos. Dora solia sacar un grupo de cartas por vez y las guardaba en el ultimo cajon de su escritorio. Sabia que ver la correspondencia de Leila irritaba a Min, pero en ese momento no le importaba. Tenia el resto del dia libre y queria otras cartas.
Una vez mas. Dora estudio la carta anonima. Cada vez que la leia, aumentaba su conviccion de que en ella habia algo de verdad. A pesar de lo feliz que Leila habia sido con Ted, su afliccion por las ultimas tres o cuatro