peliculas la habia convertido en un ser temperamental y malhumorado. Dora habia notado la creciente impaciencia de Ted ante sus estallidos. ?Se habria relacionado con otra mujer?
Eso es en lo que Leila pensaria al leer las cartas. Eso explicaria la ansiedad, la bebida, el desaliento de los ultimos meses. Leila solia decirle: «Solo hay dos personas en las que puedo confiar en este mundo:
Dora llego a la oficina y se alegro de que Helmut y Min no estuvieran alli. Era un dia soleado y corria una leve brisa del Pacifico. A lo lejos, sobre el terraplen encima del oceano, veia las escarchadas, esas plantas que vivian del agua y el aire.
Elizabeth y Ted habian sido como el agua y el aire para Leila.
Se apresuro a entrar en el archivo. Con la pasion de Min por la decoracion, hasta ese pequeno cuarto tenia un diseno extravagante. Los archivadores hechos por encargo eran de color amarillo y el piso de ceramica de color oro y ambar, un aparador jacobino se habia convertido en un armario para guardar cosas.
Todavia quedaban dos sacos llenos de correspondencia. Iban desde hojas arrancadas de cuadernos de algun nino hasta papeles exquisitamente perfumados. Dora tomo algunos sobres y los llevo hasta su escritorio.
Era un proceso lento. No podia suponer que otra carta anonima estaria escrita con las mismas letras y numeros recortados como la que ya habia encontrado. Comenzo con las que Leila ya habia visto. Despues de cuarenta minutos, no habia encontrado nada. La mayoria de las cartas decian lo usual: «Eres mi actriz preferida… Le puse su nombre a mi hija. La vi en el programa de Johnny Carson. Estaba hermosa y fue muy graciosa…» Sin embargo, tambien habia duras criticas: «Es la ultima vez que gasto cinco dolares para verla. Que pelicula tan mala… ?Lees los guiones, Leila, o aceptas todo lo que puedas conseguir?»
Estaba tan concentrada que no se dio cuenta de la llegada de Min y Helmut a las cuatro de la tarde. Un minuto antes estaba sola y ahora ellos se acercaban a su escritorio. Alzo la mirada y trato de adoptar una sonrisa natural; con un movimiento rapido, oculto la carta anonima en la pila de sobres.
Era evidente que Min estaba molesta. Parecio no notar que Dora habia llegado temprano.
– Sammy, traeme el archivo de la casa de banos.
Min aguardo a que Sammy fuera a buscarlo. Cuando regreso, Helmut extendio la mano para tomar el sobre manila, pero Min se le adelanto. Estaba muy palida. Helmut le palmeo el brazo.
– Min, por favor, te estas poniendo muy nerviosa.
Ella lo ignoro.
– Ven adentro -le ordeno a Dora.
– Primero ordenare un poco -respondio indicandole el escritorio.
– Olvidalo, no importa.
No habia nada que hacer. Si intentaba esconder la carta en su cajon, Min le exigiria que se la mostrara. Dora se acomodo el cabello y siguio a Min y Helmut a su oficina privada. Algo andaba muy mal y tenia que ver con el maldito bano romano.
Min fue a su escritorio, abrio el archivo y comenzo a buscar entre los papeles. La mayoria eran cuentas del contratista.
– Quinientos mil dolares, trescientos mil, veinticinco mil… -repetia alzando cada vez mas el tono de voz-. ?Y ahora otros cuatrocientos mil antes de empezar a trabajar en el interior! -Arrojo los papeles sobre el escritorio y dejo caer el puno sobre ellos.
Dora fue a buscar un vaso con agua fria a la nevera. Helmut dio la vuelta al escritorio, puso las manos sobre las sienes de Min y comenzo a masajearla suavemente para que se tranquilizara.
– Minna, Minna, debes relajarte. Piensa en algo agradable. Te subira la tension.
Dora le entrego el vaso de agua a Min y miro con desprecio a Helmut. «Este despilfarrador llevara a Min a la tumba con sus locos proyectos», penso. Min habia tenido razon cuando sugirio que pusieran una tarifa menor para la parte de atras de «Cypress Point». Eso hubiera funcionado. En esos dias, tanto las secretarias como los de la alta sociedad iban a los establecimientos de descanso. En su lugar, ese estupido pomposo habia convencido a Min para que construyera la casa de banos. «Sera algo de lo que hablara todo el mundo», era su frase favorita. Dora conocia las finanzas del lugar tan bien como ellos. Y no podia continuar asi. Interrumpio los ruegos de Helmut.
– Minna, Minna…
– Suspendan los trabajos en la casa de banos de inmediato -sugirio Dora-. La fachada esta terminada asi que no queda mal. Digan que el marmol que encargaron del exterior se ha retrasado. Nadie notara la diferencia. El contratista ya ha recibido bastante dinero, ?no es asi?
– En efecto -asintio Helmut. Y le dedico una amplia sonrisa a Dora como si ella acabara de resolver un intrincado problema-. Dora tiene razon Min. Suspenderemos los trabajos en la casa de banos.
Min lo ignoro.
– Quiero revisar los numeros otra vez. -Durante la siguiente media hora estuvieron revisando y comparando los contratos, las cifras estimativas y las reales. En un momento, Min abandono la habitacion y despues lo hizo Helmut. «Que no se acerquen a mi escritorio», rogo Dora. Sabia que en cuanto Min se calmara, se molestaria por el desorden en el escritorio.
Por fin, Min arrojo los bocetos originales sobre su escritorio.
– Quiero hablar con ese maldito abogado. Parece como si el contratista pudiera cobrar suplementos por cada fase del trabajo.
– Este contratista tiene alma -explico Helmut-. Comprended concepto de lo que estamos haciendo. Minna, dejemos la obra por el momento. Dora tiene razon. Convirtamos el problema en una virtud. Estamos aguardando un cargamento de marmol de Carrara. No nos conformamos con nada menos, ?verdad? Seguiran admirandonos como puristas.
De repente. Dora se dio cuenta de que habia otra persona en la oficina. Alzo la mirada. Cheryl estaba de pie con su sinuoso cuerpo contra el marco de la puerta y una mirada divertida.
– ?Vine en un mal momento? -pregunto con tono alegre. Sin esperar una respuesta, se acerco al escritorio y se inclino por encima de Dora-. Oh, veo que esta revisando los planos del bano romano. -Se puso a estudiarlos.
»Cuatro piscinas, cuartos de vapor, saunas, mas salas de masajes, cuartos de descanso… Me encanta la idea de dormir una siesta despues de un bano de aguas minerales. A proposito, ?no saldra una fortuna poner verdadera agua mineral en los banos? ?Piensan fraguarla o traerla desde Baden-Baden? -Se enderezo con gracia-. Me parece que necesitais un poco de capital. Ted respeta mi opinion, ?sabeis? De hecho, el solia escucharme antes de que Leila lo atrapara en sus garras. Nos veremos en la cena.
Cuanto llego a la puerta se detuvo y se volvio.
– Oh, a proposito, Min, querida, deje mi cuenta sobre el escritorio de Dora. Estoy segura de que por error la dejaron en mi bungalow. Se que querias que fuera tu invitada.
Cheryl efectivamente lo habia hecho. Dora sabria que eso significaba que habia revisado la correspondencia. Cheryl era lo que era. Y seguramente habia visto la carta anonima.
Min miro a Helmut con los ojos anegados de lagrimas de frustracion.
– Sabe que estamos atravesando por un problema financiero y seria tipico de ella hacer correr la noticia. Ahora tenemos otro huesped que no paga, y no creas que no usara «Cypress Point» como su segundo hogar. -Con desesperacion, Min guardo las cuentas y bocetos en el sobre.
Dora lo archivo nuevamente. El corazon le latia con fuerza cuando se acerco a su escritorio. Las cartas estaban todas desparramadas y faltaba la que le habian enviado a Leila.
Consternada, Dora trato de pensar que danos podria causar esa carta. ?Podrian utilizarla para chantajear a Ted? ?O el que la habia enviado estaba ansioso por recuperarla por miedo a que la rastrearan?
?Si no hubiese estado leyendola cuando Min y Helmut llegaron! Solo entonces noto que, pegado a su calendario, estaba la cuenta de Cheryl por la semana en «Cypress Point».
Y ademas habia escrito en ella pagado.
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