la que te habia escrito. Pero justo antes de que me llamaras encontre otra en la correspondencia de Leila. Ella no llego a leerla; todavia estaba cerrada, pero habla por si sola.
Horrorizada, Elizabeth leyo una y otra vez las palabras pegadas sin cuidado sobre el papel.
Dora observo como Elizabeth palidecia.
– ?Leila no la vio? -pregunto con calma.
– No, pero debio de haber recibido toda una serie de ellas.
– ?Quien pudo haberse llevado hoy la otra carta?
Dora le resumio en pocas palabras la explosion de Min acerca de los gastos de la casa de banos y de la inesperada llegada de Cheryl.
– Se que Cheryl estuvo en mi escritorio. Dejo alli su cuenta. Pero cualquiera pudo haberla cogido.
– Esto es caracteristico de Cheryl. -Elizabeth sostenia la carta por uno de los extremos, sin poder casi tocarla-. Me pregunto si podra rastrearse.
– ?Huellas digitales?
– Eso y el tipo de letra tiene un codigo. Saber de que revistas y diarios fueron recortadas podria ayudarnos. Aguarda un momento. -Elizabeth entro en el dormitorio y regreso con una bolsa de plastico. Con cuidado, envolvio en ella la carta anonima-. Averiguare adonde hay que enviarla para que la analicen. -Volvio a sentarse y cruzo los brazos sobre las piernas-. Sammy, ?recuerdas exactamente lo que decia la otra carta?
– Eso creo.
– Entonces, escribelo. Espera un segundo. Hay papel sobre el escritorio.
Dora escribia y luego tachaba las palabras unas cuantas veces hasta que por fin le entrego el papel a Elizabeth.
– Es muy parecida.
Tu Amigo
Elizabeth estudio con cuidado la carta.
– Sammy, el brazalete. ?Cuando se lo dio Ted?
– Despues de Navidad, para el aniversario de su primera cita. Me dijo que se lo guardara en la caja de seguridad porque estaba ensayando y sabia que no lo usaria.
– A eso me refiero. ?Cuantas personas estaban enteradas del brazalete? Ted se lo entrego durante una cena. ?Quienes estaban alli?
– Los de siempre. Min, Helmut, Craig, Cheryl, Syd, Ted, tu y yo.
– Los mismos que sabiamos la suma que Ted habia invertido en la obra. Recuerda que el no queria que se hiciera publicidad sobre ello. Sammy, ?has terminado de revisar el correo?
– Aparte del que comence esta tarde, hay otro saco enorme. Puede tener unas seiscientas o setecientas cartas.
– Manana por la manana te ayudare a revisarlo. Sammy, piensa en quien pudo haber escrito estas cartas. Min y el baron no tienen nada que ver con la obra: a ellos les convenia que Ted y Leila estuvieran aqui juntos, con todas las personas que ellos atraian. Syd habia invertido un millon de dolares en la obra. Craig actuaba como si los cuatro millones que invirtio Ted hubieran salido de su bolsillo. No haria nada que pudiera arruinar la obra. Pero Cheryl jamas perdono a Leila por haberle quitado a Ted. Nunca le perdono que se convirtiese en una superestrella. Ella conocia las vulnerabilidades de Leila. Y podria ser ella quien quisiera recuperar las cartas ahora.
– ?Y para que las quiere?
Elizabeth se puso lentamente de pie. Se acerco a la ventana y corrio la cortina. La noche seguia siendo brillante.
– Porque si la pista llevara hasta ella, su carrera se veria arruinada. ?Como se sentiria el publico si supiera que Leila llego al suicidio impulsada por una mujer que ella consideraba una amiga?
– Elizabeth, ?tienes conciencia de lo que acabas de decir?
Elizabeth se volvio.
– ?No crees que tengo razon?
– Acabas de aceptar el hecho de que Leila pudo haberse suicidado.
Elizabeth contuvo el aliento. Camino a tientas por el cuarto, se arrodillo y apoyo la cabeza sobre las piernas de Sammy.
– Sammy, ayudame -le rogo-. Ya no se que creer. Ya no se que hacer.
8
Fue por sugerencia de Henry Bartlett que salieron a cenar e invitaron a Cheryl y a Syd para que fueran con ellos. Cuando Ted protesto argumentando que no queria verse comprometido con Cheryl, Henry lo interrumpio con dureza.
– Teddy, te guste o no, estas comprometido con Cheryl. Ella y Syd Melnick pueden ser testigos importantes para ti.
– No veo como.
– Si no admitimos que pudiste haber regresado al piso de Leila, debemos probar que Elizabeth Lange se confundio con respecto a la hora exacta de la conversacion telefonica y tenemos que hacer que el jurado crea que Leila pudo haberse suicidado.
– ?Y que pasa con la testigo ocular?
– Ella vio que se movia un arbol en la terraza. Su intensa imaginacion decidio que eras tu luchando con Leila. Ella esta loca.
Fueron al «Cannery». Una multitud alegre y conversadora llenaba el popular restaurante; pero Craig habia hecho una reserva por telefono y tenian una mesa junto a la ventana desde donde se veia todo el puerto de Monterrey. Cheryl se sento junto a Ted y le apoyo una mano en la rodilla.
– Como en los viejos tiempos -le murmuro a Ted en el oido. Llevaba un sombrero de lame que hacia juego con los pantalones apretados del mismo material. Un murmullo de excitacion la habia seguido mientras atravesaba el salon.
Durante todos esos meses en que no se habian visto, Cheryl lo llamo varias veces, pero el jamas contesto a la llamada. Ahora, mientras sus calidos dedos le acariciaban la rodilla, Ted se pregunto si no era un tonto al no tomar lo que le ofrecian. Cheryl diria cualquier cosa que lo ayudara en su defensa. ?Pero a que precio?
Era evidente que Syd, Bartlett y Craig se sentian aliviados de estar alli y no en «Cypress Point».
– Espera solo unos momentos -le comento Syd a Henry-. Sabras que es comer marisco y pescado.
Llego el camarero y Bartlett pidio un «Johnnie Walker» etiqueta negra. Su chaqueta de lino color champana estaba impecable, al igual que la camisa a juego y los pantalones color canela, todo obviamente hecho a medida. El cabello blanco, grueso pero meticulosamente cortado, contrastaba con el rostro bronceado y sin arrugas. Ted lo imagino hablando con el jurado, explicando, aleccionando. Un personaje que impresionaba al auditorio. Obviamente, le iba bien. ?Pero durante cuanto tiempo? Comenzo pidiendo un martini con vodka pero luego lo cambio por una cerveza. No era momento de entorpecer sus facultades.
Era temprano para cenar, apenas las siete, pero habia insistido en eso. Craig y Syd mantenian una animada conversacion. Syd parecia casi alegre. «Testimonio en venta -penso Ted-. Hacer que Leila pareciera una borracha adicta. Todo podria salir mal, muchachos, y de ser asi, sere yo quien pague.»