frente a ellos-. Debe de estar tan perturbado… Ah, aqui esta.

Para el ojo practico de Scott, el baron parecia haber visto un fantasma. Llevaba el exquisito traje azul que usaba para trabajar. Se dejo caer pesadamente en una silla junto a Min y le tomo la mano.

– Esta en coma. Dicen que le dieron alguna inyeccion. Min, es imposible, te lo juro, imposible.

– Quedense aqui -dijo Scott dirigiendose a los tres. Desde el otro extremo del largo corredor, habia visto que el director del hospital le hacia senas.

Hablaron en su oficina privada.

– Le dieron alguna inyeccion que le provoco un shock -dijo directamente el doctor Whitley. Era un hombre alto, de sesenta anos y de expresion afable. Ahora, su mirada era fria y Scott recordo que su viejo amigo habia estado en la Fuerza Aerea durante la Segunda Guerra Mundial.

– ?Vivira?

– No puedo decirlo. Tal vez sea irreversible. Trato de decir algo antes de caer en coma profundo.

– ?Que?

– Algo asi como «voy». Es todo lo que dijo.

– Eso no ayuda. ?Y que dice el baron? ?Tiene alguna idea de como pudo pasar esto?

– La verdad, Scott, es que no lo dejamos que se le acercara.

– Supongo que no lo tienes en buen concepto.

– No tengo razones para dudar de su capacidad. Pero hay algo en el que me resulta falso cada vez que lo miro. Y si el no fue quien le dio la inyeccion a la senora Meehan, ?quien diablos lo hizo?

Scott echo la silla hacia atras.

– Es lo que tratare de averiguar.

Cuando salia de la oficina, Whitley lo llamo y le dijo:

– Scott, algo que podria ayudamos… ?Alguien podria revisar la habitacion de la senora Meehan y traemos cualquier medicamento que haya estado tomando? Hasta que nos pongamos en contacto con su marido y conozcamos su historial clinico no sabemos a que atenemos.

– Me ocupare en persona.

Elizabeth regreso a «Cypress Point» con Scott. En el camino, le conto que habia encontrado un pedazo de la carta en la habitacion de Cheryl.

– ?Entonces fue ella quien escribio las cartas! -exclamo.

Scott meneo la cabeza.

– Se que puede parecer una locura, y que Cheryl puede mentir con la misma facilidad que nosotros respiramos, pero estuve pensando en esto todo el dia y tengo la sensacion de que dice la verdad.

– ?Y que pasa con Syd? ?Has hablado con el?

– Todavia no. Es probable que ella haya admitido que robo la carta, y entonces el la rompio para que no se viera comprometida. Decidi esperar un poco antes de interrogarlo. A veces funciona. Pero te digo que me inclino a creer su historia.

– Pero si ella no fue, ?quien lo hizo?

Scott la miro antes de responder.

– No lo se. Quiero decir, todavia no lo se.

Min y el baron siguieron el coche de Scott en el descapotable de ella. Min conducia.

– La unica forma de ayudarte es saber la verdad -le dijo a su marido-. ?Le hiciste algo a esa mujer?

El baron encendio un cigarrillo e inhalo profundamente. Se le llenaron los ojos de lagrimas. El tinte rojizo de su cabello parecia cobrizo bajo la luz del sol de la tarde. Llevaban abierta la capota. Una brisa fresca habia reemplazado la humedad del dia. En el aire habia una sensacion otonal.

– ?Que tonteria estas diciendo Minna? Fui a la sala y ella no podia respirar. Le salve la vida. ?Que razon tendria para hacerle dano?

– ?Helmut, quien es Clayton Anderson?

– No se de que estas hablando -murmuro.

– Oh, creo que si lo sabes. Elizabeth vino a verme. Leyo la obra. Por eso estabas tan molesto esta manana, ?verdad? No era por la agenda. Era la obra. Leila habia hecho notas en el margen. Ella senalo esa frase estupida que utilizas en los anuncios. Elizabeth la vio. Y tambien la senora Meehan. Ella asistio a uno de los ensayos. Por eso trataste de matarla, ?no es asi? Querias seguir encubriendo que tu escribiste esa obra.

– Minna, te lo repito: ?Estas loca! Por lo que sabemos, esa mujer pudo haberse autoinyectado.

– Tonterias. Se pasaba el tiempo hablando de su miedo a las inyecciones.

– Pudo haber estado disimulando.

– El autor invirtio un millon de dolares en la obra. Si tu eres ese autor, ?de donde pudiste sacar el dinero?

Habian llegado a la entrada de «Cypress Point». Min disminuyo la velocidad y lo miro con expresion seria.

– Trate de llamar a Suiza para que me dieran el saldo de mi cuenta. Por supuesto que era despues del horario de trabajo. Volvere a llamar manana. Helmut, espero que, por tu bien, ese dinero este en mi cuenta.

Se encontraron en el porche del bungalow de Alvirah Meehan. El baron abrio la puerta y entraron. Scott vio que Min se habia aprovechado de la ingenuidad de Alvirah. Ese era el bungalow mas caro de todos: el lugar que utilizaba la Primera Dama cuando creia adecuado tomarse un descanso. Habia una sala, un comedor, una biblioteca, un inmenso dormitorio con una cama enorme y dos banos completos en el primer piso. «Se lo encajaste bien», penso Scott.

Su inspeccion del lugar fue bastante breve. El cajon de medicamentos del bano solo contenia cosas comunes: aspirinas, gotas nasales, pastillas para la artritis y «Vicks Vaporub». «Una buena senora a quien a la noche se le tapa la nariz y que probablemente sufre de artritis.»

Le parecio que el baron quedaba desilusionado. Bajo el cuidadoso escrutinio de Scott, Helmut insistio en que se abrieran todos los frascos y se examinara el contenido para ver si no habia algun otro medicamento mezclado con las pildoras comunes. ?Estaria actuando? ?Que tan buen actor era el Soldadito de Juguete?

En el armario de Alvirah encontraron camisones viejos junto a vestidos y tunicas costosas, todas compradas en «Martha Park Avenue» y en la boutique de «Cypress Point».

Una nota incongruente era el costoso cassette japones escondido en uno de sus bolsos que hacia juego con el resto de su equipaje «Louis Vuitton». Scott alzo la mirada. ?Equipo profesional y sofisticado! No lo hubiese esperado de Alvirah Mechan.

Elizabeth observo como revisaba las cassettes. Tres de ellas estaban marcadas en orden numerico. El resto, en blanco. Scott se encogio de hombros, las guardo en el bolso y lo cerro. Se fue a los pocos minutos. Elizabeth lo acompano hasta su automovil. Durante el viaje, no le habia comentado nada acerca de su sospecha de que Helmut habia escrito la obra. Primero queria estar segura, hablar con Helmut para asegurarse. «Aun es posible que Clayton Anderson exista», se dijo.

Eran las seis en punto cuando el automovil de Scott desaparecio tras las puertas de «Cypress Point». Estaba refrescando. Elizabeth metio las manos en los bolsillos y encontro el broche con forma de sol de Alvirah. Lo habia sacado de su ropa despues de que partiera la ambulancia. Era obvio que tenia un gran valor sentimental para ella.

Habian mandado llamar al marido de Alvirah. Le daria el broche cuando lo viera, al dia siguiente.

10

Ted regreso a su bungalow a las seis y media. Habia regresado de la ciudad por el camino largo, a traves de Crocker Woodland, y entrado en «Cypress Point» por la puerta de servicio. Habia visto los automoviles de los periodistas, ocultos en los arbustos junto al camino que conducia a «Cypress Point». Eran como perros siguiendo alguna pista, guiados por las sugerencias hechas por el Globe…

Se quito el sueter. Hacia calor, pero en esa epoca del ano nunca se estaba seguro con el clima de la peninsula

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