El esfuerzo era demasiado. Se estaba cansando mucho. Se quedaria dormida en cualquier momento. Si tan solo pudiera pronunciar una palabra para advertirles. Con un esfuerzo tremendo, Alvirah logro pronunciar esa palabra. Lo hizo en un tono lo suficientemente alto como para oirla ella misma.

– Voces -dijo.

7

Las sombras de la tarde se hacian mas profundas; Elizabeth, indiferente al tiempo, continuaba escuchando las cintas grabadas por Alvirah Meehan. A veces detenia el cassette, retrocedia y volvia a escuchar algun trozo. Tenia el cuaderno lleno de notas.

Estas preguntas que parecian tan faltas de tacto habian sido en realidad muy inteligentes. Elizabeth penso en la noche cuando se sento a la mesa de la condesa y deseaba estar escuchando lo que se decia en la mesa de Min. Ahora podia hacerlo. Parte de la conversacion no era muy clara, pero si lo suficiente como para notar la tension, la evasion, los intentos por cambiar de tema.

Comenzo a sistematizar sus anotaciones, asignando una pagina por separado para cada uno de los comensales. Al pie de cada pagina, anotaba las preguntas que le iban surgiendo. Cuando termino de escuchar la tercera cinta, le parecio que solo tenia un monton de frases confusas.

«Leila, como me gustaria que estuvieras aqui. Eras demasiado cinica pero casi siempre tenias razon acerca de las personas. Podias ver a traves de su fachada. Algo no esta bien, pero no logro captarlo. ?Que es?»

Casi le parecia oir la respuesta, como si Leila estuviera en la habitacion. «Por Dios, Sparrow, abre los ojos. Deja de ver aquello que la gente quiere que veas. Empieza por escuchar. Piensa. ?Acaso no te lo ensene?»

Estaba a punto de escuchar la ultima cassette grabada con el broche de Alvirah cuando sono el telefono. Era Helmut.

– Me dejaste una nota.

– Si, lo hice. Helmut, ?por que fuiste al apartamento de Leila la noche en que ella murio?

Oyo como contenia el aliento.

– Elizabeth, no hablemos por telefono. ?Puedo ir a verte ahora?

Mientras aguardaba, escondio el cassette y sus notas. No queria que Helmut se enterara de la existencia de las cintas.

Por una vez, su postura militar parecia haberlo abandonado. Se sento frente a ella con los hombros abatidos. Hablaba con voz baja y presurosa, con su acento aleman mas marcado que nunca. Le conto lo mismo que le habia contado a Min: el habia escrito la obra y habia ido a ver a Leila para que reconsiderara su decision.

– Sacaste el dinero de la cuenta de Suiza.

Helmut asintio.

– Minna lo ha adivinado.

– ?Es posible que lo haya sabido desde un principio? ?Y que haya enviado las cartas porque queria perturbar a Leila para asi destruir su actuacion? Nadie conocia mejor que ella los estados emocionales de Leila.

El baron abrio los ojos.

– Que extraordinario. Es el tipo de cosa que Min haria. Entonces, supo desde un principio que no le quedaba dinero. ?Podia estar castigandome a mi?

A Elizabeth no le importo si en su rostro se veia el desprecio que sentia.

– No comparto tu admiracion por ese plan, si efectivamente fue obra de Min. -Fue hasta el escritorio para buscar una libreta en blanco-. ?Oiste a Ted pelear con Leila?

– Si.

– ?Donde estabas tu? ?Como entraste? ?Cuanto tiempo permaneciste alli? ?Que oiste exactamente?

Elizabeth tomaba nota de todo lo que Helmut decia. Habia oido a Leila rogar por su vida, y no trato de ayudarla.

Cuando termino, tenia el rostro banado en sudor. Queria que saliera de alli inmediatamente, pero no resistio decir:

– ?Y si en lugar de haber salido corriendo hubieras entrado en el apartamento? Leila podria estar viva ahora. Ted no se declararia culpable para conseguir una sentencia menor si no hubieses estado tan preocupado por salvarte.

– No lo creo, Elizabeth, todo sucedio en segundos. -El baron abrio los ojos-. ?No te has enterado? No aceptaron la declaracion de culpabilidad. Lo escuche en las noticias de esta tarde. Un segundo testigo ocular vio a Ted sostener a Leila sobre la balaustrada de la terraza y arrojarla al vacio. El fiscal de distrito quiere que lo sentencien a cadena perpetua.

Leila no habia caido en medio de la lucha. El la sostuvo en alto y la arrojo en forma deliberada. Al pensar que la muerte de Leila tardo unos segundos mas de lo que habia imaginado en un principio, le parecio aun mucho mas cruel. «Me gustaria que le dieran la pena maxima -se dijo-. Me gustaria poder testimoniar en su contra.»

Sentia una terrible necesidad de estar a solas, pero logro hacerle una pregunta mas:

– ?Viste a Syd cerca del apartamento de Leila aquella noche?

?Podia confiar en la expresion de asombro de su rostro?

– No, no lo vi -dijo con conviccion-. ?Estuvo alli?

«Se termino», se dijo Elizabeth. Llamo a Scott Alshorne. El sheriff habia salido por un asunto oficial. ?Alguien podia ayudarla? No. Le dejo un mensaje para que se comunicara con ella. Le entregaria el equipo de grabacion de Alvirah Mechan y tomaria el siguiente vuelo a Nueva York. No era de extranarse que todos estuvieran molestos ante el constante interrogatorio de Alvirah. La mayoria tenia algo que ocultar.

El broche. Comenzo a guardarlo en el bolso, junto al cassette, cuando se dio cuenta de que no habia escuchado la ultima cinta. Penso en el hecho de que Alvirah llevaba el broche en la clinica… Logro extraer el cassette del diminuto compartimiento. Si a Alvirah le asustaban tanto las inyecciones de colageno, ?habria dejado el cassette funcionando durante el tratamiento?

Si. Elizabeth subio el volumen y se puso el cassette contra el oido. La cassette comenzaba con la voz de Alvirah hablando con la enfermera en la sala de tratamientos. La enfermera la tranquilizaba y la calmaba con «Valium», el click de la puerta; la respiracion regular de Alvirah; otra vez el click de la puerta… La voz del baron un tanto ahogada y confusa que tranquilizaba a Alvirah, le daba una inyeccion; el click de la puerta, los ahogos de Alvirah, su intento de pedir ayuda, su respiracion frenetica, otra vez el click de la puerta, otra vez la voz cordial de la enfermera. «Aqui estamos, senora Meehan, ?lista para el tratamiento de belleza?» Y luego, la voz de la enfermera preocupada que decia: «?Senora Mechan, que le ocurre?»

Hubo una pausa, luego la voz de Helmut dando ordenes, pidiendo que le abrieran el vestido, que le dieran oxigeno. Un ruido que sonaba a golpe, debio de ser cuando le oprimia el pecho; luego, Helmut que pedia la intravenosa. «Alli llegue yo -penso Elizabeth-. El trato de matarla. La inyeccion que le dio era para matarla. Las insistentes referencias de Alvirah a la oracion «una mariposa flotando en una nube», cuando decia que le recordaba algo, cuando decia que Helmut era un excelente escritor… ?Helmut se habia dado cuenta de que ella estaba jugando con el? ?Esperaba seguir ocultandole la verdad a Min acerca de la obra y de la cuenta en Suiza?»

Volvio a escuchar la ultima cassette una y otra vez. Habia algo que no lograba entender. ?Pero que? ?Que se le escapaba?

Sin saber lo que buscaba, releyo las notas que tomo de la descripcion de Helmut sobre la muerte de Leila. Su mirada quedo fija en una oracion. «Pero no podia ser», penso.

A menos que…

Como un exhausto escalador a metros de la cima, volvio a revisar las notas que habia tomado de las cassettes de Alvirah Meehan.

Y hallo la clave.

Siempre habia estado alli, aguardandola. ?El se habia dado cuenta de lo cerca que ella habia estado de la verdad?

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