Despues de todo, el debe estar convencido de que yo enloqueci por completo en este tiempo. Podes decirle que tuviste una conversacion conmigo que te dejo alarmado. Que querrias contarsela, porque te quedo la sensacion de que yo estaba en un estado de absoluta desesperacion, que me sentia acorralada, y que te deje entrever que podria llegar al extremo de intentar algo contra el. Al fin y al cabo pense mil veces algo asi: anticiparme a el. Y seria en defensa propia. Ya lo hubiera hecho si solo tuviera el valor, o se me ocurriera, como a el, una manera de quedar a salvo. Cuando escuche que su vida podria estar en peligro, seguramente querra saber mas.

La oia con el escalofrio y la distancia que provoca una obsesion ajena, pero tenia que reconocer que era una idea mejor que todas las que se me habian ocurrido hasta entonces.

– Bien -dije-, lo voy a tener en cuenta como ultimo recurso.

– ?Vas a llamarlo entonces ahora? Por favor -dijo, y su voz se quebro de pronto-. No se cuanto tiempo tenemos: estoy segura de que esta a punto de intentar algo.

– Claro que si, ya te lo prometi -dije-. Voy a llamarlo ahora, voy a hablar con el y todo se va a aclarar.

Colgue y me quede mirando con irritacion el numero de telefono que acababa de anotar, como si fuera una inscripcion dejada por un extrano que tuviera un latido, un tic tac propio. No habia encontrado ningun papelito a mano, y lo habia escrito en el bloc rayado donde tomaba apuntes, debajo de una lista de titulos provisorios de libros en espera. Supe de pronto lo que debia hacer, y la simplicidad de la solucion casi me hizo sonreir. Por supuesto. Por supuesto. Nada mas natural. Lo unico que Kloster podria creerme. Le diria que estaba por escribir una novela.

CINCO

– ?Kloster?

– ?Si?

La voz sono grave y aspera, con un tono un poco impaciente, como si hubiera levantado el telefono en medio de algo.

– Me paso su numero Campari -dije, dispuesto a mentir todas las veces que fueran necesarias. Pronuncie mi nombre y quede en vilo. Crei que estaba arriesgando en el principio una ficha demasiado alta, pero no parecio despertar del otro lado el menor reconocimiento-. Yo tambien publique mis dos primeras novelas con Campari - agregue, no muy seguro de que aquello sirviera de contrasena.

– Ah si, claro que si: el autor de La decepcion.

– La desercion -corregi, algo humillado, y aclare, en un reflejo defensivo-. Esa fue la primera.

– La desercion, claro, ahora me acuerdo mejor. Un titulo curioso, bastante extremo para una primera novela. Recuerdo que trate de imaginar como llamaria a la segunda. ?Con el rabo entre las patas? Parecia que en esa epoca usted solo hubiera leido a Lyotard: estaba ansioso por abandonar antes de empezar. Aunque tambien habia algo hacia el final de Las ilusiones perdidas, ?no es cierto? Me alegro de que despues haya escrito otra. Esa es la paradoja de los que anuncian deserciones, limites, caminos sin salida: que despues quieren, de todos modos, escribir la proxima. Yo hubiera apostado que usted se dedicaria a la critica. Creo que en algun momento vi su nombre debajo de alguna resena. Una resena con todas las palabritas. Y pense que no me habia equivocado.

?Habria leido entonces, quiza tambien, la nota que habia escrito sobre sus libros? Nada en su tono permitia saberlo definitivamente. Pero al menos todavia no habia colgado el telefono.

– Hice criticas durante un par de anos -dije-. Pero nunca deje de escribir: mi segunda novela, Los aleatorios, aparecio el mismo ano que su Dia del muerto, aunque no con tanta suerte. Y en estos anos escribi otras dos mas -dije, herido a mi pesar de que mis libros le resultaran tan desconocidos.

– No me entere, supongo que deberia estar mas atento a las novedades. Pero me alegro por usted: de profeta del abandono ya esta por convertirse en un autor prolifico. Aunque seguramente no me llama para hablar de sus libros ni de los mios.

– En verdad si -dije-. Lo llamo porque estoy por escribir ahora una novela sobre una historia real…

– ?Real? -me interrumpio, con un tono de burla-. Cuantos cambios. Crei que usted abominaba de los realismos y que solo le interesaba no se que experimento arriesgadisimo del lenguaje.

– Tiene razon -acepte, dispuesto a dejar pasar los golpes-. Esto es muy diferente de todo lo que escribi hasta ahora. Es algo que me contaron y quisiera transcribir exactamente, casi como una cronica, o un reportaje. De todas maneras, suena tan increible que nadie lo confundiria con un caso verdadero. Salvo, quiza, las personas involucradas. Es por eso que lo llamo -dije, y quede a la espera de su reaccion.

– ?Soy una de las personas involucradas? -parecia divertido y todavia ligeramente incredulo.

– Yo diria que es el personaje principal.

Hubo un silencio del otro lado, como si Kloster ya tuviera el presentimiento correcto y se preparase a jugar una partida diferente.

– Ya veo -dijo-. ?Y de que trata esa historia que le contaron?

– De una sucesion de muertes inexplicables, alrededor de la misma persona.

– ?Una historia de crimenes? ?Asi que piensa internarse en mis territorios? Lo que no entiendo -dijo despues de un segundo- es como podria ser yo el protagonista de una historia asi. ?Soy acaso la proxima victima? -pregunto en un tono de fingida alarma-. Se que algunos escritores de su generacion quisieran verme muerto lo antes posible, pero siempre pense que era metaforico, espero que no esten dispuestos a pasar a la accion.

– No; no seria la victima, sino mas bien la persona detras de estas muertes. Eso es lo que parece creer, al menos, la persona que me lo conto. -Y pronuncie el nombre completo de Luciana. Kloster solto al escucharlo una risa seca y desagradable.

– Me preguntaba cuanto mas demoraria en decirlo. Asi que la dama de Shalott volvio a la carga. Supongo que deberia estar agradecido: la ultima vez me envio un policia, se esta refinando un poco con sus embajadores. Lo que no puedo creer es que alguien todavia este dispuesto a escucharla. Pero claro, usted tenia alguna relacion con ella, ?no es cierto?

– Hacia diez anos que no la veia. En realidad, no se todavia cuanto le crei. Pero si lo suficiente como para decidirme a escribir la historia. Aunque no quisiera publicarla, por supuesto, sin conocer la version suya.

– La version mia… es curioso que lo diga. Yo tambien estoy escribiendo desde hace anos una historia, digamos, con los mismos personajes. Claro que seguramente sera muy distinta de la de usted.

Aquello que acababa de oir me parecio una noticia providencial que acudia en mi ayuda. Despues de todo, nada inquieta tanto a un escritor como enterarse de que alguien mas ronda su tema. Solo tenia ahora que jugar con cuidado mi carta.

– Si le parece -dije-, podriamos reunirnos cualquier dia que tuviera un minuto de tiempo. Yo le mostraria estos papeles que escribi a partir de lo que me conto ella. Pero si usted me explica por que no deberia creerle, desistiria de toda la idea. No querria, por supuesto, publicar algo que pudiera danarlo de manera gratuita.

Habia dicho, como siempre, una palabra de mas.

– Del modo en que lo plantea -dijo Kloster cortante- parece casi una extorsion. Ya me toco una vez enfrentar las extorsiones de esa chica. ?O de eso no le conto nada? Yo no tengo que convencerlo a usted de nada, yo no tengo que darle a nadie explicaciones. Si usted le da credito a una loca, comprendera que el problema no es mio. Sera suyo.

Su voz subia cada vez mas y crei que estaba a punto de colgar.

– No, no, claro que no -trate de apaciguarlo-. Por favor, no soy un enviado de ella, no tengo ninguna relacion con ella, me vino a ver despues de diez anos y como le dije antes, tambien a mi me parecio que estaba un poco trastornada.

Вы читаете La muerte lenta de Luciana B.
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату