– ?Usted llego a acusarla?

Kloster se quedo por un momento en silencio, como si mi pregunta le llegara de una dimension lejana, o en el idioma de otra civilizacion. Me miro como si yo mismo perteneciera a otra especie.

– No: cuando usted tiene muerto a un hijo en sus brazos muchas cosas cambian. Y ya habia visto lo que podia esperar de la justicia. Pero sobre todo, yo sabia quien era la verdadera culpable. Y la justicia de los hombres jamas podria alcanzarla. En esos dias me senti por primera vez fuera del genero humano. Yo habia revisado mucho antes, para mi novela de los cainitas, algunas ideas sobre la justicia, incluso le habia dictado a Luciana algunos apuntes, era para mi en ese momento casi un juego intelectual. El primero era sobre la ley antigua del Talion, que figura ya en el Codigo de Hammurabi: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano. Una ley que estamos acostumbrados a juzgar como cruel y primitiva. Y sin embargo, bien mirada, tiene ya una escala humana, un elemento de equiparacion en si mismo piadoso: el reconocimiento del otro como un igual, y una limitacion, un refrenamiento, en la represalia. Porque, en realidad, la primera proporcion para el castigo que se enuncia en la Biblia es la que fija Dios como advertencia a quienes quieran matar a Cain. Siete por uno. Por supuesto, esto podria tomarse como la cifra que elige Dios para si, en su poder absoluto. Al poder siempre le interesa que el castigo sea excesivo, inolvidable. Que sea, sobre todo, un escarmiento. Pero a la vez, me preguntaba, dado que provenia de la maxima divinidad, de lo que se supone que es «la fuente de toda justicia», ?podia haber algo mas que la voluntad de aplastar? ?Podia haber incluso un germen de razon en esta asimetria? ?La voluntad, quiza, de diferenciar entre el atacante y el atacado? ?De asegurarse que no quedaran igualados en el dano y que el agresor sufriera mas que la victima? ?Como castigaria uno si fuera Dios? Habia hecho estas anotaciones casi como un juego, una gimnasia preparatoria para mi novela. Y de pronto, mi hija estaba muerta y yo apenas podia entender esas palabras que habia dictado. Porque toda idea de justicia, o de reparacion, mira hacia delante, esta ligada a la idea de un futuro y de una comunidad de hombres. Y yo sentia que algo se habia roto definitivamente en mi. Que habia dejado de pertenecer a toda comunidad y a todo tiempo futuro. Que estaba detenido, aullando, fuera de lo humano. Como sea, al volver a revisar esos papeles, encontre tambien la Biblia que Luciana me habia prestado y recorde, como si formara parte de otra vida ya lejana, la vida de otra persona, que tenia una fecha de audiencia por aquella carta que lo habia desencadenado todo. Llame a mi abogado para cancelar sus servicios: como le dije, ya no queria saber mas nada con la justicia humana. Fui yo mismo a la audiencia y le devolvi a Luciana su Biblia. Por supuesto, la cinta roja estaba en esa pagina porque asi habia quedado despues del dictado. No tenia ninguna intencion de amenazarla. En realidad, solo queria hacerle saber. Es paradojico todo lo que le ocurrio despues, esa serie de… desgracias, porque el castigo que imaginaba para ella era en principio muy distinto.

Se quedo subitamente callado, como si no pudiera ir mas alla de esa frase, o como si hubiera dicho algo de lo que podria luego arrepentirse.

– Pero ?por que castigar a Luciana por la muerte de su hija? ?No fue en todo caso su mujer la responsable?

– Usted no entiende. Ya le conte que Mercedes y yo teniamos un pacto. Y hasta ese momento lo habiamos respetado. ?Jugo alguna vez al Go? -me pregunto de pronto.

Negue con la cabeza.

– A veces se llega a una posicion en que los contendientes quedan atrapados en una repeticion de jugadas. La posicion Ko. Ninguno de los dos puede quebrar el encierro, porque una jugada fuera de las obligadas lo haria perder de inmediato. Solo pueden repetirlas en circulo, una y otra vez. Asi eran mis dias con Mercedes. Habiamos alcanzado un equilibrio. Una posicion Ko de la que dependia la vida de Pauli. Solo era cuestion de tiempo hasta que Pauli creciera lo suficiente. Pero la carta de Luciana lo destruyo todo.

– Usted dijo antes que habia imaginado un castigo para ella. ?Cual era ese castigo?

– Yo solo queria que recordara. Que cada dia al despertarse y cada noche al apagar la luz tuviera que recordar, como recordaba yo, que mientras ella estaba viva mi hija estaba muerta. Queria que su vida estuviera detenida, como estaba la mia, en ese recuerdo. Fue por eso que viaje ese primer verano a Villa Gesell. Sabia, por supuesto, que la iba a encontrar alli. No podia tolerar la idea de que pasara los dias al sol mientras Pauli estaba para siempre bajo tierra, en ese cajoncito donde tuve que dejarla. Solo queria que me viera alli, dia tras dia. Ese era todo mi plan de venganza. No imaginaba, por supuesto, que su novio pudiera ser tan imbecil como para entrar en el mar esa manana. Lo vi desaparecer desde la rambla, cuando me iba, pero solo pense en ese momento que se habia alejado demasiado. Recien me entere de que se habia ahogado al dia siguiente, cuando fui a tomar mi cafe como cada manana. Debo decir que me impresiono esa muerte, aunque en otro sentido. Yo siempre habia sido ateo, pero me era dificil no ver en esa coincidencia una simetria, una senal mas alta: mi hija habia muerto ahogada en la banera y ese chico tambien se habia ahogado, a pesar de que era guardavidas. Como hundido por un dedo. ?Y no es el mar acaso como la banera de un Dios? De una manera accidental, pero a la vez magica, en el sentido antiguo de simpatias, se habia ejecutado y cumplido para mi la ley primitiva de ojo por ojo, diente por diente. Ahora habia, como le dijo ella a usted, un muerto de cada lado. Pero ?era esto suficiente? ?Estaba verdaderamente equilibrada la balanza? Tenia de pronto, en carne viva, esa pregunta que habia formulado meses atras de forma abstracta. Decidi volver a Buenos Aires, a empezar una novela. Esa es la novela de la que le hable, y que escribo muy lentamente, con interrupciones, a la par de las otras, desde hace diez anos. ?Como castigaria uno si fuera Dios? No somos dioses, pero cada escritor es Dios en su propia pagina. Me dedique a escribir, por las noches, esta novela secreta, pagina tras pagina. Es mi manera de rezar. Y eso es todo lo que hice, y en el fondo, lo unico que hice en estos anos. Nunca mas volvi a ver a Luciana.

– Sin embargo, ella me dijo que lo encontro en el cementerio, el dia del entierro de sus padres. ?Fue acaso una coincidencia que usted estuviera alli justo esa manana?

– Estoy ahi todas las mananas. Me hubiera visto tambien cualquier otro dia: visitar la tumba de mi hija es parte de mi paseo diario. Y en realidad, ella me vio a mi. Yo no supe de la muerte de sus padres hasta que me llego esa carta. La carta en que me pedia perdon. Me rogaba y suplicaba, como si yo estuviera detras de esas desgracias. O como si tuviera el poder de detenerlas. Me di cuenta, por la sintaxis, de que ya estaba algo perturbada. Pero aun asi, cuando mataron a su hermano, logro que la policia le diera algun credito. Tambien esto queria imputarmelo a mi. Vino ese comisario, Ramoneda, a visitarme. Apenas sabia como disculparse. Pero me dijo que estaba obligado a seguir todas las pistas por la dimension que habia cobrado el asunto de los presos que salian a robar. Queria saber si yo habia mantenido correspondencia con algun recluso de aquel penal. Le explique que, como en mis novelas hay en general muertes y crimenes, mucha gente las confunde con policiales y tenian bastante exito dentro de las carceles. Le conte que habia recibido a traves de los anos cartas de presos de distintos penales donde me senalaban incluso algun error en uno u otro libro y me proponian como proximos temas sus propias historias. Quiso verlas y le di todas las que habia guardado. Me hablo de Traman Capote mientras las revisaba. Estaba orgulloso de haber leido A sangre fria y de poder comentarla conmigo. En un momento me mostro esas cartas anonimas y bastante grotescas, que parecian escritas por una ex amante despechada. Me pregunto si yo, como escritor, podia inferir algo sobre el autor o la autora. Nunca pense que estuviera tendiendome una trampa, o que sospechara que las hubiera escrito yo. Creia hasta entonces que la visita estaba relacionada solo con mi correspondencia con presos de esa carcel. Recien despues, cuando le dije lo poco que podia imaginar de la persona detras de esas frases, me hablo de Luciana. Ya habia hecho una averiguacion en la clinica psiquiatrica donde estuvo internada y volvio a disculparse por traer un asunto personal y tan lejano del pasado. Yo le mostre la carta de ella que habia guardado. Cotejo delante de mi la caligrafia. En todo caso, parecia mas inclinado a sospechar de ella que de mi. Me dijo que estaba acostumbrado a recibir confesiones de las maneras mas imprevistas y extranas. Me menciono «El corazon delator» de Poe. Creo que queria demostrarme que tambien el habia leido algunos libros. Conversamos un poco mas de autores policiales, reviso mi biblioteca y me di cuenta de que esperaba que le regalara alguna de mis novelas. Asi que eso hice y por fin se fue. No tuve mas noticias de esa investigacion, ni de Luciana. Crei que no volveria a saber de ella. Hasta que recibi su llamado.

Se acerco a la mesa, donde yo habia dejado la revista, y volvio a guardarla en el cajon. Bajo la persiana del ventanal y me hizo un gesto para que volvieramos a la biblioteca. Caminamos de regreso en silencio hasta llegar otra vez junto a los sillones. La pila de hojas habia quedado sobre la mesita, pero yo no hice el primer movimiento para guardarlas.

– Y bien, ?hay algo mas que quiere preguntarme?

Habia muchas cosas mas que queria preguntarle pero ninguna de ellas, me daba cuenta, querria responderlas.

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