Aun asi, decidi intentar al menos una.
– Ella dice aqui que usted detestaba todo lo que tuviera que ver con la exposicion publica. Yo tambien me acuerdo que fue durante muchos anos un escritor casi invisible. Y es verdad que de pronto todo eso cambio.
Kloster asintio, como si a el mismo lo hubiera sorprendido esa transformacion.
– Despues de la muerte de Pauli crei que iba a enloquecer. Habria enloquecido, sin duda, si me quedaba encerrado aqui. Los reportajes, las conferencias, las invitaciones, me obligaban a salir, a vestirme, a afeitarme, a recordar quien habia sido, a pensar y responder como una persona normal. Era el unico hilo que me quedaba tendido con el alli afuera, donde la vida proseguia. Me prestaba a todo esto, porque sabia que apenas regresaba aqui, estaria a solas con un unico pensamiento. Eran mis excursiones a la normalidad, mi manera de conservar la lucidez. Representaba un papel, por supuesto, pero cuando usted declino toda voluntad de ser y de persistir, representar fielmente un papel puede ser la ultima defensa contra la locura.
Me hizo una sena para que lo siguiera.
– Venga conmigo -dijo-; hay algo mas que quiero mostrarle.
Lo segui hacia la boca del corredor donde habia visto la primera foto en la penumbra. Encendio una luz y el pasillo se ilumino. Habia fotos colgadas de las paredes a ambos lados, de todos los tamanos, muy proximas entre si, en una sucesion abigarrada que convertia al pasillo en un tunel sobrecogedor, con la imagen de la hija repetida en todas las actitudes. El unico orden parecia el de la superposicion.
Atravesamos el pasillo y Kloster solo dijo:
– Me gustaba sacarle fotos: son todas las que pude rescatar.
Abrio una puerta al final del pasillo y pasamos a lo que parecia un gabinete o una dependencia de servicio abandonada. Las paredes estaban desnudas; habia una unica silla arrimada contra una esquina y un archivo de metal sobre el que se apoyaba una pequena maquina rectangular. Solo cuando Kloster apago la luz del pasillo y quedamos a oscuras adverti que se trataba de un proyector. La pared frente a nosotros se ilumino, hubo un seco chirrido mecanico y aparecio, regresada milagrosamente a la vida, la hija de Kloster. Estaba inclinada a lo lejos en lo que parecia un parque, o un jardin. Se incorporaba de pronto y corria hacia la camara, con un ramito de flores que habia arrancado entre el pasto. Venia hacia nosotros agitada, feliz, y al extender el ramito se escuchaba por un momento su voz infantil: «Estas las junte para vos, papa». Una mano se abria para recibir las flores, mientras la hija de Kloster corria otra vez alejandose hacia el jardin. El escritor, de algun modo, se las habia arreglado para que la escena se repitiera y la hija se alejaba y volvia hacia el de una manera interminable, con el mismo ramo en la mano y esas palabras que en la repeticion sonaban cada vez mas fantasmales y siniestras:
– ?Que edad tenia en esta filmacion? -pregunte. Solo queria, en el fondo, interrumpirlo, huir de esa cripta.
– Cuatro anos -dijo Kloster-. Es la ultima imagen que tengo de ella.
Apago el proyector y volvio a prender la luz. Regresamos a la biblioteca y fue para mi como emerger otra vez al aire puro. Kloster senalo hacia atras.
– Los primeros meses despues de su muerte los pase encerrado en ese cuarto. Alli tambien empece la novela. Temia, sobre todo, olvidarla.
Habiamos quedado otra vez frente a frente en el centro de la biblioteca. Se quedo mirando como me ponia mi abrigo y juntaba las hojas para guardarlas en la carpeta.
– Y bien, no me dijo todavia que piensa hacer con esto. ?O es que todavia le cree a ella antes que a mi?
– Por lo que usted me dijo -respondi dubitativo- no habria ninguna razon para que Luciana deba temer otra desgracia. Y esta serie de muertes, tan cerca de ella, serian algo asi como un exceso del azar, un ensanamiento de la mala suerte. ?A usted no le llaman la atencion?
– No tanto. Si usted tira al aire una moneda diez veces seguidas lo mas probable es que tenga una seguidilla de tres o cuatro caras o cruces repetidas. Luciana pudo tener una racha de cruces en estos anos. La distribucion de las desgracias, como de los dones, no es equitativa. Y quiza haya incluso en el azar, en el largo plazo, una forma superior de administrar castigos. Conrad al menos creia esto:
Quede en silencio por un segundo, sosteniendo la mirada despectiva de Kloster. De manera que no solo habia leido aquel articulo desgraciado sino que lo recordaba como para recitarmelo de memoria. ?No me estaba dando a su pesar y sin saberlo la prueba de su naturaleza vengativa y rencorosa? Pero tambien yo, al fin y al cabo, recordaba al pie de la letra las criticas adversas, tambien yo hubiera podido repetir algunas. Y si esto no me convertia a mi en un criminal, ?podia imputarselo en su contra a Kloster? En todo caso, me senti obligado a responderle algo.
– Es verdad que me aburre la causalidad clasica en literatura, pero puedo separar mis ideas literarias de la realidad. Y supongo que si murieran cuatro de mis familiares mas cercanos, tambien yo empezaria a alarmarme y a buscar otras explicaciones…
– ?Verdaderamente puede? Quiero decir: separar sus ficciones de la realidad. Para bien o para mal, esto fue para mi lo mas dificil desde que empece esta novela.
– ?Que es lo que quiere decir? ?Que en su novela tambien hay muertes?
– No hay otra cosa que muertes.
– ?Y no le preocupa que se torne… inverosimil?
Me senti algo estupido, e infame: el afan de verosimilitud en las novelas de Kloster era algo de lo que yo mismo me habia burlado.
– Usted no entiende. Y no podria entenderlo. Basta con que
– Pero en su novela -insisti-, ?sostiene tambien la hipotesis del azar?
– Yo no sostengo la hipotesis del azar. Lo que digo es que en todo caso
– ?Por favor! Lo unico que puede pensar un policia argentino: que la victima sea al mismo tiempo el sospechoso principal. ?Por que haria Luciana algo asi?
– Por el motivo mas obvio: la culpa. Porque sabe que es culpable y se esta dando a si misma el castigo que cree que se merece. Porque su padre, que era un fanatico religioso, le inculco el latigo y la flagelacion. Porque esta loca, si, pero hasta un extremo que ni usted ni yo imaginamos. Y ademas, ?no era ella la experta en hongos? ?No es ella la que estudio biologia y conocia sustancias que podian pasarse por alto en un examen forense? ?No es ella tambien la que fue encerrada por su hermano y sabia de su relacion con esa mujer?
Kloster exponia esto sin ningun enfasis, con la frialdad ecuanime de un jugador de ajedrez que examina las variantes de los contrincantes desde afuera de la mesa. Me quede callado y volvio a senalarme la carpeta transparente bajo mi brazo.
– Y bien, ?que hara finalmente con esas hojas? Todavia no me lo dijo.
– Las voy a guardar en un cajon por ahora -dije- y voy a esperar: mientras no aparezcan mas cruces en la seguidilla, quedaran ahi.
– Pero eso es bastante injusto -dijo Kloster, como si tuviera que hacer entrar en razones a un chico