Wolfe y luego a mi.
– Usted me acusa de haberle traido enganado -prosiguio Wolfe-. Me acusa usted de pedirle dinero. Total, porque le he solicitado cinco dolares que le pagare cuando haya estallado la proxima guerra, pero ?Dejeme usted que le advierta! ?Usted me seguira! Reconozco que yo estoy destruido, que han acabado conmigo y que me siguen persiguiendo.
Vollmer me miro significativamente y pregunto:
– ?Quien le ha encargado de recitar este papel?
Esforzandome en no reir, movi la cabeza amargamente y dije:
– Hace varias horas que esta asi; desde que le traje a casa.
– ?Ah! ?Ha estado fuera?
– Si, senor, desde las tres y cuarto hasta las seis. Detenido.
– Bueno -dijo Vollmer volviendose hacia el enfermo -tio primero que hay que hacer es traer unas enfermeras. ?Donde esta el telefono? O esto o llevarle a una clinica.
– ?Enfermeras? -pregunto despectivamente Wolfe- ?Bah! ?No es usted medico acaso? ?No sabe usted diagnosticar una depresion nerviosa?
– Si.
– ?Y no es lo que tengo?
– No parece ser… muy tipica.
– Observacion deficiente -dijo Wolfe-. O quiza es una laguna en sus conocimientos. Es una mania persecutoria caracteristica.
– ?Quien le persigue?
– Me parece que ya vuelve -dijo Wolfe cerrando los ojos-. Expliqueselo, Archie.
– Mire, usted, doctor -dije-. La situacion es grave Como usted sabe, el senor Wolfe estaba investigando los asesinatos de Boone y Gunther por cuenta de la A.I.N. Los jefes no se mostraron satisfechos de la actuacion del inspector Cramer y lo han reemplazado por un gorila que se llama Ash.
– Ya lo se. Viene en el periodico de la noche.
– Bien, en el de manana vera usted que Nero Wolfe ha devuelto el anticipo de la A.I.N. y ha roto las relaciones con ella. Cuando reciba esta la carta, se abriran las puertas del infierno contra nosotros. No sabemos lo que hara la A.I.N. y no nos importa. O mejor dicho, no le importa al senor Wolfe. Pero si sabemos muy bien lo que hara la policia. Primero, al no estar vinculado Wolfe con la A.I.N. desaparecera en ellos toda razon para la blandura; segundo, sabiendo que Wolfe no ha tenido nunca a ningun asesino por cliente y sabiendo tambien lo dificil que es hacerle soltar el dinero, deduciran que alguno de los de la A.I.N. es el criminal y que Wolfe lo sabe. A las diez de la manana o antes tendremos en la puerta el coche celular y la orden de traslado. Es lastima desilusionarles, pero todo lo que puedo hacer es recibirles con otro papel, firmado por un medico de prestigio que certifique que en el actual estado de Wolfe sera peligroso sacarle de la cama o permitir que nadie converse con el. Este es el estado de los asuntos. Hace cinco anos, cuando Wolfe le hizo un pequeno favor, en ocasion de aquel picaro que quise enmaranarle a usted acusandole de incompetencia, le dijo usted a Wolfe que cuando quisiera algo no tenia mas que pedir. Le adverti a usted que quiza se arrepentiria de ello. Amigo mio, ha llegado el momento d» pedirselo.
Vollmer se frotaba el menton. No se exteriorizaba en el resistencia alguna; solo estaba pensativo. Miro a Wolfe en silencio y volviendose hacia mi, dijo:
– Tengo, naturalmente, una comezon tremenda de hacer preguntas, pero supongo que no me las contestaran.
– Por lo menos, yo no, porque no se que decirle. Puede usted intentarlo con el paciente.
– ?Durante cuanto tiempo debe actuar el certificado?
– No tengo idea.
– Si tan malo esta que tenga que prohibir que le visiten, me vere en el caso de visitarle dos veces al dia, por lo menos. Y para completar el cuadro, tendria que hacer enfermeras.
– No -respondi-, reconozco que tendria que haberlas, pero el se pondria malisimo. En cuanto a usted, venga cuanto quiera, porque ademas me aburrire mucho seguramente. Y este certificado redactelo de la manera mas rotunda que pueda. Diga que le producira la muerte el que cualquiera cuyo apellido empiece por «A» le mire.
– Ya lo concebire en terminos eficaces. Lo traere dentro de diez minutos o cosa asi.
Capitulo XXXII
No me aburri nada durante los dos dias y medio en los que rigio el certificado, jueves, viernes y parte del sabado; los periodistas, los policias, el F.B.I., la A.I.N. reconocieron unanimemente que yo estaba defendiendo el baluarte en circunstancias muy criticas e hicieron todo lo posible para distraerme de ellas. En aquellas jornadas me gane un sueldo diez veces mayor. Durante el asedio, Wolfe permanecio en la alcoba, con la puerta cerrada y una de las llaves en el bolsillo de Fritz y otra en el mio. El mantenerse apartado del despacho, del comedor y de la cocina durante aquel lapso de tiempo fue, sin duda, duro para el, pero el autentico sacrificio, el mas grave, fue el renunciar a sus dos excursiones diarias al invernadero. Tuve que explicarle detenidamente que si una patrulla llegada por sorpresa me exhibia una orden de registro, podria ser que me viese impotente para avisarle que volviese a la cama a tiempo y ademas Teodoro dormia fuera de casa y aun no siendo traidor, podia escaparsele inadvertidamente que su enfermo patrono no parecia pasarlo mal entre las orquideas, por la misma razon me negue a que Teodoro bajase a consultarle a la alcoba.
– Ya que esta usted enfermo -le dije el jueves o el viernes a Wolfe- me compete a mi el llevar las riendas de las cosas. Bastante me coarta el no tener la menor noticia del estado de nuestras investigaciones…
– No diga tonterias. Bastante lo sabe usted. Tengo veinte hombres en busca de aquel cilindro. Sin el nada se puede hacer. Hay que encontrarlo y lo encontraremos. Prefiero esperar aqui en mi alcoba en vez de en la carcel.
– Usted divaga -dije excitado, porque acababa de tener una media hora terrible con otra delegacion de la A.I.N. en el despacho-. ?Porque tuvo usted que romper con la A.I.N. antes de meterse en cama? Aun concediendo que los matase uno de ellos y que usted lo sepa, que es lo que dice todo el mundo, tendra usted que demostrarme que no habia razon alguna para devolverles el dinero. Usted mismo decia que su cliente era la A.I.N. y no particular alguno. ?Por que les devolvio usted, pues, el dinero? Y si este cilindro no es una quimera, sino que existe y contiene todo lo que usted dice, ?que pasara si no se le encuentra nunca? ?Que hara usted? ?Pasarse en cama el resto de sus dias, con el doctor Vollmer prorrogando el certificado cada mes?
– Aparecera. No lo destruyeron; existe, y por ello se le encontrara.
Le mire escepticamente, me encogi de hombros y lo deje correr. Cuando se pone terco, no sirve de nada hablar con el. Volvi al despacho, me sente y contemple con rencor la maquina del «Stenophone» que teniamos en un rincon. El motivo principal que tenia yo para admitir la sinceridad de las creencias de Wolfe, era que pagaba un dolar diario por el alquiler de aquel aparato. No era esta la unica razon: Bill Gore y veinte agentes de Bascom estaban indudablemente entregados a la busqueda del cilindro. Se me habia encargado leer sus informes antes de subirselos a Wolfe y, en realidad, eran un capitulo notable de la historia de la caza. Bill Gore y otro tipo estaban repasando todas las amistades de Phoebe Gunther, y aun sus conocidos, en Washington y otros dos hacian lo propio en Nueva York. Otros tres recorrian el pais entero, dirigiendose a los lugares donde ella tenia amistades, basandose en la hipotesis de que les hubiera mandado el cilindro por correo, aunque esto parecia un poco fantastico, porque como Wolfe habia dicho, ella deseaba tenerlo facilmente a mano. Otro de los agentes se habia enterado de que la Gunther habia visitado un salon de belleza en Nueva York el viernes por la tarde y lo revolvio de arriba abajo. Tres habian empezado a trabajar en los depositos de paquetes, pero habian descubierto que estos estaban ya batidos por la policia y el F.B.I. y se habian retirado a otro campo. Estaban intentando precisar todos los pasos que ella habia dado a pie y se pasaban el dia por las aceras, con los ojos puestos en cualquier lugar donde ella hubiera podido esconderlo, como u» buzon, por ejemplo. El viernes por la noche, para distraerme de las preocupaciones, trate de imaginar cualquier posible lugar aun no tocado por ellos. Me dedique a ello durante una hora sin exito, porque efectivamente tenian todo el pais en la mano. El caso de Saul Panzer era especial, porque telefoneaba cada dos horas, no se desde donde, y yo obedecia las instrucciones recibidas de contestarle con la cabecera de Wolfe sin terciar en la comunicacion. Ademas hizo dos visitas personales, una a la hora del desayuno