Ella llevaba una blusa blanca, una falda plisada azul y zapatos blancos. Mientras hablaba primero y escuchaba despues, el se puso a prueba tratando de recordar el numero de la matricula del Volkswagen. Una forma de completar una tabla de ejercicios mentales. Llegaron despacio hasta la esquina donde la habian recogido el dia anterior.
– Aqui tendrian que pasar a recogerme.
– ?Algun problema si espero contigo?
– No pasa nada por eso.
– ?Como te llamas?
– Rosemary Moore.
– Tengo que ir manana por alli a la hora del cierre. Si no estas ocupada, me quedo un rato. Podemos, si quieres, hacer algo cuando hayas terminado. ?Te pareceria bien? Una copa, o dos. Una copa rapida, como se suele decir. Una copita. Un visto y no visto. Hay locales donde solo ponen copas rapidas.
Esta vez subio en el asiento de atras. Delante iban un hombre y una mujer, los dos algo mayores que Rosemary Moore, de blanco y azul marino.
5
Pammy examino las funciones del tedio. De un tiempo a esta parte se habia encontrado afirmando con gran frecuencia que se aburria. Sabia que era un escudo con el que tapaba sentimientos mas profundos. No queriendo expresar un malestar convencional, decia una y otra vez: «Que aburrido, que conazo, me aburro.» La pornografia le aburria. Hablar de la violencia la hacia suspirar. Las cosas de la calle, las cosas que veia y que oia un dia tras otro la obligaban a tomar sutiles evasivas. Su cuerpo se relajaba de un modo automatico. Notar esa lasitud en el momento era como dar otro desvio por el tedio.
La gente, completos desconocidos, le hablaban en el autobus con cierto desapego, un tanto universal, dando a veces la impresion de que se comunicaban con ella como si estuvieran encerrados en un sitio secreto y cerrado.
Volar le producia ganas de bostezar. Bostezaba en los ascensores del World Trade Center. A menudo bostezaba en los bancos, cuando esperaba en la cola a que le tocara el turno de ventanilla. Los bancos le causaban un sentimiento de culpabilidad. Los cajeros y empleados de banca le pedian casi a todas horas que firmase impresos, o que firmase de nuevo impresos que ya ostentaban su firma, o que volviera a dar prueba de su identificacion. Era su propio dinero el que deseaba retirar, obviamente, pero aun estaba pendiente esa burbuja de nerviosismo, de culpa, y aun estaba presente esa honda preocupacion en torno a su nombre, su caligrafia, y la sensacion de que el contenido esencial de su personalidad estaba a punto de revelarse, y de que aun tendria que pasar un rato haciendo cola con otras dos docenas, tras los cordones de seguridad, bostezando decorosamente, como una sospechosa.
Pammy oyo a Lyle en el pasillo, fuera. Se inclino hacia delante y cerro la puerta del cuarto de bano. Lyle entro en el apartamento, recorrio el vestibulo, se paro ante la puerta, la abrio. Ella puso cara de mono y solto una serie de chillidos de panico, a la vez que daba un brinco sentada en la taza. El cerro la puerta y fue al dormitorio.
– ?Que me vas a regalar por el dia de san Valentin? -le grito ella.
– Una vasectomia -repuso-. ?Estamos ya en febrero?
– Ojala.
– ?Por que?
– Asi habrian terminado nuestras vacaciones.
– ?Y por que?
– Porque ya se que no te vas a tomar siquiera unos dias.
– Ve tu a donde quieras.
– ?Y tu? ?Que haras?
– Trabajar -dijo el.
Ella salio del cuarto de bano. El la siguio hasta la cocina imitando fintas de boxeador, de peso ligero, con la pelvis echada hacia atras, para no caer en el engano primigenio. Se sujetaron uno al otro ante la nevera abierta.
– Que bueno, un poco de
– ?Que es eso?
–
– La repanocha.
– Cuidado.
– Si me has empujado tu…
Fueron al cuarto de estar, cada cual con algo de comer y de beber. Lyle encendio el nuevo televisor y se sentaron a ver las noticias de la noche. Pammy paso un mal trago, avergonzada por alguien a quien hacian una entrevista, un hombre con un defecto de diccion. Se tapo las orejas con las manos y aparto la mirada. El aparato del aire acondicionado hacia un ruido retumbante. Lyle lo apago. Fue entonces al dormitorio y alli vio la television durante un rato.
– ?Estas viendo esto? -le grito ella.
– ?El que? No.
– La
– No.
– Pues ponlo, corre.
– Maldita sea, marisabidilla; solo se puede ver una cosa, no dos al mismo tiempo.
– Anda, ponlo, en el siete.
– Luego, que estoy viendo otra cosa.
– ponlo, ponlo -insistio-. Corre. Corre, en el siete, so bobo.
Fundirse con los objetos les daba una sensacion parcial de compartirlos. No apartaron la mirada de sus respectivos televisores. Sin embargo, los ruidos los unian, un ciclista que arrancaba con brio, el descenso del avion que perdia altura desde sus mas de ocho mil metros de altitud transatlantica, haciendo ondear las imagenes en sus pantallas. Los objetos eran inertes, algo desprovisto de memoria. La mesa, la cama, etcetera. Los objetos sobrevivirian al que muriese primero de los dos y recordarian al otro con que facilidad puede la vida partirse y dividirse. Tal vez, la muerte era lo de menos; tal vez contaba mas la separacion. Sillas, mesas, comodas, sobres. Todo era una experiencia en comun, que los aunaba a pesar de sus desvios y rodeos, el sesgado aparato de sus acuerdos. Quedaba fuera de toda duda que estaban de acuerdo, infidelidad y deseo. Ni siquiera era preciso diferenciarlos. Su cuerpo, el de ella. El sexo, el amor, la monotonia, el desprecio. El embrujo en el que habia que sumirse estaba alli fuera, entre las caras no memo-rizadas, entre los paralelepipedos uniformes del ser. Ese espacio, su dulce y mercenario espacio, era medio encantamiento, era el sueno casi comun que habian afrontado durante anos. Solo las ausencias se compartian plenamente.
– ?Que pasa en Duelo? -dijo el-. Ultimamente no me cuentas nada.
– Ethan y yo hemos sellado un pacto de confidencialidad. Ha dejado de existir por lo que a nosotros nos concierne.
– Os habeis desfondado antes de llegar al descanso del partido. Estais en medio de un mini subidon. Ademas, hablais de diversificar.
– Espera, que baje un poco.
– ?El que?
– Que no te oigo.
– Hablaba de diversificar.
– ?Y eso que es? ?El Dow Jones o los otros?
– Atracciones tematicas -dijo el-. Forma parte del pian plantigrado, pendiente de lo que digan los que recopilan datos.
– No lo creo.
– Un rancho de fantasia en el condado de Santa Mesa, Arizona. Fantasias de Duelo. Que la gente se disfrace