– ?Y que vas a hacer? ?Venderlas?

– Pues claro. ?Que, si no?

– Venderlas, desde luego.

Siguieron mirando el televisor, escuchando por espacio de diez minutos, mientras dos comentaristas trataban de llenar el hueco abierto por la lluvia, que habia interrumpido un partido de beisbol.

– Nosotros tenemos dos televisores -dijo Jack.

– Yo me lo estoy pensando.

– Le dije a el que se consiguiera uno adicional.

Se rio ligeramente, aunque termino con un punto de aprension, y volvio a la sala. Pammy estaba sentada en el suelo. Con el dedo indice golpeaba un cubito de hielo en su vaso, mirandolo hundirse brevemente antes de anorar a la superficie.

– ?Sabes en que no pienso? -dijo ella-. Yo es que no creo que pueda soportar la idea del manana.

Miro a Ethan, que miraba fijamente la alfombra. -De veras te lo digo, parece como que no fuera capaz.

– Es a esa hora de la noche -dijo Jack. -Es que tengo la impresion de que ya no puedo acomodarme a mas tiempo del que realmente tengo. Es como… A ver, adonde vamos; ese de ahi es tu amigo, junto conmigo. Elige con precision la palabra, porque es importante. No el sitio, que es la palabra que corresponde a ascensor. No el despacho, la oficina, el edificio, que son tan corrientes que sirven casi para cualquier cosa.

– Entorno. -Gracias, Jack. -?Preparo cafe?

– No, esta no es una conversacion de cafe. Es un asunto de tripas. Espera un instante, enseguida Siego a lo que iba. No vayas a pensar que no se que este amigo tuyo hace ya una eternidad, poco mas o menos, que no comenta lo que se dice ni palabra de su trabajo. ?Por que? Porque sabes tan bien como yo, Jack, que le suele pasar a todo el mundo. Tu amigo, este de aqui, antes hacia chistes. Seguro que te acuerdas, Jack, igual de bien que yo. Los dos le hemos oido hablar. Tenia tanta gracia al hablar de su trabajo, de la gente del campo… Que chistes, que anecdotas. De no creer. ?Tarifas del precio por dia de una consulta en caso de enfermedad terminal? Si la cosa se alarga, olvidalo: te tenemos bien pillado, cogido por los huevos. ?Y aquella mujer de Syracuse? Aquella de la mascota destrozada por la pena, ?que bicho era?, un canario, ?no?, en Syracuse, que la otra se le murio, no es la del canario, joder, mierda, me parece que me estoy haciendo un lio. Pero no pasa nada. Sois amigos del alma. Amiguisimos somos todos. Lo que pasa es que ya no cuenta chistes. Eso es lo que importa; bueno, eso y, ademas, que el cree que yo no me he dado cuenta. Porque es una tonteria como la copa de un pino. Es una tonteria, una modernez. A mi lo que de veras me da miedo es eso de que la gente se convierta en robots. Y el entorno, Jack, muchas gracias.

– Nunca habia oido hablar de un canario destrozado por la pena.

– Jack, si que lo sabias. Todos oimos aquello. -Senalo hacia el dormitorio-. El aun sigue hablando de aquello. Basta con que a Lyle le digas «Syracuse» y en un visto y no visto se echa a reir, en serio, aunque sea pestaneando.

Ethan hizo un movimiento con el brazo como si abarcara todo lo que le rodeaba, un gesto de cancelacion. Su corbata, un ironico adorno, de entrada, se le habia caido de costado sobre el pecho, de modo que mas parecia llevar una bufanda infantil.

– Lo que pasa… -dijo. Los demas aguardaron.

– Para forjar un cambio que uno tal vez sea reacio a forjar, que quizas resulte problematico por tal o cual razon, hay que decirselo a todo el mundo. Hay que hablar, hay que proclamarlo. Jack entiende muy bien lo que trato de decir. Hay que ponerlo de manifiesto. Aun cuando en el momento de hacerlo no tengas la menor intencion, ya sea por miedo o por algun otro escrupulo, a pesar de todo es preciso que le des visos de realidad por el sencillo sistema de expresarlo. Asi cambia uno el curso de su vida: basta con decirlo para que los cambios empiecen a materializarse. Si al final decides seguir por el camino por e! que fueras, por eso que ha sido tan problematico a lo largo de tu vida, pues muy bien, que te aproveche, es cosa tuya. Pero si tienes la necesidad de sentir que estas en puertas de un cambio maravilloso, tanto si lo estas como si no, lo que hay que hacer es decirlo a los cuatro vientos. «Estoy a punto de experimentar un cambio maravilloso. Lo que estoy a punto de hacer sera electrizante. Hasta las fibras mismas de tu ser se electrizaran, senor mio, cuando te cuente que es lo que me he propuesto hacer.» Decirlo con las palabras adecuadas equivale a ver como brota la posibilidad. En que consista es mas bien lo de menos. Por eso no te rompas los cuernos. Por lo que hace a esta conversacion, podria ser dedicarte al montanismo o ese amigo de Jack, el escamoso y tantas veces citado pajaro que tiene previsto atravesar a nado el mar del Norte solo con la mano izquierda. Nuestras vidas se enriquecen por medio de estas notas publicitarias que nos mandamos los unos a los otros. Son cosas que es necesario hacer. «Voy a volver a estudiar, a aprender arabe, lo que sea.» Diselo a la gente durante seis meses. «Me voy a vivir a Maine, o lo que sea.» Jack entiende bien a que me refiero. Diselo a todo el mundo, publicalo, que se enteren. Inventate algo. Lo que cuenta es que parezca que estas a punto de. Entonces empieza a hacerse realidad, aunque solo sea un poco. No se, puede que baste con hablar. Quizas no quieras forjar ese cambio. Quizas el cambio consista en decirselo a la gente. ?Como voy a saberlo? ?Por que me lo preguntas? ?Y Lyle, donde esta Lyle? Despidamonos de Lyle.

– Creo que ya entiendo lo que quieres decir -dijo Pammy.

– ?Lo entiendes o lo atisbas? -Creo que lo atisbo.

– Ya encontraremos un taxi en la calle, Jack. Seguro que nuestra botella de vino sigue en el asiento de atras. Asi se cerrara el circulo. Yo creo en los circulos cerrados.

– Jack, feliz cumpleanos, te lo deseo de todo corazon.

– Solo he procurado agarrarme una buena.

– No es preciso que pidas disculpas -dijo ella-. Dile a tu amigo que creo haber entendido a que se refiere.

– Pues yo no -dijo Jack.

En el dormitorio, Lyle veia la television. Entro Pammy, se sento a los pies de la cama, donde antes se habia vestido, y se desnudo. No tenia ni pies ni cabeza todo ese vestirse y desvestirse. Al menos si se tiene en cuenta el tiempo empleado. Horas enteras. Al cabo de un rato se puso en pie, desnuda, y se acerco a Lyle, que estaba sentado en su silla de director, de espaldas a ella. Le puso las manos sobre los hombros. El volumen del televisor estaba muy bajo. Oyo el ruido de los coches en la calle, el sonido de los neumaticos sobre el pavimento mojado, el siseo susurrado. Su cara tenia un contorno nordico, parecia impecable con esa luz. El extendio un brazo sobre su pecho y la tomo de la mano.

4

Tras el cierre, Lyle se encamino hacia el norte por Pearl. Las rachas de aire humedo barrian las calles. Mientras esperaba a que cambiase un semaforo reparo en una silueta cercana, una mujer furtiva, que se acercaba a el palmo a palmo. Se volvio ligeramente para plantarle cara. Ella se detuvo en seco y hablo, aunque no directamente a Lyle, con la cabeza un tanto ladeada.

– Esa es un aliviadero para hombres, un puton desorejado. Y a el lo han incapacitado legalmente. Se pasa el dia sentado con sus relojes de mesa, de pulsera, de pared, para no verla ejercer. Las tres de la manana, las cuatro. Por favor: ?quien necesita una cosa asi? Por culpa de el un dia de estos revienta. Me lo espero de un dia para otro.

Lyle cayo en la cuenta de que tendria unos cincuenta y tantos anos, que era un poco raquitica, que vestia con normalidad, y que probablemente no era judia a pesar del tenue acento con que hablaba. Siguio hacia el este por John Street a la vez que enumeraba para sus adentros todos estos datos, como si conversara con alguien que estuviera deseoso de disponer de una descripcion precisa de la mujer. Era algo que, por norma, solo hacia en los autobuses. Su atencion se concentraba a su pesar en alguien que viajara al otro lado del pasillo, y sin darse cuenta componia una descripcion fisica del hombre o la mujer, casi siempre un hombre. El concepto de interrogatorio policial formaba/ parte de la idea. Era un testigo en el brete de identificar a un sospechoso. Esos interludios se desarrollaban sin que los planease; lisa y llanamente se encontraba refiriendo (a quien fuese) el color de unos zapatos, de un pantalon y una chaqueta; la estatura y peso aproximados, negro, blanco, lo que fuera. En el instante en que se daba cuenta de lo que estaba haciendo, lo dejaba, se obligaba a callar. A veces, caminando, memorizaba los numeros de las matriculas de ciertos coches. Horas despues repetia esos numeros para cerciorarse de que no

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