Todo lo que el decia y hacia a ella le parecia bien. Bien estaba ir a tomar una copa mientras la cosa no se alargase. Caminar hasta alli estuvo bien. El local estaba bien; bien estaba que se hubieran sentado en la barra, o en aquella mesa del rincon. Volvio a producirse un silencio mientras miraban a los demas clientes. Todo el mundo parecia estar pasandolo mejor que ellos. Era dificil precisar si Rosemary se sentia incomoda o no. Habia matices de pasividad que iban de lo cordial a lo sereno; ella parecia en el medio, inexpresiva, indiferente.

– ?Y cuanto tiempo llevas en la empresa?

– Desde hace unas tres semanas.

– ?Y que hacias antes?

– Tenia un trabajo en el que me pasaba el dia entero pegada al telefono, hablando con compradores. Una locura. Luego fui azafata, cosa que al principio estuvo bien, mas que nada porque conoces sitios distintos. Luego, una amiga me consiguio un empleo en una agencia naviera. No estaba del todo mal, pero pille una mononucleosis. Pase algun tiempo trabajando solo a tiempo parcial. Luego me salio esto.

– Esperamos que te quedes mucho tiempo con nosotros.

– Eso habra que verlo.

– ?Tu fumas, Rosemary? Ves, yo te llamo por tu nombre. Es preciso que no lo olvidemos.

– Hay gente que no lo puede dejar nunca. Yo fumo unos cuantos dias seguidos y luego lo dejo. Volverte adicta a las cosas es algo propio de tu personalidad. Yo no lo puedo dejar del todo.

– ?Donde vives?

– En Queens.

– Claro, claro.

– Tendrias que ver que alquileres, que diferencia.

– Mi poderio va a mas con los anos.

– Pero antes hay que llegar de una pieza.

– ?Y cuando eras azafata? Ya habias llegado, entera y verdadera. Vivias en un edificio altisimo con otras cuatrocientas chicas, todas con sus uniformes almidonados. Siempre pegadas al telefono. Perdona, cielo, es que estoy de guardia. He de tomar el autobus rumbo a San Juan.

– Tengo la suerte de que mis amigos tienen coche -dijo ella-. Si no fuera por el trafico…

– Yo no me fio de esos puertorriquenos que se comportan, alli, como si fueran gente civilizada. No me molesta la musica cha-cha-cha, pero cuando les da por los platanos machos, platanos verdes, me pongo malo. Los federales tendrian que hacer algo para ponerle remedio. Eso de que las cascaras de platano te caigan encima desde los compartimentos del equipaje, por no hablar de las que se quedan en los asientos, dentro del forro arrugado… ?Conoces esos forros arrugados?

El camarero los miro un instante y lo llamaron por senas. Les llevo otras dos copas. Lyle noto una extrana desolacion que se apoderaba instantaneamente de el. Permanecieron un rato en silencio. Vio a un hombre sentado en la barra que se metia en la boca un cubito de hielo parcialmente derretido.

– Es la ultima -dijo Rosemary.

– Si te parece demasiado fuerte, le dire que te la cambie.

– No creo que lo este.

– ?Quieres fumar?

– Acabo de terminar uno, pero de acuerdo.

– ?Como conseguiste este trabajo, el de ahora, si no te importa que lo pregunte?

– Por el hermano de una amiga.

– ?Estaba ella en la empresa, o estaba el?

– El se dedicaba al mercado de valores, aunque no con nuestra empresa.

– Puede que lo conozca.

– No se -dijo ella.

– ?Como se llama?

– George Sedbauer.

– Ya ves como me acabo de quedar -dijo el-. Es el tipo al que le pegaron un tiro.

– Lo se.

– Su hermana estaba con un amigo tuyo, tu conociste a George a traves de ella, el mas o menos te recomendo, o le paso tu nombre a alguien.

– No, el me dijo incluso a quien tenia que ir a ver. r -?Lo conocias bien? Yo no lo conocia de nada, pero un amigo mio si!o conocia, y hablamos de lo que paso despues de que pasara. Frank McKcchnie se llama. En esa misma barra del bar.

– Yo lo conoci en una especie de fiesta. Nos presento su hermana, lanet. El estuvo muy amable. Me hizo reir.

– ?Hace cuanto de eso?

– ?Dos anos? No lo se.

– Pues tuviste tiempo de sobra para tratarlo y conocerlo a fondo.

– Me gustaba su sentido del humor. Macabro -dijo ella-. George sabia ser macabro.

Fugazmente, envidio a Sedbauer sin importar que estuviera muerto. Siempre le causaban envidia los hombres capaces de hacer algo para impresionar a una mujer. No le gustaba oir a una mujer hablar favorablemente de otro hombre, ni siquiera cuando no conocia al otro, ni aunque fuera un tipo desfigurado, viviera en la cuenca del Amazonas o estuviera muerto. Ella aparto la cara para expulsar el humo. Salio el camarero de la cocina hablando por los codos.

– ?Y que tal si comiesemos algo, eh? Me gustaria oirte contar mas cosas. Podemos ir a comer a un sitio decente, si quieres. Solo pense que este sitio nos quedaba a los dos a mano, ademas de que no era la hora del coctel y de los enjambres de moscones.

– De veras que no me puedo quedar.

– ?Otra copa, pues?

– Esta esta todavia llena.

– Me encantaria oirte contar mas cosas.

– ?Sobre que?

– Sobre ti, claro. Me parece interesante que conocieras a Sedbauer. Yo estaba a pocos metros de el cuando murio. El tipo que le pego el tiro era visitante de George aquel dia. ?Estabas al tanto?

– Pues si.

– A mi me parece interesante. Me pregunto que pudo pasar entre ellos. George tenia problemas con la Comision, eso lo sabras tambien. ?No lo sabias? La Co mision de Directores de Bolsa. Parece ser que George tenia alguna mania que otra, o que era algo rarillo, vaya. No era el miembro corriente, el que paga sus cuotas y se ahorra complicaciones. Me pregunto en que andaria liado con ese tipo que llevaba una chapa de visitante y una pistola en el bolsillo. Todos sobrevivimos a esos malditos dias sin hacernos preguntas. Esta todo organizadisimo. Hasta el ruido esta organizado. A mi de veras me gustaria hacer alguna pregunta que otra, que es eso, que es aquello, donde estamos, que vida es la que llevo, por que. Era una pistola de juez de atletismo, solo que retocada. ?Lo sabias?

– Si.

– Mirala, ha dicho que si. Pues que bien informada estas. Y ahora, los dos muy educados dicen a la vez: ?la cuenta, por favor?

Ella sonrio un poco con todo eso. Un progreso, penso el. No era macabro, seguramente no, pero tenia un no se que sin duda propio y particular.

6

Pammy estaba redactando una de las cartas publicitarias para distribucion por correo sobre la pena causada por la perdida de un ser querido. Lo crucial era lograr que el cliente pidiera un folleto de Gestion de Duelo titulado «Para el, todo acaba el dia en que muere; tu en cambio has de plantar cara al manana». El panfleto peroraba sobre

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