blasfemo duplicar la imagen de una persona creada por Dios, que era una especie de falsificacion, eso es lo que me dijo. Una imitacion, como los bolsos de Prada que venden los nigerianos en la calle. Algo me dice que ese profesor terrible de la mezquita se lo sugirio.

– Hablando de terrible -suelta Levy. Hace cuarenta anos se tenia por un tipo ingenioso, siempre con el gatillo a punto para un juego de palabras. Incluso habia fantaseado con formar parte del equipo de guionistas de alguno de los humoristas judios de television. En la universidad era el listillo del grupo, un tipo parlanchin-. ?Como de terrible? -inquiere-. ?Por que terrible?

Ella indica con manos y ojos la otra habitacion, donde Ahmad podria escucharlos mientras finge que estudia, y baja la voz, de modo que Jack tiene que acercarse un paso.

– A menudo Ahmad vuelve alterado de las lecciones. Me parece que ese hombre, lo conozco, pero muy por encima, no muestra la conviccion que Ahmad desearia. Se que mi hijo tiene dieciocho anos y no deberia ser tan ingenuo, pero aun espera de los adultos que sean totalmente sinceros y esten seguros de todo. Incluso de lo sobrenatural.

A Levy le gusta como dice «mi hijo». En esa casa se respira un ambiente mas hogareno de lo que le habia hecho suponer su entrevista con Ahmad. Puede que Teresa sea una de esas mujeres solteras de rompe y rasga, pero no una malcriadora.

– Le he preguntado por la foto de su padre -reconoce en voz baja, con confianza- porque me preguntaba si su… si su fe tendria que ver con el clasico exceso de estima. Ya sabe. No, no me refiero a que haya hecho usted algo mal. Se ve mucho en -?por que volvia a meterse en esos berenjenales?-… en las familias negras, los muchachos idealizan al padre ausente y centran toda su rabia en la pobre mama, que se deja la piel luchando por darles un techo.

Pero Teresa Mulloy si se ofende; se envara tanto en el taburete que hasta el nota el duro circulo de madera clavandose en sus nalgas tensas.

– ?Asi nos ve a las mamas solteras, senor Levy? ?Tan extremadamente subestimadas y pisoteadas?

«Mamas solteras», piensa el. Vaya expresion cursi, sentimentaloide, casi militante. Que fastidio es hablar con la gente hoy en dia; todos los grupos, salvo los varones blancos, estan a la que salta.

– No, para nada. -Da marcha atras-. Para mi las mamas solteras son terriblemente fantasticas, Terry. Son quienes mantienen unida a nuestra sociedad.

– Ahmad -dice ella, tranquilizandose un poco casi de inmediato, como corresponde a una mujer sensible- no se hace la menor ilusion respecto a su padre. Siempre le he dejado muy claro que era un perdedor. Un perdedor oportunista, un tipo que no tenia idea de nada, que en quince anos no nos ha enviado ni una postal, excepto una vez que mando un jodido cheque.

A Jack le gusta el «jodido»: ella ya se ha tranquilizado del todo. En lugar de una bata de pintor lleva una camisa de trabajo de hombre, azul, por fuera de los vaqueros, sus pechos se marcan a la altura de los bolsillos.

– Fuimos un desastre -confiesa, todavia en voz baja para que Ahmad no la oiga. Como si se desperezara en el espacio que deja libre esta revelacion, arquea la espalda felinamente, encaramada en el taburete alto y sin barnizar, marcando el pecho un poco mas-. Estabamos muy locos, los dos, mira que pensar que teniamos que casarnos. Ambos creiamos que el otro sabia las respuestas, cuando ni siquiera hablabamos el mismo idioma, literalmente. Aunque tampoco hablaba mal el ingles, hay que ser justos. Lo habia aprendido en Alejandria. Esa es otra de las cosas que me enamoro, su leve acento, casi ceceaba, a lo britanico. Sonaba muy refinado. Y era muy aseado, siempre estaba lustrando los zapatos, peinandose. Cabellos negro azabache, tupidos, como no se ven en los americanos, un poco rizado detras de las orejas y en la nuca. Y por supuesto su piel, tan lisa y uniforme, mas oscura que la de Ahmad pero totalmente mate, como la ropa mojada, olivacea con un toque ahumado, pero no dejaba rastro en las manos…

«Dios mio», piensa Levy, «se esta dejando llevar, va a describirme su morada polla tercermundista.»

A ella no se le escapa el rechazo, se contiene y dice:

– Yo no me preocuparia por un exceso de estima por parte de Ahmad. Desprecia a su padre, como toca.

– Digame, Terry. Si su padre estuviera presente, ?cree que Ahmad se propondria encontrar trabajo de camionero tras la graduacion, con los resultados que ha obtenido en las pruebas preuniversitarias?

– No se. Omar no habria llegado ni a eso. Se habria dedicado a sonar despierto hasta salirse algun dia de la carretera. Era un desastre como conductor; incluso entonces, siendo la joven y sumisa esposa que el suponia, era yo quien se ponia al volante si ibamos juntos. Le decia: «Yo tambien debo cuidar de mi vida». Y le preguntaba: «?Como pretendes ser un americano si no sabes conducir un coche?».

?Como se habia convertido Omar en el tema de conversacion? ?Acaso es Jack Levy la unica persona en el mundo que se preocupa por el futuro del chico?

– Tiene que ayudarme -le propone a la madre muy seriamente- a darle a Ahmad un futuro mas acorde con su potencial.

– Oh, Jack -dice ella; con un ademan despreocupado agita el cigarrillo y se balancea ligeramente en el taburete, una sibila en su tripode, lanzando una proclama-. ?No cree que la gente termina por encontrar su potencial, del mismo modo que el agua acaba nivelandose? Nunca he creido que las personas fueran vasijas de barro, moldeables. El molde esta dentro, desde el principio. He tratado a Ahmad de igual a igual desde que tenia once anos, cuando empezo a ser tan religioso. Lo anime. Durante el invierno iba a la mezquita a recogerlo, despues de clase. Tambien debo decir que ese iman casi nunca salia a saludar. Incluso me atreveria a afirmar que le repugnaba estrecharme la mano. Jamas mostro el minimo interes en convertirme a mi. Si Ahmad hubiera hecho todo lo contrario, si le hubiera venido en gana rebelarse contra todo ese latazo de Dios, como hice yo, tambien habria dejado que pasara. Para mi la religion es simplemente una manera de posicionarse. Es decir si a la vida. Tienes que confiar en que hay un motivo, si no te hundiras. Cuando pinto, estoy obligada a creer que la belleza surgira. Con la pintura abstracta no tienes un bonito paisaje o un cuenco de naranjas en el que apoyarte; tiene que salir puramente de ti. Debes cerrar los ojos, por asi decirlo, y dar el salto. Tienes que decir si. -Una vez satisfecha con su proclama, se inclina estirandose hacia el banco de trabajo y aplasta el cigarrillo en una tapa de tarro con cenizas. La camisa se le cine a causa del esfuerzo, abre mucho los ojos. Vuelve esos mismos ojos, de un palido verde cristal, hacia el invitado y anade, por si acaso-: Si Ahmad cree tanto en Dios, dejemos que Dios cuide de el. -Suaviza la aparente crueldad y frivolidad de esta frase adoptando un tono de suplica-: La vida no es algo que uno pueda controlar. No controlamos la respiracion, ni la digestion, ni el latir del corazon. La vida es algo que se vive. Dejemos que discurra.

Todo se ha enrarecido. Ella ha percibido sus preocupaciones, la desolacion de las cuatro de la manana, y lo esta atendiendo, lo masajea con la voz. A el le gusta, hasta cierto punto, cuando las mujeres empiezan a desnudar sus mentes frente a el. Pero ya lleva demasiado tiempo alli. Beth estara preocupada; le dijo que tenia que pasar por el Central High a por algunos materiales universitarios. No era mentira, ahora ya los ha distribuido.

– Gracias por el descafeinado -dice-. Tengo un poco de sueno.

– Yo tambien. Y a las seis tengo que estar en el trabajo.

– ?A las seis?

– El primer turno en el Saint Francis. Soy auxiliar de enfermeria. De hecho, no quise ser enfermera: demasiada quimica y tambien demasiado ajetreo administrativo; acaban siendo tan pretenciosas como los medicos. Las auxiliares hacen lo que antes solian hacer las enfermeras. Me gusta la parte practica: tratar con las personas precisamente ahi, al nivel de sus necesidades. Poner cunas. ?No creera que me gano la vida con esto? -y senala, con esas manos que hacen cosas, de unas cortas, las paredes estridentes.

– No -reconoce.

Ella sigue como si nada.

– Es un pasatiempo, un capricho que me permito. Es mi dicha, como decia aquel hombre en television hace unos anos. Algunos los vendo, si, pero no me importa mucho. Pintar es mi pasion. ?Usted no tiene una pasion, Jack?

El se echa atras; su interlocutora esta empezando a parecer poseida, una sacerdotisa en un tripode con serpientes en el pelo.

– La verdad es que no. -Cuando se levanta por la manana tiene que apartar la manta como si fuera de plomo, arremeter sin miramientos contra el dia que le espera: decir adios a chicos que caeran al cenagal del mundo-. ?Nunca ha pensado -no puede evitar anadir-, trabajando de enfermera, en alentar a Ahmad para que sea medico? Tiene solemnidad, presencia. Si estuviera enfermo, yo pondria mi vida en sus manos.

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