Teresa entorna los ojos, se vuelven sutiles y -es una palabra que solia usar la madre de Levy, sobre todo para referirse a otras mujeres- ordinarios.

– Es una carrera larga y cara, Jack. Y los medicos que conozco no hacen mas que quejarse del papeleo y del asedio de las companias de seguros. Antes era una profesion respetada en la que se podia ganar mucho dinero. Pero la medicina ya no es lo que era. De un modo u otro terminara siendo algo tan vulgar que los doctores tendran sueldos de maestros de escuela.

El se rie con la pulla, tiene golpes rapidos.

– Claro, eso no seria bueno -reconoce.

– Que espere a ver cual es su pasion -aconseja ella al asesor-. Por el momento son los camiones, ponerse en marcha. Me dice: «Mama, necesito ver mundo».

– Tal y como creo que funciona el permiso de conduccion comercial, hasta que cumpla los veintiuno lo unico que vera es New Jersey.

– Por alguna parte se empieza -dice ella, y agilmente se baja del taburete. Tiene desabrochados los dos botones de arriba de su camisa de hombre manchada de pintura, de modo que el ve como sube y baja la parte superior de sus pechos. Esta mujer tiene muchos sies.

Pero la entrevista ha terminado; son las ocho y media. Levy carga con los tres catalogos universitarios no deseados hasta la habitacion donde el chico sigue estudiando y se detiene frente a la mesa oscura y redonda, vieja y solida; debe de ser alguna herencia, le recuerda a los muebles tristes que sus padres y abuelos tenian en la casa donde crecio, en Totowa Road. Desde detras, el cuello de Ahmad parece vulnerable y fino, y en las puntas de sus orejas pulcras, con muchos repliegues, se ven algunas pecas robadas a su madre. Con cautela, Levy deja los catalogos en el borde de la mesa y casi con confianza toca el hombro del muchacho, a traves de la camisa blanca, para reclamar su atencion.

– Ahmad, echales un vistazo cuando tengas un momento y mira si hay algo que despierte tu interes como para que tengamos otra charla. Aun no es tarde para que cambies de opinion, todavia puedes pedir plaza.

El chico nota el contacto y replica:

– Aqui hay algo interesante, senor Levy.

– ?Que? -Tras conocer a su madre, se siente mas cerca de Ahmad, mas comodo.

– Es una de las tipicas preguntas que me haran.

Levy lee por encima de su hombro:

«55. Usted conduce un camion cisterna y las ruedas delanteras empiezan a derrapar. ?Cual de las opciones siguientes es mas probable que ocurra?

»a. Girara usted el volante en sentido contrario lo necesario para mantener el control.

»b. El oleaje de la carga enderezara el remolque.

»c. El oleaje de la carga enderezara el camion tractor.

»d. Usted continuara en linea recta y seguira adelante independientemente de como haga girar el volante».

– Parece una situacion preocupante -admite Levy. -?Cual cree usted que es la respuesta?

Ahmad ha notado como el hombre se acercaba, y luego el contacto osado, ponzonoso, en el hombro. Ahora tambien percibe, demasiado cerca de su cabeza, el estomago del tipo, cuyo calor se desprende acompanado de un olor, de varios olores: un extracto compuesto de sudor y alcohol, judaismo e impiedad, un perfume impuro agitado con la consulta a su madre, esa madre de la que se averguenza y a la que trata de esconder, de guardar solo para si. Las dos voces adultas se han entrelazado de manera coqueta, repugnante, dos animales infieles y envejecidos simpatizando en el cuarto contiguo. El senor Levy, tras banarse en la chachara de ella, en su deseo insaciable de agobiar al mundo con la vision sentimental que tiene de si misma, se siente ahora autorizado a desempenar con su hijo un papel paternal, amistoso. La lastima y el atrevimiento han espoleado esta cercania indecorosa, olorosa. Pero el Coran exige que sus fieles sean corteses; y este judio, pese a haberse autoinvitado, es un huesped en la tienda de Ahmad.

Perezosamente, el intruso contesta:

– No se, amigo. El oleaje de cargas liquidas no es algo con lo que trate a menudo. Dejame que elija la «a», el volantazo en sentido contrario.

En una voz baja que esconde el timido oleaje de su satisfaccion por el triunfo, Ahmad dice:

– No, la respuesta es «d». Lo he buscado en la clave de soluciones que viene con los folletos.

La barriga junto a su oreja deja oir un rumor de inquietud, y la invisible cara de encima musita:

– Vaya. No hay que preocuparse por maniobrar. Algo asi es lo que me ha dicho tu madre. Relajarse. Perseguir la dicha.

– Al cabo de un rato -explica Ahmad- el camion perdera velocidad por si solo.

– La voluntad de Ala -dice el senor Levy, intentando ser gracioso, o amable: intentando meterse en el interior de Ahmad, que esta cerrado, repleto de Aquel que todo lo abarca.

La relacion espacial del Central High y sus antiguos y amplios terrenos con las zonas de propiedad privada de la ciudad se ha ido complicando con los anos, lejos ya los tiempos en que las instalaciones deportivas de la parte posterior del instituto se prolongaban, sin vallas, hasta una calle de casas victorianas lo bastante variadas y espaciadas como para ser residenciales. Esta zona, al noroeste del espectacular ayuntamiento, era un dominio de la clase media que se ganaba la vida con las fabricas de tejidos a lo largo del rio, a poca distancia de los alojamientos de la clase trabajadora en la por entonces bulliciosa parte baja del centro. Pero las casas casi residenciales se convirtieron, al decir de Jack Levy, en viviendas. Contratistas que querian recortar costes las dividieron en apartamentos, parcelaron sus amplios jardines o las echaron abajo para dejar paso a manzanas compactas de hileras de casas de alquiler bajo. Los terrenos herbosos propiedad del instituto se vieron afectados por la presion demografica y los zarpazos del vandalismo, e incluso el campo de futbol americano -que en primavera hacia las veces de pista de atletismo- y los campos de beisbol -cuya parte exterior se convertia, durante la temporada de futbol, en el terreno de juego de los equipos universitarios de penultimo ano- fueron trasladados, en lo que parecio a varios gobiernos municipales una reubicacion sagaz y lucrativa, a unas parcelas a solo quince minutos en autobus, adquiridas a la Whelan amp; Sons, una vieja granja de productos lacteos cuya leche habia aportado calcio a los huesos de generaciones de jovenes de New Prospect. Los espacios abiertos del interior de la ciudad se transformaron en barrios bajos superpoblados.

Luego fueron cercados el edificio central del instituto y sus varias dependencias con un muro levantado por albaniles italianos que, a la postre, se corono con centelleante alambre de espino. El proceso de amurallado fue poco sistematico, la respuesta apresurada a varias quejas, incidentes con desperfectos y estallidos de graffiti. Las fortificaciones llenas de pintadas y herrumbre crearon algunas zonas de intimidad imprevistas, como por ejemplo unos cuantos metros cuadrados de hormigon agrietado al lado del edificio semienterrado, de ladrillo amarillo, que alberga las calderas gigantes, originariamente de carbon, cuyo humo se cuela de manera pertinaz en todas las aulas. En una tapia tambien de ladrillo amarillo esta fijado un tablero de baloncesto cuyo aro han doblado casi en vertical chicos que imitaban los mates, quedandose colgados tras machacar, de los profesionales de la NBA. A veinte pasos, en el edificio principal, hay unas puertas de doble hoja, de apertura con barra horizontal, que cuando hace calor se dejan de par en par; dan a unas escaleras de acero que conducen a los sotanos, donde se encuentran los vestuarios de los chicos y las chicas, uno en cada punta, y en medio, el comedor y los talleres de carpinteria y mecanica para los alumnos de los modulos de formacion profesional. Bajo los pies, en las grietas del hormigon, crecen digitarias, flores de gordolobo y dientes de leon, y se ven hileras de diminutas particulas, brillantes como posos de cafe, que pertenecen a la tierra del subsuelo y que las hormigas han sacado a la superficie. Donde el hormigon ha sido repetidamente socavado y reducido a polvo, han arraigado hierbas mas altas -verdolaga, sanicula, cuajaleche y un tipo de margarita-, que extienden sus delgados tallos a la luz del dia, que es cada vez mas largo.

En esta zona arenosa y sin vigilancia, con su aro de baloncesto inutilizado, donde poco se puede hacer salvo ir a escondidas para echar un pitillo, una rayita o un trago, o concertar un duelo entre chicos en pie de guerra, Tylenol sale al encuentro de Ahmad, que todavia va en pantalon corto. Una lanzadera del instituto lo ha traido al aparcamiento desde el entreno, en la antigua fabrica de lacteos, que esta a un cuarto de hora. Hoy tiene diez minutos para ducharse, cambiarse y correr las siete manzanas de distancia hasta la mezquita para su leccion coranica bisemanal; esperaba atajar yendo por las puertas dobles, que deberian estar abiertas. Tras las clases, a

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