las alusiones causticas y medio en broma del sheij Rachid, que el islam estuvo aquejado antiguamente por los arrebatos y el entusiasmo de los sufies, pero de ello no encuentra ni el mas remoto eco en los canales islamicos que se emiten desde Manhattan y Jersey City; unicamente pasan las cinco llamadas al rezo sobre una diapositiva estatica de la gran mezquita de Mehmet Ali de la Ciudadela de Saladino, solemnes tertulias con profesores y mulas con gafas que debaten acerca de la furia antiislamica que ha poseido perversamente al Occidente actual, y los sermones que da un iman con turbante sentado a una mesa tosca, captados por una camara estatica en un estudio estrictamente desprovisto de imagenes.
Es Charlie quien aborda el tema. Un dia, en la cabina del camion, mientras van por una carretera, inusualmente vacia, del norte de New Jersey, entre un extenso cementerio y un terreno de prados que ha sobrevivido al tiempo - eneas y juncos de hojas brillantes arraigando en agua salobre-, pregunta:
– Te reconcome algo, campeon. ?Me equivoco? Ultimamente estas muy callado.
– Generalmente estoy callado, ?no?
– Si, pero creo que de un modo diferente. Al principio eran silencios del tipo «ensename», pero ahora son del tipo «?pasa algo?».
Ahmad no tiene tantos amigos en el mundo como para arriesgarse a perder uno. Desde este momento no hay marcha atras, lo sabe; tampoco es que el trecho que deba retroceder sea largo. Le cuenta a Charlie:
– Hace unos dias, cuando hice el reparto solo, vi algo raro. Vi a unos hombres sacando fajos de billetes de esa banqueta turca que lleve a la costa.
– ?La abrieron delante de ti?
– No. Me fui y luego volvi a escondidas y mire por la ventana. Su comportamiento me habia parecido sospechoso. Me entro curiosidad.
– Sabes lo que le hizo la curiosidad al gato, ?no?
– Lo mato. Pero la ignorancia tambien puede matar. Si tengo que hacer repartos, deberia saber que estoy repartiendo.
– ?Por que te pones asi? -dice Charlie, casi con ternura-. Creia que no querias saber mas de lo que puedes controlar. Para ser sinceros, el noventa y nueve de los muebles que transportas son solo eso, muebles.
– Pero ?quienes son el uno por ciento de afortunados a los que les toca el gordo? -Ahmad siente una liberacion tensa, ahora que el punto de no retorno ha pasado. Es como el alivio y la responsabilidad, imagina, que sienten un hombre y una mujer cuando se desnudan juntos por primera vez. Tambien Charlie parece sentirlo, su voz suena mas ligera tras haberse despojado de una capa de fingimiento.
– Los afortunados -explica- son verdaderos creyentes.
– ?Creen -conjetura Ahmad- en la
– Creen -puntualiza cuidadosamente Charlie- en la accion. Creen que se puede hacer algo. Que el campesino musulman de Mindanao no tiene por que morir de hambre, que el nino bengali no tiene por que ahogarse en unas inundaciones, que el aldeano egipcio no tiene por que quedarse ciego de esquistosomiasis, que los palestinos no tienen por que ser ametrallados por helicopteros israelies, que los fieles no tienen por que tragar con la arena y los excrementos de camello del mundo mientras el Gran Satan engorda con azucares, cerdo y petroleo a precio demasiado bajo. Ellos creen que mil millones de seguidores del islam no tienen por que corromper sus ojos, orejas y almas con los entretenimientos ponzonosos de Hollywood ni con el imperialismo economico despiadado para el cual el Dios judeocristiano es un idolo decrepito, una simple mascara tras la que se oculta la desesperacion de los ateos.
– ?De donde sale el dinero? -inquiere Ahmad al ver que ha llegado a su fin el discurso de Charlie, no tan distinto, despues de todo, del panorama mundial que pinta quiza mas refinadamente el sheij Rachid-. Y los que lo reciben, ?que hacen con el?
– El dinero sale -aclara- de quienes aman a Ala, tanto dentro como fuera de Estados Unidos. Piensa en esos cuatro hombres como semillas depositadas en un terreno, y en el dinero como agua para regarlo hasta que llegue el dia en que las semillas se abran y germinen.
– ?Y puede ser que el dinero venga -insiste Ahmad- a traves del tio Maurice? Con su llegada todo parece haber cambiado, a pesar de que no soporta el trabajo diario en la tienda. Y tu buen padre, ?hasta que punto esta metido en esto?
Charlie rie, indulgente; es uno de esos hijos que ha sobrepasado al padre pero sigue honrandolo, como Ahmad ha hecho con el suyo.
– Oye, ?quien eres, la CIA? Mi padre es un inmigrante chapado a la antigua, leal al sistema que le dio cobijo y prosperidad. Si llegara a enterarse de las cosas de que tu y yo estamos hablando, nos denunciaria al FBI.
Ahmad, en su nueva posicion de confidente, intenta hacer una broma:
– Quienes no tardarian en traspapelar la denuncia. Charlie no se rie. Dice:
– Lo que me has arrancado es un secreto importante. Asuntos de vida o muerte, campeon. No se si me habre equivocado al contarte todo esto.
Ahmad intenta minimizar lo ocurrido entre ellos. Se da cuenta de que ha engullido unos conocimientos que no puede escupir. «El saber es libertad», ponia en la fachada del Central High. El saber tambien puede ser una carcel, no hay salida una vez que has entrado.
– No te has equivocado. Me has contado muy poco. No fuiste tu quien me llevo de vuelta hasta la casa para mirar por la ventanita como contaban el dinero. Podrias haberme dicho que no sabias nada de nada y te habria creido.
– Podria -concede Charlie-. Quiza deberia haberlo hecho.
– No. Solo habrias interpuesto falsedad entre nosotros, alli donde hasta ahora habia confianza.
– Entonces dime: ?estas con nosotros?
– Yo estoy con quienes -dice Ahmad lentamente- estan con Dios.
– Vale. Con eso basta. Manten el mismo silencio que Dios sobre todo esto. No se lo cuentes a tu madre. Ni a tu novia.
– No tengo novia.
– Es verdad. Te prometi que haria algo para arreglarlo, ?no?
– Dijiste que tendria que echar un polvo.
– Exacto. Me ocupare.
– No, por favor. No eres tu quien debe ocuparse.
– Los amigos se ayudan -insiste Charlie. Alarga el brazo y aprieta el hombro del joven conductor; a Ahmad el gesto no termina de gustarle del todo, le recuerda a Tylenol acosandolo en el vestibulo del instituto.
El muchacho declara, con la dignidad viril que acaba de recibir:
– Una pregunta mas, y no volvere sobre el tema hasta que tu lo saques. ?Esta en marcha algun plan con esas semillas que necesitan agua?
Ahmad conoce tan bien las expresiones faciales de Charlie que no necesita ni mirar de soslayo para ver que sus labios de caucho van rumiando, como si exploraran la dentadura, y luego despiden un suspiro recargadamente exasperado.
– Como he dicho, siempre hay varios proyectos en fase de planteamiento, y se hace dificil predecir como se van a desplegar. ?Que dice el Libro, campeon? «Y los judios tramaron una intriga, pero Dios tramo contra ellos. ?Dios es el mejor de los que intrigan!»
– En estas intrigas, ?tendre algun dia un papel que desempenar?
– A lo mejor. ?Te gustaria, chaval?
De nuevo, Ahmad se ve en otra encrucijada, siente que una puerta se cierra a sus espaldas.
– Creo que si.
– ?Solo lo crees? Te quedas corto.
– Como tu dices, los sucesos particulares no son faciles de predecir. Pero las lineas estan claras.
– ?Las lineas?
– Las lineas de batalla. Los ejercitos de Satan contra los de Dios. Como se asevera en el Libro: «La impiedad es mas grave que la lucha».
– Exacto. ?Exacto! -aprueba Charlie, y sin moverse del asiento del copiloto se da un cachete en el muslo, como para despertarse-. Me ha gustado. Mas grave que la lucha. -Es un hombre de natural afable y divertido, y le ha costado mostrarse serio mientras hablaba con Ahmad como dos hombres paseando por el cementerio en el que algun dia habran de reposar-. Una cosa mas que habra que tener en cuenta -anade-. Se nos echa encima un
