tirando, intentando no pensar. Nadie quiere tener la responsabilidad, asi que los chavales, algunos, la asumen. Incluso lo puedes ver en un vertedero como el Central High, donde el perfil demografico determina a todos y cada uno de sus alumnos: el anhelo de hacer lo correcto, de ser bueno, de apuntarse a algo, al ejercito, a la banda de musica, a la pandilla, al coro, a la junta de estudiantes, o incluso a los
El desprendimiento interior la empuja a decir:
– Quiza porque intuyes que esta es tu ultima oportunidad.
– ?Mi ultima oportunidad de que?
– De compartir tus cosas conmigo.
– ?Que dices?
– Jack, esto va mal. Esta afectando a tu matrimonio y a mi tampoco me hace ningun bien. Al principio, si. Eres un tio genial… no eres solo un tio que este conmigo. Despues de haber tratado con varios imbeciles, me pareces un santo. Te lo digo de verdad. Pero yo tengo que tratar con la realidad, tengo que pensar en mi futuro. Ahmad ya se ha ido… lo unico que necesita de mi es que le ponga algo de comida en la nevera.
– Pero yo si te necesito, Terry.
– Si y no. Crees que mis cuadros son sandeces.
– Que va. Me encantan. Me gusta que los hagas de este tamano extra. Oye, si Beth…
– Si Beth tuviera un tamano extra, romperia el suelo. -Y, sentada en la cama, rie al imaginarselo; sus pechos saltan y quedan destapados, la parte de arriba con pecas, y la de abajo, junto a los pezones, jamas tocada por el sol, por mucho que la lista de hombres que han puesto ahi sus labios y sus dedos sea larga.
«La irlandesa que lleva dentro», piensa el. Eso es lo que le gusta, sin lo que no puede pasar. El nervio, la insolente chispa de locura que le sale a los pueblos reprimidos durante mucho tiempo: los irlandeses la tienen, los negros y los judios la tienen, pero el la ha perdido. Queria ser humorista pero se ha convertido en el brazo arisco de un sistema que no cree en si mismo. Levantandose tan temprano todas aquellas mananas lo que hacia era darse un tiempo en el que morir. Aprender a morir en tus ratos libres. ?Que dijo Emerson sobre estar muerto? Al menos no tienes que ir al dentista. Hace cuarenta anos, la frase le causo un gran impacto, cuando aun podia leer cosas que le interesaran. Esta pelirroja regordeta aun no esta muerta, y ella lo sabe. Pero el tiene que quejarse, acerca de Beth.
– Dejemosla fuera de esto. No puede evitar el estado en que se encuentra.
– Tonterias. Si ella no puede, ?quien puede, entonces? Y respecto a lo de dejarla fuera de esto, habria estado encantada, Jack, pero a ti te es imposible. La arrastras adondequiera que vayas. En tu cara parece que ponga, lo llevas escrito: «Bien, Senor, esto durara solo una hora». Me tratas como a una clase de cincuenta minutos. Puedo notar como esperas a que suene el timbre. -«Asi», piensa ella. Esta es la manera de espantarlo, de aparecer ante el como una persona repulsiva: atacar a su esposa-. Estas casado, Jack. ?Para mi estas demasiado casado, joder!
– No -le sale como un gemido.
– Si -dice Terry-. Intente olvidarlo pero no me dejaste. Abandono. Por mi bien, Jack, tengo que abandonar. Dejame.
– ?Y que pasa con Ahmad? La pregunta la sorprende.
– ?Que pinta Ahmad en todo esto?
– Estoy preocupado por el. Hay algo sospechoso en esa tienda de muebles.
La mala leche se le esta acabando; no ha ayudado mucho el que Jack estuviera ahi, echado en el calor y el sudor de su cama como si aun fuera su amante y tuviera algun derecho de arriendo.
– ?Y que? -exclama ella-. Todo es turbio en los tiempos que corren. Yo no puedo vivir la vida de Ahmad por el, ni tampoco la tuya. Te deseo lo mejor, Jack, de veras. Eres un hombre dulce y triste. Pero si me llamas o vuelves por aqui despues de cruzar hoy esa puerta, lo considerare acoso.
– Oye, no… -dice el con la voz entrecortada, deseando simplemente que las cosas vuelvan al cauce de hace una hora, cuando ella le recibio con un beso humedo cuyo efecto le llego hasta las ingles incluso antes de cerrar la puerta del apartamento. A el le gustaba tener una mujer aparte. Le gustaba su bagaje: que fuera madre, que fuera pintora, que fuera auxiliar de enfermeria, compasiva hacia los cuerpos de otras personas.
Ella sale de la cama, que huele a ambos.
– Vete, Jack -le pide, situandose fuera de su alcance. Con rapidez y recelo se agacha para recoger algunas ropas de donde las tiro. El tono se va volviendo pedagogico, como de reganina-. No seas plasta. Seguro que con Beth tambien eres como una sanguijuela. Chupando, chupandole la vida a esa mujer, apretada hasta la lastima que sientes por ti. No me extrana que coma. Te he dado lo que he podido, y ahora debo seguir adelante. Por favor. No me lo pongas dificil.
El empieza a molestarse y se opone al tono de reprimenda de esta furcia.
– No puedo creerme que esto este pasando, y sin motivo alguno -protesta. Se siente blando, demasiado flojo y apagado para salir de la cama; la imagen de la sanguijuela le ha calado hondo. Quizas ella tenga razon; el es una carga para el mundo. Intenta aranar tiempo-: Demonos unos dias para pensarlo -dice-. En una semana te llamo.
– Ni te atrevas.
Esta orden imperiosa lo irrita. Suelta:
– ?Me puedes repetir el motivo? Me lo he perdido.
– Eres profesor, debes saber lo que es hacer borron y cuenta nueva.
– Soy responsable de tutorias.
– Bueno, pues date algunos consejos. Arregla tu expediente.
– Si me deshago de Beth, ?que pasaria?
– No se. No mucho, seguramente. En cualquier caso, ?como lo harias?
Es verdad, ?como? Terry ya se ha puesto el sujetador, y se ajusta los vaqueros a tirones airados; la desnudez inerte de Jack se esta volviendo, a pasos agigantados, deshonrosa y abyecta. Dice:
– De acuerdo, ya hemos hablado bastante. Siento haber sido un burro. -Sigue tumbado. Le viene a la cabeza una melodia de hace tiempo, de cuando el centro de la ciudad estaba plagado de marquesinas de cine; una cancioncilla repetitiva, escurridiza. Canturrea las notas finales-: Didi-dit-dah-da-daaah.
– ?Que es eso? -exige ella, enfadada pese a haber ganado.
– No es de los Terrytoons. Es una cancion de otros dibujos, de la Warner Brothers. Al final, un cerdo tartamudo salia de un tambor y decia «?E-e-eso es todo, amigos!».
– No eres tan gracioso, ?sabes?
Jack se sacude la sabana de encima de una patada. Le gusta la sensacion de ser un animal peludo sin ropa, con sus viejos genitales colgando, sus pies de plantas amarillas oliendo a queso; le gusta la llamarada de alarma en los ojos saltones del otro animal. De pie, desnudo, el yo sexagenario, avellanado y encorvado de Jack Levy replica:
– Cojones, te voy a echar mucho de menos.
Mientras el aire fresco lame su piel, recuerda haber leido hace anos como el paleontologo Leakey, que encontro los mas antiguos restos humanos en la garganta de Olduvai, declaro que un ser humano podia capturar y matar con sus propias manos a cualquier presa, incluso a un depredador con dientes, si esta era mas pequena que el. Jack percibe ahora ese potencial en su interior. Podria reducir a este miembro mas pequeno de su propia especie, llevarlo al suelo y estrangularlo.
– Tu eras mi ultimo… -empieza a decir.
