aprisionadas entre su culo desnudo y el elegante cuti del tapiz; la idea le oprime la garganta. Todo lo que la rodea parece brillar: el lapiz de labios color coral, el cabello corto, moldeado con gel hasta hacer coletitas como puas de puerco espin, la purpurina dorada en el maquillaje graso de alrededor de sus ojos. Para llenar este silencio, Joryleen habla-: Aquellos eran tiempos faciles, comparados con la actualidad y su mercado laboral.
– ?Y por que no se busca Tylenol un empleo para ganar ese dinero que quiere?
– Lo que tiene en mente es demasiado grande para cualquier trabajo tradicional. Tiene previsto ser un pez gordo algun dia, y mientras tanto me pide que ponga un poco de pan en la mesa. No quiere que trabaje en la calle, solamente que le haga un favor aqui y alla, generalmente a algun blanco. Cuando estemos instalados me va a tratar como a una reina, dice. -Desde que terminaron el instituto se ha puesto un arito en una ceja, que se anade a lo que ya tenia, la cuenta de la nariz y la hilera de pendientes que parece una oruga comiendo de la parte superior de su oreja-. Bueno, Ahmad. No te quedes ahi como un pasmarote. ?Que te gustaria? Te podria hacer una mamada aqui mismo y zanjar el asunto, pero creo que tu senor Charlie preferia que pillaras cacho del todo, lo cual incluye condon y lavarse despues. Me ha pagado por un servicio completo, para que tuvieras lo que te apetezca. Me previno de que serias un poco timido.
– Joryleen, no soporto oirte hablar asi -gimotea Ahmad.
– ?Hablar como? ?Aun tienes la cabeza en el pais de Nunca Jamas arabe, Ahmad? Solo intentaba ser clara. Mejor nos desnudamos y nos echamos en una de estas camas. ?Tio, tenemos unas cuantas!
– Joryleen, quedate vestida. Te respeto igual que antes y, en cualquier caso, no quiero que me desvirguen hasta que me case como es debido con una buena musulmana, como dice el Coran.
– Pues ella te espera en el pais de Nunca Jamas, corazon, pero yo estoy aqui, dispuesta a ensenarte el mundo.
– ?Que quieres decir con eso de «ensenarme el mundo»?
– Ya veras. Ni siquiera tienes que sacarte esa camisa blanca de monas que me llevas, solo los pantalones. Uf, en el instituto me ponian a cien, tan ajustaditos.
Y, con la cara a la altura de su bragueta, Joryleen abre los labios, no tanto como cuando cantaba pero lo suficiente para que el pueda ver sus profundidades. Las membranas interiores y las encias brillan bajo sus dientes, un perfecto arco color perla, con la gruesa lengua palida al fondo. Abre interrogativamente los ojos cuando vuelve la mirada arriba.
– No seas asquerosa -protesta el, aunque la carne que se esconde tras su cremallera ha reaccionado.
Joryleen pone cara de fastidio, y lo provoca:
– ?Quieres que le devuelva el dinero al senor Charlie? ?Quieres que Tylenol me de una paliza?
– ?Lo hace?
– Intenta no dejarme marcas. Los chulos mas viejos le explican que cuando lo haces es como si te escupieras a ti mismo. -Deja de mirarle y le golpea suavemente con la cabeza por debajo del cinturon, la menea como un perro secandose.- Venga, precioso. Yo te gusto, esta clarisimo.
Con las dos manos -lleva las unas largas en todos los dedos- toca el bulto que se esconde tras la bragueta. El da un salto atras, no tan alarmado por la caricia de Joryleen como por el demonio del consentimiento y la sumision que crece en su interior, endureciendo una parte de su cuerpo y atontandolo en otra, como si le hubieran inyectado una sustancia espesante en la sangre; ella ha despertado en el una realidad melindrosa, la de un hombre que toma posesion de lo que le pertenece, en acto de servicio a la semilla que transporta en su interior. Las mujeres son sus campos. «Los bienaventurados estaran reclinados en alfombras forradas de brocados. Tendran a su alcance la fruta de los dos jardines.» Le dice a Joryleen:
– Me gustas demasiado para que te trate como a una puta.
Pero ella se ha puesto zalamera; este cliente dificil la excita, es un reto.
– Deja que me la meta en la boca -dice-. En el viejo Coran no es pecado. Es simplemente carino natural. Nos han hecho para esto, Ahmad. Y no viviremos eternamente. Nos hacemos viejos, enfermamos. Se simplemente tu mismo durante una hora, y nos haras un favor a los dos. ?No te gustaria jugar con mis preciosas y grandes tetas? Aun me acuerdo de como me mirabas el escote cada vez que nos encontrabamos en el instituto.
El se aparta de ella, las pantorrillas se le clavan en la cama de atras, pero esta tan aturdido por la tormenta que le bulle en la sangre que no dice nada cuando en un visto y no visto ella empieza a quitarse el ajustado top, ya lo ha pasado por el cuello, vuelven a liberarse sus cabellos destenidos a manchurrones, arquea la espalda y se desabrocha el vaporoso sujetador negro. El marron de sus pechos tiene la oscuridad de las berenjenas en los circulos que rodean sus pezones, que son de color carne. Al verselos asi, desnudos, purpura y rosa, no tan enormes como habian parecido cuando estaban medio tapados, Ahmad siente que esta, no sabe por que, mas cerca de la antigua y amable Joryleen, la que el conocia, si bien ligeramente, con su sonrisa a la vez engreida y tentadora frente a las taquillas.
Con la lengua adormecida y la garganta seca, el comenta:
– No quiero que le cuentes a Tylenol que hemos hecho y que no.
– Vale, no lo hare, prometido. De todos modos, tampoco le gusta oir que hago con los clientes.
– Quiero que te desnudes del todo. Simplemente nos echaremos y hablaremos un rato.
El que haya tomado esta iniciativa, por minima que sea, hace que Joryleen se amanse. Cruza las piernas, se quita una de sus botas puntiagudas, despues la otra, y se pone de pie; las puntas de su pelo con mechas rubias llegan, ahora que va descalza, a la altura de la garganta de Ahmad. Joryleen topa contra su torso mientras, aguantando el equilibrio primero sobre una pierna y despues sobre la otra, se baja la falda de vinilo roja y las negras bragas de encaje. Tras hacerlo, mantiene la barbilla y la vista bajas, a la espera, cruzando los brazos delante de los pechos, como si la desnudez la hubiera vuelto mas modesta.
El da un paso atras y, mientras se regocija mirando a la Joryleen real, descubierta, vulnerable, dice:
– La pequena Miss Simpatia. Yo me quedare vestido. A ver si encuentro una manta y unas almohadas.
– Hace calor y el ambiente ya esta bastante cargado -apunta-. No creo que necesitemos una manta.
– Una manta para poner debajo -explica el-. Para proteger el colchon. ?Tienes idea de lo que cuesta un buen colchon? -Casi todos estan protegidos con plastico, pero seria una superficie incomoda para echarse encima, se pegaria a la piel.
– Pues date prisa -protesta ella-. Estoy desnuda: imagina que alguien subiera.
– Me sorprende que te preocupe -contesta el-, cuando vas con tantos tios.
Ahmad ha asumido una responsabilidad, la de crear un emparrado para el y su hembra; la idea lo excita pero tambien lo desasosiega. Cuando llega a las escaleras se vuelve y la ve tranquilamente sentada junto a la lamparilla, ve como enciende un cigarrillo y el humo caracolea en el cono de luz. Baja corriendo, rapido, antes de que ella se evapore. Entre los muebles de la sala de exposicion principal no encuentra mantas, pero coge dos cojines estampados de un sofa de felpilla y sube ademas una pequena alfombra oriental, de metro veinte por metro ochenta. Con estos quehaceres apresurados se ha calmado un poco, pero las piernas aun le tiemblan.
– A tiempo -lo recibe Joryleen. El coloca los cojines y la alfombra sobre el colchon, y ella se echa sobre las cenefas entrelazadas de la alfombra, que esta ribeteada de azul: la imagen tradicional, le ha explicado Habib Chehab, de un oasis rodeado por un rio. Joryleen, con la cabeza apoyada en un brazo, sobre el almohadon, deja a la vista una axila afeitada-. Tio, esto es raro raro -dice cuando el se acuesta a su lado, sin zapatos pero vestido.
Se le va a arrugar la camisa, pero cuenta con que es un precio que debera pagar.
– ?Te puedo rodear con el brazo? -pregunta Ahmad.
– Virgen santa, pues claro. Tienes derecho a hacer mucho mas.
– Esto -le dice- es todo lo que puedo permitirme.
– Vale, Ahmad. Ahora relajate.
– No quiero que hagas nada que te sea repulsivo.
La ha hecho sonreir, y despues reir, con lo que el nota el calor de su halito en un lado del cuello.
– Ni te puedes imaginar lo dificil que me seria.
– ?Por que lo haces? ?Por que dejas que Tylenol te mande estas cosas?
Ella suspira, un nuevo chorro de vida en su cuello.
– No sabes casi nada del amor. El es mi hombre. Sin mi, no tiene mucho. Seria un tio patetico, y quiza lo amo tanto porque no quiero que llegue a descubrirlo. Para un negro que se ha criado pobre en New Prospect, tener a una mujer que se vende no es ninguna deshonra: es una manera de demostrar tu virilidad.
– Si, pero ?que es lo que quieres demostrar tu?
– Que puedo tragar mierda, supongo. Solo es por una temporada. No tomo drogas, asi es como se enganchan
