las chicas, se drogan para poder aguantar tanta mierda, y luego la adiccion se convierte en una mierda aun peor. Solo fumo un poco de hierba, y una caladita de crack de vez en cuando; no me meto nada por las venas. Cuando las circunstancias cambien, lo dejare.

– Joryleen, ?como van a cambiar?

– Cuando el salga adelante con algun contacto. O yo diga que no lo quiero hacer mas.

– No creo que te lo permita asi por las buenas. Tu misma acabas de decir que eres lo unico que tiene.

Ella delata la verdad de lo que ha dicho Ahmad con un silencio, un silencio que le suma densidad al cuerpo que el rodea con el brazo. Joryleen aprieta levemente su vientre contra el de el, que nota sus pechos como esponjas de agua caliente a la altura del bolsillo delantero de la camisa, cada vez mas arrugada. Fuera de su alcance estan los dedos de los pies de la muchacha -cuyas unas, se ha dado cuenta cuando se desnudaba, lleva pintadas de rojo, mientras que en las de las manos ha combinado longitudinalmente el color plata y el verde-, que le rascan los tobillos en juguetona solicitud. Acepta maravillado esos toquecitos, que se mezclan en sus sentidos con los olores que despiden el pelo, el cuero cabelludo y el sudor de Joryleen y con la abrasion aterciopelada de su voz, tan cerca de su oido. En su respiracion percibe una ronquedad que tiene sus propios temblores.

– No quiero hablar sobre mi -le pide-. Me asustan este tipo de charlas.

Debe de ser consciente, aunque con menor intensidad que el, del nudo de excitacion que se le concentra bajo la cintura, pero obedeciendo el pacto que el ha impuesto no lo toca. Ahmad nunca ha experimentado el tener poder sobre otra persona, no desde que su madre, sin la ayuda de un marido, tuvo que preocuparse por sustentarlo. El insiste:

– ?Y que pasa con el canto coral en la iglesia? ?Como cuadra aquello en esto?

– Pues no cuadra. Ya no canto. Mi madre no entiende por que lo he dejado. Dice que Tylenol es una mala influencia. No sabe la razon que tiene. Oye: el trato era que podias follarme, no interrogarme.

– Solo quiero estar contigo, lo mas cerca que pueda.

– Anda, tio. Eso ya me lo han dicho antes. ?Hombres! Son todo corazon. A ver, hablame de ti. ?Que tal le va al viejo Ala? ?Como llevas lo de ser santo ahora que las clases han terminado y hemos entrado en el mundo real?

Los labios de Ahmad se retiran unos centimetros de su frente. Decide ser franco con ella sobre este aspecto de su vida que su instinto le suele pedir que proteja de todos, incluso de Charlie, incluso del sheij Rachid.

– Me sigo manteniendo en el Recto Camino -explica a Joryleen-. El islam sigue siendo mi consuelo y mi guia. Pero…

– ?Pero que, carino?

– Cuando me dirijo a Ala e intento pensar en El, caigo en la cuenta de lo solo que esta en el espacio sembrado de estrellas que Su voluntad ha creado. En el Coran, se lo nombra el Lleno de Amor, el Subsistente. Al principio pensaba mas en lo del amor, pero ahora me sorprende esa subsistencia, entre tanta desolacion. La gente siempre esta pensando en si misma -le dice a Joryleen-. Nadie piensa en Dios, en si sufre o no, en si le gusta ser lo que es. ?Que hay en el mundo que pueda ver y de lo que pueda sentirse satisfecho? Y cuando reflexiono acerca de estas cosas, cuando intento imaginarme a Dios como un ser humano amable, mi maestro el iman suele decirme que son blasfemias que merecen el fuego eterno del Infierno.

– Cielo santo, cuantas cosas llevas metidas en la cabeza. Quizas El nos ha dado el uno al otro, para que no estemos tan solos como El. Mas o menos es lo que dice la Biblia.

– Si, pero ?que somos? En el fondo somos animales apestosos, con un monton de necesidades animales y con vidas mas cortas que las de las tortugas.

Esto, que mencione a las tortugas, le arranca una risa a Joryleen; cuando rie, todo su cuerpo desnudo vibra contra el de Ahmad, de modo que el piensa en como los intestinos y el estomago y todo lo demas queda metido ahi dentro, dentro de ella, en un lugar que tambien encierra un espiritu carinoso, cuyo halito recibe en un lado del cuello, donde Dios esta tan cerca de el como la vena yugular. Ella dice:

– Sera mejor que controles todas esas ideas locas que tienes, o te vas a volver majara.

Los labios de Ahmad se acercan a su frente.

– A veces siento el anhelo de unirme a Dios, de aliviar su soledad. -En cuanto termina de pronunciar estas palabras las reconoce como blasfemas; en la sura veintinueve esta escrito: «Dios, ciertamente, puede prescindir de sus criaturas».

– ?Te refieres a morir? Me estas asustando otra vez, Ahmad. ?Que hace esa polla que se me esta clavando? ?Con tanto hablar no se habra cansado? -Lo toca con mano rapida, experta-. No, tio, ahi esta, aun desea lo suyo. No puedo soportarlo, no puedo estar en vilo. Tu no hagas nada. Que Ala me eche a mi la culpa. La acepto, solo soy una mujer, pase lo que pase seguire siendo sucia.

Joryleen coloca una mano en cada nalga del chico, a traves de los vaqueros negros, y apretandolo ritmicamente contra sus turgencias lo va elevando y elevando hasta transfigurarlo, en una convulsion, hasta un reves de la boveda de su yo repleto de nudos, al igual que lo que tal vez ocurra cuando el alma accede, tras la muerte, al Paraiso.

Los dos cuerpos jovenes quedan juntos, dos alpinistas jadeantes que han subido hasta un saliente. Joryleen dice:

– Vaya, pues mira. En los pantalones te ha quedado una mancha, pero no hemos tenido que usar condon y te mantienes virgen para esa novia tuya con el panuelo en la cabeza.

– Una hiyab. Puede que esa novia nunca llegue a existir.

– ?Por que dices eso? El aparato te funciona, y ademas estas de buen ver.

– Es un presentimiento -responde el-. Quiza tu seas lo mas parecido a una novia que yo pueda tener. -En leve tono acusador anade-: No te he pedido que lo hicieras, que me corriera.

– Me gusta ganarme el dinero -contesta Joryleen. A el le sabe mal que ella empiece una conversacion relajada, que se aleje de la sutura tensa y humeda que los ha unido en un solo cuerpo-. No se de donde sacas esos malos presentimientos, pero ese amigo tuyo, Charlie, parece que trama algo. ?Por que habia de prepararte este casquete, si tu no se lo habias pedido?

– Pensaba que yo lo necesitaba. Y quiza tuviera razon. Gracias, Joryleen. Aunque, como has dicho, ha sido impuro.

– Es casi como si te estuvieran cebando.

– ?Quien? ?Para que?

– Y yo que se, tontin. Pero quedate con mi consejo. Apartate de ese camion.

– Y tu supon que yo te digo que te mantengas alejada de Tylenol.

– No es tan facil. Es mi hombre. Ahmad intenta comprenderla:

– Los dos buscamos unirnos, aunque sea con mala fortuna.

– Tu lo has dicho.

La mancha en sus calzoncillos empieza a secarse, se pone pegajosa; con todo, el se resiste cuando Joryleen intenta quitar su brazo de encima.

– Tengo que irme -dice.

El la abraza mas fuerte, con cierta ferocidad.

– ?Te has ganado tu dinero?

– ?Ah, no? A mi me parece que aqui alguien ha soltado un buen chorro.

El quiere unirse a su impureza.

– No hemos follado. Quiza deberiamos. Es lo que Charlie querria.

– Ya te vas haciendo a la idea, ?eh? Esta vez es demasiado tarde. De momento te dejamos puro.

La noche ha caido fuera de la tienda de muebles. Estan a dos camas de la solitaria lampara de noche encendida, y a su tenue luz el rostro de Joryleen, apoyado en el cojin de felpilla blanca, es un ovalo negro, un ovalo perfecto que contiene los destellos y los pequenos movimientos de sus labios y sus parpados. A ojos de Dios esta perdida, pero da su vida por otro, para que Tylenol, ese maton patetico, pueda vivir.

– Haz una cosa mas por mi -suplica Ahmad-. Joryleen, no puedo soportar que te vayas.

– ?Que quieres que haga?

– Cantame.

– Tio. Si, claro, eres un hombre. Siempre quereis alguna cosa mas.

– Solo una cancion. Alla en la iglesia me encanto ser capaz de distinguir tu voz entre todas las demas.

– Y ahora alguien te ha ensenado a camelar. Tengo que sentarme. No puedo cantar tumbada. Tumbarse solo

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