– Un trabajo similar al de un detective, vinculado extraoficialmente con el bufete de mi antiguo abogado.

– Parece interesante y, ademas, estas preparado para ello. Eras de los mejores de nuestra promocion.

– Si, y de los de menos cabeza.

– No vuelvas a empezar con eso y cuentamelo todo desde el principio.

– En estos momentos estoy con el primer caso que me ha venido a traves del bufete y creo que me vendria bien tu ayuda.

– Puedes contar con ella, pero dejate de rodeos y dime de que se trata.

Inaki le repitio, casi literalmente, lo dicho en la reunion que habia tenido con Carlos Arroniz en el despacho del abogado y le explico las gestiones que habia realizado hasta el momento. Cuando acabo su exposicion le dijo que era lo que podia hacer ella para ayudarle.

– ?Podras hacerlo?

– ?Bromeas? -contesto ella-. Sera coser y cantar. ?O que piensas, que eres el unico que no ha perdido cualidades?

– No se trata de eso, pero no quisiera que por mi culpa te metieras en lios.

– Descuida, ya me conoces y sabes que solo me meto en los lios que quiero.

– Queria decirte una ultima cosa.

– ?De que se trata?

– Bueno, quiero que sepas que si hubiera sido tan solo para pedirte este favor no te habria llamado.

– Lo se -contesto Miren sonriendo.

10

No habia caso, pensaba Rojas. El comisario opinaba que todo habia sido un accidente y la jueza iba a corroborar esa opinion dando carpetazo al asunto o, por decirlo mas tecnicamente, dictando auto de sobreseimiento. Ni siquiera la mujer de Andoni Ferrer estaba dispuesta a admitir la hipotesis del asesinato. Quiza porque no habia habido asesinato y sus deseos de trabajar en algo importante le habian jugado una mala pasada.

?Pueden equivocarse un comisario y una magistrada? Claro que si, pero ?al unisono? ?No seria mas logico pensar que era el quien se equivocaba? Despues de todo, era el neofito del Grupo de Homicidios y sus propios companeros se inclinaban a pensar que ahi no habia nada.

Volvio a leer el informe que acababan de traerle del Gabinete de Identificacion. Nada. O mejor dicho, mucho; sus colegas habian hecho un trabajo concienzudo, pero nada que avalara la tesis de que se habia producido un homicidio. Dejo los papeles encima de su mesa y se levanto. Se ahogaba en ese cuartucho. Le vendria bien salir un poco. Ademas, tenia otras cosas que hacer, y como las abandonara durante mucho tiempo iba a recibir una sonora bronca del atildado Manrique.

En las escaleras se encontro con Javier Moro, un antiguo companero de la Academia de Policia destinado en el Grupo B de Estupefacientes. Conservaban una buena amistad de su epoca de aprendices de policia; por eso se entretuvieron un rato charlando. En un momento de la conversacion Moro le pregunto por el caso que estaba llevando.

– Me parece que no hay caso, Javier. Y si lo hay, todavia peor, porque no tengo por donde agarrarlo. Ni el comisario, ni el Juzgado, ni siquiera la familia me apoyan. Y el informe del laboratorio les da la razon a ellos, no a mi. Quiza sea porque no la tengo.

– Bueno, eso nos ocurre a todos y a todas horas. Yo que tu no me comeria el tarro. De todas maneras, ?por que no hablas con Dios?

– Dejate de chorradas, que con este asunto no estoy para bromas. Sin pruebas, ni Dios ni toda su corte celestial conseguirian que Manrique me respaldara -respondio, taciturno, Rojas.

– No, hombre, no, no me referia a eso, te tiene atontado el caso -dijo, entre carcajadas, Moro-, aunque de vez en cuando no nos vendria nada mal que nos echara una mano. Te estoy hablando de Luis de Dios; ?no sabes quien es?, el jefe del Grupo A de Estupefacientes.

– Si, es verdad, perdona, no habia caido, para que veas como estoy por culpa del dichoso asunto, pero ?crees que podria ayudarme?

– Hombre, hasta que no hables con el no lo sabras; lo que si puedo decirte es que estuvo conversando hace unos dias con ese tal Ferrer. Estuvo en el grupo nuestro, porque queria efectuar una entrevista con un inspector destinado en Estupefacientes, asi que se lo pasamos a De Dios, que es el unico que tiene paciencia con los periodistas, y le atendio al momento. Entre nosotros, ese cabron de Luis hara carrera, te lo digo yo. Es mejor relaciones publicas que tu jefe, que ya es decir. Bueno, Manolo, te dejo que voy con prisa, y no te olvides de hablar con Dios. Igual no resuelves el caso, pero seguro que vas al cielo -concluyo entre grandes risotadas.

La oficina del Grupo A se parecia a la suya lo mismo que un mormon de esos que vienen desde Salt Lake City - no se sabe si a convertirnos o a vendernos un cursillo para triunfar en la vida- a otro mormon. Y Luis de Dios se parecia al comisario Manrique como el mormon anterior a su hermano gemelo, con la diferencia de que De Dios era mas joven y afectuoso. Le estrecho con fuerza la mano, le palmeo repetidamente la espalda y por ultimo le invito a sentarse.

– Si, hombre, Manuel Rojas, naturalmente que se quien eres, aunque hasta ahora nunca hayamos coincidido. Estas en Homicidios, ?verdad? Ese si que es un buen trabajo. Cuando yo era pequeno queria ser poli para descubrir asesinos, como Hercules Poirot. ?Has leido a Agatha Christie? Yo tengo todas sus novelas. La gente piensa que nosotros no leemos esa cosas porque estamos saturados. Paparruchas. De los unicos crimenes que disfrutamos es precisamente de los que son ficticios, aquellos que leemos en casa con la bata puesta, sentados en un confortable sofa junto a la chimenea, con el perro a nuestros pies y un vaso de buen whisky en la mano, ?no estas de acuerdo? Pues claro que si, hombre; mejor eso que tener que patearte la ciudad un dia de lluvia, con ocho grados bajo cero, para detener a un tio que muchas veces no sabe ni sorberse los mocos solo. La verdad es que yo no tengo perro ni chimenea, pero lo demas lo disfruto a tope. Aunque ya sabes, yo propongo y el otro Dios dispone. -Se rio de su propio chiste, lo solia contar unas veinte veces al dia-. Asi que aqui me ves, zambullido de lleno en el mundo de la droga en vez de investigando asesinatos de calidad, como en la novela de John Le Carre. Los de Homicidios si que vivis bien. Trabajo bonito y la fama para vosotros. Ojo, no te mosquees, la verdad es que me gusta ser estupa. Conoces gente muy interesante y encantadora -volvio a reirse- pero bueno, hombre, perdona que me enrolle asi, es mi modo de ser, seguro que te estoy aturdiendo. Dime que necesitas.

– Se trata del caso en que estoy trabajando. El posible asesinato de un periodista, Andoni Ferrer.

Ante las palabras «posible asesinato» y «Andoni Ferrer», De Dios reacciono como lo que era: un buen policia. Aparentemente nada habia cambiado en su actitud, pero en sus ojos Rojas adivino que a partir de ese instante su interlocutor iba a olvidarse de la chachara superficial y de las estentoreas risotadas e iba a poner una extremada atencion a sus palabras.

– Estoy en un callejon sin salida. Creo que ha habido asesinato, pero no veo el modo de demostrarlo. No se trata ya de encontrar al asesino, sino tan solo de conseguir que se considere el hecho como asesinato y se me apoye en la investigacion.

– Murio al tomar una dosis, ?no? Podria ser perfectamente asesinato. Una jeringuilla puede ser un arma tan mortal como un hacha o una recortada.

– Si, con la diferencia de que si encontramos algun dia un tipo con un hacha incrustada en mitad del craneo no habra juez o comisario que se atreva a aventurar que ha sido un accidente.

– Ese es el problema por lo que veo. La jueza y Manrique creen que no hay asesinato, que lo que tienes entre manos es un accidente.

– Asi es.

– ?Y cual es tu opinion?

– Al principio creia firmemente que se trataba de un asesinato, como ya te he comentado, pero no se que pensar, aunque continuo aferrado a esa idea. Es algo mas instintivo que real. En el fondo, Manrique y la jueza tienen razon cuando alegan que no hay pruebas suficientes que avalen el inicio de una investigacion, pero me resisto a abandonar, siento en las tripas que no debo abandonar, que ahi tiene que haber algo.

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