como el pico de una ave de rapina, y a sus feas orejas asoplilladas.

— Si en el planeta ha ocurrido una catastrofe, no tendremos ninguna posibilidad de aprovisionarnos de anameson. El vuelo a poca altura en torno al planeta, y tanto mas la toma de tierra, disminuiran nuestras reservas de combustible planetario. Ademas, no sabemos que ha pasado. Puede haber alli potentes radiaciones que nos maten a todos.

Los demas miembros de la expedicion apoyaron al jefe.

— Ninguna clase de radiaciones planetarias pueden ser peligrosas para una nave con coraza cosmica, como la nuestra. ?A que se nos ha enviado aqui? A poner en claro lo ocurrido, ?no es cierto? ?Que va a responder la Tierra al Gran Circuito? No basta con constatar el hecho. Eso es muy poco; hay que explicarlo ademas. ?Perdonenme estos razonamientos de escolar! — dijo Erg Noor. Y en el habitual timbre metalico de su voz habia un dejo de ironia —. No creo que podamos eludir nuestro indeclinable deber…

— ?La temperatura de las capas superiores de la atmosfera es normal! — exclamo Niza con alegria.

Erg Noor sonrio e inicio el descenso con precaucion, espira tras espira, aminorando la marcha de la astronave a medida que se iban aproximando a la superficie del planeta.

Zirda era un poco mas pequena que la Tierra, y para circundarla en bajo vuelo no se requeria una velocidad muy grande. Los astronomos y el geologo confrontaban los mapas del planeta con las indicaciones de los aparatos opticos de la Tantra. Los continentes conservaban sus contornos, identicos a los de antes, los mares brillaban serenos a la roja luz del sol. Las cadenas montanosas tampoco habian cambiado de configuracion y tenian el mismo aspecto que en las fotografias anteriores, pero el planeta callaba.

La gente llevaba treinta y cinco horas en sus puestos de observacion, sin abandonarlos ni un momento.

La composicion de la atmosfera, la irradiacion del sol rojo, todo coincidia con los datos que se poseian acerca de Zirda. Erg Noor abrio el anuario correspondiente a este planeta y busco las tablas con los datos de su estratosfera. La ionizacion era mas fuerte que de ordinario. Una vaga sospecha empezo a alentar en su mente, llenandole de inquietud.

A la sexta espira del descenso, se divisaron los contornos de las grandes ciudades.

Pero en los receptores de la astronave, al igual que antes, no se oia senal alguna.

Niza Krit, que habia sido relevada para que tomase un refrigerio, creia estar sumida en leve sopor. Le parecia haber dormido nada mas que unos minutos. La astronave volaba sobre la parte de Zirda envuelta en las sombras de la noche, a una velocidad no superior a la de un simple espiroptero terrestre. Alli abajo debian de extenderse las ciudades, las fabricas, los puertos. Mas ni una sola luz se columbraba en las profundas tinieblas, por mucho que los potentes estereotelescopios las explorasen. El trepidante fragor de la atmosfera, al ser hendida por la astronave, tenia que oirse a decenas de kilometros.

Paso una hora. Seguia sin aparecer la menor luz. La angustiosa espera se iba haciendo insoportable. Noor conecto las sirenas de aviso. Un espantoso rugido se expandio hacia la insondable negrura de alla abajo. Los hombres de la Tierra confiaban en que, fundido con el fragor del aire, lo oirian los moradores de Zirda, que guardaban un enigmatico silencio.

Un resplandor de fuego rasgo las siniestras tinieblas. La Tantra habia entrado en la zona iluminada del planeta. Abajo, todo continuaba envuelto en una oscuridad aterciopelada. Las fotografias, ampliadas rapidamente, mostraron que aquello era un tapiz de flores semejantes a negras amapolas terrestres, que se extendia en millares de kilometros, sustituyendo todo: bosques, matorrales, juncos y hierbas. Las calles de las ciudades resaltaban en el manto sombrio como costillas de esqueletos gigantescos, las construcciones de hierro parecian rojas heridas. No habia en parte alguna ni un solo ser vivo, ni un arbol; unicamente aquellas amapolas negras…

La Tantra lanzo una estacion-bomba de observacion y entro de nuevo en la noche. Al cabo de seis horas, la estacion-robot informo acerca de la composicion del aire, de la temperatura, de la presion y demas condiciones existentes en la superficie del planeta.

Todo era alli normal, excepto un exceso de radiactividad.

— ?Monstruosa tragedia! — barboto con sofocada voz el biologo Eon Tal, en tanto anotaba los ultimos datos suministrados por la estacion —. ?Se han matado ellos mismos y han destruido todo su planeta!

— ?Sera posible? — pregunto Niza, tratando de contener las lagrimas —. ?Que espanto!

No me lo explico, pues la ionizacion no es tan fuerte…

— Desde entonces, han pasado bastantes anos — respondio severo el biologo. Su rostro circasiano, de nariz aguilena y aspecto viril, a pesar de su juventud, tenia una expresion dura —. Esta desintegracion radiactiva es precisamente peligrosa porque va aumentando de un modo imperceptible. La cantidad total de emanaciones ha podido ir creciendo durante siglos, kor a kor, como llamamos nosotros a las biodosis de radiacion, y de pronto, un salto cualitativo! Se anula la procreacion, viene la esterilidad y surgen, por anadidura, las epidemias de origen radiactivo… No es la primera vez que esto ocurre. El Gran Circuito ha conocido catastrofes semejantes…

— Como la del llamado «Planeta del sol violaceo» — resono detras de ellos la voz de Erg Noor.

— Lo mas tragico — comento el taciturno Pur Hiss — es que su extrano sol, setenta y ocho veces mas luminoso que el nuestro y de la clase espectral A-cero, aseguraba a los habitantes una energia muy elevada…

— ?Donde esta ese planeta? — inquirio el biologo Eon Tal —. ?No es el que el Consejo se propone poblar?

— El mismo. En su honor se dio el nombre de Algrab a la nave que acaba de perecer.

— ?La estrella Algrab o Delta del Cuervo! — exclamo asombrado el biologo —. ?Pero esa esta muy lejos!

— A cuarenta y seis parsecs. Mas nosotros construimos astronaves que hacen raids cada vez mas largos…

El biologo asintio con la cabeza y barboto que no habia sido un acierto dar a aquella astronave el nombre de un planeta perecido.

— Mas la estrella sigue existiendo, y el planeta tambien. Antes de un siglo, la habremos cubierto de vegetacion y poblado — repuso Erg Noor, con convencimiento.

Se habia decidido a una maniobra dificil, consistente en cambiar el curso orbital de la nave, que era latitudinal, haciendolo longitudinal para seguir a lo largo del eje de rotacion de Zirda.

?Como iban a abandonar el planeta sin tener la certeza de que todos sus habitantes habian muerto? Tal vez los supervivientes no pudieran pedir socorro, debido a que las centrales energeticas estuviesen destruidas y los aparatos averiados.

No era la primera vez que Niza veia a Erg Noor ante el cuadro de comando en un momento critico. Con el rostro impenetrable, lleno de firmeza, los movimientos bruscos y siempre exactos, le parecia un heroe legendario.

De nuevo, la Tantra recorria sin esperanza su ruta alrededor de Zirda; ahora de un polo a otro. En algunos lugares, sobre todo en las latitudes medias, aparecian anchas zonas de terreno sin vegetacion alguna. Alli flotaba en el aire una niebla amarilla, a traves de la cual se vislumbraban, como un mar encrespado, unas gigantescas dunas de arena roja, azotadas por el viento.

Mas alla, volvian a extenderse, como un funebre manto de terciopelo, las amapolas negras, unicas plantas que habian resistido a la radiactividad o experimentado, bajo su influencia, una mutacion viable.

Todo estaba claro. Era inutil, e incluso peligroso, buscar entre aquellas ruinas muertas los depositos de anameson reservado, por recomendacion del Gran Circuito, para los viajeros procedentes de otros mundos (Zirda no tenia aun astronaves y solo contaba con navios trasplanetarios). La Tantra empezo a desenrollar lentamente la espira de su vuelo, en sentido inverso, para alejarse del planeta. Tomando una velocidad de diecisiete kilometros por segundo con sus motores ionicos a chorro, utilizados para los viajes interplanetarios, despegues y tomas de tierra, la astronave dejo atras el planeta muerto.

Puso rumbo a un sistema inhabitado, unicamente conocido por una cifra convencional, al que se habian lanzado unos faros-bomba y donde debia esperar el Algrab. Los motores de anameson fueron conectados. En cincuenta y dos horas, con su fuerza, imprimieron a la astronave su velocidad normal de novecientos millones de kilometros por hora. Hasta el lugar del encuentro quedaban quince meses de viaje, once computando por el tiempo dependiente de la nave. Toda la tripulacion, salvo el grupo de guardia, podia sumirse en el sueno. Pero la discusion general, los calculos y la preparacion del informe al Consejo ocuparon un mes entero. En los anuarios referentes a Zirda se mencionaban peligrosos experimentos realizados con combustibles atomicos de

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