comando empezaron a perder el conocimiento. Ingrid cayo de rodillas, mientras Pei Lin, en su sillon, se esforzaba por alzar la cabeza, pesada como el plomo.

Key Ber sintio un miedo absurdo, zoologico, y un desamparo infantil.

El golpeteo de los motores, cada vez mas precipitado, se convirtio en un rugido continuo. El «cerebro» electronico de la nave luchaba — en lugar de sus duenos, medio desvanecidos —, potente a su manera, pero limitado, ya que era incapaz de prever las complejas consecuencias y de hallar una solucion en los casos excepcionales.

Disminuyo el balanceo de la Tantra. Las columnillas indicadoras de las reservas de cargas ionicas planetarias descendian raudas. Al recobrarse, Pei Lin comprendio que el extrano acrecentamiento de la fuerza de atraccion era tan rapido, que se requeria tomar urgentes medidas para detener la marcha de la nave y cambiar bruscamente de ruta.

Movio hacia adelante la palanca de los motores de anameson. Cuatro altos cilindros de nitrito borico, visibles por una mirilla del cuadro de comando, se iluminaron interiormente.

Una llama verde se alzo briosa dentro de ellos, zigzagueante como un relampago, corrio en igneos arroyuelos y enrollose en cuatro espirales apretadas. Delante, en la proa de la nave, un potente campo magnetico habia envuelto las toberas de los motores para preservarlas de la destruccion inmediata.

El astronauta adelanto mas la palanca. A traves del verde remolino, se diviso el rayo rector, un flujo grisaceo de particulas K. Otro movimiento, y, deslumbrante, un fulgor violeta se expandio a lo largo del rayo gris. Era la senal de que el anameson empezaba su impetuosa inyeccion. Todo el cuerpo de la astronave se estremecio agitado por una vibracion de alta frecuencia, apenas perceptible, pero penosa de soportar…

Erg Noor, luego de haber tomado la dosis necesaria de alimentos, yacia en dulce somnolencia, sometido a un masaje electrico, extraordinariamente grato, tonificador del sistema nervioso. El sopor que aun entorpecia su cerebro y su cuerpo iba desapareciendo poco a poco. La melodia despertadora resonaba en tono mayor y con ritmo creciente…

De pronto, una impresion desagradable, exterior, vino a interrumpir el gozo del retorno a la vida, despues de noventa dias de sueno. Erg Noor se sintio jefe de la expedicion y empezo a hacer desesperados esfuerzos para volver al estado normal. Por fin, se dio cuenta de que la astronave frenaba apresuradamente con los motores de anameson; por consiguiente algo ocurria. Intento levantarse, pero su cuerpo continuaba inerte. Se le doblaron las piernas y cayo al suelo, como un fardo. Al cabo de unos instantes, consiguio arrastrarse hasta la puerta del camarote y abrirla. Su conciencia se esclarecia a traves de las brumas del sueno. Ya en el pasillo, se incorporo un poco y, a gatas, logro llegar al puesto central, donde se derrumbo pesadamente.

Las personas que alli estaban, con los ojos clavados en las pantallas y esferas, se volvieron asustadas y corrieron hacia el jefe. Erg Noor, incapaz de levantarse, balbucio:

— ?En las pantallas, en las delanteras… enciendan la luz infrarroja… paren… los motores!

Los cilindros de nitrito borico se apagaron al mismo tiempo que cesaba la vibracion de la astronave. En la pantalla delantera de la derecha aparecio una enorme estrella que irradiaba una tenue luz pardo-rojiza. Todos quedaron inmoviles al instante, sin apartar los ojos del inmenso disco que habia surgido de las tinieblas ante la misma proa de la nave.

— ?Ah, necio de mi! — exclamo Pei Lin con amargura —. ?Yo estaba convencido de que nos encontrabamos cerca de una nube opaca! Y esto es…

— ?Una estrella de hierro! — grito Ingrid Ditra con espanto.

Erg Noor, agarrandose al respaldo de un sillon, se levanto del suelo. Su rostro, palido de ordinario, tenia una tonalidad azulenca, pero sus ojos brillaban con el vivo fulgor de siempre.

— Si, una estrella de hierro — dijo lentamente —. ?El terror de los astronautas!

Nadie se imaginaba hallarla en aquella region, y las miradas de todos se volvieron hacia el jefe con temor y esperanza.

— Yo pensaba solo en la nube — se justifico quedo Pei Lin, en tono de culpa.

— Una nube opaca con tal fuerza de gravitacion debe contener particulas solidas, bastante voluminosas, y la Tantra habria perecido ya. Es imposible evitar una colision en un enjambre semejante — repuso Erg Noor en voz baja, pero firme.

— Mas esos bruscos cambios de intensidad del campo, esos remolinos ?no senalan, acaso, sin lugar a dudas, la presencia de una nube?

— O la de un planeta de la estrella; puede que sea mas de uno…

El astronauta se mordio los labios hasta hacerse sangre. El jefe, alentador, inclino la cabeza y apreto los botones despertadores.

— ?Pronto, el parte de observaciones! ?Calculemos las isogravimetricas!

La nave volvio a balancearse. Algo, monstruosamente grande, paso por la pantalla con celeridad vertiginosa, quedo atras al instante y desaparecio.

— Ahi esta la respuesta… Hemos contornado un planeta ?Pronto, pronto, a trabajar! — y la mirada del jefe se detuvo en los contadores del combustible. Aferrose al respaldo del sillon e iba a decir algo, pero se callo.

Capitulo II. LA EPSILON DEL TUCAN

Un suave tintineo de cristal resono sobre la mesa, acompanado de unas lucecillas anaranjadas y azul celeste. Multicolores reflejos centellearon en el translucido tabique.

Dar Veter, director de las estaciones exteriores del Gran Circuito, continuaba observando la luminosa Via Espiral. Su gigantesco arco se combaba en la altura, reflejandose en curva franja amarilla mate que bordeaba el mar. Sin apartar los ojos de el, Dar Veter alargo la mano y puso la palanquilla en la letra R: las reflexiones no habian terminado.

Aquel dia se habia producido un gran cambio en la vida de el. Por la manana, su sucesor, Mven Mas, elegido por el Consejo de Astronautica, habia llegado de la zona habitada del hemisferio austral. La ultima emision por el Circuito la realizarian juntos, y luego…

Precisamente aquel «luego» no estaba resuelto aun. Durante seis anos, habia llevado a cabo un trabajo que requeria una tension extrema y para el que se elegia a personas de relevantes facultades, excelente memoria y conocimientos enciclopedicos. Cuando, con maligna tenacidad, empezaron a repetirsele los accesos de indiferencia hacia el trabajo y la vida — la mas grave de las enfermedades humanas —, le reconocio la celebre psiquiatra Evda Nal. El viejo y probado remedio — musica de tristes acordes en la sala de los suenos azules, penetrada de ondas calmantes — no dio resultado alguno.

Solo quedaba cambiar de actividades y someterle a una cura de trabajo manual, alli donde todavia fuese necesario el cotidiano esfuerzo de los musculos. Su buena amiga, la historiadora Veda Kong, le habia propuesto la vispera que fuese a trabajar con ella de excavador. En las excavaciones arqueologicas, las maquinas no podian hacerlo todo, y la ultima labor la realizaban manos humanas. Aunque no habia falta de voluntarios, Veda le prometio un largo viaje a la region de las antiguas estepas, en el seno de la naturaleza.

?Si Veda Kong supiera!.. Aunque ella estaba enterada de todo absolutamente. Veda amaba a Erg Noor, miembro del Consejo de Astronautica y jefe de la 37a expedicion astral. Erg Noor debia dar sus noticias desde el planeta Zirda. Mas si no se recibia comunicado alguno, pese a que todos los calculos de los vuelos interestelares eran completamente exactos, ?seria inutil sonar en conquistar el corazon de Veda! El vector de la amistad era lo unico, lo mas grande que los unia. Sin embargo, ?el iba a trabajar con ella!

Dar Veter, moviendo una palanca, apreto un boton, y la estancia se inundo de clara luz.

Un gran ventanal hacia las veces de pared de una espaciosa, inmensa sala, pendiente sobre la tierra y el mar. Dando vuelta a otra palanquilla, inclino hacia el aquella pared de cristal, que dejo al descubierto el cielo, cuajado de estrellas, cortando con su marco metalico las luces de las carreteras, de los edificios y los faros costeros de alla abajo.

La atencion de Dar Veter estaba fija en la esfera, de tres circulos concentricos, del reloj galactico. El Gran Circuito transmitia sus informaciones a cada cienmilesima de segundo galactico, es decir, cada ocho dias, o

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