– ?Quieres un Dajm?

– No, no me gustan.

– ?Japp, mejor?

Tommy levanto la vista del mando a distancia, sonriendo.

– ?Tienes de los dos?

– Si.

– ?Mangados?

– … Si.

– Vale.

Oskar alargo la mano y le dio un Japp que Tommy se guardo en el bolsillo trasero de sus vaqueros.

– Gracias. Adios.

– Adios.

Cuando llego a casa, Oskar echo todas las golosinas encima de la cama. Iba a empezar con el Dajm para seguir luego con los dobles y terminar con el Bounty, su favorito. Despues los coches, que parecia como si enjuagaran la boca.

Dispuso las golosinas en hilera a lo largo de la cama, en el orden en que se las iba a comer. En el frigorifico encontro una botella de coca cola a medias a la que su madre habia puesto un trozo de papel de aluminio en la boca. Perfecto. Le gustaba mas asi, cuando se le habian ido las burbujas, sobre todo con las golosinas.

Retiro el papel de aluminio y coloco la botella en el suelo junto a las golosinas, se tumbo boca abajo en la cama y se puso a examinar su estanteria. Una coleccion casi entera de los comics Kalla Karar, aqui y alla completada con Rysare ur Kalla Karar.

El grueso lo formaban dos bolsas de papel llenas de libros que compro por doscientas coronas a traves de un anuncio en el periodico Gula. Habia cogido el metro hasta Midsommarkransen y seguido las instrucciones hasta dar con el piso. El hombre que le abrio la puerta parecia gordo, demacrado y hablaba con la voz un poco silbante. Afortunadamente no habia invitado a Oskar a pasar, solo habia llevado las bolsas con los libros hasta el rellano, cogido los dos billetes de cien con una inclinacion de cabeza diciendo: «Que te diviertas» y habia cerrado la puerta.

Entonces Oskar se puso nervioso. Habia buscado durante meses los numeros antiguos de esos comics en las librerias de viejo que habia a lo largo de Gotgatan. Por telefono, el hombre habia asegurado que se trataba de numeros atrasados. Le parecia que habia sido demasiado facil.

Tan pronto como Oskar estuvo fuera del alcance de su vista dejo las bolsas en el suelo y las reviso. No le habian enganado. Cuarenta y cuatro libros desde el numero 2 hasta el 46.

Aquellos no se podian comprar ya. ?Por doscientas coronas!

Como para no tener miedo de aquel hombre. Lo que habia hecho no era ni mas ni menos que robarle al troll su tesoro.

Sin embargo, no ganaban a su cuaderno de recortes.

Lo rebusco en su escondite bajo un monton de tebeos. El mismo cuaderno en si no era mas que una libreta grande de dibujo que habia mangado en Ahlens, en Vallingby, saliendo con ella bajo el brazo por todo el morro -?quien dijo que era un cobarde?-, pero el contenido…

Desenvolvio el Dajm, le pego un buen mordisco, disfruto de aquel rechinar crujiente entre los dientes y abrio su cuaderno. El primer recorte era de la revista Hemmets Journal: la historia de una envenenadora de Estados Unidos de los anos cuarenta. Habia conseguido envenenar con arsenico a catorce viejos antes de que fuera encarcelada, juzgada y ejecutada en la silla electrica. Habia pedido ser ejecutada con veneno, bastante comprensible, pero el Estado en el que habia actuado empleaba la silla, y fue la silla.

Ese era uno de los suenos de Oskar: presenciar una ejecucion en la silla electrica. Habia leido que la sangre se empezaba a cocer, que el cuerpo se retorcia en angulos imposibles. Se imaginaba tambien que el pelo se prendia, pero de esto no tenia confirmacion escrita.

Absolutamente grandioso, de todos modos.

Siguio hojeando. El siguiente recorte era de Aftonbladet y trataba de un descuartizador sueco. Bastante mala la foto de carne. Parecia una persona cualquiera. Sin embargo habia matado a dos chaperos en su propia sauna, los habia descuartizado con una motosierra electrica y los habia enterrado alli mismo. Oskar se comio el ultimo bocado del Dajm mientras observaba detenidamente la cara de aquel hombre. Una persona cualquiera.

Podria ser yo dentro de veinte anos.

Hakan habia encontrado el sitio perfecto en el que permanecer al acecho, con una buena vista sobre el sendero del bosque en las dos direcciones. En el bosque, mas adentro, descubrio una hondonada resguardada con un arbol en medio y habia dejado alli la bolsa con las herramientas El pequeno frasco de halotano colgaba de una trabilla bajo el abrigo.

Ya no podia hacer mas que esperar.

Yo tambien quise una vez ser mayor

y tan inteligente como mi padre y mi madre…

No habia oido a nadie cantar esa cancion desde que iba a la escuela. ?Era de Alice Tegner? Imaginate la cantidad de canciones bonitas desaparecidas que nadie cantaba ya. En general, cuantas cosas bonitas habian desaparecido.

Ningun respeto por lo bello. Era caracteristico de la sociedad actual. Las obras de los grandes maestros podian emplearse a lo sumo como referencias ironicas, o como propaganda. La creacion de Adan de Miguel Angel, donde en vez del soplo de vida ponen un par de vaqueros.

Todo el merito de la composicion, como el lo veia, eran esos cuerpos monumentales que convergian solo en dos dedos indices que casi, pero solo casi, llegaban a tocarse. Entre ellos habia un vacio milimetrico. Y en aquel espacio vacio: la vida. La grandeza escultural de la imagen y la riqueza de los detalles eran solo un marco, un fondo para realzar mejor el vacio minimo del centro. El punto vacio que contenia todo.

Y en su lugar habian colocado un par de vaqueros.

Alguien llegaba por el sendero. Se agacho con el corazon palpitandole en los oidos. No. Senor mayor con perro. Doble fallo. En parte por el perro, al que tendria que hacer callar primero; en parte, por la mala calidad.

Mucho ruido y pocas nueces. Alt.

Demasiados gritos para tan poca lana, dijo el que tomo por oveja a un cerdo. Alt.

Canta la rana y no tiene pelo ni lana.

Miro el reloj. En menos de dos horas se haria de noche. Si no llegaba nadie adecuado en una hora, tendria que coger al primero que pasase. Debia estar en casa antes de que oscureciera.

El hombre decia algo. ?Le habria visto? No, hablaba con el perro.

– Siii, vaya ganas que tenias de hacer pis, chiquitina. Cuando lleguemos a casa te voy a dar pate. Papa te dara una buena rodaja de pate.

El frasco de halotano se le clavo a Hakan en el pecho cuando se llevo las manos a la cabeza suspirando. Pobre hombre. Pobres de las personas que estan solas en un mundo sin

Вы читаете Dejame entrar
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×