pero sabia lo rapido que puede pasarse de lo mas alto a lo mas hondo del pozo. Podia perder la concentracion. Dejarse colar unos cuantos goles faciles de detener. Calcular mal la velocidad del disco, dar demasiados pases atras, y tener que recoger el disco de dentro de su porteria. Cualquier portero podia tener una mala noche, pero saberlo no le hacia sentir mejor.

Un mal partido no significaba una mala temporada. En la mayor parte de los casos al menos. Pero Luc no podia perder mas tiempo.

3. Instrumental: la entrepierna de los jugadores

El telefono que habia junto al ordenador portatil empezo a sonar. Jane lo observo durante unos segundos antes de levantar el auricular.

– Hola. -Nadie respondio. Lo mismo habia sucedido las ultimas siete veces que habia sonado el telefono. Llamo a recepcion y le dijeron que no sabian de donde provenian las llamadas. Jane, sin embargo, lo sospechaba.

Dejo el aparato descolgado y echo un vistazo al reloj que habia sobre la mesita de noche. Faltaban cinco horas para el partido. Cinco horas para que acabase su columna «Soltera en la ciudad». Tendria que haber empezado la columna para el Times la noche anterior, pero estaba exhausta y sentia los efectos del jet-lag, por lo que su unico deseo habia sido tumbarse en la cama, leer alguno de los libros que llevaba consigo y comer chocolate. Si no hubiese topado con Luc frente a la maquina de chocolatinas, se habria comprado tambien algo de chocolate blanco. Que la pillase con su pijama de vaquitas ya habia sido suficientemente malo. No queria que el la viese como una cerdita. Aunque, a decir verdad, ?por que le preocupaba lo que el pudiese pensar?

No tenia respuesta para eso, pero suponia que el hecho de preocuparse por lo que pensasen de una los hombres guapos era algo asi como una especie de maquillaje genetico femenino. Si Luc hubiese sido feo, con toda probabilidad no le habria preocupado. Si no tuviese aquellos claros ojos azules, aquellas largas pestanas y un cuerpo de ensueno, no se habria privado del chocolate blanco, al que le habria anadido una chocolatina Hershey. Si no fuese por aquella malvada sonrisa que la habia llevado a tener pensamientos pecaminosos y a recordar la imagen de su trasero desnudo, tal vez no habria tenido que oirse a si misma hablar de azafatas como si de una nina celosa se tratase.

No podia permitirse que los jugadores la viesen como otra cosa que una profesional del periodismo. El trato hacia ella no habia mejorado mucho desde que llegaron a la ciudad. Le hablaban de recetas de cocina o de bebes, como si el hecho de disponer de un utero la convirtiese en una persona naturalmente interesada en dichas cuestiones. Si sacaba a colacion el tema del hockey, sus bocas se cerraban como las valvas de una almeja.

Jane volvio a leer la primera parte de su columna e hizo algunas correcciones:

SOLTERA EN LA CIUDAD

Cansada de hablar de productos de peluqueria y de hombres reacios al compromiso, desconecte de la conversacion que estaban manteniendo mis amigas y me concentre en mi coctel margarita y en las cortezas de maiz. Mientras estaba sentada observando la decoracion basada en loros y sombreros, me pregunte si los hombres eran los unicos en experimentar la fobia al compromiso. Lo que quiero decir es que aqui estamos, mujeres de mas de treinta anos que nunca han estado casadas y, exceptuando el intento de Tina de irse a vivir con su antiguo jefe, ninguna de nosotras ha vivido una relacion de autentico compromiso. Asi pues, ?es cosa de ellos o cosa nuestra?

Existe un dicho que afirma algo asi: «Si en una habitacion con cien personas colocas a dos neuroticos, acabaran encontrandose.» ?Que mas nos queda? ?Hay algo mas profundo que el escaso muestrario de hombres sin compromiso?

?Acaso nosotras nos hemos «encontrado» las unas a las otras? ?Somos amigas porque disfrutamos realmente de la mutua compania? ?O bien somos todas unas neuroticas?

Cinco horas y quince minutos despues de haber empezado a escribir, finalmente logro enviar la columna por correo electronico desde su ordenador portatil. Metio el cuaderno en su enorme bolso y salio corriendo hacia la puerta. Recorrio a toda prisa el pasillo hasta los ascensores, y casi aparto a empujones a una pareja de ancianos para meterse en un taxi. Cuando entraba en el America West Arena, acababan de presentar a los Coyotes de Phoenix. Los espectadores estaban como locos con su equipo.

Le habian dado un pase para las cabinas de prensa, pero Jane queria estar todo lo cerca posible de la accion. Habia conseguido un asiento a tres filas de la pista. Esperaba con ello ver y sentir lo maximo posible su primer partido de hockey. Realmente no sabia que podia esperar de esa experiencia, lo unico que hizo fue rezarle a Dios para que los Chinooks no perdiesen y la culparan de ello.

Encontro su asiento detras de una de las porterias justo en el momento en el que los Chinooks salian a la pista. El publico empezo a abuchear, y Jane miro a su alrededor, a los poco educados seguidores de los Coyotes. En una ocasion, habia ido a ver un partido de los Mariners, pero no recordaba que los seguidores fuesen tan rudos.

Volvio a centrar su atencion en la pista y vio a Luc Martineau patinando hacia donde ella se encontraba, ataviado con todas sus protecciones y preparado para la batalla. Habia leido mas sobre Luc que sobre cualquier otro jugador, y sabia que todo lo que llevaba en el cuerpo estaba hecho a medida. Las luces del estadio se reflejaban en su casco de color verde oscuro. Podia leerse su nombre a lo largo de los hombros de su camiseta por encima del numero del legendario Gump Worsley. Jane aun no habia descubierto las razones de la leyenda.

Luc rodeo por tres veces la porteria, se volvio y la rodeo en direccion contraria. Se detuvo sobre la linea de gol, golpeo con el stick en los postes y se persigno. Jane saco su cuaderno, un boligrafo y su bloc de notas adhesivas. En la parte superior de una de las notas escribio: «?Supersticion y rituales?»

El disco se puso en juego y, como por ensalmo, los sonidos del partido llegaron a sus oidos: el golpeteo de los sticks, el chirrido de los patines sobre el hielo, y el choque del disco contra las protecciones. Los hinchas gritaban y silbaban, y el olor a pizza y cerveza Budweiser pronto lleno el aire.

A modo de preparacion, Jane habia visto unos cuantos partidos en video. A pesar de que sabia que el juego se desarrollaba a gran velocidad, las filmaciones no mostraban la energia frenetica ni el modo en que esa energia se transmitia a la multitud. Cuando se detenia el juego, las infracciones se anunciaban por megafonia y la musica tronaba hasta que el disco volvia a ponerse en movimiento y los jugadores salian tras el.

Mientras Jane tomaba nota de todo lo que veia, se percato de lo que ni los videos ni la television mostraban. La accion no estaba siempre alli donde se disputaba la posesion del disco. Gran parte de la actividad se desarrollaba en las esquinas, con los golpes y topetazos que se daban mientras el disco estaba en el centro de la pista. En muchas ocasiones, vio a Luc golpeando las piernas de algun jugador de Phoenix que tenia la mala fortuna de haber pasado a la distancia equivocada. Al parecer se le daba muy bien enganchar los patines de los jugadores del equipo contrario con su stick, y cuando estiro el brazo y agarro por la camiseta al jugador de los Coyotes Claude Lemieux, dos hombres que estaban a espaldas de Jane saltaron de sus asientos y gritaron: «?Juegas como una muchachita, Martineau!»

Sono el silbato, el juego se detuvo, y mientras Claude Lemieux se levantaba del suelo, se anuncio la falta. «Martineau, expulsado dos minutos por juego brusco.»

Como los porteros no pueden ser enviados al banquillo para cumplir la expulsion, Bruce Fish salio en su lugar. Mientras Fish se dirigia al banquillo de castigo, Luc se limito a coger la botella de agua que habia dejado encima de la red de la porteria, dar un trago a traves de la rejilla de su casco y despues escupirlo. Se encogio de hombros, se desentumecio el cuello y dejo la botella de nuevo dentro de la porteria.

Se reemprendio el juego.

El ritmo variaba del desenfreno a algo casi ordenado. Cuando Jane pensaba que ambos equipos habian decidido jugar limpio, se formo una mele alrededor del disco. Y nada enardecia mas a los espectadores que ver a los jugadores quitarse los guantes y liarse a punetazos en una esquina. Ella no podia oir que era lo que los jugadores se decian, pero se lo imaginaba. Podia leer sus labios. Hasta los entrenadores, vestidos con traje y

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