corbata, maldecian desde los banquillos. Cuando los jugadores de la reserva no insultaban a sus contrincantes, escupian. Nunca habia visto escupir tanto.

Jane se dio cuenta de que las imprecaciones del publico no solo se limitaban al portero de los Chinooks. Cada vez que un jugador de Seattle se ponia a tiro, los hombres que estaban detras de Jane gritaban: «?Gilipollas!» Tras unas cuantas cervezas aumentaba la creatividad: «?Eh, ochenta y nueve, eres un gilipollas!», o treinta y nueve, o fuera cual fuese el numero del jugador.

A los quince minutos del primer periodo, Rob Sutter estrello a un jugador de los Coyotes contra la barrera, y los paneles de plexiglas temblaron de tal modo que Jane penso que iban a romperse. El jugador cayo al suelo y el publico rugio.

– ?Martillo, eres un cabron! -gritaron los hombres que estaban detras de Jane, quien se pregunto si los jugadores oirian las palabras que les dirigian los aficionados entre todo aquel ruido. Sabia que ella habria tenido que beber un buen trago de licor antes de reunir el valor suficiente para decirle a Martillo que era un cabron. Le daria demasiado miedo encontrarselo despues en el aparcamiento y «recibir su merecido».

Al finalizar los dos primeros periodos, el marcador seguia cero a cero, tras varias paradas espectaculares de los dos porteros. Pero los Coyotes salieron muy fuerte en el tercer periodo. El capitan del equipo atraveso la defensa de los Chinooks y salio disparado a toda velocidad hacia la porteria contraria. Luc se aparto de los palos para encararlo, pero el capitan logro un disparo que paso por encima de su hombro izquierdo. Luc rozo con su stick el disco, pero este acabo alojado en la red.

El publico salto de sus asientos mientras Luc patinaba hasta su porteria. Con mucha calma dejo su stick y su guante sobre la red. Al tiempo que en el marcador electronico se anunciaba el gol, el alzo la mascara y la dejo en lo alto de su cabeza, cogio la botella de agua y echo un chorro dentro de su boca. Desde su posicion, Jane observo su perfil. Su mejilla parecia un poco colorada, el pelo humedo se le habia pegado a las sienes. De la comisura de la boca cayo un poco de agua que le mojo la barbilla y el cuello y acabo en su camiseta. Devolvio la botella a su sitio, se puso la mascara y volvio a calzarse el guante.

– ?Chupamela, Martineau! -grito uno de los hombres que habia detras de Jane-: ?Chupamela!

Luc alzo la vista y una de las preguntas de Jane obtuvo respuesta: el oia a la perfeccion lo que le gritaban los hombres que estaban detras de ella. Sin evidenciar reaccion de ningun tipo, se limito a mirarlos. Cogio su stick y miro por unos segundos a Jane. Luego se volvio y se dirigio al banquillo de los Chinooks. Jane no podia imaginar que habia pensado Luc de aquellos dos hombres, pero habia problemas mas importantes que conocer los sentimientos de Luc. Cruzo los dedos y deseo con todas sus fuerzas que los Chinooks metiesen un gol en los proximos quince minutos.

«Recuerda que estaras tratando con jugadores de hockey. Pueden ser muy supersticiosos. Si los Chinooks empiezan perdiendo varios partidos, te culparan a ti de ello y te enviaran de vuelta a casa.» Despues de comprobar como la habian tratado, Jane supuso que no necesitarian muchas excusas.

Tardaron catorce minutos y veinte segundos en hacerlo, pero finalmente anotaron. Cuando sono la bocina indicando el final del partido el marcador reflejaba el empate y Jane dejo escapar un suspiro de alivio.

«Se acabo el partido», penso. De pronto advirtio que el reloj anunciaba cinco minutos mas. Los equipos se dispusieron a jugar la prorroga. Nadie anoto, por lo que el resultado pasaria a las estadisticas como empate a uno.

Jane respiro entonces tranquila. No podian culparla de haber perdido y enviarla a casa.

Abrio su bolso y metio en el el cuaderno y el boligrafo. Se encamino al vestuario de los Chinooks mostrando el pase de prensa. Sentia un nudo en el estomago mientras avanzaba por el pasillo. Era una profesional. Podia hacerlo. No habia ningun problema.

«Miralos a los ojos y no bajes la vista», se recordo a si misma mientras sacaba su pequena grabadora. Entro en el vestuario y se detuvo en seco. Hombres en diferentes grados de desnudez estaban de pie frente a las banquetas o las taquillas abiertas, sacando sus ropas. Mucho musculo y sudor. Amplios pechos y espaldas. Unos abdominales espectaculares, un culo y…

?Dios del cielo! Se puso roja y los ojos casi se le salieron de las orbitas al ver el tamano de los atributos de Vlad Empalador Fetisov. Jane acabo alzando la vista, no antes de descubrir que lo que habia oido decir acerca de los hombres europeos era cierto. Vlad no estaba circuncidado, y eso suponia un exceso de informacion respecto a lo que ella deseaba saber. Por un segundo Jane penso en disculparse, pero no podia hacerlo, pues equivaldria a admitir que habia visto algo. Le echo un vistazo al resto de periodistas deportivos y comprobo que ninguno de ellos se disculpaba. ?Por que se sentia como si estuviese en el instituto espiando en el vestuario de chicos?

«Habias visto un pene con anterioridad, Jane. No tiene nada de especial. Si has visto uno, los has visto todos… Vale, de acuerdo, eso no es del todo cierto. Algunos penes son mejores que otros. ?Para! ?Deja de pensar en penes! Estas aqui para hacer un trabajo, y tienes tanto derecho a ello como cualquier periodista. Es la ley, y tu eres una profesional.» Si, eso fue lo que se dijo mientras se encaminaba hacia los jugadores y los reporteros deportivos, intentando mantener la mirada por encima de sus hombros.

Pero ella era la unica mujer en un vestuario lleno de corpulentos, rudos y desnudos jugadores de hockey. No podia evitar sentirse fuera de lugar.

Mantuvo la vista alzada al tiempo que se acercaba al periodista que estaba entrevistando a Jack Lynch, el extremo derecho que habia marcado el unico gol de los Chinooks. Saco su cuaderno al tiempo que el jugador se quitaba los calzoncillos. Estaba segura de que debia de llevar calzoncillos largos, pero no estaba en disposicion de comprobarlo. «No mires, Jane. Pase lo que pase, no bajes la vista», se dijo.

Puso en marcha su grabadora e interrumpio a uno de sus colegas.

– Tras tu lesion del mes pasado -empezo- se dijo que tal vez no podrias acabar la temporada en tan buena forma como la empezaste. Creo que este gol ha acabado con esos rumores.

Jack puso un pie encima de la banqueta que tenia delante y la miro por encima del hombro. Su mejilla tenia la marca enrojecida de un golpe, y una antigua cicatriz le cruzaba el labio superior. Se tomo su tiempo para pensar la respuesta, por lo que Jane temio que no fuese a contestar.

– Eso espero -dijo finalmente. Dos palabras. Eso fue todo.

– ?Que te parece el empate? -pregunto un reportero.

– Los Coyotes han jugado duro esta noche. Queriamos ganar, por descontado, pero el empate no esta mal.

Cuando se disponia a formular otra pregunta, alguien alzo la voz por encima de la suya haciendola callar. No tardo en sentir que conspiraban contra ella. Se dijo que, muy probablemente, no era mas que paranoia, pero cuando se acerco al pequeno grupo que estaba entrevistando al capitan de los Chinooks, Mark Bressler, este la miro a los ojos y respondio las preguntas de los otros periodistas.

Hablo con el novato de cresta rubia al estilo mohicano, suponiendo que se mostraria mas que agradecido de ser entrevistado, pero su ingles era tan pobre que ella apenas entendio un par de palabras. Camino hacia Martillo, pero el se quito la ultima prenda de ropa y ella paso de largo. Aun cuando no paraba de repetirse que era una profesional y estaba haciendo su trabajo, no se atrevia a detenerse frente a un hombre completamente desnudo. Al menos la primera noche.

Pronto se hizo obvio que algunos de los periodistas tambien se sentian molestos ante su presencia, y que los jugadores no iban a responder a sus preguntas. Sin embargo, lo que mas le sorprendia era la actitud de sus companeros del Times, que no la trataban mejor que aquellos.

De acuerdo, podria seguir escribiendo la columna que ya publicaba regularmente, penso mientras se dirigia hacia el portero del equipo. Luc estaba sentado en una banqueta en un rincon del vestuario, con una gran bolsa de deporte a sus pies. Se habia quitado todo excepto los calzoncillos termicos, los calcetines y una toalla que llevaba alrededor del cuello. El extremo colgaba a medio camino de su pecho, y mientras la veia aproximarse, echo un trago de su botella de plastico. Un hilillo de agua escapo por la comisura de sus labios, recorrio la barbilla y cayo sobre su pecho. Dejando tras de si un rastro de humedad, descendio por sus marcados musculos pectorales y los abdominales para ir a parar al ombligo. Tenia tatuada una herradura en la parte inferior del vientre. La sombra de la ranura y los agujeros aportaba la profundidad y textura a su carne, y los extremos se curvaban hacia arriba a los lados del vientre. La parte inferior del tatuaje se perdia bajo la cinturilla del calzoncillo, y Jane se pregunto si realmente necesitaria la suerte de aquella herradura tatuada.

– No concedo entrevistas -dijo antes de que ella pudiese preguntarle nada-. Con todas esas cosas que has leido, supongo que ya estaras al corriente.

Ella lo sabia, pero no se sentia especialmente condescendiente. Aquellos tipos la habian rechazado, y ella

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