queria devolver la afrenta. Puso en marcha su grabadora.

– ?Que te ha parecido el partido de esta noche?

Ella no esperaba que el contestase, y no lo hizo.

– Dio la impresion de que tocaste el disco antes de que entrase -anadio.

La cicatriz en su barbilla parecia especialmente blanca, pero su cara seguia sin revelar expresion alguna.

– ?Resulta dificil concentrarse cuando los aficionados del equipo contrario te gritan? -insistio Jane.

Luc se seco la cara con un extremo de la toalla. Pero no respondio.

– Creo que a mi me resultaria muy duro pasar por alto todos esos desagradables insultos.

Sus ojos azules seguian clavados en los de Jane, pero un extremo de su boca se curvo hacia abajo, como si hubiese encontrado en ella algo molesto.

– Hasta esta noche, no tenia ni idea de lo rudos que podian ser los espectadores de hockey -prosiguio Jane-. Los hombres que estaban detras de mi estaban bebidos y enfadados. No puedo imaginarme estar ahi de pie, gritando «chupamela» en mitad de una multitud.

Luc se quito la toalla del cuello y dijo finalmente:

– Oye, si hubieses estado alli gritando «chupamela», dudo mucho que ahora estuvieses aqui sacandome de mis casillas.

– ?Que quieres decir?

– Pues que imagino que tambien te habrias tomado un par de copas.

A Jane le llevo unos instantes captar lo que intentaba decirle, y cuando lo consiguio, en su rostro aparecio una sonrisa socarrona.

– Supongo que no es lo mismo, ?verdad?

– En efecto. -Luc se puso en pie y paso los pulgares por debajo de la cinturilla de sus calzoncillos-. Ahora ve a darle la tabarra a otro. -Al ver que ella no se movia de donde estaba, anadio-: A no ser que quieras sentirte un poco mas incomoda.

– No me siento incomoda.

– Estas roja como un tomate.

– Aqui dentro hace mucho calor -mintio Jane. ?Era el el unico que se habia dado cuenta? Probablemente no-. Demasiado.

– Si, la cosa va de estar calientitos. Quedate por aqui y veras un punado de troncos de buena madera.

Jane se volvio y se fue a toda prisa. No debido a lo que le habia dicho acerca de «ver un punado de troncos de buena madera», sino porque tenia una hora fija de entrega de la cronica. Si, tenia hora de entrega, se dijo mientras salia del vestuario, cuidando de mantener alta la vista para no posarla en algun organo desnudo.

Cuando llego al hotel eran ya las diez de la noche. Tenia que acabar la columna y escribir la cronica, todo antes de meterse en la cama. Encendio su ordenador portatil y se puso a escribir la cronica deportiva en primer lugar. Sabia que los reporteros del Times iban a leerla con lupa y que buscarian todos los fallos posibles, pero ella estaba decidida a que no encontrasen ni uno solo. Escribiria su cronica mejor que cualquier hombre.

«Los Chinooks empatan contra los Coyotes; Lynch marca el unico gol del equipo», escribio, pero descubrio al instante que redactar una cronica deportiva no resultaba tan facil como habia supuesto. Era bastante aburrido. Tras unas cuantas horas de lucha buscando las palabras justas y tambien de responder a unas cuantas molestas llamadas telefonicas, descolgo el auricular, apreto el boton de borrar del ordenador y empezo de nuevo.

En el instante en que el disco se puso en movimiento esta noche en el America West Arena, los Chinooks y los Coyotes ofrecieron a los espectadores toda una variedad rusa de potentes disparos y suspense de nudillos blancos. Ambos equipos mantuvieron el ritmo frenetico hasta el final, cuando el portero de los Chinooks, Luc Martineau, les saco a los Coyotes un gol cantado sobre la linea. Cuando sono la bocina tras la prorroga, el marcador seguia mostrando empate a uno con…

Tras hablar de las muchas paradas de Luc, escribio acerca del gol de Lynch y los fuertes disparos de Martillo. Hasta la manana siguiente, una vez enviado el articulo, no reparo en que Luc la habia estado observando en el vestuario. Mientras iba de un lado para otro como una bola de billar, no todo el mundo habia hecho caso omiso de ella. De nuevo, sintio un molesto estremecimiento en el pecho y las alarmas empezaron a sonar en su cabeza indicando problemas. Grandes problemas con el chico de los ojos azules y sus legendarias manos veloces.

Se dijo que lo mejor era no gustarle. Pues, definitivamente, a ella no le gustaba nada de lo que sabia de el.

Bueno, excepto su tatuaje.

Aquella misma manana a primera hora, los integrantes de los Chinooks se vistieron de traje y corbata, luciendo sus cicatrices de batalla, y se encaminaron al aeropuerto. Cuando llevaba media hora del vuelo que debia conducirlos a Dallas, Luc se aflojo la corbata y se puso a barajar un mazo de cartas. Dos de sus companeros y el entrenador de porteros, Don Boclair, se le unieron en una partida de poquer. Cuando jugaba a las cartas durante los vuelos largos, era una de las escasas ocasiones en que Luc se sentia parte del equipo.

Mientras repartia, Luc miro al otro lado del pasillo del BAC-111 en el que viajaban, a las consistentes suelas de unas pequenas botas. Jane habia levantado el brazo que separaba los asientos, se habia tumbado y se habia quedado dormida. Yacia de lado, y por una vez no llevaba el pelo recogido. Suaves mechones de cabello castano caian sobre sus mejillas y la comisura de sus labios.

– ?Crees que nos pasamos mucho anoche?

Luc miro a Bressler, alzado sobre el respaldo de su asiento.

– Que va. -Nego con la cabeza, y despues dejo la baraja sobre la bandeja que tenia delante. Echo un vistazo a sus cartas y vio un par de ochos, al tiempo que el tipo que se habia sentado a su lado, Nick Oso Grizzell, doblaba la apuesta-. Este no es su territorio -anadio-. Si Duffy tenia pensado forzarnos a llevar con nosotros a un periodista, como minimo tendria que haber escogido a alguien que supiese un poco de hockey.

– ?Os fijasteis en lo roja que se puso anoche?

Se echaron a reir.

– Le echo un vistazo a la polla de Vlad. -Bressler miro sus cartas-. Una -pidio mientras descartaban.

– ?Se la vio al Empalador?

– Asi es.

– Casi se le salian los ojos de las orbitas. -Luc le entrego tres cartas a Don Boclair, en tanto que el pidio otras tres-. Creo que ya nunca volvera a ser la misma -anadio.

Vlad era famoso por su polla enorme. El unico que no parecia opinar lo mismo era el propio Vlad, pero todos sabian tambien que el ruso habia recibido demasiados golpes en la cabeza.

Luc consiguio reunir tres ochos y su victoria quedo reflejada en la libreta de Don.

– ?Cuanto tiempo estuvisteis llamandola a su habitacion? -pregunto Luc.

– Acabo descolgando el telefono a eso de la medianoche.

– La primera noche me senti un poco mal cuando todos nos fuimos y ella se quedo sola en el bar del hotel - confeso Don.

Los otros lo miraron como si hubiese dicho una tonteria. Lo ultimo que querian era llevar a un periodista con ellos, especialmente una mujer, rondando a su alrededor cuando se relajaban intentando olvidarse de todo. Ya fuese acudiendo a un club de strip-tease o conversando en el bar del hotel sobre los siguientes rivales.

– Bueno -intento rectificar Donny mientras repartia-, la cuestion es que no me gusta ver a una mujer sentada sola.

– Fue patetico -apunto Grizzell.

Luc le miro por encima de sus cartas e hizo su apuesta.

– ?Tu tambien te sentiste mal, Oso? No me lo creo.

– No, demonios. Ella tiene que largarse. -Arrojo sus cartas-. Hoy no es mi dia de suerte.

– ?Jugamos demasiado fuerte para ti?

– Que va, lo que pasa es que voy a tumbarme un poco y a leer el resto del vuelo. -Todo el mundo sabia que Oso no leia nada que no tuviese fotografias-. Leer es fundamental.

– ?Te has comprado el Playboy? -pregunto Don.

– Compre Him anoche, despues del partido, pero no se lo he podido arrancar de las manos al novato -dijo refiriendose a Daniel Holstrom-. Esta aprendiendo ingles leyendo «La vida de Bomboncito de Miel».

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