Una hora despues, la sesion habia terminado.

– He visto un mercado callejero -le dijo a Rafe cuando entraron al coche-. ?Podriamos ir antes de volver al palacio?

– Claro que si -afirmo el, tras vacilar unos segundos-. Es tarde y supongo que ya no habra tanta gente.

Acto seguido, Zara se acomodo en su asiento y Rafe puso en marcha el vehiculo.

– Me siento como si me hubiera pasado el dia trabajando en el campo y es ridiculo porque lo unico que he hecho ha sido posar un rato.

– Parecia un trabajo duro.

– Sospecho que solo estas tratando de ser amable, pero agradezco el gesto porque estoy exhausta.

– ?Estas preparada para enfrentarte a tu nuevo trabajo como modelo?

– Definitivamente, no. La verdad es que adoro ser profesora.

– Cuentame algo de tus clases.

– Rafe, mi catedra esta centrada en los movimientos feministas – puntualizo-. Seguro que te aburriria que te hablara de eso. Los pocos hombres que vienen a mis clases lo hacen porque creen que es una forma rapida de licenciarse o porque saben que el aula estara llena de chicas.

– Quizas soy un feminista encubierto.

– Si, claro -dijo ella, con ironia.

– Pienso que las mujeres son tan competentes como los hombres.

– No te esfuerces por agradarme.

– Estoy tratando de ser un tipo sensible -protesto el-. Deberias apoyarme.

En aquel momento, Rafe doblo en una esquina y aparco el vehiculo. Zara salio del coche y respiro el perfume de la ciudad. Olia a mar y a especias exoticas. Rafe se acerco a ella y senalo una esquina.

– Alli giraremos hacia la derecha. El zoco ocupa tres calles. No intentes nada raro porque imagino que no querras perderte.

Ella lo tomo del brazo mientras caminaban.

– No quiero perderme en ninguna parte. ?Tendre que regatear con los vendedores?

– Seguramente. Como eres estadounidense, trataran de estafarte.

Zara iba a decirle que no necesitaba ningun favor especial, pero entonces se recordo que jamas en su vida habia regateado en un mercado.

A medida que se iban acercando al lugar, se sentia mas ansiosa. Habia docenas de personas agrupadas en torno a los tenderetes; el adoquinado de la calle estaba tan desgastado que parecia ser el mismo por el que habian caminado varias generaciones; y todo estaba flanqueado por viejas edificaciones que aportaban algo de sombra refrescante.

Al cruzar el arco de entrada, Zara vio a dos ninos jugando en una fuente y a un perro correteando y ladrando alrededor. Las risas de los pequenos la hicieron sonreir. Levanto la vista y vio decenas de alfombras colgadas de sillas y de largas sogas. A su derecha habia un hombre vendiendo toda clase de frutas, desde datiles a platanos y melones. Mas adelante habia un puesto de cacharros de bronce que le llamo la atencion. Agarro uno que parecia la lampara de Aladino.

– ?La vas a frotar? -pregunto Rafe.

Ella no pudo contener las carcajadas.

– Antes, tendria que decidir mis tres deseos.

El tendero se acerco a ellos.

– Es una pieza muy fina -aseguro-. Si esta buscando algo mas funcional, tengo faroles que funcionan. Si la dama es tan amable y me acompana…

El hombre le indico que pasara por el costado del puesto. Apenas Zara empezo a caminar, se choco con una adolescente.

– Perdon -se disculpo, con una sonrisa.

– No es nada. Ha sido culpa mia, no estaba mirando… -dijo y entonces levanto la vista-. ?Oh, por Dios! Princesa Zara…

Rafe maldijo por lo bajo. Zara no entendia cual era el problema y cuando se volvio para mirarlo, se encontro en medio de una multitud que habia aparecido de la nada, alertada por el grito de la adolescente.

La gente la rodeaba, le tiraba de las mangas del vestido, le tocaba el pelo y la atosigaba con sus preguntas. Era mucho peor que la conferencia de prensa porque se sentia zarandeada de un lado a otro. Alguien le arranco un mechon de pelo, las manos parecian garras y la empujaban tanto que casi la hacian caer.

– Princesa Zara, ven a cenar a mi casa…

– Princesa Zara, tienes que conocer a mi hijo…

– Princesa Zara, ?en serio eres estadounidense?

– ?No es preciosa?

– Me parece que sale mejor en la television.

Las preguntas y los comentarios se sucedian uno tras otro. Zara trato de abrirse camino, pero no sabia que direccion tomar. No podia respirar, tenia la impresion de haber perdido un zapato y habia comenzado a llorar.

De repente, un brazo le rodeo la cintura con fuerza. De inmediato reconocio el calor y el perfume de Rafe y se dejo llevar. Unos segundos despues, la habia metido en el coche y arrancaba a toda velocidad.

– ?Estas bien?

Zara trato de contestar, pero los sollozos le impedian pronunciar palabra. Se cubrio la cara con las manos y balbuceo:

– No puedo hacer esto. Tienes que sacarme de aqui. Llevarme lejos de Bahania.

Capitulo 12

ZARA se desperto en una habitacion al borde del mundo. La luz del sol brillaba sobre los suelos de madera, las puertas estaban abiertas y dejaban entrar la brisa del mar. Se levanto, salio al patio y se apoyo sobre la barandilla de hierro. Desde alli podia ver el oceano que rodeaba la isla y las olas golpeando contra las rocas del acantilado.

Salvo por el canto de algunos pajaros y el sonido del mar, el lugar estaba en silencio. No habia sirvientes, ni miembros de la prensa, ni nada relacionado con la familia real de Bahania.

Regreso a su habitacion, se ducho y despues de vestirse salio a recorrer la casa a la que Rafe la habia llevado la noche anterior. Como cuando el helicoptero aterrizo, ella no dejaba de llorar, no habia tenido oportunidad de ver casi nada. Jamas habia creido que podria tener un ataque de histeria semejante, pero eso era lo que le habia sucedido.

Su dormitorio conducia a un corredor; la habitacion de Rafe estaba al lado, la puerta estaba abierta y con un rapido vistazo supo que se habia levantado antes que ella. Al bajar las escaleras descubrio un amplio salon con vistas al oceano. A la izquierda habia una cocina con un comedor y a la derecha una terraza enorme. Vio que Rafe estaba sentado a una mesa en la sombra, leyendo el periodico y tomando cafe. Descalza, salio a su encuentro.

– Buenos dias -dijo el -. ?Como te sientes?

Zara se sento junto a el y suspiro.

– No te preocupes. No tengo la intencion de repetir una escena como la de ayer.

– No estoy preocupado.

– Estas mintiendo, pero te lo agradezco -afirmo-. No puedo explicarte lo que me ocurrio en el zoco.

– Estaba ahi y se que nadie disfrutaria de ser asaltado por una multitud enfervorizada.

– Gracias por rescatarme.

– Lamento que la situacion se me haya ido de las manos. Tendria que haber prestado mas atencion o, sencillamente, no deberia haberte llevado al mercado. No crei que la gente te reconoceria tan pronto.

– Yo tampoco.

En aquel momento, aparecio una mujer con una bandeja con una cafetera, dos tazones de frutas y un plato

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