Un punado de polvo, de Evelyn Waugh, hay una clara influencia de la saga Fawcett),5 poemas, documentales, peliculas, sellos postales, cuentos infantiles, comics, baladas, obras de teatro, novelas graficas y exposiciones en museos. En 1933, un autor de literatura de viajes exclamo: «En torno a esta cuestion se ha generado suficiente leyenda para dar lugar a una rama de folclore nueva e independiente».6 Fawcett se habia granjeado un lugar en los anales de la exploracion, no por lo que habia desvelado al mundo sino por lo que ocultaba. Habia hecho la promesa de llevar a cabo «el gran descubrimiento del siglo»; en lugar de eso, habia dado vida al «mayor misterio del siglo xx en el ambito de la exploracion».

Lynch tambien descubrio, para su asombro, que infinidad de cientificos, exploradores y aventureros se habian internado en la selva con la determinacion de encontrar a los integrantes de la partida de Fawcett, vivos o muertos, y regresar con pruebas que confirmasen la existencia de Z. En febrero de 1955, el The New York Times afirmo que la desaparicion de Fawcett habia propiciado mas busquedas «que las organizadas a lo largo de los siglos para dar con el fabuloso El Dorado».7 Algunas de estas expediciones habian perecido a causa del hambre; otras, a manos de tribus. Luego llegaron aquellos aventureros que partieron en busca de Fawcett y acabaron desapareciendo, al igual que el, en la selva a la que los viajeros habian bautizado hacia mucho tiempo como el «infierno verde». Dado que muchos de estos buscadores no publicitaron sus viajes, no existen estadisticas fidedignas del numero de personas que han muerto en el intento. Una estimacion reciente, no obstante, eleva el total a un centenar.

Lynch no parecia dado a dejarse llevar por las fantasias. Alto, esbelto, de ojos azules y tez palida muy sensible al sol, trabajaba en el Chase Bank de Sao Paulo. Estaba casado y tenia dos hijos. Pero, cuando contaba treinta anos, empezo a sentir ciertas inquietudes: desaparecia durante dias recorriendo a pie la selva del Amazonas. Pronto paso a participar en competiciones de riesgo extenuantes: en una ocasion, camino setenta y dos horas seguidas, sin dormir, y cruzo un canon haciendo equilibrios sobre una soga. «La idea era agotarse fisica y mentalmente, y ver como reaccionaba uno en esas circunstancias -dijo, y anadio-: Algunas personas se desmoronaban, pero a mi siempre me parecio estimulante.»

Lynch era mas que un aventurero. Se sentia atraido tanto por la investigacion intelectual como por las proezas fisicas, y confiaba en arrojar luz con sus indagaciones sobre temas poco conocidos. Con frecuencia pasaba meses encerrado en la biblioteca investigando sobre algun tema. Se habia aventurado, por ejemplo, a buscar las fuentes del Amazonas y habia encontrado una colonia de menonitas que vivian en el desierto boliviano. Pero nunca habia topado con un caso como el del coronel Fawcett.

Las partidas expedicionarias anteriores no solo no habian hallado pista alguna sobre lo ocurrido a Fawcett - todas habian desaparecido, convirtiendose ellas mismas en un misterio-, sino que tampoco ninguna habia desentranado lo que Lynch consideraba el mayor enigma de todos: Z. De hecho, Lynch descubrio que, a diferencia de otros exploradores desaparecidos -como Amelia Earhart, que desaparecio en 1937 mientras intentaba dar la vuelta al mundo pilotando un avion-, Fawcett habia imposibilitado el rastreo de su ruta. La habia mantenido tan en secreto que incluso oculto detalles cruciales a su esposa, Nina, segun confeso ella misma. Lynch estudio antiguos articulos periodisticos, pero apenas hallo en ellos claves tangibles. Mas tarde encontro una copia (con la esquina de algunas paginas doblada) de Exploration Fawcett [A traves de la selva amazonica], una recopilacion de escritos del explorador editados por su otro hijo, Brian, y publicados en 1953. (Ernest Hemingway conservaba un ejemplar en su biblioteca personal.) El libro resulto contener uno de los pocos indicios del trayecto definitivo del coronel, pues citaba como palabras de Fawcett: «Nuestra ruta partira del Dead Horse Camp [Campamento del Caballo Muerto], a 11°43' sur y 54°35' oeste, donde mi caballo murio en 1921».8 Aunque las coordenadas indicaban tan solo el punto de partida, Lynch las introdujo en su GPS. Este senalizo un punto situado en la cuenca meridional del Amazonas, en el Mato Grosso -cuyo nombre significa «bosque denso»-, un estado brasileno mas grande que Francia y Gran Bretana juntas. Llegar al Dead Horse Camp requeriria cruzar parte de la jungla mas inaccesible del Amazonas, e implicaria a la vez acceder a territorios controlados por tribus indigenas que se habian instalado en la espesura de la selva y custodiaban sus tierras con fiereza.

El desafio parecia insalvable. Pero, mientras examinaba atentamente hojas de calculo en el trabajo, Lynch se preguntaba: «?Y si realmente existe Z? ?Y si la selva hubiese ocultado un lugar como ese?». Incluso hoy, el gobierno brasileno calcula que existen mas de sesenta tribus indigenas que no han tenido contacto alguno con foraneos.9 «Estos bosques son […] casi el unico lugar de la tierra donde los pueblos indigenas pueden sobrevivir aislados del resto de la humanidad», 10 escribio John Hemming, el celebre historiador, gran conocedor de los indigenas de Brasil y antiguo director de la Royal Geographical Society. Sydney Possuelo, que estaba al cargo del organismo brasileno creado para proteger a las tribus indigenas, ha comentado al respecto de estas ultimas: «Nadie sabe a ciencia cierta quienes son, donde estan, cuantos son y que lenguas hablan».11 En 2006, en Colombia, miembros de una tribu nomada llamada nukak-maku emergieron del Amazonas y anunciaron que estaban dispuestos a integrarse en el mundo moderno, aunque ignoraban que Colombia era un pais y preguntaron si los aviones que los sobrevolaban viajaban por una carretera invisible.12

Una noche, Lynch, incapaz de conciliar el sueno, fue a su estudio, que estaba repleto de mapas y reliquias de sus expediciones anteriores. En uno de los documentos que poseia sobre Fawcett, encontro la advertencia que el coronel habia hecho a su hijo: «Si con toda mi experiencia no lo conseguimos, no habra mucha esperanza para los demas». Lejos de desalentar a Lynch, estas palabras le convencieron. «Tengo que ir», dijo a su esposa.

Pronto consiguio un companero, Rene Delmotte, un ingeniero brasileno a quien habia conocido en una competicion de riesgo. Durante meses, los dos hombres estudiaron imagenes de satelite del Amazonas, con el fin de afinar su ruta. Lynch se proveyo del mejor equipamiento: jeeps equipados con turbo-compresores y neumaticos antipinchazos, walkie-talkies, equipos de radio de onda corta y generadores. Al igual que Fawcett, Lynch tenia experiencia en el diseno de barcos, y junto con un constructor naval fabrico dos embarcaciones de aluminio de siete metros y medio lo bastante planas para navegar por cienagas y marismas. Preparo asimismo un botiquin que contenia decenas de antidotos contra picaduras de serpiente.

Con el mismo esmero escogio a los miembros de su partida. Recluto a dos mecanicos que, en caso de necesidad, sabrian reparar el equipamiento y a dos veteranos conductores todoterreno. Alisto tambien al doctor Daniel Munoz, un afamado antropologo forense, que en 1985, habia contribuido a identificar los restos de Josef Mengele, el fugitivo nazi, y que ayudaria a confirmar los origenes de cualquier objeto que encontraran del equipo de Fawcett: la hebilla de un cinturon, un fragmento de hueso, una bala.

Aunque anteriormente Fawcett ya habia advertido que todas las expediciones de gran envergadura habian «acabado en desastre»,13 la partida pronto crecio hasta incluir a dieciseis hombres. Con todo, habia aun otra persona que queria ir: James Jr., el hijo de dieciseis anos de Lynch. Atletico y mas musculoso que su padre, con una poblada mata de pelo castano y grandes ojos del mismo color, habia participado en una expedicion anterior y se habia desenvuelto bien. De modo que Lynch accedio, al igual que Fawcett, a llevar consigo a su hijo.

El equipo se reunio en Cuiaba, capital del Mato Grosso, que se extiende a lo largo del extremo meridional de la cuenca del Amazonas. Lynch repartio camisetas en las que habia estampado el dibujo de unas huellas que se dirigian hacia la selva. En Inglaterra, el Daily Mail publico un articulo sobre la expedicion con el titulo «?Estamos a punto de resolver el eterno misterio del coronel Percy Fawcett?». Durante dias, el grupo se desplazo en jeep por la cuenca del Amazonas, recorriendo carreteras sin asfaltar repletas de surcos y zarzas. La vegetacion empezo a volverse mas densa, y James Jr. apretaba la cara contra la ventanilla. Tras limpiar el vaho del vidrio, veia las frondosas copas de los arboles desplegandose en lo alto, los * resquicios por los que se filtraban haces de luz del sol que dejaban ver de pronto las alas amarillas de unas mariposas y guacamayos. En una ocasion vio una serpiente de dos metros, semioculta en el barro, con una honda depresion entre los ojos. «Es una jararaca», le informo su padre. Era una vibora lora, una de las serpientes mas venenosas del continente americano. (La mordedura de una jararaca hace que la victima sangre por los ojos y se vaya convirtiendo, segun describe un biologo, en «un cadaver palmo a palmo».) 14 Lynch esquivo a la serpiente con un volantazo y el rugido del motor ahuyento a otros animales, incluso a los monos aulladores, que treparon hasta las copas de los arboles; tan solo los mosquitos parecian seguir imperterritos mientras rondaban los vehiculos al igual que centinelas.

Tras varias paradas para montar el campamento y pernoctar, la expedicion siguio un sendero que la condujo hasta un claro situado junto al rio Xingu. Una vez alli, Lynch intento obtener una lectura del GPS.

Вы читаете La ciudad perdida de Z
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×