– Muchas desaparecieron.

Me miro largo rato.

– Espero que sepas lo que estas haciendo.

Le prometi que no me precipitaria en ir al Xingu, al menos hasta que supiera donde iniciaria mi ruta. Las ultimas expediciones se habian basado en las coordenadas del Dead Horse Camp contenidas en A traves de la selva amazonica, pero, dado el elaborado subterfugio del coronel, resultaba extrano que el campamento fuera tan facil de encontrar. Si bien Fawcett habia tomado meticulosas notas de sus expediciones, se creia que sus documentos mas confidenciales se habian extraviado o bien que su familia se negaba a hacerlos publicos. Parte de la correspondencia de Fawcett y de los diarios de algunos miembros de sus expediciones, sin embargo, habian acabado en archivos britanicos. Y asi, antes de internarme en la jungla, viaje a Inglaterra para intentar obtener mas informacion sobre la ruta de Fawcett celosamente protegida y del hombre que, en 1925, parecia haberse desvanecido de la faz de la tierra.

4. Tesoro enterrado

Percy Harrison Fawcett probablemente nunca se habia sentido tan vivo.

Corria el ano 1888 y Fawcett era teniente de la Artilleria Real. Acababa de obtener un permiso de un mes en su guarnicion de la colonia britanica de Ceilan, e iba engalanado con un pulcro uniforme blanco con botones dorados y un casco de punta ajustado bajo el menton. No obstante, incluso armado con rifle y espada, parecia un muchacho, el «mas bisono»1 de los oficiales jovenes, como se llamaba a si mismo.

Se dirigio a su bungalow de Fort Frederick, que daba al resplandeciente fondo azul del puerto de Trincomalee. Fawcett, amante empedernido de los perros, compartia su habitacion con siete fox terrier, que, en aquellos tiempos, acompanaban con frecuencia a los oficiales a la batalla. Busco una carta que habia escondido entre los artilugios que abarrotaban sus dependencias. Alli estaba: extranos y retorcidos caracteres garabateados con tinta de sepia. A Fawcett le habia enviado la nota un administrador colonial, que la habia recibido de un cacique del pueblo a quien habia hecho un favor. Segun escribio mas tarde en su diario, aquella misteriosa caligrafia llevaba adjunto un mensaje en ingles que informaba que en la ciudad de Badulla, situada en el interior de la isla, habia una planicie cubierta de rocas en un extremo. En cingales, aquel lugar se conocia como Galla- pita-Galla, «roca sobre roca». El mensaje proseguia asi:

Bajo esas rocas hay una cueva a la que durante un tiempo era facil acceder, pero que ahora cuesta encontrar debido a que la entrada esta tapiada por piedras, vegetacion selvatica y hierba crecida. A veces se ven leopardos rondando por alli. En la cueva hay un tesoro […] [de] joyas y oro sin pulir en una cantidad mayor de la que muchos reyes poseyeron.2

Aunque Ceilan (la actual Sri Lanka) era conocida como «el joyero del oceano indico», el administrador colonial habia dado poco credito a una historia tan extravagante y entrego los documentos a Fawcett, pues creia que le resultarian interesantes. Fawcett no tenia ni idea de que hacer con ellos; podria tratarse de meras paparruchas. Pero, a diferencia de los cuerpos de oficiales aristocratas, tenia poco dinero. «Como teniente sin peculio de la Artilleria -escribio-, la idea de un tesoro resultaba demasiado atractiva para desecharla.»3 Suponia tambien una oportunidad para alejarse de la base de artilleria y de la casta blanca gobernante, que era el reflejo de la alta sociedad inglesa, una sociedad que, bajo su patina de respetabilidad social, siempre habia entranado para Fawcett cierto horror dickensiano.

Su padre, el capitan Edward Boyd Fawcett, era un aristocrata Victoriano, antiguo miembro del circulo intimo del principe de Gales y uno de los mejores bateadores de criquet del imperio. Pero de joven empezo a llevar una vida disoluta tras caer en el alcoholismo -su apodo era Bulb, «bulbo», debido a que su nariz se habia abultado por efecto del alcohol-. Ademas era mujeriego y un gran despilfarrador, que dilapido el patrimonio familiar. Anos despues, un pariente, esforzandose por describirle en los mejores terminos posibles, escribio que el capitan Fawcett «poseia grandes capacidades que no habian encontrado verdadera aplicacion en la practica, un buen hombre descarriado […], un erudito de Balliol y excelente atleta […], regatista, encantador e inteligente, secretario privado del principe de Gales (que mas tarde sucederia a la reina Victoria como Eduardo VII), y quien dilapido dos sustanciosas fortunas en la corte, desatendio a su esposa e hijos […], y, a consecuencia de sus habitos disolutos y su adiccion a la bebida al final de su corta vida, murio consumido a los cuarenta y cinco anos».4

La madre de Percy, Myra Elizabeth, no supuso un gran refugio en ese entorno «desestructurado». «Su desdichada vida marital le provoco una frustracion y una amargura tales que la empujaron al capricho y a adoptar una actitud injusta en especial con sus hijos»,5 escribio el mismo pariente. Tiempo despues, Percy confeso a Conan Doyle, con quien mantenia una relacion epistolar, que su madre era sencillamente «odiosa».6 Pese a ello, Percy intento preservar la reputacion de ella, junto con la de su padre, aludiendo a ellos solo de forma indirecta en A traves de la selva amazonica: «Tal vez fuera lo mejor que mi infancia […] estuviera tan exenta de afecto paternal para convertirme en lo que soy».7

Con el dinero que les quedaba, los padres de Fawcett le enviaron a escuelas publicas de elite de Gran Bretana -entre ellas, Westminster-, celebres por los rigurosos metodos que aplicaban. Aunque Fawcett insistia en que los frecuentes varazos que recibia «no consiguieron cambiar mis puntos de vista»,8 fue obligado a adaptarse al concepto Victoriano del caballero.9 La indumentaria se consideraba un signo inconfundible de caracter, y el solia llevar levita negra y chaleco, y, en los acontecimientos formales, frac y sombrero de copa; los guantes impolutos, ultimados con ensanchadores y maquinas de polvora, eran tan esenciales que algunos hombres llegaban a utilizar seis pares en un mismo dia. Anos despues, Fawcett se quejaria de que «el memorable horror (de tales complementos) persistia aun desde los dias grises en la escuela de Westminster».10

Solitario, combativo e hipersensible, Fawcett habia aprendido a conversar sobre obras de arte (aunque nunca alardearia de sus conocimientos), a bailar el vals sin retroceder y a ser extremadamente recatado en presencia del sexo opuesto. La sociedad victoriana, temerosa de que la industrializacion erosionara los valores cristianos, estaba obsesionada por controlar los instintos carnales. Se llevaban a cabo cruzadas contra la literatura obscena y «la enfermedad de la masturbacion», y por la campina se repartian panfletos en favor de la abstinencia, que instaban a las madres a «permanecer vigilantes en los henares». Los medicos recomendaban el uso de «aros con puas para el pene» a fin de reprimir impulsos incontrolados. Tal fervor contribuyo a que Fawcett tuviese una vision de la vida que se asemejaba a una guerra constante contra las fuerzas fisicas que lo rodeaban. En escritos posteriores, advirtio de que con demasiada frecuencia se «ocultan […] anhelos de excitacion sexual» y «vicios y deseos».11

La caballerosidad, no obstante, no se limitaba al decoro. De Fawcett se esperaba que fuera, segun escribio un historiador acerca del prototipo de caballero Victoriano, «un lider natural de los hombres […], intrepido en la guerra».12 Los deportes se consideraban el entrenamiento ultimo para los jovenes que pronto pondrian a prueba su valor en lejanos campos de batalla. Fawcett llego a ser, como su padre, un excelente jugador de criquet. El periodico local alababa repetidamente su juego «brillante». Alto y esbelto, dotado de una notable coordinacion, era un atleta nato, pero los espectadores observaron en su estilo una determinacion casi obsesiva. Uno de ellos afirmo que Fawcett mostraba de forma invariable a los lanzadores que «se precisa algo mas de lo habitual para desbancarle en cuanto esta preparado».13 Cuando empezo a practicar el rugby y el boxeo, dio muestras de la misma ferocidad obstinada: en un partido de rugby, se abrio camino entre sus oponentes incluso despues de haber perdido los incisivos tras recibir un golpe.

Aunque Fawcett ya era de una naturaleza extremadamente fuerte, se endurecio aun mas cuando, a los diecisiete anos, fue enviado a la Royal Military Academy de Woolwich,14 o «el Taller», tal como se la conocia. Aunque Fawcett no albergaba deseo alguno de ser soldado, al parecer su madre le obligo a ingresar en la Academia porque a ella le deslumbraban los uniformes. La frialdad del Taller suplanto a la frialdad de su

Вы читаете La ciudad perdida de Z
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×