Para mi, lo mas asombroso de aquellas aventuras era la figura alrededor de la cual giraban. La imagen que yo habia tenido siempre de mi abuelo era la de un anciano que apenas podia andar. Cuanto mas me contaba de el mi abuela, mas avido me sentia yo de conocer detalles que me ayudaran a entenderle; aun asi, habia algo en el que incluso mi abuela parecia no entender. «Es Monya», decia ella, haciendo un gesto resignado con la mano.

Cuando me hice reportero, empezaron a atraerme las historias que «atrapaban». En la decada de los noventa trabaje como corresponsal en el Congreso, pero seguia indagando por cuenta propia en historias sobre estafadores, gansteres y espias. Si bien la mayor parte de mis articulos parecen no guardar relacion alguna entre si, tienen un vinculo en comun: la obsesion. Versan sobre personas corrientes impelidas a hacer cosas extraordinarias -cosas que la mayoria de nosotros jamas osariamos hacer-, en cuya cabeza brota el germen de una idea que va expandiendose como en una metastasis hasta que los consume.

Siempre he creido que mi interes por este tipo de individuos es meramente profesional: son ellos quienes me proporcionan el mejor material. Pero en ocasiones me pregunto si no me parecere a ellos mas de lo que quiero creer. La actividad del reportero implica una incesante busqueda para desentranar detalles, con la esperanza de descubrir alguna verdad oculta. Para disgusto de mi esposa, cuando trabajo en una historia asi tiendo a perder de vista todo lo demas. Olvido pagar las facturas y afeitarme. No me cambio de ropa tan a menudo como debiera. Incluso asumo riesgos que de ningun otro modo aceptaria: reptar centenares de metros bajo las calles de Manhattan con excavadores de tuneles o viajar en un esquife con un cazador de calamares gigantes durante una violenta tempestad. A la vuelta de aquella travesia en barco, mi madre me dijo: «?Sabes?, me recuerdas a tu abuelo».

En 2004, mientras me documentaba para un reportaje sobre el misterioso fallecimiento de un experto en Conan Doyle y Sherlock Holmes, tope con una referencia sobre la figura de Fawcett como inspirador de El mundo perdido. Leyendo sobre el, empezo a intrigarme el fantastico concepto de Z: la idea de que pudiera haber existido en el Amazonas una civilizacion sofisticada de arquitectura monumental resultaba fascinante. Al igual que otros, sospecho, el concepto que yo tenia del Amazonas se reducia al de un monton de tribus dispersas y viviendo en la Edad de Piedra; una vision que se derivaba no solo de las novelas de aventuras y de las peliculas de Hollywood, sino tambien de obras de eruditos.

Los ecologistas a menudo han descrito el Amazonas como una «selva virgen» que, hasta las recientes incursiones de madereros e intrusos, permanecia intacta. Asimismo, muchos arqueologos y geografos sostienen que las condiciones del Amazonas, como las del Artico, han impedido el desarrollo de las grandes poblaciones propias de las sociedades complejas, con distribucion del trabajo y jerarquias politicas en forma de jefaturas y reinos.1 Betty Meggers, de la Smithsonian Institution, es probablemente la arqueologa contemporanea especializada en el Amazonas mas influyente. En 1971, definio la region con un ya celebre concepto: «paraiso ilusorio»,2 un lugar que, pese a la fauna y la flora que alberga, resulta desfavorable para la vida humana. Las lluvias y las inundaciones, asi como el embate del sol, eliminan los nutrientes vitales de la tierra e imposibilitan la agricultura a gran escala. En un entorno tan inhospito, segun afirman ella y otros cientificos, solo podrian sobrevivir pequenas tribus nomadas. Dado que la tierra proporciona tan poco alimento, escribio Meggers, incluso cuando las tribus consiguen superar el desgaste producido por el hambre y las enfermedades, tienen que dar con «sustitutos culturales»3 para controlar su poblacion, como, por ejemplo, matar a los suyos. Algunas tribus cometian infanticidio, abandonaban a los enfermos en la selva o se enzarzaban en sangrientas venganzas y guerras. En la decada de los setenta, Claudio Villas Boas, uno de los grandes defensores de los indigenas del Amazonas, comento a un periodista: «Esto es la jungla, y matar a un nino deforme o abandonar al hombre sin familia puede resultar esencial para la supervivencia de la tribu. Solo ahora que la jungla esta desapareciendo y que sus leyes carecen del sentido que tenian antano nos conmociona todo esto».4

Tal como observa Charles Mann en su libro 1491,s el antropologo Alian R. Holmberg contribuyo a cristalizar la vision popular y cientifica de los indigenas del Amazonas como seres primitivos. Tras estudiar a miembros de la tribu siriono en Bolivia a principios de la decada de 1940, Holmberg los describio como un pueblo entre «los mas atrasados del mundo culturalmente»,6 una sociedad tan condicionada por la busqueda de alimento que no habia desarrollado modalidad alguna de arte, religion, vestimenta, animales de granja, alojamientos solidos, comercio, caminos e incluso la capacidad para contar mas alla de tres. «No llevan ningun computo del tiempo -afirmo Holmberg- ni disponen de ningun tipo de calendario.»7 Los siriono ni siquiera tenian un «concepto del amor romantico».8 Eran, concluia el antropologo, «hombres tan salvajes como la misma naturaleza».9 Segun Meggers, una civilizacion mas sofisticada, procedente de los Andes, habia migrado a la isla Marajo, en la desembocadura del Amazonas, donde acabaron desmembrandose y muriendo. Para las sociedades civilizadas, el Amazonas era, en suma, una trampa mortal.10

Mientras investigaba sobre Z, descubri que un grupo de antropologos y arqueologos revisionistas habian empezado a cambiar de forma progresiva estas concepciones tan arraigadas en el tiempo: creian que era posible que en el Amazonas hubiese surgido una civilizacion avanzada. En esencia, afirman que los tradicionalistas han infravalorado la capacidad de las culturas y de las sociedades para transformar y trascender sus entornos naturales, estableciendo un paralelismo con la capacidad de los seres humanos para crear estaciones en el espacio y sembrar cosechas en el desierto israeli. Hay quien sostiene que las ideas de los tradicionalistas comportan aun un leve componente de las visiones racistas de los nativos estadounidenses, que previamente habian infundido teorias reduccionistas del determinismo medioambiental. Los tradicionalistas, por su parte, aducen que los revisionistas son un ejemplo de correccion politica desmesurado, y que perpetuan esa sempiterna tendencia a proyectar sobre el Amazonas un paisaje imaginario, una fantasia de la mente occidental. En el debate esta en juego una comprension de la naturaleza humana y del mundo ancestral, y la contienda ha enfrentado ferozmente a los eruditos en la materia. Cuando llame a la Smithsonian Institution, Meggers descarto la posibilidad de que alguien pudiera descubrir una civilizacion perdida en el Amazonas. «Demasiados arqueologos - dijo- siguen yendo a la caza de El Dorado.»

Un prestigioso arqueologo de la Universidad de Florida cuestiona la interpretacion convencional del Amazonas como un paraiso ilusorio. Se llama Michael Heckenberger y trabaja en la region del Xingu, donde se cree que Fawcett desaparecio. Varios antropologos me dijeron que el era la persona con quien debia hablar, pero me advirtieron que raramente sale de la jungla y que evita cualquier distraccion que le aleje de su trabajo. James Petersen, quien en 2005 dirigia el Departamento de Antropologia de la Universidad de Vermont y que habia formado a Heckenberger, me dijo: «Mike es absolutamente brillante y esta en la vanguardia de la arqueologia en el Amazonas, pero me temo que esta usted llamando a la puerta equivocada. Mire, este hombre fue el padrino de mi boda y no consigo que conteste a ninguno de mis mensajes».

Con la ayuda de la Universidad de Florida, finalmente consegui contactar con Heckenberger por medio de su telefono via satelite. Entre el ruido de las interferencias y de lo que parecia la jungla de fondo, me dijo que estaria en el poblado kuikuro del Xingu, y, para mi sorpresa, que estaba dispuesto a reunirse conmigo si yo me desplazaba hasta alli. Mas tarde, cuando empece a recabar mas datos sobre la historia de Z, descubri que aquel era exactamente el lugar donde James Lynch y sus hombres habian sido secuestrados.

– ?Vas a ir al Amazonas para intentar encontrar a alguien que desaparecio hace doscientos anos? -me pregunto mi mujer, Kyta.

Era una noche de enero de 2005 y ella estaba de pie en la cocina de nuestro apartamento, sirviendo los fideos frios con sesamo del Hunan Delight.

– Hace solo ochenta anos.

– Vale, ?vas a ir en busca de alguien que desaparecio hace ochenta anos?

– Esa es la idea basica, si.

– ?Como sabras siquiera donde buscar?

– Aun no he acabado de concretar esa parte. -Mi mujer, que es productora del programa 60 Minutes y de naturaleza notablemente sensible, dejo los platos sobre la mesa y espero a que le diera mas detalles-. Tampoco sere el primero en ir -anadi-. Cientos de personas lo han hecho ya.

– ?Y que fue de ellas?

Probe los fideos, vacilante.

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