con lo que dariamos en llamar el disfraz completo. Aunque, claro, nos hacemos cargo de la dificultad de semejante invitacion, cada vez es mas dificil encontrar quien les forre los zapatos a los cardenales, esas manoletinas ligeras de seda morada, zapatos como los que lleva Jovellanos en su celebre retrato o, si me permiten la libertad, zapatitos de maricon. La vida es hermosa en estos parajes, si bien este valle da miedo de puro grande que es, un valle exagerado, como toda la naturaleza aqui. Ciertamente la conquista espanola fue criticable, no nos vamos a empenar en lo contrario, pero nadie puede negarles a los conquistadores arrojo, valentia; meterse en estas selvas, y rios, y llanuras, llenas de peligros y plantas urticantes… Nosotros no hemos venido a conquistar, sino a construir, mas exactamente nuestros maridos, queridos consules, ?ah!, tras decir eso debo confesar que me siento como en el Senado romano, me siento como el mismisimo caballo de Caligula, fuera de lugar, desentonando siempre. Hace anos que suelo desentonar invariablemente. Desentono incluso estando conmigo misma, en la tranquilidad de mi hogar, en soledad absoluta. Asi son las cosas, me gustaria ser Mesalina pero soy el caballo de Caligula. ?Que opina usted de Mesalina, mi querida consulesa? No, no me refiero a las artes algo devaluadas de la mujer fatal, ni tampoco a la ninfomania, que no deja de ser la mania que nunca existio. Me refiero a la capacidad de Mesalina para rebelarse contra el designio de los hados por via genital. Pero vera, consulesa, no debe hacerme mucho caso esta noche, ya ve que estoy un poco dispersa. Lo cierto es que no tengo malditas ganas de hablar, y para superar tan funesta disposicion en una fiesta no me queda mas remedio que beber y aturdirme, de modo que las palabras fluyan de mi. Y vaya si fluyen, fluyen como rios desbordados. Quiza no es lo oportuno en una mujer como yo, esposa de un brillante ingeniero y hombre de bien; pero en fin, tal flujo verbal, tal afluencia de vocablos es una lacra que debemos soportar; sobre todo usted, amada consulesa. Aunque esta preparada para eso y mucho mas, ?no es cierto?, todas las mujeres lo estamos, somos capaces de dar todo cuanto Dios y la sociedad nos reclama. Lo malo es cuando la sociedad nos reclama cosas distintas de las que estamos dispuestas a ofrecerle. A mi la sociedad me demandaba que fuera buena madre y esposa, y no se, creo que dejo bastante que desear como esposa y no he tenido ni un solo hijo. A cambio le devuelvo a la sociedad unas magnificas traducciones de los diarios de Tolstoi. Usted me dira, aimee consulette, que los hablantes espanoles bien podriamos pasar sin enterarnos de las neuras del divino conde. Pero yo disiento, me opongo y me encabrito. ?Nada de eso!, los grandes hombres realizan en silencio sus grandes obras, y es una obligacion para el genero humano, hable en el idioma que hable, conocer como les gustaba tomar el te, que zozobras carcomian sus almas y cuantas broncas habian tenido con sus conyuges. Por cierto, el conde Tolstoi, muchisimas, querida consulesa. ?Como son las cosas!, una tiende a pensar que el genio se ocupa en exclusiva de asuntos filosoficos, o eticos e historicos, pero luego sucede que los privilegiados cerebros tambien se distraen con nimiedades y montan unos cristos del diablo cuando sus esposas leen a escondidas paginas de sus diarios y van ellos mismos y leen a hurtadillas los diarios de sus esposas pensando que estas les ponen cuernos… en fin, un catalogo de pequenas miserias sin cuento. Yo estaba llamada a ser una genio de la literatura, amiga mia, pero como dijo el poeta Dios: «Son muchos los llamados y pocos los escogidos.» ?Que jodido el poeta Dios! De manera que me di cuenta de que no podia despilfarrar mi talento haciendo intentos de ser comprendida y aceptada, vitoreada. Eso comporta muchas humillaciones, aunque parezca un contrasentido. Debes llamar a muchas puertas y pedir muchos consejos, sufrir examenes reiterados como si fueras siempre una adolescente. Y total, para luego consignar en tu diario que te ha sentado mal la merienda como hacia Tolstoi. ?Ah, no, hasta ahi podiamos llegar!, no hemos abominado de la cotidianidad femenina, tan llena de banalidades domesticas, para ir a caer en semejante trampa. Cuando los genios sean de otra manera y se muestren mas sublimes, veremos. Hay que ir desbancando a los modelos. Yo soy tan genial que he renunciado al genio debido a todos los componentes no geniales que lleva aparejados. Y bien, ?que puedo hacer llegados a este punto, senora consulesa, soltarle una arenga hedonista del tipo: «Pensemos todos, hermanos, en los agradables vasos de vino que nos quedan por apurar, las puestas de sol, las alegres morcillas que aun revientan en el asador?» Pues no, la verdad, la vida es como es y yo la vivo como puedo, pero con dignidad. Por eso he venido a Mexico, en vez de ir a Moscu. En Mexico traduzco a Tolstoi y no descarto que, estando alguna vez en Moscu, traduzca al ruso a Octavio Paz. En cualquier caso, sigo a mi marido como una buena esposa, hasta el final.

La mujer del consul general de Espana en Oaxaca sonreia. Habia sido educada para oir sin escuchar, para escuchar sin oir, pero sobre todo habia sido educada para sonreir. Tenia una nariz recta y fina, casi perfecta. Paula alzo su copa ante ella a modo de colofon de su larga perorata y se largo. Aquello estaba convirtiendose en una especie de auto sacramental con el angel y el diablo batallando entre bambalinas. Rugio para sus adentros. La fiesta era agradable. Todos se reian, felices. ?De donde sacaban sus companeras de gueto vestidos tan elegantes? ?Habian venido desde Espana hasta aquel rincon del mundo con las maletas cargadas de saten y guipur?

Susy paso por delante de ella con un vaso de coctel de papaya en la mano. La atrapo por un brazo, no podia dejar que se le escapara su hacedora de pasteles rituales, su unica esperanza en aquel lugar.

– Susy, querida, el otro dia me hablaste de tu madre. Pues bien, voy a contarte la historia de la mia, te gustara. Es un drama que cualquier mente anglosajona y, por tanto, amante de Dickens deberia apreciar. Veras, mi madre era londinense. Una huerfana. Vivia en un modesto hotel porque seguramente era hija de alguna camarera que, despues de parir infamantemente, la habia dejado alli, o bien de alguna puta rehabilitada gracias al trabajo de hacer camas y limpiar muebles. Pues bien, hete aqui que el dueno de aquel hotel organizaba partidas de poquer clandestinas donde se apostaba fuerte y a las que solia asistir algun cliente alojado alli. Una noche, el dueno perdio tanto dinero que se quedo sin fondos. No estaba dispuesto a deshacerse de ninguna de sus propiedades, de modo que, para aceptar el envite de otro jugador, decidio apostar a la nina que tenia recogida en su casa. Pero un caballero espanol asistia a la partida y, horrorizado, amenazo al malvado hotelero con denunciarlo a las autoridades. Puso fin a aquella infamia y, en petit comite, le pidio a aquel mangante que le diera a la nina en adopcion. Despues de intensos papeleos, todo era sin embargo mas facil entonces, adopto a la nina y se la trajo a Espana. Asi puede decirse que yo tengo, tuve, porque ya murio, una madre importada. ?Que te parece?

Susy la miraba como si fuera un trasgo. Se echo a reir con acento americano.

– Pero, Paula, ?que demonios estas diciendo?

– Estaba contandote la compraventa de mi difunta madre. Es una de mis historias familiares favoritas.

– ?Por todos los santos, estas como una cabra!

– ?Adonde vas tan de prisa?

– Estoy intentando localizar a Henry, pero hay tanta gente… Por cierto, Paula, nos han propuesto una excursion que puede ser muy agradable. Al parecer hay unas ruinas aztecas muy cercanas a la colonia. Vamos a visitarlas todas las esposas un dia de la proxima semana. ?Te apuntas?

– Si, de acuerdo, muy instructivo. Los americanos pensais que lo unico estimable de los europeos son nuestras ruinas, y de los mexicanos, la comida; pero ya ves que aqui tambien hay ruinas. Es curioso, los pueblos civilizados vivimos felices entre nuestros restos, como los cerdos.

– Estas imposible, pero divertida. No crei que fueras tan divertida.

– Me sienta bien la bebida… a veces -hizo un arabesco espectacular con la mano.

Susy sonrio y fue en busca de su marido. Obviamente se lo habia tomado todo a broma, tambien el terrible trauma de la madre objeto de mercaderia. Solo le interesaban las ruinas. Quiza el mundo deberia reducirse a cenizas para poder alabar despues los refinamientos que nuestra cultura habia alcanzado. Susy parecia feliz, todos parecian felices, ella misma habia olvidado ya a su madre muerta. Los cadaveres deben permanecer instalados en sus tumbas. Hay que perdonar a los muertos para lograr la paz interior. Ahi es donde dicen que reside la armonia. Una vez conseguida, nada te altera. Los campos que te rodean pueden arder sin que te inmutes. O, como el consul, puedes organizar fiestas deliciosas mientras los campesinos que malviven a tu alrededor pasan hambre y pergenan revoluciones.

Se sintio hermosa paseando entre los invitados. El vestido blanco que llevaba, languido y sin vuelos, le daba el aspecto distinguido de una 'tenista antigua. Vio al doctor Mendez, medico mexicano que tenia a su cargo la salud general en la colonia.

– Querido doctor, ?que opina de esta segunda oleada de conquistadores espanoles que asola su pais?

– Siempre es mejor ser colonizado por mujeres inteligentes que por ejercitos de condenados a galeras.

Muy bien, doctor, buena replica, pues ha de saber usted que las mujeres inteligentes nos movemos aqui como peces en el agua, como bacterias en la descomposicion. Nuestros maridos, contratados por el gobierno mexicano, contribuyen al engrandecimiento de este de por si ya grande pais. De modo que somos como una especie de invitados y debemos comportarnos bien. No bebere ni una copa mas, y voy a pedirle ahora mismo a mi marido

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