– Me dio esa impresion -dijo Victoria, desarbolada, nerviosa, sintiendo que un flujo de sangre le subia a la cara y le hacia lagrimear los ojos.

En ese momento se hubiera acercado y hubiera puesto su boca en la boca de el, buscandole la lengua caliente. Asi no podria haberla mirado, ni volver a hablar. Pero no tuvo valor. Eso le hubiera correspondido a el, y no lo hizo. Se limito a observarla con un rictus de sonrisa en los labios. Una mariposa enorme revoloteo cercana a sus cabezas. Ella se sobresalto y realizo un movimiento de repliegue. Rieron ambos.

– No me acostumbro a que todo sea tan grande en este pais.

– Mira -senalo el hacia los arboles bajo los que se sentaban-. Esta lleno de ardillas.

– Si, y solo acuden si comes algo. Estan acostumbradas a que la gente les de trocitos de pan. La primera vez que una bajo y se acerco me asuste un poco, ?queria morderme un pie!

– ?Sueles venir aqui?

– Muchos dias. Prefiero dar un paseo a quedarme jugando siempre al tenis en la colonia.

– Tu ya llevas mucho tiempo en Mexico, ?te resulta agobiante vivir en la colonia? Es como una especie de haren.

– Todas sabemos que es una situacion temporal. ?Te resulta a ti agobiante el campamento?

– Esa maldita presa nos mantiene ocupados. ?A que te dedicabas en Espana?

– Soy profesora de quimica en la universidad. Cuando acabe la estancia aqui, regresare a mi puesto.

– Es gracioso.

– ?Por que?

– Haces algo muy diferente de lo nuestro. Un ingeniero se ocupa de lo fisico.

– Es complementario.

Asintio varias veces y se quedo mirandola, como satisfecho de ella. Era amargura lo que se mezclaba en sus sonrisas, en su voz, en su mirada, ahora estaba segura. Amargura profunda llevada con elegancia. Tiro un poco de la cuerda:

– La comparacion de la colonia con un haren no ha sido muy afortunada; en la colonia a cada esposa le corresponde un esposo.

– Como debe ser -respondio Santiago ironicamente.

La miraba sin apartar los ojos. Ella entonces no pudo soportar mas la tension y empezo una charla convencional llena de comentarios discretos y pertinentes sobre Mexico, el clima, las bellezas del paisaje. El respondia con brevedad. Llego un punto en que no habia mas que decir. Victoria propuso marcharse. Se levanto, se excuso, dijo que tenia cosas que hacer en el pueblo. El se quedo en la plaza, afortunadamente. Hubiera sido impensable reproducir un silencio tranquilo como el anterior. Ya no era posible. Ambos se habian significado de alguna manera y correspondia pasar a otra etapa, o cortar la situacion.

Se despidieron bajo los arboles, con un afectuoso «hasta luego». Victoria comenzo a caminar con decision, como si fuera hacia alguna parte. Se alegro de no haberle citado en ningun momento a su esposa. Estaba convencida de que no hubiera sido oportuno.

Cuando abrio la puerta no la sorprendio en absoluto encontrar a Manuela, que la saludo de un modo alegre y desinhibido; era raro que no la hubiera visitado antes. La invito a pasar y se sentaron en el salon. La observo. No era fea en absoluto, a pesar de su avanzada madurez. Su rostro traslucia una manera de afrontar la vida de la que habian sido eliminados los imprevistos. Le parecio desde el principio una de esas mujeres que valoran lo que es importante para todo el mundo. A menudo hablaba de su nieta y sacaba del bolsillo la fotografia de un hermoso bebe, cuya sonrisa dejaba ver dos minusculos dientes. Paula sabia que entre mujeres es una tradicion hablar de ninos: los hijos, los nietos, los bebes de cualquiera. Pero ella era un vientre desaprovechado que nunca tendria hijos y se sentia libre para no participar en ese tipo de ritos femeninos. Era un descanso. A la edad de Manuela, la edad ideal para el primer nieto, ella esperaba estar ya completamente alcoholizada. No le gustaban las reuniones que veia a veces en algun cafe, en los salones de algun hotel: un monton de mujeres mayores bien situadas en sociedad que charlaban por los codos. Los hijos, las hijas, los nietos… todas aparentemente felices, incluso las viudas, a quienes no les importa la soledad porque se sienten con el deber cumplido. Todas han fundado una celula privada en la que han permanecido durante anos, preocupandose solo por el bien de los suyos. Un nido preservado y comodo, inaccesible para gente ajena. Hasta las mujeres de clase humilde que toman un cafe con leche en un bar que apesta a aceite frito hacen lo mismo. Se reunen y hablan a grito pelado. Rien a carcajadas y bromean con el camarero, que se muestra deslenguado y ocurrente como un presentador de music-hall. Los hijos, los hijos, los nietos… al final siempre aparece la foto de un nieto en el monedero de alguna de ellas, junto al gastado carnet de identidad. El deber cumplido. Paula se veia privada para siempre de ese circulo ufano. Por eso quiza creyo descubrir un punto de conmiseracion en la mirada de Manuela mientras esta le hablaba.

– Sabemos que estas muy ocupada con tus traducciones, Paula, pero quiero pedirte un favor en nombre de todas. Veras, la cosa es que la colonia necesita actividades culturales. No podemos pasarnos tres anos vegetando, como es obvio; de modo que vamos programando algun tipo de viaje, excursion, visita… claro que todo se queda siempre en el ambito del arte azteca o las iglesias espanolas… ya te imaginas. El mundo de la literatura lo tenemos abandonado. Por eso he pensado en ti. No voy a pedirte que nos programes un curso de lectura ni nada por el estilo, pero muy bien podrias darnos una charla sobre Tolstoi.

Paula solto una carcajada seca, que podia significar sorpresa, pero Manuela siguio hablando como si no hubiera apreciado su reaccion.

– Quien no ha leido Ana Karenina o Guerra y paz, y teniendo aqui a una traductora del autor, creo que seria un crimen que no nos dirigieras unas palabras sobre el. No pienses en un largo parlamento o en una conferencia formal, sera suficiente con un acercamiento a su figura, a sus libros… ?que se yo!

– ?El bueno de don Leon! ?Crees que es un tema adecuado, Tolstoi en Mexico?

– ?No puede haber otro mejor!

– Es una buena idea, creo que voy a pensarlo. Dame un poco de tiempo para decidirme, un dia o dos. Quiero estar bien segura de que puedo abordar esa historia como conferenciante. No todo el mundo es capaz de hablar en publico.

– Tu hablas en publico muy bien. Ademas, aqui todas nos conocemos.

– Eso es verdad.

Le prometio pensarlo muy seriamente, se lo prometio. Mientras la estaba acompanando hacia la salida penso que Manuela le habia hecho esa peticion para implicarla en la vida de la colonia. «Hablas en publico muy bien», una alusion envenenada a su actuacion la noche de la fiesta en el consulado. Esa mujer lista y experimentada comprendio esa noche que ella representaba un peligro potencial para el equilibrio interno de la colonia, y pretendian desactivarla, que entregara sus armas, domesticadas, a la comunidad. Al quedarse sola se dio cuenta de que habia subestimado cual era su situacion alli. Naturalmente, ?que inconsciencia!, no era tan facil permanecer aislada en un sitio como aquel. No se lo iban a consentir. No iban a dejar que apareciera de vez en cuando, montara un happening y luego volviera a desaparecer. No, nada de eso. Veria como se las apanaba para capear el temporal sin romper las relaciones diplomaticas. Quiza una complice le vendria bien, alguien mas cercano a su personalidad, alguien inofensivo que se conformara con poco, ni siquiera unas migajas de amistad. Una complice que le frenara los golpes comunitarios, que la acompanaba en su deseo de seguir oculta. Una situacion subestimada, en verdad, porque nadie podia hacerse invisible a voluntad, y eso resultaba mas evidente cuanto menor era el entorno, cuanto mas uniforme, cuanto mas familiar.

Se puso una chaqueta por los hombros y fue en busca de Susy, a la que encontro haciendo pesas en el gimnasio de la colonia, vacio, a excepcion de la americana. Susy estaba sudando, enfundada en ropa deportiva de colores muy vivos. Tenia el labio superior perlado, solto las pesas, la sonrio, levanto una mano:

– ?Eh!, ?te has decidido a hacer un poco de deporte?

– Solo vengo para verte.

– ?Como sabias que estaba aqui?

– Te he visto muchas veces viniendo hacia el gimnasio.

– Me gusta hacer ejercicio, sudar, sufrir un poco pensando que lo hago en beneficio de mi salud, por mi propio bien.

– Nunca he estado de acuerdo en que el sufrimiento nos aporte ningun bien, pero, en fin, tu sabras lo que haces.

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