nada.

– ?Pues vaya! -exclamo Hugo, decepcionado.

– Yo no te preguntare -tercio Marina, y le agradeci la declaracion de intenciones con una sonrisa. Pero lo estropeo enseguida.

– Solo contesta a una cosa mas: ?a que es verdad que de los psicopatas se hace un retrato psicologico?

– Si, es verdad, suelen requerirse los servicios de un psiquiatra.

– ?Lo ves? -Fulguraron los ojos de Marina en direccion a su hermano.

– Eres idiota -apostrofo este como toda respuesta.

– ?Tengamos la fiesta en paz! -solte aparentando autoridad. En ese momento entro Marcos.

– ?Aun estais en la mesa? Tomad una ducha y vestios, luego os llevare a vuestro partido de futbol.

– Yo tambien quiero ir -pidio la nina.

– Estupendo, tambien vendras. ?Ah!, y se me habia olvidado deciros que esta noche Petra y yo tenemos que asistir a una cena, de modo que vendra Sandra a cuidaros.

– Sandra es un muermo -subrayo Teo.

– Si, ya lo se, si quisiera que os cuidara alguien mas divertido hubiera contratado a un equipo de majorettes.

Hugo se echo a reir ruidosamente. Teo le enseno los dientes en plan perro amenazador y yo comprendi que, para tener hijos, se necesita una sangre fria mucho mayor que la que permite cazar asesinos.

Cuando los ninos hubieron despejado el campo le pregunte a Marcos:

– ?Que es eso de una cena?

– Pero bueno, Petra, ya te lo dije, es la cena anual del colegio de arquitectos.

– Es la primera noticia que tengo.

– En absoluto, te lo comente, estoy seguro.

– Pues yo estoy segura de que no.

– ?Vamos a discutir por eso?

– Me parece un buen motivo.

– ?Por que?

– Esta bien, dejemoslo; pero deberias procurar no ser tan despistado.

– Y tu no estar siempre tan ensimismada cuando te hablo.

Me quede sola frente a un cafe que ya estaba frio. La fragilidad de la armonia domestica es llamativa, pense, y acto seguido me pregunte como me vestiria aquella noche.

Mientras ibamos a la fiesta en nuestro coche, Marcos me saco de mi oscuro mutismo.

– Hueles a naranjas verdes.

– Si, es un nuevo perfume. Suenos de Levante o Brisas de Levante… no se, nunca acierto con los nombres. De todas maneras tengo la sensacion de que huele a chinches de campo.

– ?Por que estas enfadada, Petra?

– No estoy enfadada, estoy preocupada.

– ?Por que?

– Por todo.

– Ese es un indice alto de preocupacion.

– No bromeo. Estoy preocupada por tus hijos, y tambien por la cena a la que vamos.

– Si, me imagino que los chicos te han sometido a un tercer grado esta manana, no tuve mas remedio que contarles algo, lo minimo. Pero ?la cena?

– Temo que tus colegas me miren con curiosidad malsana. ?Saben que soy policia?

– Supongo que unos si, otros no… ?Eso es importante?

– Desde luego. Pensaran que hace alguien como tu casado con una tia de la bofia.

Solto una leve carcajada.

– Mira, Petra, si nos preocuparamos por todo lo que la gente puede pensar o decir nos pasariamos la vida sumidos en un pozo de angustia. Olvidate, solo tienes que preocuparte por las cosas que tu puedes controlar.

– ?Joder!, ?por que no escribes libros de autoayuda en vez de proyectar casas? Pareces budista o algo asi.

Me miro de reojo. No parecia dispuesto a iniciar una discusion conyugal. Yo tampoco. Hubiera sido injusto. El llevaba razon, no puedes pretender que todas las facetas de tu vida encajen milimetricamente formando un ingenioso puzzle. Aunque lo cierto era que el matrimonio habia complicado mi puzzle y me sobraban piezas por todos lados. De modo que segui preocupandome un rato mas. Estaba convencida de que muchos de los colegas de mi marido sabian que era policia y me mirarian con expectacion. ?Por que un policia excita la curiosidad de la gente mas que ningun otro oficio? ?Porque tenemos fama de estar encallecidos y ser un poco cabrones? ?Porque nos ocupamos del mal? Seria mas logico que la sociedad se intrigara frente a un entomologo, una cantante de fados, un investigador de celulas madre. Pero no, en cuestion de interes morboso los polis estamos a la cabeza de la clasificacion.

Tras la cena tuve que reconocer que se trato de una velada discreta, con invitados de modales amables y conversaciones anodinas. Todo estaba estudiado para que nadie incomodara a nadie, para que las palabras pasaran como soplos de brisa sin fuerza ninguna. Nadie preguntaba lo que en realidad deseaba saber y las mentes de todos parecian vagar lejos, por cualquier otro lugar. Aquel no era mi mundo, pero ?donde estaba mi mundo? Podia afirmar con rotundidad que tampoco en las cenas de comisaria. Quiza no perteneciera a ningun mundo. En cualquier caso, la extrema correccion de las reglas burguesas que alli ejercitabamos permitia decir sin decir, pensar sin pensar, estar sin estar. Un limbo comodo.

A la vuelta, no pude por menos de comentarle a Marcos:

– Creo que yo no pinto nada en las reuniones de tu vida profesional.

Con gesto contrariado me pregunto:

– ?Y pinto yo algo en las tuyas?

– Tampoco.

– Entonces, ?que sugieres que hagamos?

– Dejar de asistir a los compromisos que el otro tiene.

– Las cosas no funcionan asi. Ambos tenemos nuestro trabajo, nuestra historia pasada, pero habra que compartir algo, ?no te parece?

– ?Una cena social?

– Me gusta que la gente te conozca. Estoy orgulloso de ti.

– ?Ya compartimos otras cosas!

– ?Cuantas, y quien determina si son suficientes o no?

Estaba compungido, pero firme y sereno. De pronto me vi a mi misma como una nina egoista y caprichosa.

– Marcos, no quiero que te enfades conmigo.

– No lo estoy.

– Si lo estas, y te aseguro que no lo soportare. Si te enfadas me matriculare en tibetano para poder largarme a uno de esos putos santuarios donde no se pega ni golpe.

– Petra, eres una maldita guripa grosera y mal hablada.

– Ah, ?si, y que mas?

– Tu perfume huele fatal.

Intercambiamos una mirada sonriente y amorosa.

Dos dias de insistencia fueron suficientes. Debio tratarse de una tozudez delirante, o bien fue ejercida sobre los centros neuralgicos de la cuestion; fuera como fuese, dos dias mas tarde el caso del asesinato en el convento habia sido transferido desde la policia autonomica a la Policia Nacional y, una vez alli, se nos habia asignado a Garzon y a mi. No podia creerlo, cuando el comisario Coronas nos lo comunico, como si fuera la cosa mas natural del mundo, no supe si atribuir el hecho a los siglos de consecuciones de la Iglesia catolica o a la singularidad de la madre Guillermina. Supuse que ambas cosas habian sido coparticipes. Lo mas curioso fue que no sabia si alegrarme o no de aquel giro imprevisto. Por una parte, la intriga del asunto no habia dejado de ocupar un lugar en mi mente. Por otra, nos enfrentabamos a un asesinato que tenia todo el aspecto de ser endemoniadamente

Вы читаете El silencio de los claustros
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×