tengo que convertir esos informes en fichas. -Senalo la seccion 5 del mapa-. Esta es mi zona. Tal vez contenga lo peor de esta horrible ciudad: alrededor de cuatro mil personas, incluyendo ninos que dejan de serlo a los siete anos. Aqui… -dijo, senalando con el lapiz el limite de la ciudad- esta el Correccional de Mujeres de Florida. Es una prision muy dura: no solo las presas son duras, sino tambien las condiciones de vida. La mayoria cumplen condenas largas y muchas de ellas son criminales sin remedio. Hasta hace tres meses no se permitian visitas en la carcel, pero por fin consegui convencerlos de que puedo ser util.

Volvio a sonar el telefono y ella retomo sus rutinarios «si» y «no» y luego corto la comunicacion.

– Me permiten tener un ayudante sin sueldo -prosiguio, como si la conversacion telefonica no hubiese existido-. Las personas se ofrecen como voluntarias, como ha hecho usted. Su trabajo consistira en mantener las fichas ordenadas, contestar al telefono, manejar cualquier emergencia hasta que yo pueda hacerme cargo de ella y pasar a maquina mis informes si me entiende la letra. De hecho, tendra que poner todo en orden hasta que yo pueda volver al despacho y hacerlo yo misma.

Me movi incomodo en la silla. ?En que diablos pensaba Melish, o acaso no lo sabia? Ella no necesitaba un hombre con mis antecedentes sino a cualquier chica que se encargara del trabajo de oficina. Ese no era trabajo para mi.

Se lo dije con la mayor amabilidad posible, aunque sin poder evitar un tono de resentimiento.

– Este no es trabajo para una chica -dijo Jenny-. Mi ultimo voluntario era un contable jubilado. Tenia sesenta y cinco anos y lo unico que hacia era jugar al golf y al bridge. Se puso muy contento ante la posibilidad de ayudarme, pero solo duro dos semanas. No lo culpo.

– ?Quiere decir que se aburrio del trabajo?

– Nono se aburrio. Se asusto.

– ?Se asusto? ?Quiere decir que tenia demasiado trabajo?

Me dedico una calida sonrisa.

– No, no le tenia miedo al trabajo. Lo hizo muy bien mientras estuvo aqui. Era la primera vez que tenia todos los informes al dia. No… no podia soportar lo que aparecia por esa puerta de tanto en tanto. -Senalo la puerta de la oficina-. Es mejor que lo sepa, Larry… Hay una banda de muchachos que siembran el panico en esta zona de la ciudad. La policia la conoce como la banda de Jinx. Sus edades oscilan entre los diez y los veinte anos. Son alrededor de treinta. El lider es Spooky Jinx (asi se hace llamar) y se cree un personaje de la mafia. Es malvado y muy peligroso y los demas lo siguen servilmente. La policia no puede hacer nada: es muy inteligente. -Hizo una pausa y luego prosiguio-. Spooky cree que soy una espia. Que le paso informacion a la policia. Cree que todos aquellos a quienes intento ayudar deberian arreglarselas sin mi ayuda. El y su grupo consideran que sus padres son estupidos porque aceptan la ayuda que les ofrezco: leche para los bebes, carbon y ese tipo de cosas, y porque los socorro en sus problemas. Los ayudo en cosas tales como: de que manera pagar el alquiler, las compras a plazos… comparten todas esas dificultades conmigo. Spooky cree que me interfiero y me hace la vida dificil. De vez en cuando vienen a verme y tratan de atemorizarme. -Otra vez la calida sonrisa-. A mi no me asustan, pero hasta ahora han asustado a todos mis voluntarios.

La escuchaba pero no la creia. Nada tenia sentido para mi.

– Creo que no la entiendo bien -comente-. ?Quiere decir que ese muchacho asusto a su amigo contable y este renuncio? ?Como pudo hacerlo?

– Es muy convincente. Debe recordar que este es un trabajo sin sueldo. Mi amigo el contable me lo explico muy bien. Ya habia dejado de ser joven y consideraba que el trabajo no merecia el riesgo.

– ?El riesgo?

– Lo de siempre… Si no se marchaba lo cogerian en una noche oscura. Son depravados. -Me observo. De repente, adopto una expresion seria-. Tiene esposa y un buen hogar. Decidio marcharse.

Senti un repentino resquemor. Habia oido hablar de los delincuentes juveniles. ?Quien no habia leido algo sobre ello? Una noche oscura y, de repente, uno es atacado por una banda de pequenos salvajes. Una patada en la cara podia desprender unos cuantos dientes. Una patada en los genitales podia dejar a un hombre impotente. ?Pero podia sucederme algo asi a mi?

– No tiene obligacion de hacerlo -me dijo Jenny. Parecia entender lo que pasaba por mi mente-. ?Por que habria de hacerlo? El tio Henry no piensa en los detalles. Ya se lo he dicho antes, ?no?

– Aclaremos una cosa -dije-. ?Quiere decirme que estos chicos, este Spooky, podria amenazarme por trabajar con usted?

– ?Oh, si!, tarde o temprano lo hara.

– ?Esa amenaza puede llegar a ser algo mas?

Apago el cigarrillo y respondio:

– Me temo que si.

?Un cambio de escena?

Permaneci pensativo durante un rato. De repente, me di cuenta de que durante la conversacion con aquella mujer no habia pensado en Judy ni una sola vez. No me habia ocurrido desde el accidente. Tal vez una patada en la cara o en los genitales cambiara todo.

– ?Cuando comienzo? -pregunte.

Su calida sonrisa me envolvio.

– Gracias… Empezara en cuanto se haya comprado una camiseta de gimnasia y unos tejanos y, por favor, no use esa hermosa pitillera. -Se puso de pie-. Tengo que irme. No volvere hasta las cuatro. Le explicare todo sobre los informes y el sistema de fichas. Entonces… entonces comenzara a trabajar.

Bajamos los seis pisos hasta la calle y la acompane hasta su polvoriento Fiat 500. Hizo una pausa antes de poner en marcha el coche.

– Gracias por aceptar el trabajo. Creo que lo lograremos. -Se quedo mirandome un momento a traves de la ventanilla-. Siento lo que le ha pasado. Todo saldra bien… Tiene que tener paciencia. -Luego, se alejo.

Permaneci alli, de pie, sintiendo como el polvo de cemento se mezclaba con el sudor. Ella me gustaba. Mientras estaba alli de pie, me pregunte en que me habia metido. ?Me asustaba con facilidad? No lo sabia. Cuando llegara el momento lo sabria.

Recorri la ruidosa y angosta calle hasta la avenida principal en busca de un par de tejanos y una camiseta de gimnasia.

No me di cuenta de cuando sucedio, pero sucedio.

Un chico sucio y harapiento de unos nueve anos se tiro de repente encima de mi y me hizo tambalear. Produjo un fuerte ruido con la boca y desaparecio.

Hasta llegar al hotel Bendix no me di cuenta de que me habian rajado la chaqueta del lujoso traje con una navaja y de que mi pitillera de oro habia desaparecido.

CAPITULO DOS

Despues de ponerme los tejanos y la camiseta de gimnasia, fui a la comisaria para denunciar el robo de la pitillera. Sorprendido, descubri que no estaba apenado por la perdida, pero sabia que a Sydney le afectaria mucho, por lo que era justo que hiciera al menos un esfuerzo por recuperarla.

La sala de guardia de la comisaria olia a cemento y a pies sucios. Unos diez chiquillos harapientos estaban sentados en un banco contra una de las paredes. Me siguieron con sus ojos oscuros mientras me acercaba al sargento de guardia.

Este era un tremendo ejemplar de carne humana, con una cara del color de un bistec crudo. Estaba en mangas de camisa y sudaba tanto que las gotas le caian por la cara hasta el cuello, donde se mezclaban con el polvo de cemento. El sargento hacia girar un trozo de lapiz sobre el cuaderno de notas y cuando me vio acercarme se enderezo.

Los chicos del banco se echaron a reir.

Le conte como habia perdido la pitillera mientras seguia jugando con el lapiz. Luego, levanto de repente su mirada porcina y me estudio intensamente.

– Usted no es de aqui, ?no? -Tenia la voz ronca, como si hubiese gritado mucho.

Le explique que no era del lugar, que acababa de llegar y que iba a trabajar con la senorita Baxter, la

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