asistenta social.

Se echo la gorra hacia atras, miro el pedazo de lapiz que tenia en la mano y saco un formulario. Me pidio que lo rellenara y siguio haciendo girar el lapiz.

Llene el formulario y se lo devolvi. En el lugar donde decia «valor del articulo robado», habia puesto mil quinientos dolares.

Leyo lo que habia escrito y vi como su enorme rostro se ponia en tension y me devolvia el formulario. Apoyo un dedo sucio en el casillero del «valor del articulo robado» y me pregunto.

– ?Y esto que es?

– Es el valor de la pitillera -respondi.

Murmuro algo en voz baja, me miro y luego estudio el formulario.

– Me rajaron la chaqueta del traje con una navaja -le explique.

– ?Si? ?Y el traje tambien le costo mil quinientos dolares?

– El traje costo trescientos.

Resoplo por la nariz ruidosamente.

– ?Puede describir al chico?

– Alrededor de nueve anos, tez oscura, cabello ensortijado, camisa negra y tejanos -le dije.

– ?Lo reconoce alli?

Me volvi y estudie la hilera de muchachos. La mayoria de ellos tenia la tez oscura y el pelo ensortijado; casi todos llevaban camisa negra y tejanos.

– Podria ser uno de ellos -dije.

– Seee… -Me miro.- ?Esta seguro del valor de la pitillera?

– Estoy seguro.

– Seee. -Se rasco la nuca sudorosa y coloco el formulario encima de una pila de otros similares-. Si la encontramos le avisaremos. -Despues de una pausa, agrego-: ?Se quedara algun tiempo?

– Dos o tres meses.

– ?Con la senorita Baxter?

– Esa es la idea.

Me estudio durante un momento y luego vi dibujarse una sonrisa despreciativa en su boca.

– ?Que idea!

– ?No cree que dure tanto tiempo?

Resoplo nuevamente por la nariz y despues siguio jugando con el lapiz.

– Si sabemos algo, le avisaremos. ?Mil quinientos dolares, eh?

– Si.

Asintio y luego, con voz de trueno, aullo:

– ?Quedaos quietos, pedazo de desgraciados, o me ocupare de vosotros!

Me encamine hacia la salida y cuando llegue a la puerta, alcance a oir lo que decia a otro policia que estaba apuntalando una de las sucias paredes:

– Otro loco.

Era la una y veinte de la tarde. Sali a buscar un restaurante, pero no vi ninguno por la calle principal. Por fin, tuve que conformarme con una hamburguesa grasienta en un bar atestado de hombres sudorosos y malolientes que me observaban furtivamente.

Despues sali a pasear. Luceville no tenia mucho que ofrecer, excepto polvo y pobreza. Recorri el distrito que Jenny tenia marcado en el mapa como el numero 5.

Me encontraba en un mundo que ni siquiera sospechaba que existiera. En comparacion con Paradise City parecia un viaje al Infierno de Dante. En cada calle me senalaban como el extrano. La gente se alejaba y algunos se volvian y murmuraban a mi paso. Los chicos me seguian silbando y haciendo ruidos groseros. Estuve caminando hasta las cuatro y despues emprendi el regreso a la oficina de Jenny. Para entonces ya habia llegado a la conclusion de que debia de ser una mujer muy especial. Haber pasado dos anos en aquel infierno y ser todavia capaz de ofrecer aquella sonrisa calida y amistosa era toda una hazana.

La encontre sentada ante su escritorio, llenando uno de los formularios amarillos; cuando levanto la mirada, estaba aquella sonrisa calida y amistosa.

– Asi esta mejor, Larry -me dijo, despues de inspeccionarme-. Mucho mejor. Sientese y le explicare lo que yo denomino el sistema de llenado. ?Sabe escribir a maquina?

– Si.

Tome asiento. Me pregunte si debia contarle lo sucedido con la cigarrera y decidi que no. Segun me habia dicho, tenia ya suficientes problemas para resolver como para escucharlos mios.

Estuvo una hora explicandome el sistema, mostrandome sus informes y las fichas y, en aquel tiempo, el telefono no dejo de sonar ni un momento.

Poco despues de las cinco, Jenny recogio algunos formularios y unos lapices y anuncio que tenia que irse.

– Cierre a las seis -dijo-. Si puede, pase a maquina esos tres informes antes de irse…

– Esta bien. ?Adonde va?

– Al hospital. Tengo que ver a tres personas. Abrimos a las nueve de la manana. Yo no podre venir antes del mediodia. Es mi dia de visita a la prision. Haga lo que pueda, Larry. No deje que lo molesten. Y tampoco que lo enganen. No les de nada mas que consejos. Si quieren cualquier cosa, digales que lo consultara conmigo. -Me saludo con la mano y desaparecio.

Pase a maquina los informes, los analice, hice las fichas y los archive. Me sorprendio y hasta desilusiono que el telefono no sonara ni una vez: era como si supieran que Jenny no estaba alli para contestarlo.

Me esperaban largas horas vacias. No tenia otra cosa que hacer que regresar al hotel, asi que decidi quedarme y actualizar el archivo. Debo admitir que no pude hacer mucho. Cuando empece a leer las fichas, quede absorto. Las fichas me dieron un vivo retrato de crimen, miseria, desesperacion y presion por el dinero que me mantuvo enfrascado como la mejor novela policiaca. Empece a entender lo que sucedia en la seccion numero 5 de aquella ciudad cubierta de contaminacion. Cuando oscurecio, encendi la luz del escritorio y segui leyendo. El tiempo habia dejado de existir. Estaba tan absorto que no oi abrirse la puerta. Y aunque no lo hubiese estado, tampoco lo habria oido. Fue abierta con mucho cuidado, centimetro a centimetro, y solo cuando vi cruzar una sombra por el escritorio me di cuenta de que habia alguien alli.

Quede perplejo. Y esa era, obviamente, la intencion. En el estado nervioso en que estaba, debi haber pegado un gran salto. Levante la cabeza y senti un nudo en el estomago. Solte el boligrafo que tenia en la mano, que cayo rodando al suelo, bajo el escritorio.

Siempre recorde la primera vez que vi a Spooky Jinx. No sabia que era el, pero Jenny me indico de quien se trataba al describirmelo a la manana siguiente.

Imaginen a un joven de unos veintidos anos, alto y delgado. El cabello oscuro y largo le llegaba hasta los hombros, enmaranado y grasiento. Era de tez palida y sus ojos parecian dos semillas negras situadas muy cerca de una nariz delgada y angulosa. Sus labios rojizos dibujaban una sonrisa burlona. Llevaba una mugrienta camisa amarilla y un par de esos pantalones gastados, con pedazos de piel de gato pegados en las caderas y el trasero. Tenia los brazos delgados, aunque musculosos, y cubiertos de tatuajes. En el dorso de la mano llevaba escritas frases obscenas. En la cintura, casi inexistente, llevaba un cinturon de unos veinte centimetros de ancho adornado con filosos clavos de bronce: un arma terrible si se golpeaba a alguien en la cara. Despedia un acido olor a suciedad. Senti que si sacudia la cabeza caerian piojos sobre la mesa.

Me sorprendio ver lo rapido que me sobreponia al susto. Empuje la silla hacia atras para poder ponerme de pie. El corazon me latia alocadamente, pero podia controlarme. De inmediato, recorde la conversacion que habia mantenido con Jenny sobre los chicos del vecindario, que eran malvados y muy peligrosos.

– Hola -le dije-. ?Necesitas algo?

– ?Eres el nuevo? -Tenia la voz sorprendentemente profunda, lo que resultaba aun mas amenazador.

– Asi es. Acabo de llegar. ?Puedo ayudarte en algo?

Me estudio de arriba abajo. Vi que algo se movia tras el y comprendi que no habia venido solo.

– Puedes decirles a tus amigos que pasen, a menos que sean timidos -invite.

– Ellos estan bien asi -me contesto-. Asi que fuiste a la policia, ?eh, Rata?

– ?Rata? ?Asi me has bautizado?

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