habian dado eran correctas, y el edificio del Centro Nacional de Huracanes aparecio a su izquierda.

Despues de darse a conocer en la entrada del campus, estaciono el coche en el aparcamiento y se dirigio al sendero que bordeaba el jardin. El edificio del NHC era de hormigon y estaba pintado de blanco; cualquiera habria dicho que era un bunker de arquitectura moderna estilizada.

– ?Es exactamente lo que pretendiamos, estimada senora! Aunque, claro esta, cuando se trabaja en Miami uno quisiera tener mas fachadas con grandes ventanales para disfrutar del magnifico paisaje. Pero con lo que observamos y con lo que sabemos, preferimos que este edificio sea capaz de resistir a los huracanes, prescindiendo de las razones esteticas. Es una eleccion que todos asumimos plenamente.

– ?Un huracan es algo tan aterrador?

– ?Tanto como pudieron serlo Hiroshima y Nagasaki!

El profesor habia bajado a recibirla al vestibulo principal y la condujo hasta su despacho, que estaba en el ala opuesta. Ella dejo alli sus cosas y el le pidio que le siguiese: deseaba ensenarle algo antes de comenzar la conversacion. La ausencia de ventanas producia la impresion de estar recorriendo las crujias de un barco de guerra. Ella se preguntaba si no habrian exagerado. El abrio la puerta de una sala de exposicion; a la izquierda, las altas paredes estaban recubiertas de fotografias realizadas por los aviones de reconocimiento del Centro. Las imagenes de los huracanes mostraban unas masas nubosas tan aterradoras como majestuosas, que se enrollaban sobre si mismas, desvelando en su centro ese vacio de cielo azul que algunos denominan el ojo del huracan.

– Cuando se ve un huracan desde arriba, incluso parece hermoso, ?no es cierto?

La frase de Hebert habia resonado en la gran sala vacia. La inflexion de su voz cambio y se hizo grave, casi pomposa.

– La pared de la derecha nos obliga a poner de nuevo los pies sobre tierra, si me permite la expresion. Las fotos muestran lo que sucede debajo. Nos recuerdan a cada uno de nosotros la importancia de nuestra mision. Contemple esas imagenes todo el tiempo que crea necesario, asi comprendera de que estamos hablando. Cada una de ellas testimonia la potencia devastadora y asesina de esos monstruos. Centenares de muertos, en ocasiones miles, a veces mas. Regiones asoladas. Vidas enteras aniquiladas, arruinadas.

Mary se aproximo a una foto.

– Ese huracan que esta usted observando se llama Fifi; extrano nombre para un asesino de tal calibre. Penetro en Honduras en 1974, asolando casi todo el pais y dejando tras de si un rastro de destruccion inconcebible y centenares de miles de personas sin hogar. Intente por un momento imaginar la vision dantesca que representan diez mil cadaveres de hombres, mujeres y ninos. Las fotografias pequenas que hay alrededor de las grandes son algunos testimonios de lo que le digo; constituyen una pequena seleccion, pero aun asi son insufribles.

Sin voz, Mary se desplazo unos metros. Hebert senalo con el dedo el pano que cubria otra pared.

– Ano 1989. Allison, Barry, Chantal, Dean, Erin, Felix, Gabrielle, Karen, Jerry, Iris fueron algunos de los asesinos de esa fecha, sin olvidar a Hugo, cuyos vientos de mas de 130 nudos asolaron Charleston y una gran parte de Carolina del Sur. En su carta usted se estaba refiriendo probablemente a Gilbert, que causo estragos durante trece dias en 1988; sus vientos superaron los 165 nudos y las lluvias que precedieron su nacimiento ocasionaron numerosas victimas. Tenemos las cifras referentes a Honduras. Senora, sin querer inmiscuirme en lo que no me importa, ?esta usted segura de que quiere que su hija vea estas imagenes?

– Ese Gilbert o uno de sus primos mato a su verdadera madre. Lisa ha desarrollado en el mayor de los secretos una fascinacion obsesiva por los huracanes.

– Esa es razon de mas para que este lugar le resulte insoportable.

– Es la ignorancia lo que engendra el miedo. Fue para luchar contra mis propios miedos por lo que me hice periodista. Ella experimenta la necesidad de comprender, pero no sabe donde hay que buscar. Asi que voy a ayudarla y estare a su lado para compartir estos momentos, por muy dolorosos que puedan resultar.

– Me temo que soy incapaz de aprobar su punto de vista.

– Ella necesita su ayuda, profesor Hebert. Hay una nina que no consigue crecer. Escuchar el sonido de su voz es cada vez menos frecuente, hasta el punto de que cuando se decide a hablar todos le prestamos una inusitada atencion. A medida que pasan los anos la veo mas encerrada en el silencio del miedo; tiembla cada vez que hay una tormenta, tiene miedo de la lluvia. Sin embargo, cuando usted la conozca comprobara que es valiente, demasiado orgullosa para manifestar ese terror que jamas la ha abandonado. No hay semana en que yo no tenga que entrar en su dormitorio para ayudarla a salir de una pesadilla.

»La encuentro empapada de sudor, sumida en un sueno intranquilo del que no logro arrancarla; a veces ha llegado a morderse la lengua hasta hacerse sangre. Lo hace para luchar contra sus temores. Nadie lo sabe. Incluso ella ignora que yo he descubierto el secreto que la tortura. Tiene que saber que ustedes existen, que hay quienes se ocupan de los monstruos que se llevaron a su madre, que ustedes los vigilan, les siguen la pista, que se ponen medios para que la ciencia ayude a proteger a la gente de la locura asesina de la naturaleza. Quiero que pueda contemplar el cielo y descubrir un dia que las nubes pueden ser hermosas. Quiero que por las noches tenga suenos agradables.

Con una sonrisa en los labios, el profesor Hebert invito a Mary a que le siguiese. Cuando abrio la puerta de la sala de exposicion, se dio la vuelta y dijo:

– Yo no diria que nuestros medios son considerables, pero en cualquier caso existen. Venga, voy a mostrarle el resto del edificio y luego pensaremos juntos en una solucion.

Mary telefoneo a Philip. Habia acabado demasiado tarde para volver a casa esa misma noche. Desde la ventana de su hotel en Miami Beach oia la agitacion nocturna de la calle.

– ?No estaras muy cansada? -pregunto el.

– No. Ha sido muy instructivo. ?Los ninos han cenado?

– Desde hace un rato estamos hablando los tres en la habitacion de Lisa. He cogido la llamada en nuestro dormitorio. ?Has cenado ya?

– No, voy a bajar ahora.

– Detesto que estes en esa ciudad sin mi. Esta llena de tipos que tienen una musculatura de monumento.

– Los monumentos de aqui se mueven mucho. ?Y todavia no he entrado en ningun bar! Te echo de menos.

– Yo tambien a ti, enormemente. Tienes la voz cansada.

– Ha sido un dia muy extrano, sabes. Hasta manana. Te quiero.

Los restaurantes y los bares que ocupaban los bajos de los edificios de Ocean Drive, la avenida que bordea el mar, difundian musicas endiabladas a cuyo ritmo los cuerpos se contoneaban hasta bien entrada la noche. En cada kilometro habia un letrero que anunciaba: «PUNTO DE ENCUENTRO PARA EL TRASLADO A LOS REFUGIOS EN CASO DE ALERTA DE HURACAN». Al dia siguiente, Mary regreso en el primer vuelo que salia.

El telefono habia sonado la noche del 11 de septiembre de 1995: Hebert le aconsejaba que estuviese lista a primera hora de la manana. Volveria a llamar antes de que Lisa saliese para ir a la escuela a fin de confirmar la evolucion de lo que todavia no era sino una anticipacion. A las siete de la manana Mary escucho su voz en el telefono, que le decia: «Cojan el primer avion, pensamos que el bautismo se producira esta noche. A la entrada tendran tarjetas de identificacion. En cuanto llegue, me reunire con ustedes». Entro en la habitacion de Lisa, que se estaba vistiendo, abrio su armario y comenzo a preparar una pequena

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