un ser humano sin problemas, llevaba una vida normal, y le iba perfectamente bien sin los comentarios de Quinn Peterson.

Ella tenia una responsabilidad, y en ese momento su deber era ordenar a los voluntarios que pusieran fin a la busqueda. Detestaba tener que hacerlo, pero era una responsabilidad que asumia sola.

Despues de un profundo suspiro, dejo la comodidad de su jeep y se dirigio al cuartel improvisado. Habia varios estudiantes llamando por telefono, recibiendo informacion o dando instrucciones detalladas para contribuir en la busqueda. Un equipo de voluntarios acababa de entrar antes que Miranda para recoger una seccion del mapa que ella misma habia trazado.

Nada de eso importaba ya.

Las lagrimas que creia a buen recaudo volvieron a brotar y se apreto el puente de la nariz hasta que consiguio reprimirlas. Ahora no era el momento.

El grito ahogado de una de las chicas devolvio a Miranda a la realidad.

– ?No! ?NO!

Judy Payne, la companera que vivia con Rebecca, era la que habia llamado a la policia al ver que esta no volvia al piso el viernes por la noche. Judy no habia abandonado el centro de busqueda desde el principio, contestando llamadas, enviando correos electronicos, imprimiendo miles de octavillas. Ahora, dejo de plegar cartas y se quedo mirando fijamente a Miranda con el rostro desencajado.

– Judy. -Miranda cruzo la sala hasta donde la chica estaba sentada, temblando.

– No, por favor. -Judy busco en su mirada algo que no fuera la verdad, y unas lagrimas rodaron por sus mejillas.

Miranda se agacho junto a la simpatica companera de Rebecca y le cogio las manos. Con cada ano que pasaba, Miranda creia que seria mas facil. Las busquedas estaban bien planeadas y ejecutadas, los voluntarios tenian formacion y eran competentes, la policia era diligente y actuaba con determinacion. Pero las cosas no hacian mas que complicarse. Cada vez era mas dificil. Cada una de las chicas desaparecidas se llevaba un trozo de su alma a la tumba.

– Lo siento. -?Que otra cosa podia decir? «Lo siento» parecia tan fuera de lugar, tan vacio.

Judy se dejo caer en los brazos de Miranda. Esta la abrazo, la mecio y le murmuro cosas al oido, palabras que no significaban nada, pero que quiza traerian algun consuelo.

No hacia falta decir nada al resto de la gente en la sala. La reaccion de Judy les decia lo que tenian que saber. Las lagrimas brotaron de los ojos de hombres y mujeres que habian tenido la esperanza, por un tiempo, de encontrar a Rebecca con vida.

Karl Keen, un joven asistente, se les acerco. Miranda levanto la mirada y vio que el tambien tenia los ojos humedecidos. Quiso transmitirle confianza, a el y a Judy y a todos, pero no tenia palabras. El peso del dolor de Rebecca descansaba con toda su carga sobre los hombros de Miranda. ?A proposito de que queria transmitirles confianza? ?De que esta vez la policia lo encontraria? ?De que esta vez habia cometido un error?

Tenia ganas de gritar ante aquella injusticia de ver a otra joven muerta sin que tuvieran ni un solo indicio sobre el asesino.

Se limito a darle un apreton en el brazo a Karl.

– Yo me quedare con ella -dijo el chico, y se agacho junto a Judy, que seguia sollozando.

Miranda pestaneo queriendo reprimir sus propias lagrimas mientras veia a Karl que abrazaba a Judy y la llevaba afuera. Por un instante, tuvo ganas de que alguien la abrazara a ella. Que alguien la consolara. Que le dijera que todo se iba a arreglar, aunque no fuera verdad. A veces necesitaba creer en las mentiras.

Pero Quinn habia renunciado a ella y ella habia dejado que Nick se marchara. No tenia a nadie.

Cuando los dos jovenes salieron, Miranda se percato de que el resto de los que estaban en la sala la miraban. Se aclaro la garganta y hablo, con voz ronca.

– El sheriff Thomas ha descubierto el cuerpo de Rebecca esta manana a unos seis kilometros al oeste de Cherry Creek Road y a unos quince kilometros al sur de la carretera ochenta y cuatro. Los ayudantes del sheriff buscan pistas, pero…

– ?Es el Carnicero?

Miranda se giro para mirar a la persona que la habia interrumpido y luego bajo la mirada. Era Greg Marsh, el profesor de biologia de Rebecca, un hombre achaparrado y gordo que usaba gafas sin marco.

– No… no puedo afirmarlo, yo… -comenzo a decir.

– Si que puedes. Tu estuviste ahi -dijo, senalando las botas de Miranda. Ella bajo la mirada y parpadeo. No se habia dado cuenta del barro seco adherido a las botas.

– Greg, tu sabes que no puedo decir nada.

– No es necesario que lo hagas -dijo, y salio de la sala.

Los demas siguieron con la mirada fija en Miranda. Ella necesitaba estar a solas, pero tenia un deber para con los que quedaban en la sala. Aunque estuvieran vivos, ellos tambien eran victimas del Carnicero. Sintio que la culpa le roia las entranas cuando en momentos como ese deseaba fervientemente no sentirse responsable por las victimas, estuvieran vivas o muertas. ?Que podia decir para consolar a Greg, a Judy y a los demas?

Sabia lo que habia vivido Rebecca. Y gracias a la prensa, que abundaba en detalles sobre las tragedias cada vez que el Carnicero salia a matar, tambien lo sabian los demas. No habia nada que hacer. Todos sabian que Rebecca habia sido torturada, violada y cazada como un animal.

Y todos sabian que a Miranda le habia sucedido exactamente lo mismo.

Tuvo que ocultar toda su humillacion, el dolor, la rabia contaminada por el miedo que bullia en su interior. Eran muy pocos los que todavia hablaban con ella sobre su secuestro y posterior fuga. Miranda sabia que murmuraban cosas a sus espaldas, pero los ignoraba. Tenia que ignorarlos. Pensar o saber lo que la gente decia de ella le hacia mas dificil la tarea de lidiar con sus pesadillas.

Miranda suspiro, aliviada, al ver que los voluntarios, con expresion llorosa se reunian en un rincon, murmurando. No esperaban que ella les hablara, que aplacara su dolor. Que les dijera que todo iria bien cuando sabian que nada iria bien hasta que encontraran al Carnicero.

Miranda fue hasta el mapa que habia dibujado de la zona de busqueda. Habia dividido el condado de Gallatin en cuatro cuadrantes, desiguales debido al terreno montanoso. Cada cuadrante estaba dividido en docenas de segmentos.

No habian llegado a cubrir ni dos cuadrantes desde el sabado pasado.

Seis puntos rojos, casi invisibles a simple vista, identificaban los lugares donde habian encontrado los otros seis cuerpos. Con mano temblorosa, saco un boligrafo rojo del bolsillo y dibujo un punto en el lugar donde habia muerto Rebecca. La septima victima. La septima victima conocida, repitio para si.

Miranda no necesitaba los puntos rojos para saber donde habian encontrado los cuerpos. Tampoco necesitaba los puntos azules para saber donde las habian visto por ultima vez. Tenia el mismo mapa, mucho mas detallado, en la pared de su estudio en casa. Habia pasado muchas noches, demasiadas, sentada en la cama estudiando la topografia, esperando que los puntos, lineas y tramas dibujadas le dijeran algo, cualquier cosa, a proposito de aquel cabron que se divertia cazando a mujeres.

Sintio un sollozo atrapado en la garganta y se tapo la boca con ambas manos. Volvio su atencion al punto situado al sudeste del de Rebecca. Era el punto de Sharon.

Tenia que volver al monte, pero habia un problema: que Quinn estaba ahi.

Doce anos antes, Quinn habia sido su roca, su punto de apoyo. De alguna manera, la habia salvado, algo que recordaba solo cuando se lo permitia, cuando estaba sola en la cama, con sus lagrimas como unica compania.

Nunca olvidaria el dia en que lo conocio en el hospital. Fue el dia despues de acompanar a la unidad de busqueda del sheriff hasta el lugar donde Sharon habia sido asesinada.

Aunque el la llevo a lo largo de cinco kilometros el dia antes, ella estaba demasiado perturbada para fijarse en presentaciones formales. Ni siquiera sabia como se llamaba. Y le agradecio que no mencionara su ataque de nervios cuando hablo con ella, que seguia postrada en la cama del hospital.

No la mimaba como las enfermeras. No lloraba como su padre. No arrastraba los pies, presa de los nervios, como el sheriff Donaldson, que la habia interrogado el dia anterior.

Quinn Peterson era de granito, un tipo alto, fuerte y firme. Nunca flaqueaba, nunca mostraba compasion en su mirada.

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