— Muy sabroso.

Kramer alcanzo para mi otro «biberon». La papilla semiliquida de color amarillo, elaborada con nabos de Ketz, era en efecto deliciosa. La de bananas era tambien buena. Yo no hacia mas que bombear. A estos «suculentos» platos siguieron jalea de albaricoque y fresas.

Yo comia con apetito. Pero Tonia estaba pensativa y casi no comia nada.

Ya en el comedor la alcance, tome su mano y le pregunte:

— ?De que esta preocupada, Tonia?

— Acabo de ver al director de la Estrella Ketz y le pregunte sobre Evgenev. Ya no esta en la Estrella. Ha partido en un largo viaje interplanetario.

— ?O sea que vamos a seguir tras el? — pregunte alarmado.

— ?Claro que no! — contesto ella—. Nosotros tenemos que trabajar. Pero el director dijo que quizas usted efectue un viaje interplanetario.

— ?A donde? — pregunte con espanto.

— Aun no lo sabe. A la Luna, a Marte, quizas mas lejos.

— Pero, ?no se puede hablar con Evgenev por radio?

— Si, se puede. El enlace por radio desde Ketz, por ahora es imposible unicamente con la Tierra: estorba la capa de Jevisayd. Esta repele las ondas de radio. A mi precisamente me tocara trabajar en este problema, para intentar traspasar esta capa con rayos cortos y poder establecer el enlace por radio con la Tierra. Por ahora se efectua mediante un telegrafo luminoso. Un proyector de un millon de bujias da destellos perfectamente visibles desde la Tierra, siempre que no este cubierta por nubes. Pero casi siempre en el Pamir, en la ciudad de Ketz, el cielo esta descubierto de nubes. Con los cohetes que vuelan por los espacios interplanetarios, la Estrella Ketz mantiene un enlace continuo por radio… Precisamente ahora iba a la estacion de radio para intentar hablar con el cohete que investiga el espacio entre la Estrella Ketz y la Luna… Y ahora recuerdo que el director rogo que usted fuera a verle. — Mirando su reloj, Tonia anadio—: Aunque ya es tarde para verlo. Volemos juntos a la estacion de radio. Es en la habitacion numero nueve.

El inmenso corredor vivamente iluminado con lamparas electricas, se perdia a lo lejos como un tunel subterraneo. Las voces sonaban mas bajo de lo habitual, debido a que el aire estaba enrarecido, y no oi en seguida que me llamaban.

Era Kramer. Volaba hacia nosotros agitando unas pequenas alas. Colgaban de su espalda unos objetos parecidos a abanicos plegados.

— Ahi van las alas — dijo—, para que sean completamente parecidos a los habitantes del cielo. Abiertas, recordaban un poco las alas del murcielago. Se sujetan a las manos, pueden plegarse, y echandolas hacia atras dan posibilidad a las manos para actuar libremente.

Kramer nos puso las alas con rapidez y habilidad, nos enseno como utilizarlas y se fue volando. Tonia y yo empezamos los vuelos. Mas de una vez chocaron nuestras cabezas, nos dabamos golpes en las paredes dando vueltas inesperadas. Pero estos golpes no dolian.

— En verdad, parecemos murcielagos — dijo Tonia riendose—. Vamos a ver. ?Quien llega primero a la estacion de radio?

Salimos volando.

— ?Y por que esta tan desierto el corredor? — pregunte.

— Estan todos en el trabajo — dijo Tonia—. Dicen que aqui por las tardes esta lleno de publico. Vuelan como un enjambre. ?Como escarabajos de Mayo en buen tiempo!

Llegamos a la habitacion numero nueve. Tonia pulso un boton y la puerta se abrio silenciosamente. Lo primero que me sorprendio fue el operador de radio. Con los auriculares en las orejas, estaba en el techo anotando un radiotelefonograma.

— Ya esta — dijo el, guardando en una bolsa atada a su cinturon la libreta de apuntes: esta bolsa, por lo visto, reemplazaba el cajon de la mesa escritorio—. ?Quiere hablar con Evgenev? Vamos a intentarlo.

— ?Es dificil? — pregunto Tonia.

— No, no es dificil, pero hoy no trabaja el transmisor de onda larga y con la corta es un poco complicado hallar un cohete que se eleva en espiral sobre la Tierra. Voy a calcular la situacion del cohete y probare…

Pero en este momento tropezo inesperadamente con el pie en la pared y volo hacia un lado. Los cables de los auriculares le detuvieron y en seguida el operador de radio volvio a tomar la misma postura. Sacando la libreta de notas, miro el cronometro y se enfrasco en sus calculos. Luego comenzo a sintonizar.

— ?Alo…! ?Alo! ?Habla la Estrella Ketz! Si, si. Llamen al aparato a Evgenev. ?No? Diganle que llame a la Estrella Ketz cuando vuelva. Desea hablarle una nueva empleada de la Estrella. Su nombre…

— Antonina Gerasimova — se apresuro a decir Tonia.

— Camarada Gerasimova. ?Oyes? Asi. ?Mucho? ?Buena pesca? Les felicito.

Desconecto el aparato y dijo:

— Evgenev no esta en el cohete. Volo al espacio interplanetario a pescar y volvera dentro de unas tres horas. Esta ocupado en la pesca de pequenos asteroides. Es un excelente material para la construccion. Hierro, aluminio, granito. La llamare cuando Evgenev este en el radiotelefono.

IX — En la biblioteca

Estaba tomando el te cuando llego Kramer.

— ?Esta libre esta tarde? — me pregunto, y aclaro—: No se extrane, por favor. En la estrella la jornada es de cien minutos pero por costumbre el dia de trabajo continuamos calculandolo por el tiempo terrestre. Cerrando las ventanas, hacemos «la noche» y dormimos de seis a siete jornadas «estelares». Ahora, segun la hora de Moscu, son las ocho de la tarde. ?Quiere conocer nuestra biblioteca?

— Gustoso — respondi.

Como todos los locales en la Estrella Ketz, la biblioteca tenia tambien forma cilindrica. No habia en ella ventanas. Todas las paredes estaban totalmente ocupadas por cajones. Por el eje longitudinal del cilindro, desde la puerta hasta la pared opuesta, habia cuatro delgados cables. Sujetandose en ellos, los visitantes se desplazaban por esta especie de corredor. El espacio entre los «corredores» y las paredes laterales estaba ocupado por una fila de camas. En la estancia se disfrutaba de un aire nitido, ozonizado y con un olor a pino. Unos tubos fluorescentes situados entre los cajones iluminaban la estancia con luz suave y agradable. Silencio. En algunas camas habia personas tumbadas con negras cajas puestas en la cabeza. De vez en cuando giraban unas manecillas que salian de las cajas.

?Extrana biblioteca! Se podria pensar que aqui no leen sino que estan efectuando alguna cura.

Sujetando el cable con la mano, voy detras de Kramer hacia el final de la biblioteca. Alli, sobre el fondo oscuro de los cajones que cubren las paredes, destaca una joven con un vestido de seda rojo vivo.

— Nuestra bibliotecaria Elsa Nilson — dice Kramer, y bromeando me lanza hacia la chica. Ella, riendose, me toma al vuelo y asi trabamos conocimiento.

— ?Que va usted a leer? — pregunta ella—. Tenemos un millon de libros en casi todos los idiomas.

?Un millon de ejemplares! ?Donde pueden alojarse? Pero despues adivino:

— ?Filmoteca?

— Si, libros en cinta — contesta Nilson—. Se leen con ayuda de un proyector.

— Facil y compacto — anade Kramer—. Un tomo entero, pagina tras pagina grabado en la cinta, ocupa el mismo espacio que un carrete de hilo.

— ?Y los periodicos? — pregunto yo.

— Son reemplazados por la radio y television — contesta Nilson.

— Los libros en cinta ya no constituyen una novedad — dice Kramer—. Tenemos cosas mas interesantes.

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