Mande poner algunos trineos de lado para resguardarnos del viento, y empece la deliberacion. No tardamos mucho en ponernos de acuerdo. Todos pensabamos que ir mas lejos era arriesgado y se decidio que alguien me acompanara en la expedicion a pie, mientras los otros se quedaban con los trineos. Nosotros explorariamos hasta donde fuera necesario, y veriamos si seria posible averiguar la causa de aquello; luego volveriamos para continuar nuestro viaje juntos, dando una vuelta a la «columna solar».

En el lugar de nuestra parada el termometro marcaba ocho grados sobre cero. Por eso, quitandonos nuestros abrigos de pieles, nos calzamos botas de cuero, recogimos unas pocas provisiones, instrumentos, y partimos.

El camino no era facil. Al comienzo, nuestros pies se hundian en la blanda nieve, luego nos atascabamos en el barro. Fue preciso dar rodeos entre riachuelos, pantanos y pequenos lagos. Por suerte, la franja de barro no era demasiado ancha. A lo lejos podiamos ver la «orilla» seca, cubierta de verde hierba y flores.

— ?A finales de diciembre y tras el circulo polar hay luz, calor y hierba verde! ?Pellizcame para que despierte! — exclamo mi amigo.

— Pero esto no es la primavera, sino un encantador oasis primaveral entre el oceano del invierno polar — comento otro acompanante—. Si esto fuera la verdadera primavera, en todos los pantanos y lagos encontrariamos infinidad de aves.

Nuestro operador de cine dispuso su aparato, enfoco y empezo a rodar. Pero en este preciso momento una rafaga de aire lo tiro al barro junto con su maquina.

El huracan no cesaba y el viento impedia nuestra marcha. Alli ya no habia una direccion constante del viento, soplaba a rafagas ahora por la espalda, luego de cara, o giraba en torbellino casi elevandonos en el aire. Por lo visto, habiamos llegado al limite en donde la afluencia del aire frio se encontraba con el caliente, y al chocar formaba torbellinos de corrientes ascendentes. Eran los limites del ciclon causado por la desconocida «columna de sol».

Ya no podiamos ir de pie; trepabamos, nos arrastrabamos por el barro, sujetandonos unos a otros.

Completamente agotados llegamos a la zona de suelo seco donde reinaba una completa calma. Alli solo notabamos las suaves corrientes ascendentes de la tierra calentada, como en el campo los dias calurosos de verano al mediodia. La temperatura se elevo hasta los veinte grados de calor.

En algunos minutos nos secamos por completo y empezamos a sacarnos ropa. La primavera se convertia en verano.

No muy lejos se elevaba un pequeno monticulo cubierto de hierba fresca, flores y abedules polares. Volaban mosquitos, moscas y mariposas resucitadas por los rayos vivificantes.

Subimos al monticulo y nos quedamos petrificados. Lo que vimos era parecido a un espejismo.

Ante nuestros ojos admirados espigaba el trigo. En campos aparte crecian girasoles, maduraba el maiz. Tras los campos habian huertos con coles, pepinos, tomates, bancales de fresas y fresones. Mas alla, una zona de arbustos: grosellas y cepas con grandes racimos de uva ya madura. Tras los arbustos, arboles frutales: perales, manzanos, cerezos, ciruelos; luego mandarinas, albaricoques y melocotones y finalmente, en la parte central del oasis donde la temperatura seria muy alta, crecian naranjos, limoneros y cacao entremezclados con arbustos de te y cafe.

En una palabra, habian reunidos los principales cultivos de la zona media, la subtropical e incluso la tropical.

Entre los campos, huertos y frutales, habia caminos que, en circulos concentricos, iban hasta el centro. Alli se elevaba un edificio de cinco pisos con balcones y una antena de radio en su tejado, todo ello vivamente iluminado por los rayos verticales del «sol». En los balcones y en los antepechos de las ventanas abiertas de la casa se veian flores y plantas verdes. Por las paredes trepaban enredaderas.

En los campos, huertos y frutales trabajaban hombres con vestidos de verano y sombreros de anchas alas…

Unos minutos estuvimos parados llenos de admiracion. Finalmente mi camarada exclamo:

— ?Vaya! ?Esto sobrepasa los limites de lo asombroso! ?Es un cuento de «Las Mil y Una Noches»!

Por un camino radial nos dirigimos hacia el centro del oasis. De vez en cuando miraba hacia el cielo, de donde salian los misteriosos rayos. El deslumbrante cuarto creciente iba transformandose en un disco como un sol.

A nuestro encuentro, por el camino cubierto de arena entre los naranjos cargados de fruta, iba un hombre de bronceada tez con camisa blanca, pantalones tambien blancos hasta la rodilla y sandalias. Su sombrero de anchas alas dejaba su cara en la sombra. Desde lejos nos saludo levantando el brazo. Al llegar hasta nosotros dijo:

— Buenos dias, camaradas. Ya me habian comunicado vuestra llegada. De todos modos, son ustedes audaces, ya que se las han arreglado para pasar por nuestra zona de ciclones.

— Si, tienen buenos guardianes — exclamo unos de mis acompanantes, riendo.

— No tenemos por que protegernos — replico el hombre del vestido blanco—. Los torbellinos en los limites son, por decirlo asi, un fenomeno suplementario. Pero, si quisieramos, podriamos crear una barrera de remolinos a traves de la cual no se atreveria a pasar ningun ser vivo. Y una rata y un elefante, con igual facilidad serian elevados a decenas de kilometros y lanzados hacia atras, en el muerto desierto de nieve. Ustedes, sin embargo, se han expuesto a un gran peligro. En la parte oriental existe un paso cubierto, por el cual se puede penetrar sin ningun peligro hasta aqui, a traves de la «zona borrascosa»… Bien, vamos a presentarnos: Kruks, Villiam Kruks, director del oasis experimental. ?Ustedes por lo visto no sabian que aqui existia este oasis? Por lo demas, se puede adivinar por sus asombrados semblantes. El oasis no es un secreto. Se hablo de el en los periodicos y por la radio. Pero no me sorprende vuestra falta de informacion. Desde que la Humanidad se ha tomado en serio la tarea de transformacion del mundo, en todas las partes del Universo se llevan a cabo tantos trabajos que es dificil estar al corriente de todo. ?Han oido hablar de la Estrella Ketz?

— Si — conteste yo.

— Pues bien, nuestro «sol artificial» — Kruks senalo al cielo—, debe su origen a la Estrella Ketz. La Estrella Ketz es la primera base celeste. Teniendo esta base, no nos fue dificil crear nuestro «sol». ?Seguramente adivinan ya de que se trata? Es un espejo concavo compuesto de planchas metalicas pulidas. Esta situado a una altura tal, que los rayos del Sol verdadero, encontrandose mas alla del horizonte terrestre, caen en el espejo y se reflejan en la Tierra verticalmente. Pongan atencion en las sombras. Son verticales como en el ecuador al mediodia. Un palo clavado a la tierra verticalmente no da ninguna sombra. La temperatura en el centro del oasis es de treinta grados de calor, dia y noche, durante todo el ano. En los extremos del oasis es un poco mas baja debido a la penetracion de aire frio. A pesar que esta afluencia es insignificante, ya que el aire frio es instantaneamente elevado por la corriente ascendente. En concordancia con estas zonas de temperaturas distribuimos nuestros cultivos. En el centro, como ven, crecen incluso plantas tan amantes del calor como el cacao.

— Pero, ?y si vuestro sol artificial se apaga? — pregunte.

— Si se apagara, los cultivos de nuestro oasis sucumbirian en unos minutos. Pero no puede apagarse mientras luzca el sol verdadero. Girando las planchas del espejo segun el angulo necesario, se puede regular la temperatura. Aqui la tenemos siempre igual. Y recolectamos varias cosechas al ano. Este «sol», es tan solo el primero entre decenas de otros que van a encenderse muy pronto en las altas latitudes del sur y norte de nuestro planeta. Vamos a cubrir con una red de tales oasis los paises polares. Progresivamente ira calentandose el aire de las zonas que se encuentren entre los oasis. Crearemos un potente «sol» encima mismo del Polo Norte y derretiremos los hielos eternos. Calentando el aire y originando nuevas corrientes, protegeremos contra el frio todo el hemisferio norte. Convertiremos la helada Groenlandia en un jardin florido todo el ano. Y finalmente, llegaremos hasta el Polo Sur, con sus inacabables riquezas naturales. Libraremos de los hielos a todo un continente que albergara y alimentara a millones de seres. Transformaremos nuestra Tierra en el mejor de los planetas…»

Se callo la voz. Se hizo la oscuridad. Tan solo se oia el zumbido del aparato. Luego se hizo la luz otra vez, y vi un nuevo cuadro extraordinario.

En los espacios estratosfericos, bajo un cielo color pizarroso vuelan unos extranos proyectiles parecidos a erizos. Abajo, ligeras nubes, y encima los cumulos… A traves del manto de nubes se ve la superficie de la Tierra: las manchas verdes de los bosques los cuadrados de los sembrados, los zigzagueantes hilos de los rios, el brillo de los lagos, las delgadas y alineadas lineas de los ferrocarriles. Los «erizos» se mueven por el cielo en diferentes

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