– ?Por que?

El tipo abrio la boca mostrando su horrible dentadura mellada.

– Porque es del mismisimo arbol -susurro- que protegio al nino Jesus cuando la virgen Maria se lo llevo a Egipto, huyendo de la furia de Pilatos.

– Pense que se trataba de Herodes -replico Ranulfo.

– Si, pero Pilatos le ayudo -balbuceo el vendedor.

Ranulfo cogio el trozo de madera y lo estudio con cuidado.

– No puedo comprarlo -anadio-; no es de un enebro, es de un sauco.

La boca del fanfarron se abrio y cerro en el acto.

– Que Dios os bendiga, senor. Me habre confundido… ?Estais seguro?

– Desde luego -replico Ranulfo devolviendoselo.

– Entonces eso es lo que es -musito el vendedor y, girando sobre sus talones, se dirigio hacia un grupo de soldados-. ?Comprad un trozo de sauco -grito-, del arbol en el que se colgo el mismisimo Judas!

Corbett sonrio. Estaba a punto de preguntarle a Ranulfo como habia sabido diferenciar un enebro de un sauco cuando un golpe en la espalda le hizo darse la vuelta.

– ?Que quereis?

El sargento miro a Corbett de arriba abajo.

– ?Que quereis? -repitio-, ?y de donde habeis sacado esos caballos?

Ranulfo dio un paso al frente, interponiendose entre su senor y el sargento, y clavo su mirada en el rostro sucio y sin afeitar de aquel hombre.

– Queremos ver al baile -replico Ranulfo-, a sir Walter Bullock. Este es sir Hugo Corbett, el principal escribano del rey de la cancilleria del Sello Secreto.

El sargento carraspeo y acto seguido solto un escupitajo.

– Me importa un bledo. Como si viene de parte del Santo Padre.

Hizo senas a un chico para que se acercara y se llevara los caballos. Luego, con un chasquido de dedos, indico a Corbett y a sus acompanantes que le siguieran.

Encontraron a sir Walter en su camara, situada encima de la casa del guardia de la entrada. Era una habitacion austera con colgaduras en la pared como estandartes. El gordo y calvo baile comia un plato de anguilas; a su lado, en una bandeja, habia varias manzanas y queso. Bullock, bajito y fornido, vestia un junquillo, unas calzas, una camisa, un cinturon de guerra y unas botas de montar de piel que resonaban sobre el suelo cubierto de paja. Al tiempo que el sargento insto a Corbett y a sus acompanantes a entrar en la estancia y cerro la puerta detras de ellos con gran estruendo, el baile levanto su rostro bien afeitado, reluciente como un puchero de laton.

– ?Que deseais? -pregunto con la boca llena de anguilas.

– Eso es lo que el ignorante bastardo de abajo me ha preguntado -replico Ranulfo.

Bullock, desde su taburete, senalo a la aspillera con la cabeza.

– Es lo suficiente grande para que os arroje por ella.

Corbett suspiro, saco de su zurron el sello real y lo arrojo sobre la mesa. Bullock trago la comida que tenia en la boca y lo cogio.

– ?Sabeis lo que es, senor Bollock? [2] -entono Ranulfo.

– Me llamo Bullock -rectifico el baile retirando su taburete y levantandose. Acto seguido se chupo los dedos y se los limpio con una servilleta sucia. Se acerco y se detuvo ante Ranulfo, con los brazos en jarras-. Me llamo Bullock -repitio-, ?y sabeis por que, senor? Pues porque soy como un toro: bajo, pero fuerte, impetuoso y de temperamento airado. -Golpeo a Ranulfo en el estomago-. Pareceis un chico acostumbrado a pelear, pero me trae sin cuidado: he podido con tipos mucho mas grandes que vos. -Se volvio bruscamente hacia Corbett y le tendio la mano-. Lo siento, sir Hugo. El rey envio a un mensajero; os estabamos esperando.

Corbett apreto la mano del baile. Se dio cuenta de que debajo de los ojos de aquel hombre asomaban unas ojeras que delataban su cansancio.

– Pareceis fatigado, senor.

Sir Walter se dirigio a un banco cercano a la pared.

– Si me acostase, sir Hugo, nunca me levantaria. ?Os apetece un poco de vino, algo de comer? -Miro de soslayo a Ranulfo-. ?Quizas un vaso de agua del pozo para refrescaros despues de vuestro caluroso y agotador viaje?

Ranulfo dedico una sonrisa a aquel gallito de corral.

– Sir Walter, os pido disculpas.

El baile acepto la mano tendida de Ranulfo y luego apreto los labios.

– ?Soltadmela de una vez, por la vida de un soldado! -exclamo.

Espero a que Corbett se sentara, luego se acerco un taburete y empezo a contar con sus dedos achaparrados.

– El rey no me deja ni respirar en Woodstock. Se ha convocado una junta del parlamento en Westminster y yo he recibido ordenes de que sea elegido el hombre adecuado. Hay un curandero que se dedica a vender dientes de rata a los ninos. Hace cuatro meses que no pagan a la guarnicion. Ya no me quedan suministros. Hay tres tipos en el Bocardo -se referia a la prision de la ciudad- cuyos cuellos voy a retorcer antes de que anochezca. Una muchacha de la taberna Las Damas ha sido violada. Me ha salido un divieso en el culo. Hace dos noches que no duermo y unos parientes de mi mujer quieren venir y quedarse hasta la festividad de San Miguel. -Se detuvo para sorber por la nariz-. Ahora bien, eso es el menor de mis males.

Corbett sonrio. Metio la mano en su zurron y le entrego dos monedas de oro.

– No acepto sobornos, sir Hugo.

– No se trata de un soborno -replico Corbett-. Son vuestros honorarios. Informare de ello al tesorero.

Las monedas desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos.

– ?Que me decis del Campanero?

– No se quien es -contesto el baile-. Todo lo que se es que aparece cada vez con mas frecuencia una de sus proclamas colgada en la puerta de alguna universidad o iglesia.

– ?Vos no luchasteis en Evesham a favor de De Montfort? -pregunto Corbett con sequedad.

Bullock desvio la mirada de inmediato.

– Si, asi es -contesto como para si mismo-. Era joven, un idealista, lo suficientemente estupido para creer en suenos. Ahora, sir Hugo, soy un servidor del rey en la guerra y en la paz. No soy un traidor. No se quien es el Campanero o de donde viene. ?Ah!, y eso que ya he hecho mis propias investigaciones entre las cabezas huecas de Sparrow Hall, pero seria igual de inutil silbar en medio del cementerio y esperar una respuesta.

– ?Y que me decis de los cadaveres encontrados en los alrededores de Oxford?

Bullock se encogio de hombros.

– Sabeis tanto como yo, sir Hugo. ?Pobres hombres! Sus cabezas fueron decapitadas y colgadas de su propia cabellera de la rama de un arbol. He hecho salir a mis hombres. Han peinado los bosques y los campos. Algo se esta cociendo por aqui. -Hizo una pausa mientras se rascaba un lunar en la mejilla derecha-. Oxford es un lugar muy curioso, sir Hugo. En las iglesias cantan el Salve Regina y veneran el cuerpo de Cristo. Por la noche, en las tabernas, pierden sus almas con el vino y se entregan a la lujuria. Detras de las murallas, en aquellos parajes solitarios (resumiendoos una larga historia), en la carretera de Banburry, mis hombres hablaron con un forastero. Los condujo a un claro en el bosque. Habia una roca, era una losa enorme, como si el mismisimo Satan la hubiera sacado del infierno. Alguien la habia utilizado como altar; todavia habia marcas de fuego, manchas de sangre y, en la rama de un arbol, la calavera de un animal.

– ?Brujos? -pregunto Corbett.

– Magos, brujos y hechiceras… -Bullock volvio a sorber por la nariz-. Eso es todo lo que habia. Los campesinos y granjeros de la zona son inocentes: no tienen ni tiempo ni energia para esas tonterias.

– ?Y vos pensais que guarda relacion con esas muertes?

– Es posible. -Bullock se limpio la boca con el dorso de la mano-. Me encantaria encontrar al asesino. Espero que sea uno de esos estudiantes pisaverdes y arrogantes. Por cierto, han traido otro cadaver esta manana: un viejo bobalicon llamado Senex. Lo encontraron igual que al resto -Bullock sonrio inexorable-, con una excepcion: la mano del viejo estaba fuertemente cerrada. Cuando consegui abrirsela encontre unos cuantos guijarros y, lo mas importante, un boton.

– ?Un boton? -pregunto Ranulfo.

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