— Tal vez sea una realidad — replico Erg Noor.
— De todos modos, es inutil discutir — manifesto Pur Hiss, sin dar su brazo a torcer —.
No se puede comprobar con nada. Pues no vamos a tomar tierra…
— Lo comprobaremos dentro de tres horas, cuando lleguemos de nuevo sobre esa llanura. Fijense, ese objeto metalico se encuentra en el lugar que yo habria elegido tambien para la toma de tierra… Ahi precisamente arrojaremos una estacion televisora.
?Regulen el rayo del detector con una antelacion de seis segundos!
El plan trazado por el jefe de la expedicion se realizo felizmente, y la Tantra recomenzo su vuelta de tres horas alrededor del tenebroso planeta. Esta vez, al llegar sobre la llanura continental, la astronave recibio las informaciones del tele-robot. Todos clavaron la mirada en la iluminada pantalla. Chasco el rayo visual al conectarse y empezo a moverse casi imperceptiblemente, como un ojo humano, marcando los contornos de los objetos, muy lejos, alla abajo, en aquel negro abismo de mil kilometros de profundidad. Key Ber se imagino, como si la estuviera viendo, la pequena cabeza de la estacion que giraba, semejante a un faro, emergiendo de la solida coraza. En la zona alumbrada por el rayo del automata y mostrada en la pantalla aparecian despenaderos de no mucha hondura, colinas y sinuosos baches negros que eran fotografiados al instante. De improviso, paso rauda una cosa pisciforme, refulgente, y la oscuridad se restablecio en torno a una meseta escalonada que el luminoso haz habia arrancado de las tinieblas.
— ?Una astronave! — el grito escapo a la vez de varias gargantas.
Niza dirigio a Pur Hiss una mirada triunfante. La pantalla se apago. La Tantra volvio a alejarse de la estacion televisora automatica, pero el biologo Eon Tal ya habia fijado la pelicula de la fotografia electronica. Con dedos tremulos de impaciencia, la metio en el proyector de la pantalla hemisferica. Sus paredes interiores reflejaron la imagen ampliada.
Alli estaban los conocidos contornos de la proa, en forma de gigantesco cigarro puro, la abultada popa y la alta cresta del receptor de equilibrio… Por muy inverosimil que pareciera aquella vision, aquel inconcebible encuentro en el planeta de las tinieblas, ?se trataba en efecto de una autentica astronave terrestre! Posada horizontalmente, en posicion de aterrizaje normal, permanecia apoyada sobre sus potentes soportes, indemne, como si acabara de descender al planeta de la estrella de hierro.
La Tantra daba vueltas en torno al planeta, muy rapidamente, debido a su proximidad al mismo, lanzando senales que quedaban sin respuesta. Pasaron varias horas. En el puesto central de comando se habian reunido de nuevo los catorce miembros de la expedicion. Erg Noor, que estaba sentado, en profunda meditacion, se levanto.
— Tengo el proposito de aterrizar. Tal vez nuestros hermanos necesiten ayuda, quiza su nave este averiada y no puedan emprender el regreso a la Tierra. En ese caso, nosotros los recogeremos, nos aprovisionaremos de anameson y asi saldremos todos del trance. Enviar un cohete de salvamento no tiene objeto. Pues el cohete no podria proveernos de combustible y gastariamos tanta energia, que luego no tendriamos bastante para lanzar una llamada a la Tierra.
— ?Y si ellos han tenido que ir a parar ahi por falta de anameson? — insinuo con tiento Pei Lin.
— En tal caso, deben de quedarles cargas planetarias ionicas. No han podido gastarlas por completo. Ya ven que la astronave se encuentra en posicion normal; ello demuestra que han aterrizado con los motores planetarios. Tomaremos combustible ionico y emprenderemos de nuevo el vuelo. Luego, una vez en la posicion orbital, llamaremos a la Tierra y esperaremos su socorro. Si nos acompana la suerte, no tendremos que aguardar mas que ocho anos. Y si conseguimos anameson, habremos vencido.
— Quiza su combustible planetario no sea de cargas ionicas, sino fotonicas… — advirtio, dudoso, uno de los ingenieros.
— Entonces, podremos utilizarlo en los motores principales, si permutamos los platillos reflectores de los motores auxiliares.
— Por lo que veo, tiene usted previsto todo — hubo de reconocer el ingeniero.
— Quedara el riesgo del aterrizaje y la estancia en ese inhospito planeta — rezongo Pur Hiss —. ?Da espanto hasta pensar en ese mundo tenebroso!
— Quedara el riesgo, desde luego, pero este existe ya en nuestra situacion actual y no creo que lo agravemos. En cuanto al planeta en el que va a tomar tierra nuestra astronave, no es tan malo como parece. ?Lo que hace falta es que la nave se salve!
Erg Noor miro a la esfera del nivelador de velocidad y acercose rapidamente al cuadro de comando. El jefe de la expedicion permanecio en pie unos instantes ante las palancas, escalas y clavijas. Los dedos de sus grandes manos se movian como los de un musico que arrancase acordes de su instrumento; tenia la espalda levemente encorvada e impasible el rostro.
Niza Krit se acerco a el, le tomo con audacia la mano derecha y la puso sobre su tersa mejilla, ardiente de emocion. Erg Noor inclino agradecido la cabeza y, luego de acariciar los esplendidos cabellos de la muchacha, se irguio.
— Vamos a las capas inferiores de la atmosfera, ?a aterrizar! — dijo en voz alta, conectando la sirena para dar la senal.
El bramido se expandio por toda la nave, y los tripulantes corrieron presurosos a sus puestos para incrustarse en los asientos hidraulicos flotantes.
Erg Noor se hundio en el blando abrazo del sillon de aterrizaje que habia surgido, por un escotillon, ante el cuadro de comando. Empezaron a resonar tenantes los motores planetarios, y la astronave se precipito aulladora hacia las rocas y los oceanos del desconocido planeta.
Los detectores y los reflectores infrarrojos exploraban las tinieblas alli abajo; unas luces rojas brillaban en el altimetro junto a la cifra dada: 15.000 metros. No era de esperar la existencia de montanas de mas de diez kilometros de altura en aquel planeta, donde las aguas y el calor del sol negro ejercian sobre el terreno su accion niveladora como en la Tierra.
Desde la primera evolucion, se advirtieron en la mayor parte del planeta, en vez de montanas, solamente insignificantes elevaciones un poco mas altas que las de Marte. Por lo visto, la orogenesis habia cesado casi por completo o se habia interrumpido.
Erg Noor desplazo en dos mil metros el limitador de altura del vuelo y encendio los potentes proyectores. Un inmenso oceano, verdadero mar de espanto, se extendia bajo la astronave. Sus olas, de un color negro intenso, se elevaban para hundirse al punto en las profundidades ignotas.
El biologo, enjugandose la frente, sudorosa del esfuerzo, procuraba captar el reflejo luminoso de las olas con un aparato supersensible que determinaba el albedo — poder reflector de una superficie esclarecida — a fin de determinar la salinidad o la mineralizacion de aquel mar tenebroso.
A la negrura brillante de las aguas, sucedio otra negrura mate: empezaba la tierra firme. Los rayos cruzados de los proyectores abrian entre los muros de las tinieblas un estrecho sendero en el que surgian subitamente diversos colores: tan pronto los manchones amarillentos de los arenales como la superficie verde grisacea de las ondulaciones rocosas.
La Tantra, guiada por una mano experta, volaba rauda sobre el continente…
Por fin, Erg Noor encontro la misma llanura. Era demasiado baja para poder ser calificada de meseta. Pero se veia a las claras que no podrian alcanzarla las posibles mareas y tempestades del mar oscuro, pues se alzaba, sobre unas depresiones del terreno, a una altura de unos cien metros.
El detector delantero de la izquierda dio una pitada. La Tantra enfilo sus proyectores en la direccion indicada. Se distinguia con nitidez la astronave aquella. Era de primera clase.
Su proa, recubierta de cristalino iridio anisotropo, refulgia a la luz de los proyectores como si fuera nueva. No habia en sus cercanias construcciones provisionales ni luces. Sombria e inerte, la astronave no daba senal alguna de haber advertido la proximidad de su hermana. Los rayos de los proyectores se deslizaron mas lejos y brillaron intensos al reflejarse, como en un espejo azul, en un enorme disco con resaltos en espiral. El disco estaba inclinado de canto y parcialmente hundido en la tierra negra. Por un instante, los observadores creyeron ver que, tras el, asomaban unas rocas y, mas alla, la oscuridad se hacia mas densa. Aquello debia de ser un precipicio o un pronunciado tajo que se perdia en la profunda depresion del terreno…
Un ensordecedor bramido de la Tantra hizo vibrar todo su casco. Erg Noor queria aterrizar lo mas cerca posible de la astronave descubierta y advertia a la gente que pudiera encontrarse alla abajo, en la zona peligrosa: a un millar de metros a la redonda del lugar del aterrizaje. El estruendo de los motores planetarios fue tan