grande, que se oyo incluso en el interior de la nave; en las pantallas aparecio una nube de particulas incandescentes, elevadas del terreno. El suelo empezo a alzarse bruscamente y a inclinarse hacia atras. Sin ruido ni oscilacion alguna, las charnelas hidraulicas volvieron los asientos de los sillones hasta ponerlos perpendiculares a sus paredes, en posicion vertical ahora.

Unos enormes soportes articulados saltaron del fondo del casco y, luego de dilatarse, fueron los primeros en recibir el contacto de la tierra extrana. Una sacudida, un choque, otra sacudida, y la Tantra cabeceo para quedar inmovil al mismo tiempo que se paraban por completo los motores. Erg Noor alzo la mano hacia el cuadro de comando, que se encontraba sobre su cabeza, y dio vuelta a la manija de recogida de los soportes.

Lentamente, con breves sacudidas, la astronave empezo a posarse de proa hasta tomar su anterior posicion horizontal. El aterrizaje habia terminado. Como siempre, habia producido tan gran conmocion en los tripulantes, que estos tuvieron que permanecer algun tiempo reclinados en sus sillones antes de recobrarse de ella.

Un terrible peso oprimia a todos. Como despues de una grave enfermedad, apenas podian incorporarse. Sin embargo, el infatigable biologo ya habia tomado una muestra de aire.

— Es respirable — anuncio —. ?Voy a examinarlo al microscopio!

— No vale la pena — le repuso Erg, abriendo la envoltura del sillon de aterrizaje —. Sin escafandras no se puede abandonar la nave, pues tal vez haya aqui esporas y virus muy peligrosos.

Junto a la salida, en la camara de esclusas, habia preparadas de antemano escafandras biologicas y las llamadas «armaduras saltadoras», de acero, revestidas de cuero y dotadas de un motor electrico, asi como de muelles y amortiguadores, que se ponian sobre las escafandras para poder desplazarse cuando la fuerza de la gravedad era demasiado grande.

Todos, despues de seis anos de vagabundeo por los espacios intersiderales, ardian en deseos de sentir la tierra bajo sus plantas, aunque fuera extrana. Key Ber, Pur Hiss, Ingrid, la medico Luma y dos mecanicos- ingenieros debian quedarse a bordo, de guardia junto a la radio, los proyectores y los aparatos.

Niza estaba parada a un lado, con el casco en las manos.

— ?Por que vacila usted, Niza? — le pregunto el jefe, en tanto comprobaba la pequena estacion de radio que llevaba en lo alto del casco —. ?Vamos hacia la astronave!

— Yo… — la muchacha se corto —. A mi me parece que esta muerta, que yace ahi desde hace mucho tiempo. Otra catastrofe, una victima mas del implacable Cosmos. Ya se que eso es inevitable, pero siempre da pena… Sobre todo, despues de lo de Zirda y de lo del Algrab…

— Puede que esa muerte nos de la vida — replico Pur Hiss, volviendo el catalejo panoramico de foco corto hacia la otra nave, que continuaba sumida en la oscuridad.

Ocho viajeros pasaron con esfuerzo a la camara de transicion y se detuvieron, esperando.

— ?Inyecten aire! — ordeno Erg Noor a los que quedaban en la Tantra, separados ya de sus companeros por un muro impenetrable.

Cuando la presion en el interior de la camara fue de diez atmosferas, los cabestrantes hidraulicos tiraron de la soldada puerta y la arrancaron de cuajo. La presion del aire lanzo fuera de la camara a la gente, sin dejar penetrar el menor elemento nocivo del mundo extrano en aquel trocito de la Tierra. La puerta se volvio a cerrar con impetu y estruendo.

Un proyector trazo un camino luminoso por el que los exploradores echaron a andar, arrastrando con dificultad sus piernas de muelles y sus pesados cuerpos. Al final del luminoso camino, se alzaba la enorme nave hallada. Aquellos mil quinientos metros les parecieron terriblemente largos, debido a su impaciencia y al duro traqueteo de los torpes saltos sobre un terreno escabroso, lleno de pequenas piedras y muy recalentado por el negro sol.

A traves de la densa atmosfera, saturada de humedad, brillaban debilmente las estrellas, semejantes a blancos lunares desvaidos. En vez del radiante esplendor del Cosmos, el cielo de aquel planeta solo mostraba los tenues trazos de las constelaciones.

Y aquellos farolillos rojos, de mortecina luz, no podian disipar las tinieblas de la superficie del planeta.

En la profunda oscuridad circundante, la quieta astronave se destacaba con singular relieve. La gruesa capa de borazon y circonio que recubria su casco, estaba desgastada en algunas partes. Seguramente, la astronave habia viajado mucho por el Cosmos.

Eon Tal lanzo una exclamacion que resono en todos los radiotelefonos. Senalaba con la mano a una puerta abierta, como una boca negra, y un pequeno ascensor, bajado. En la tierra, junto al ascensor y bajo la nave, crecia algo: unas plantas sin duda. Sus gruesos tallos se elevaban casi a un metro de altura y estaban rematados por unas copas negras de hojas o flores — no se sabia con certeza —, de forma parabolica y bordes dentados, como pinones de una maquina. Aquel negro engranaje inmovil tenia un aspecto siniestro.

El mudo boquete de la puerta impresionaba aun mas. Las plantas intactas y aquella puerta abierta indicaban que los seres humanos no pasaban por alli desde hacia tiempo ni protegian ya su islote terrestre de las asechanzas de aquel mundo extrano.

Erg Noor, Eon y Niza entraron en el ascensor. El jefe movio la palanca de la puesta en marcha. El mecanismo funciono obediente, con un leve chirrido, y llevo rapido a los tres exploradores a la camara de paso, que estaba abierta de par en par. Despues, subieron tambien los demas. Erg Noor transmitio a la Tantra la orden de apagar el proyector. Al instante, el pequeno grupo se perdio en el abismo de las tinieblas. El mundo del sol de hierro abatiase sobre ellos, envolvente, como si quisiera tragarse aquel minusculo foco de vida terrestre incrustado en la superficie del enorme planeta oscuro.

Encendieronse las lamparas giratorias en lo alto de los cascos. La puerta de la camara de paso, que conducia al interior de la nave, estaba cerrada, pero no con llave, y cedio facilmente. Los exploradores entraron en el pasillo central. Se orientaban sin dificultad en los oscuros pasadizos, pues la estructura de la astronave no se diferenciaba apenas de la de la Tantra.

— Esta nave fue construida hace unas decenas de anos — dijo Erg Noor, acercandose a Niza.

La muchacha volvio la cabeza. A traves del silicol del casco, el rostro en penumbra del jefe parecia enigmatico.

— Me ha venido una idea absurda — siguio diciendo Erg Noor —. ?Y si resulta que es…?

— ?El Argos! — grito Niza, olvidandose del microfono, y vio que todos se volvian hacia ella.

El grupo de exploradores penetro en la biblioteca-laboratorio, estancia principal de la nave, y luego, en el puesto central de comando, situado mas cerca de la proa. Embutido en su armadura — esqueleto, con torpes pasos, tambaleandose y chocando contra las paredes —, el jefe llego al cuadro de distribucion de electricidad. Los aparatos estaban conectados, pero no habia corriente. En la oscuridad solo brillaban los indicadores y signos fosforescentes. Erg Noor encontro el conector de averias, y al instante, entre el asombro general, se encendio una luz mortecina que a todos parecio deslumbradora.

Debio de surgir tambien junto al ascensor, porque en los radiotelefonos de los cascos se oyo la voz de Pur Hiss que preguntaba sobre los resultados del reconocimiento. Le contesto la geologo Bina. El jefe se detuvo pasmado en el umbral del puesto central de comando. Niza, siguiendo su mirada, vio arriba, entre las pantallas delanteras, una inscripcion doble — en lengua terrestre y en el codigo del Gran Circuito —: Argos. Mas abajo, se alineaban los signos galacticos de la Tierra y las coordenadas del sistema solar.

La astronave desaparecida hacia ochenta anos habia sido hallada en el sistema de aquel sol negro, desconocido hasta entonces, que se habia tomado durante mucho tiempo por una simple nube opaca.

El reconocimiento de los locales no revelo las huellas de la tripulacion. Los depositos de oxigeno no estaban agotados, las reservas de agua y de comida habrian bastado para subsistir varios anos mas, pero en ninguna parte habia vestigios ni restos de los tripulantes del Argos.

En algunos sitios — en los pasillos, el puesto central y la biblioteca —, se veian unas chorreaduras extranas, oscuras. En el suelo de la biblioteca tambien habia una mancha grande — una sinuosa capa de varios estratos — como la huella de un liquido vertido y evaporado luego. En la popa, en la sala de maquinas, unos cables arrancados pendian ante la abierta puerta del fondo, y los soportes masivos, de bronce fosforico, de los refrigeradores estaban muy retorcidos. Como en todo lo restante la nave se encontraba intacta, aquellas averias, que para producirse requerian un golpe muy potente, eran inexplicables. Los exploradores buscaron en vano, hasta quedar rendidos, las causas de la desaparicion y muerte cierta de los tripulantes.

Sin embargo, se hizo un descubrimiento de extraordinaria importancia: las reservas de anameson y de cargas ionicas planetarias que se conservaban a bordo aseguraban el despegue de la Tantra del pesado planeta y el regreso a la Tierra.

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