El radiotelefono transmitio la risa bonachona del jefe: — A mi, que sueno desde nino con Vega, la impaciencia me consume mas que a nadie. Pero ya tendremos tiempo para ello en el viaje de vuelta a la Tierra. Ante todo, hay que escapar de las tinieblas, de este infierno, como se decia en la antiguedad. Los exploradores del Argos no habian tomado tierra anteriormente; de lo contrario, habriamos encontrado en sus almacenes de colecciones multitud de objetos procedentes de otros planetas. Recuerden que, despues de un minucioso reconocimiento, solo hemos hallado filmes, mediciones y grabaciones, muestras de aire y balones de polvo explosivo…

Erg Noor callo y presto atencion. Ni siquiera los sensibles microfonos captaban ya ruido de viento: la tempestad se habia calmado. Fuera, a traves de la tierra, percibiase un susurro crujiente que repercutia en las paredes de la torreta.

El jefe movio la mano, y Niza, comprendiendo el ademan, apago la luz. En la torreta, calentada por las emanaciones infrarrojas, la oscuridad parecia densa como un liquido negruzco; diriase que estaban en el fondo de un oceano. A traves de la recia y transparente campana de silicoboro, los astronautas vieron con nitidez unas lucecillas centelleantes, de color castano. Las lucecillas se encendian formando por un segundo pequenas estrellas de rayos grana o verde oscuro que se apagaban para volver a. lucir.

Las estrellitas aquellas se alineaban en cadenillas que se enrollaban en anillos o en ochos y se deslizaban silenciosas por la superficie de la campana, tersa y dura como el diamante. Los exploradores sintieron en los ojos unas punzadas extranas y un agudo dolor momentaneo a lo largo de los grandes nervios del cuerpo, como si los cortos rayos de las estrellitas castanas se clavasen en ellos igual que agujas.

— Niza — dijo Erg Noor en un susurro —, ponga el regulador al maximo de incandescencia y de toda la luz de golpe.

La torreta se lleno de azulada y clara luz terrestre. Los tres, deslumbrados por ella, no veian nada o casi nada. Sin embargo, Niza y Eon habian advertido — aunque tal vez aquello fuera una figuracion suya — que, por el lado derecho de la torreta, las sombras, en lugar de retirarse de pronto, se quedaban alli un instante, formando como un dilatado cuerpo oscuro con numerosos tentaculos. Aquel «algo» recogio en un segundo sus tentaculos y retrocedio veloz, con el muro de las sombras, rechazado por la luz. Erg Noor no habia visto nada, pero no tenia fundamentos para no confiar en la rapida reaccion de sus jovenes companeros.

— ?No seran espectros? — conjeturo Niza —. ?Fantasmagoricas condensaciones de las sombras en torno a cargas de alguna energia como la de nuestros rayos globulares, por ejemplo, en vez de formas de vida? Puesto que aqui todo es negro, los rayos deben de ser tambien negros.

— Su suposicion es poetica — replico Erg Noor —, pero tiene pocos visos de realidad.

En primer termino, es evidente que ese «algo» nos ha atacado, ansioso de nuestra carne viviente. El o sus congeneres han sido los que han exterminado a la tripulacion del Argos.

Si el es organizado y estable, si puede desplazarse en la direccion necesaria y acumular y emanar energia, no cabe duda de que no se trata de ningun fantasma aereo. Eso es una creacion de la materia viva, ?e intenta devorarnos! El biologo se adhirio a las deducciones del jefe: — A mi me parece que aqui, en el planeta de las tinieblas, la oscuridad existe solo para nosotros, pues nuestros ojos no son sensibles a los rayos infrarrojos de la parte calorifica del espectro; otros rayos, los amarillos y los azules, deben actuar intensamente sobre ese ser. Su reaccion es tan instantanea, que nuestros desaparecidos companeros del Argos no podian advertir nada al iluminar el sitio de la agresion… Cuando se dieron cuenta ya era tarde, y, agonizantes, tampoco pudieron contar nada…

— Ahora repetiremos la experiencia, por muy desagradable que sea la aproximacion de ese.

Niza apago la luz, y de nuevo los tres observadores quedaron sumidos en la profunda oscuridad, esperando la aparicion de aquel ser del mundo de las tinieblas.

— ?De que estara armado? ?Por que su acercamiento se percibe a traves de la campana y de la escafandra? — se pregunto el biologo en voz alta —. ?Tendra una forma especial de energia?

— Las formas de energia son muy pocas, y esta es, sin duda, electromagnetica. Pero sus modificaciones son, indiscutiblemente, multiples y muy diversas. Ese ser posee alguna arma que actua sobre nuestro sistema nervioso. ?Y no es dificil imaginarse lo que significara el contacto de uno de esos tentaculos con un cuerpo indefenso!

Erg Noor se encogio y Niza Krit sintio un escalofrio interno al ver las cadenitas de lucecillas castanas que se aproximaban rapidamente, por tres lados.

— ?Ese ser no esta solo! — exclamo en voz baja Eon —. Tal vez no convenga dejarles que rocen la campana.

— Tiene usted razon. Pongamonos de espaldas a la luz y miremos cada uno a su respectivo lado. ?Niza, encienda!

Esta vez, cada uno de los exploradores tuvo tiempo de observar particularidades sueltas con las que, sumadas, se pudo formar una idea general de aquellos seres. Se asemejaban a gigantescos acalefos que flotaban, a poca altura del terreno, moviendo sus espesos flecos colgantes. Algunos tentaculos, demasiado cortos en relacion con las dimensiones de los monstruos, median apenas un metro. De cada uno de los angulos de sus cuerpos romboidales partian dos sinuosos tentaculos, bastante mas largos. En el arranque de estos, el biologo observo unas enormes ampollas fosforescentes, levemente iluminadas por dentro, que parecian esparcir por los tentaculos grandes chispas en forma de estrellas.

— Observadores, ?por que encienden y apagan la luz? — resono de pronto, dentro de los cascos, la clara voz de Ingrid —. ?Necesitan ayuda? La tempestad ha terminado; nosotros vamos a empezar a trabajar. Ahora salimos para alla.

— ?De ninguna manera! — ordeno severo el jefe —. Hay un gran peligro. ?Llame a todos!

Erg Noor les hablo de los terribles acalefos. Luego de cambiar impresiones, los exploradores decidieron sacar y transportar en una carretilla parte de uno de los motores planetarios. Unos chorros de fuego, de trescientos metros de longitud, corrieron por la pedregosa llanura, barriendo todo a su paso. No habia transcurrido media hora, cuando los hombres tendian, ya reparados, los cables rotos. La defensa habia sido restablecida.

Estaba claro que el anameson debia ser cargado antes de que llegase la noche planetaria. A costa de sobrehumanos esfuerzos, se logro hacerlo, y la gente, extenuada, despues de cerrar hermeticamente las escotillas, desaparecio tras la indestructible coraza de la astronave, escuchando tranquilamente las trepidaciones. Los microfonos traian de fuera el estruendoso bramido del huracan, y ello hacia que aquel pequeno mundo, profusamente iluminado y al abrigo de las fuerzas tenebrosas, pareciera aun mas confortable.

Ingrid y Luma habian desplegado la pantalla estereoscopica. La eleccion del filme habia sido acertada. Las aguas azules del Oceano Indico chapoteaban a los pies de los espectadores, sentados en la biblioteca. Celebrabanse los Juegos de Poseidon, competicion mundial de toda clase de deportes nauticos. En la Era del Gran Circuito, todas las gentes eran tan amigas del mar como los pueblos de los paises costeros de antano. Saltos, natacion, zambullidas con planchas a motor y balsas de vela. Millares de cuerpos jovenes, bronceados por el sol, sonoras canciones, alegres risas y las marchas triunfales a la llegada a la meta…

Niza se inclino hacia el biologo, que, a su lado, permanecia absorto en sus pensamientos, perdida el alma en la infinita lejania del dulce planeta natal, con su naturaleza sometida.

— Eon, ?ha participado usted alguna vez en tales competiciones?

El biologo fijo en ella su mirada perpleja.

— ?Que? ?En tales? No, nunca. Estaba pensativo y no la comprendi al pronto.

— ?Acaso no pensaba usted en eso? — pregunto la muchacha senalando a la pantalla —. ?Verdad que la percepcion de la belleza de nuestro mundo es extraordinariamente deliciosa, despues de las tinieblas, las tempestades y los negros acalefos electricos?

— Si, desde luego. Y ello hace aumentar el deseo de atrapar a un acalefo de esos.

Precisamente me estaba rompiendo la cabeza para encontrar el modo de conseguirlo.

Niza se aparto del biologo, que reia satisfecho, y al volverse, encontro la sonrisa de Erg Noor.

— ?Usted tambien estaba meditando en como capturar ese horror negro? — inquirio burlona.

— No, pensaba en la exploracion de la astronave discoidal.

El picaro fulgor de sus ojos casi irrito a la muchacha.

— ?Ahora comprendo por que los hombres de la antiguedad se dedicaban a la guerra!

Yo creia que eso no era mas que pura fanfarroneria de vuestro sexo fuerte… como se le consideraba en la

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