angustia, obligandole a doblar las piernas. Su orgullosa voluntad humana se habia convertido en ciega sumision. Banado en pegajoso sudor, echo a andar como hipnotizado hacia el porton de las tinieblas. El grito de Niza, que resono vibrante en su radiotelefono, le hizo recobrar el conocimiento. Se detuvo, pero la tenebrosa fuerza que habia penetrado en su psiquis le empujo de nuevo hacia adelante.
Key Ber y Eon Tal, que se encontraban junto al borde del circulo luminoso, avanzaron tambien en union del jefe, con igual lentitud, deteniendose de vez en cuando, como si lucharan consigo mismos. Alli delante, en el umbral de las negras sombras, entre los remolinos de niebla, removiendose, surgio un cuerpo fantastico, incomprensible para la mente humana, y por ello, mas espantoso. Aquello no era el ser de forma de acalefo, conocido ya; de la penumbra gris venia hacia los exploradores una cruz negra de anchos brazos y con una protuberancia elipsoidal en medio. En sus extremos brillaban unas lentes convexas, fulgurantes a la luz del proyector, que rasgaba con esfuerzo el velo de las acuosas emanaciones. El pie de la cruz se hundia en la depresion no iluminada del terreno.
Erg Noor, acelerando su andar, se adelanto a los otros y, al llegar a unos cien pasos de aquel incomprensible objeto, cayo a tierra. Antes de que los atonitos companeros pudieran darse cuenta de que su jefe corria peligro de muerte, la cruz negra se alzo a mayor altura que el circulo de cables tendidos e inclinose, como el tallo gigantesco de una planta, con el evidente proposito de alcanzar a Erg Noor por encima del campo de proteccion.
Con una furia que le daba fuerzas de atleta, Niza se acerco de un salto al robot y empezo a dar vueltas a las manijas de direccion, situadas en la nuca del automata.
Despacio, como vacilando, el robot empezo a elevar la cortadora. Entonces la muchacha, perdidas las esperanzas de poder dirigir la complicada maquina, se abalanzo hacia adelante para cubrir con su cuerpo el del jefe. Los tres extremos de la cruz lanzaron unos chorros luminosos, zigzagueantes, parecidos a rayos. La joven cayo sobre Erg Noor, con los brazos muy abiertos. Mas, por fortuna, el robot ya habia vuelto la cortadora, cuya boca, con una afilada cuchilla en su interior, apuntaba al centro de la cruz negra. El monstruo se encogio convulso, como cayendo hacia atras, y desaparecio en las impenetrables sombras, al pie de las rocas. Erg Noor y sus dos camaradas volvieron en si al punto y, tomando en brazos a la muchacha, retrocedieron para guarecerse tras el espirodisco. Los companeros, recobra dos de su estupor, traian ya presurosos un motor planetario convertido en improvisado canon. Con una cruel rabia que no habia experimentado hasta entonces, Erg Noor lanzo las destructoras radiaciones contra la garganta de las rocas, barriendo toda la planicie inferior con singular cuidado, para no dejar fuera de su accion ni un metro cuadrado de terreno. Eon Tal, de rodillas ante la inmovil muchacha, le hacia quedas preguntas por el radiotelefono, esforzandose en divisar sus facciones a traves del casco de silicol. La joven astronauta yacia inmovil, con los ojos cerrados. El auricular no transmitia respiracion alguna.
— ?El monstruo ha matado a Niza! — grito consternado al ver venir a Erg Noor.
La estrecha hendidura visual del casco de ultraproteccion no permitia distinguir los ojos del jefe.
— Llevela inmediatamente a la Tantra y que la asista Luma — la voz de Erg Noor tenia un timbre mas metalico que nunca —. Ayude usted a la medica a determinar la naturaleza de las lesiones… Nosotros seis nos quedaremos para terminar la exploracion. Que el geologo vaya con usted y recoja por el camino, desde el disco hasta la Tantra, trozos de rocas de todas clases. No podemos permanecer mas tiempo en este planeta. Aqui hay que realizar las busquedas en tanques de ultraproteccion. Y como no los tenemos, no hariamos mas que condenar a toda la expedicion a una muerte cierta. Tome una tercera carretilla automatica, ?y dese prisa!
Erg Noor se volvio y, sin mirar atras, dirigiose hacia la astronave-disco. El «canon» se emplazo en vanguardia. El ingeniero-mecanico, en pie tras el, oprimia el boton cada diez minutos y soltaba un torrente de fuego, conduciendolo todo el en arco hasta el mismo borde del disco. El robot aplico la cortadora al vertice de la segunda espira exterior del cilindro, que alli, junto al borde hundido en tierra, se encontraba al nivel del pecho del automata.
El estruendo llego incluso a traves de las gruesas escafandras de ultraproteccion. Por la parte elegida de la capa de malaquita, empezaron a aparecer, sinuosas, unas pequenas grietas. Trozos de aquella solida costra saltaron golpeando sonoros el cuerpo metalico del robot. Las incisiones laterales de la cortadora separaron una gran placa, poniendo al descubierto una superficie granulosa de vivo color celeste, agradable incluso a la luz del proyector. Luego de senalar un cuadrado lo suficientemente grande para el paso de un hombre con escafandra, Key Ber obligo al robot a hacer una profunda incision en el metal azul, que no llego a atravesarlo. El robot trazo una nueva linea que formaba angulo con la primera, e imprimio a la cuchilla de la cortadora un movimiento de vaiven, aumentando asi la presion. El corte en el metal se profundizo mas de un metro. Cuando el auxiliar mecanico hubo trazado el tercer lado del cuadrado, los rebordes de las incisiones empezaron a volverse hacia afuera.
— ?Cuidado! ?Atras todos! ?Cuerpo a tierra! — grito en el microfono Erg Noor al tiempo que paraba el robot y retrocedia.
El grueso trozo de metal se retorcio de pronto, como la escindida hojalata de un bote de conservas. Una gran llama irisada, de un fulgor inimaginable, broto impetuosa de la abertura siguiendo la tangente al abultamiento de la espira. Aquella desviacion y la circunstancia de que el metal azul se fundiese al momento, tapando de nuevo el boquete, salvaron a los desdichados exploradores. Del potente robot no quedo mas que un informe amasijo de metal fundido, del que salian, lastimosas, unas piernas cortas. Erg Noor y Key Ber escaparon con vida gracias a las escafandras que se habian puesto previamente. La explosion lanzo a los dos hombres lejos de la extrana astronave, disperso a los demas, volco el «canon» y rompio los cables de alta tension.
Recobrados de la conmocion, los astronautas comprendieron que habian quedado indefensos. Afortunadamente, yacian protegidos por la luz del intacto proyector. Aunque nadie habia sufrido dano, Erg Noor decidio que bastaba con aquello. Abandonando los instrumentos innecesarios, los cables y el proyector, los exploradores montaron en la carretilla que no habia tenido averia alguna y se retiraron presurosos a su astronave.
Aquella feliz coincidencia de circunstancias, al abrir imprudentemente la nave ajena, se habia producido de un modo fortuito, no dependiente de la prevision del jefe. Un segundo intento habria tenido consecuencias mucho mas lamentables… ?Y Niza, la querida astronauta, que seria de ella?… Erg Noor confiaba en que la escafandra hubiese debilitado la fuerza mortifera de la cruz negra. Pues el contacto del acalefo negro no habia matado al biologo… Pero alli, lejos de los grandes institutos de medicina terrestres, ?podrian ellos hacer frente a los efectos de aquella arma desconocida?…
En la camara de transicion, Key Ber se acerco al jefe y le senalo la parte posterior de la hombrera izquierda. Erg Noor volviose hacia los espejos, que siempre se encontraban en todas las camaras de transicion, a fin de que los tripulantes se observasen obligatoriamente en ellos al volver de explorar un planeta extrano. La hombrera, formada por una fina tira de aleacion de circonio y titanio, se habia desgarrado. Por el roto asomaba un trozo de metal azul celeste que se habia incrustado en el doblez aislante sin perforar la capa interior de la escafandra. Con gran esfuerzo se consiguio extraer el trozo de metal. A costa de un gran peligro y por azar, en definitiva, se habia conseguido una muestra del enigmatico metal de la astronave espirodiscoidal. El preciado hallazgo seria llevado a la Tierra.
Al fin, liberado de la escafandra, podia Erg Noor entrar — mejor dicho, penetrar a duras penas bajo la agobiadora pesantez del terrible planeta — en el interior de su astronave.
Todos los miembros de la expedicion le aguardaban con enorme impaciencia. Habian observado la catastrofe en los estereovisofonos, y no necesitaban preguntar nada sobre los resultados del intento.
Capitulo IV. EL RIO DEL TIEMPO
Veda Kong y Dar Veter estaban en la pequena plataforma circular de un giroptero que se deslizaba lento por el aire, sobre las infinitas estepas. Un suave vientecillo ondulaba la hierba espesa, esmaltada de flores, como un mar de amplias olas. Lejos, a la izquierda, se divisaba un rebano de ganado blanquinegro, obtenido por el cruzamiento de yacs, vacas y bufalos.
Los pequenos oteros, los apacibles rios, los anchos valles, todo respiraba calma y libertad en aquel llano y