contra su pecho. La famosa psicologa acaricio con maternal carino aquellos abundantes cabellos, un poco asperos, pensando que milenios de educacion habian conseguido sustituir las mezquinas alegrias personales por otras grandes, comunes. Mas ?que lejos se estaba aun de la victoria sobre la soledad del alma, especialmente de una alma como aquella, rebosante de sentimientos e impresiones, alimentada por un cuerpo lleno de vida!.. Y dijo en voz alta:
— Mven Mas… ?Sabe usted lo que le ha ocurrido?
— ?Claro: ?Toda la Tierra discute su fracasado experimento!
— ?Y usted que opina?
— ?Que el tiene razon!
— Yo creo lo mismo. Por ello hay que sacarlo de la isla del Olvido. Dentro de un mes, tendra lugar la reunion anual del Consejo de Astronautica. Se examinara su culpa y el fallo sera sometido a la sancion del Control del Honor y del Derecho, que vela por el destino de cada uno de los habitantes de la Tierra. Yo tengo fundadas esperanzas de que la condena sea leve, pero es preciso que Mven Mas este aqui. A un hombre que es tan emotivo como usted, no le conviene permanecer largo tiempo en la isla, ?y mucho menos en soledad!
— ?Acaso soy yo una mujer tan chapada a la antigua para trazar los planes de mi vida en dependencia de los asuntos de un hombre, aunque este hombre sea el elegido por mi?
— Chara, hija mia, no me diga nada. Yo los he visto juntos y se lo que usted significa para el… Y el para usted. No censure a Mven por haberse marchado sin verla, ocultandose de usted. Comprenda que una persona como el, y como usted misma, no podia ir asi a ver a su amada, ?no le quepa duda, Chara! Misero, vencido, esperando el juicio y el exilio, ?como iba a presentarse ante usted que es uno de los ornatos del Gran Mundo?
— Yo no me refiero a eso, Evda. ?Me necesita el ahora, cuando esta cansado, roto?…
Yo temo que tal vez le falten fuerzas para una gran exaltacion espiritual; en este caso no se trata de la razon, sino de los sentimientos necesarios… para esa creacion que es el amor, de un sublime amor del que a mi parecer somos los dos capaces… Entonces, vendria para el una segunda perdida de fe en si mismo, ?y no soportaria la divergencia con la vida! Por eso, yo pensaba que lo mejor para mi ahora seria estar en el desierto de Atacama.
— Tiene usted razon, Chara, pero solamente en un aspecto. Hay ademas el de la soledad y la autocondena excesiva en un gran hombre apasionado que no tiene hoy ningun apoyo, puesto que ha dejado nuestro mundo. Yo misma habria ido alla… Pero tengo a Ren Boz medio muerto, y el, como herido grave, goza de mas derecho. Dar Veter ha sido designado para construir el nuevo sputnik; esa sera su aportacion a Mven Mas. Y no me equivocare si le digo a usted, con firmeza: vaya a su lado y no le exija nada, ni siquiera una mirada carinosa, ni planes para el futuro, ni ningun amor. Limitese a ayudarle, siembre en el la duda acerca de su propia razon, y luego, vuelvalo a nuestro mundo. Usted es capaz de hacerlo, Chara. ?Ira?
La muchacha, anhelante, alzo hacia Evda Nal los ojos, candidos, infantiles, cuajados de lagrimas.
— ?Hoy mismo!
La psicologa beso fuertemente a Chara.
— Hace bien, hay que apresurarse. Por la Via Espiral, iremos juntas hasta Asia Menor.
Visitare a Ren Boz, que esta en un sanatorio quirurgico de la isla de Rodas, y a usted la enviare a Deir ez Zor, base de los espiropteros de asistencia tecnico sanitaria que realizan viajes a Australia y Nueva Zelanda. Me imagino el placer con que el piloto llevara a Chara, a la danzarina y no a la biologa, a cualquier punto que ella quiera…
El jefe del tren invito a Evda Nal y a su acompanante al puesto central de comando.
Sobre los techos de los enormes vagones, en sentido longitudinal, habia un pasillo cubierto de silicol. Por el, los empleados de guardia iban y venian de un extremo a otro del convoy, observando los indicadores de PCE (proteccion de los contactos electronicos). Las dos mujeres subieron por una escalera de caracol, siguieron a lo largo del pasillo superior y fueron a parar a una gran cabina que pendia sobre la delantera aerodinamica del primer vagon. Dentro de aquella elipsoide de cristal, a siete metros sobre el nivel de la via, estaban sentados en unos sillones dos maquinistas, separados por el alto fanal, en forma de piramide, donde se encontraba el robot- conductor electronico. Unas pantallas parabolicas de TV permitian ver todo lo que pasaba a ambos lados y detras del tren. En el techo de la cabina, la antena del aparato advertidor debia anunciar, con sus temblantes varillas, la aparicion de algun obstaculo en el camino, a cincuenta kilometros de distancia, aunque tal caso solo podia darse por una coincidencia excepcional de circunstancias.
Evda y Chara se sentaron junto a la pared posterior de la cabina, en un divan, a medio metro de altura sobre los asientos de los maquinistas. Y las dos quedaron como hipnotizadas, fijos los ojos en el ancho camino que venia raudo a su encuentro. La gigantesca Via Espiral hendia las cordilleras, atravesaba veloz las llanuras, deslizandose por colosales ramblas, cruzaba los estrechos y las bahias por bajas estacadas a flor de agua. La velocidad de doscientos kilometros por hora convertia los bosques, a ambos lados de los enormes taludes, en continuos tapices, que eran rojizos, de color de malaquita o verde oscuro, segun la especie de los arboles: pinos, eucaliptos u olivos. El mar sereno del Archipielago se rizaba, a derecha e izquierda de la estacada, al soplo del viento levantado por los vagones de aquel tren de diez metros de anchura. Y las grandes ondas se expandian en abanico oscureciendo la transparente agua azul celeste.
Las dos mujeres, mirando al camino, sumidas en sus pensamientos, plenos de zozobra, guardaban silencio. Transcurrieron asi cuatro horas. Otras cuatro las pasaron sentadas en los blandos sillones del salon del segundo piso, entre otros viajeros, y se separaron en una estacion, no lejos de la costa occidental de Asia Menor. Evda tomo un electrobus, que la conduciria al puerto mas cercano, y Chara continuo en el tren hasta la estacion del Tauro Oriental, arranque de la primera rama meridional. Dos horas mas de viaje, y la muchacha se encontro en una planicie torrida, envuelta en la neblina del aire seco, ardiente. Alli, en las inmediaciones del antiguo desierto de Siria, se hallaba Deir ez Zor, aeropuerto de los espiropteros, aparatos peligrosos para los lugares poblados.
Siempre recordaria Chara Nandi las angustiosas horas pasadas en Deir ez Zor, a la espera de un espiroptero. La muchacha meditaba sin cesar sus acciones y palabras futuras, procurando imaginarse la entrevista con Mven Mas, trazaba planes de busquedas en la isla del Olvido, donde todo se esfumaba en la sucesion de unos dias anodinos, monotonos.
Por fin, alli abajo, en los desiertos de Nefud y de Rub-el-Hali, extendianse interminables los campos de termoelementos, formidables centrales que convertian el calor solar en energia electrica. Veladas por los esteres de la noche y el polvo, las centrales se alineaban en correcta formacion sobre las grandes dunas, compactas y lisas, las cortadas mesetas con vertiente hacia el Sur y los laberintos de los barrancos llenos de arena. Eran monumentos de la grandiosa lucha de la humanidad por la energia. La amplia utilizacion de nuevas clases de energia nuclear — P, Q y F — habia puesto fin hacia tiempo al riguroso regimen de economias. Inmoviles, alzabanse los bosques de aeromotores — otra reserva de energia para la zona Norte de viviendas — a lo largo de la costa meridional de la Peninsula Arabiga. El espiroptero cruzo en un segundo el litoral del continente, que se divisaba apenas alli abajo, y paso como una centella sobre el Oceano Indico. Cinco mil kilometros eran una distancia insignificante para un aparato tan rapido.
Poco despues, Chara Nandi, acompanada de invitaciones a regresar pronto, bajaba del espiroptero con vacilante andar.
El jefe del campo de aterrizaje encargo a su hija que llevase la viajera a la isla del Olvido en una pequena lat, motora de fondo plano. Y unos instantes mas tarde las dos muchachas se deleitaban en alta mar con la impetuosa marcha de la minuscula embarcacion sobre las grandes olas. La lat iba derecha hacia la orilla oriental de la isla del Olvido, proa a la gran bahia donde se encontraba una de las estaciones sanitarias del Gran Mundo.
Los cocoteros, inclinando sus palmas sobre las rumorosas olas, saludaban la llegada de Chara. La estacion estaba desierta, todo el personal habia ido al interior de la isla para exterminar unos aracnidos descubiertos en unos roedores del bosque.
Cerca de la estacion, habia unas cuadras. Los caballos para el trabajo y el transporte eran criados en los lugares como la isla del Olvido o en los sanatorios, donde la utilizacion de los giropteros estaba prohibida a causa de su ruido, y los carros electricos no podian circular por falta de caminos adecuados. Chara descanso un poco, se cambio de traje y fue a ver a aquellos hermosos y raros animales. Alli encontro a una mujer que dirigia habilmente las maquinas encargadas de distribuir el pienso y de hacer la limpieza del local. Chara se puso a