todo el mundo que cualquiera que aspirara deliberadamente al cargo debia ser descalificado de manera automatica, casi cualquier otro sistema podia servir, y el procedimiento mas simple fue una loteria.

— Senor presidente — dijo la secretaria del Gabinete—, los visitantes le esperan en la Biblioteca.

— Gracias, Lisa. ?Sin los trajes espaciales?

— Si, todo el equipo medico coincide en que no hay ningun peligro. Sin embargo, sera mejor que le advierta algo, senor. Ellos… eh… tienen un olor un poco extrano.

— ?Krakan! ?En que sentido?

La secretaria sonrio.

— Oh, no es desagradable… al menos, yo no lo considero asi. Supongo que tiene algo que ver con su alimentacion; despues de mil anos, nuestras bioquimicas pueden haber cambiado. La palabra que lo describe mejor, probablemente, es «aromatico».

El presidente no estaba muy seguro de que queria decir aquello, y estaba pensando en preguntarselo cuando se le ocurrio una idea inquietante.

— Y, ?como cree que sera nuestro olor para ellos? — pregunto.

Para alivio suyo, sus cinco invitados no mostraron signos evidentes de molestias olfativas cuando le fueron presentados, de uno en uno. Sin embargo, la secretaria Elizabeth Ishihara habia sido muy prudente al avisarle; ahora sabia exactamente lo que queria decir la palabra «aromatico». Tambien tenia razon al decir que no era desagradable; de hecho, le recordo las especias que utilizaba su esposa cuando le tocaba el turno de cocinar en el palacio.

La mesa de conferencias tenia forma de herradura. Al ocupar su asiento en la parte curvada, el presidente de Thalassa se encontro murmurando ironicamente algo sobre el Azar y el Destino… temas que nunca le habian preocupado mucho en el pasado. Pero el Azar, en su forma mas pura, le habia puesto en su posicion actual. Y ahora, el Azar (o su hermano, el Destino), atacaba de nuevo. ?Era sorprendente que el, un fabricante de equipos deportivos carente de toda ambicion, hubiera sido elegido para aquella reunion historica! Sin embargo, alguien tenia que hacerlo; y debia admitir que empezaba a divertirse. Como minimo, nadie podria impedir que pronunciara su discurso de bienvenida…

… De hecho, era un buen discurso, aunque tal vez un poco mas largo de lo necesario incluso para una ocasion como aquella. Hacia el final se dio cuenta de que las expresiones educadamente atentas de cuantos le escuchaban empezaban a tornarse algo vidriosas, de modo que elimino algo de las estadisticas de productividad y toda la seccion de la nueva red electrica de la Isla Sur. Al sentarse, estaba convencido de haber mostrado la imagen de una sociedad fuerte y progresista con un nivel elevado de capacidad tecnica. Por mas que ciertas impresiones superficiales sugirieran lo contrario, Thalassa no era retrasada ni decadente, y aun mantenia las tradiciones mas puras de sus grandes antepasados. Etcetera.

— Muchas gracias, senor presidente — dijo el capitan Bey en la apreciativa pausa que siguio—. Fue una autentica sorpresa de bienvenida descubrir que Thalassa no solo estaba habitada, sino que era floreciente. Ello hara nuestra estancia aqui todavia mas agradable, y esperamos marcharnos con buena voluntad por ambas partes.

— Perdoneme la indiscrecion (puede parecer incluso descortes plantear esta pregunta apenas llegados unos invitados), pero ?cuanto tiempo creen que permaneceran aqui? Querriamos saberlo lo antes posible para llevar a cabo los preparativos que fueran necesarios.

— Le entiendo perfectamente, senor presidente. No podemos ser muy concretos en estos momentos, porque depende en parte de la clase de ayuda que puedan prestarnos ustedes. Supongo que al menos uno de sus anos… aunque es mas probable que sean dos.

Edgar Farradine, como la mayoria de los thalassanos, no sabia disimular sus emociones, y el capitan Bey se alarmo ante la subita expresion de regocijo (incluso podria decirse que de malicia) que aparecio en el rostro de la primera autoridad.

— Espero, Su Excelencia, que esto no cree ningun problema — pregunto con inquietud.

— Al contrario — dijo el presidente, practicamente frotandose las manos—. Tal vez no tenga noticias de ello, pero dentro de dos anos se celebraran nuestros Juegos Olimpicos. — Tosio con modestia. Obtuve una medalla de bronce en los doscientos metros cuando era joven, de modo que me encargo de los preparativos. Podriamos incorporar alguna competicion del exterior.

— Senor presidente — dijo la secretaria del Gabinete—, no se si las normas…

— Que yo elaboro — continuo el presidente con firmeza—. Capitan, por favor, considerelo una invitacion. O un reto, como prefiera.

El comandante de la astronave Magallanes era un hombre acostumbrado a tomar decisiones rapidas, pero, por una vez, le habian pillado desprevenido. Antes de que pudiera pensar en una respuesta adecuada, intervino su primer oficial medico.

— Es muy amable por su parte, senor presidente — dijo la comandante medico Mary Newton—. Pero, como medico, debo indicarle que todos nosotros tenemos mas de treinta anos, que estamos desentrenados… y que la gravedad de Thalassa es un 6 % mas elevada que la de la Tierra, lo que nos colocaria en seria desventaja. Asi pues, a menos que sus Olimpiadas incluyan ajedrez o juegos de cartas…

El presidente parecio desilusionado, pero se recupero rapidamente.

— Oh, vaya… al menos, capitan Bey, me gustaria que entregara algunos de los premios.

— Estaria encantado — dijo el comandante, ligeramente aturdido. Notaba que la reunion se le escapaba de las manos y decidio volver a lo programado.

— ?Me permite que le explique lo que esperamos hacer aqui, senor presidente?

— Por supuesto — fue la poco entusiasta respuesta. Los pensamientos de Su Excelencia parecian estar todavia en otra parte. Quiza reviviria aun las victorias de su juventud. Luego, con un evidente esfuerzo, concentro su atencion en el presente—. Nos sentimos halagados, aunque bastante sorprendidos, por su visita. Parece que nuestro mundo no puede ofrecerles gran cosa. Creo que han dicho ustedes algo sobre hielo; seguramente, se trata de una broma.

— No, senor presidente, hablamos totalmente en serio. Eso es lo que precisamos de Thalassa, aunque ahora que hemos probado algunos de sus productos alimenticios (estoy pensando en especial en el queso y en el vino que hemos tomado durante el almuerzo) podriamos aumentar considerablemente nuestras peticiones. Sin embargo, lo esencial es el hielo, dejeme que se lo explique. Primera imagen, por favor.

La astronave Magallanes, de dos metros de largo, flotaba frente al presidente. Parecia tan real que el hombre quiso alargar el brazo y tocarla, y lo habria hecho de no haber habido espectadores para contemplar un comportamiento tan ingenuo.

— Vera que la nave es aproximadamente cilindrica: cuatro kilometros de longitud, por uno de diametro. Ya que nuestro sistema de propulsion utiliza la energia del propio espacio, no hay limite teorico de velocidad, hasta la velocidad de la luz. Sin embargo, en la practica, aproximadamente a una quinta parte de esta velocidad ya tenemos problemas a causa del polvo y el gas interestelares. A pesar de ser tan tenues, un objeto que se mueve a traves de ellos a sesenta mil kilometros por segundo o mas choca con una sorprendente cantidad de materia… y a esa velocidad, incluso un solo atomo de hidrogeno puede producir danos apreciables.

«De modo que la Magallanes, como las primeras y primitivas astronaves, lleva un escudo de ablacion en su parte delantera. Serviria practicamente cualquier material, siempre y cuando usaramos la cantidad suficiente. Y entre las estrellas, a temperaturas cercanas a cero, es dificil encontrar algo mejor que el hielo. Barato, de facil manejo, ?y sorprendentemente fuerte! Este tosco cono es el aspecto que tenia nuestro pequeno iceberg cuando abandonamos el Sistema Solar hace doscientos anos. Y asi es ahora.

La imagen parpadeo y luego reaparecio. La nave no habia sufrido cambios, pero el cono que flotaba frente a ella se habia encogido hasta parecer un fino disco.

— Ese es el resultado de abrir un pasillo de una longitud de cincuenta anos luz a traves de este sector bastante polvoriento de la galaxia. Me satisface poder decir que el indice de ablacion se estima en un cinco por ciento, de forma que nunca hemos estado en peligro… aunque, desde luego, siempre existio la remota posibilidad de chocar con algo realmente grande. Ningun escudo podria protegernos contra eso, tanto si fuera de hielo como de la mejor plancha de acero.

«Aun podremos resistir durante otros diez anos luz, pero no es bastante. Nuestro destino final es el planeta Sagan Dos… a setenta y cinco anos luz de viaje.

«Asi que ahora comprendera, senor presidente, por que nos hemos detenido en Thalassa. Querriamos que

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